Cuando llega, agitado, se encuentra a Daniela en la
entrada. Perdóneme, llegué antes se
disculpa ella. Perdoname vos por las idas
y venidas dice él mientras abre el ascensor. Ambos se sientan. Espero que todo esté bien dice ella. Él
duda. ¿Corresponde dar información? Tengo
a mi hija internada. ¿Algo grave? Esperemos que no. Lo lamento dice ella de veras, no me imaginaba que tuviera hijos.
¿Por qué no? No sé, es raro imaginarle una vida fuera de estas cuatro paredes. A
él ya se le ha ocurrido una pregunta cuando recuerda la propuesta de la semana
pasada: desde el principio, a fondo. ¿A
qué se dedican tus padres? averigua. Daniela lo mira, los ojos de par en
par. ¿Por qué me pregunta eso? Vamos a
tratar de averiguar juntos de quiénes venís. Yo ya conozco mi historia. ¿Cómo la
conociste? Daniela se queda pensando. No
sé, supongo que a través de mamá. O sea que lo que sabés es lo que tu madre te
contó. Claro reconoce ella. Retomemos
mi pregunta, ¿qué hacen tus papás? Mi mamá está jubilada y papá es electricista.
¿De qué trabajaba tu mamá? Era
enfermera. ¿Con quién te quedabas cuando tu mamá trabajaba? Daniela se
queda mirándolo. No sé, nunca lo pensé. A
lo mejor te quedabas con una abuela, o con una tía. Daniela agita la
cabeza. Quizá te quedabas sola. Como
tocada por un rayo, Daniela se abraza con ambas manos. ¡Mi mamá nunca me hubiera dejado sola! De acuerdo, no. Gustavo le
ofrece agua. Daniela la rechaza. Él toma. El
otro día comentaste que cuando tu mamá trabajaba los sábados, te dejaba con tu
papá. Solo sé que me dejó esa vez. ¿Y con quién creés que te dejaba el resto de
los sábados? Otra vez con lo mismo, no sé. ¿Desde cuándo era alcohólico tu
padre? Ya le dije, poco después de que se casaron. Entonces, cuando tu mamá te
dejó con él, sabía que te estaba dejando con un hombre alcohólico; seguramente
eligió pensar que no te iba a pasar nada porque ella necesitaba ir a trabajar.
¿Adónde quiere llegar? A que ese miedo que te asaltó aquí el otro día, ese
miedo que tu marido dice que te congela, el mismo que te incapacitó el día que
se accidentó Lucas, el que te impedía dejar a tu hijo con Ariel quizá provenía
de esas largas horas que pasabas con un hombre que no se podía hacer cargo de
vos, de ese padre del cual tu madre no pudo protegerte. Las lágrimas
avanzan por las mejillas de Daniela, silenciosas. ¡Ella no tenía la culpa! No estoy juzgando a tu mamá, solo estoy
tratando de que juntos podamos reconstruir cómo te sentías. Tu papá, ¿alguna
vez le pegó a tu mamá? ¡No!, ¡a ella no le pegaba! ¿Y a quién si no?, ¿a vos?
¡No! Daniela solloza papá no me pegaba. Gustavo calla y la
deja llorar. Una inmensidad después informa ya
es la hora, te veo el próximo miércoles. Daniela se incorpora, trastabilla
y se agarra del brazo de él. Gustavo le oprime la mano.
Gustavo cierra tras Daniela. Se siente profundamente
culpable Estoy experimentando, reconoce, y lo estoy haciendo a costa del sufrimiento
ajeno. ¿Es necesario remover tanto dolor? Porque al mismo tiempo, tiene clara
conciencia de que ese dolor no lo inventó él, ese dolor ya existía. Se sienta
en el diván y se agarra la cabeza. Le duele. Busca el celular. ¿Cómo está la nena? Animada contesta
Cecilia llegaron Nacho y tu mamá. Entonces
voy a terapia y paso luego, mandale un beso, no te preocupes que esta noche me
quedo yo. No es eso lo que me preocupa. ¿Pasó algo? Después hablamos.
Gustavo decide que pasará por lo de Ana María solo un rato, no le avisó. Igual
es de camino. Agarra las llaves y apaga la luz.
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