domingo, 29 de junio de 2014

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Cuando llega, agitado, se encuentra a Daniela en la entrada. Perdóneme, llegué antes se disculpa ella. Perdoname vos por las idas y venidas dice él mientras abre el ascensor. Ambos se sientan. Espero que todo esté bien dice ella. Él duda. ¿Corresponde dar información? Tengo a mi hija internada. ¿Algo grave? Esperemos que no. Lo lamento dice ella de veras, no me imaginaba que tuviera hijos. ¿Por qué no? No sé, es raro imaginarle una vida fuera de estas cuatro paredes. A él ya se le ha ocurrido una pregunta cuando recuerda la propuesta de la semana pasada: desde el principio, a fondo. ¿A qué se dedican tus padres? averigua. Daniela lo mira, los ojos de par en par. ¿Por qué me pregunta eso? Vamos a tratar de averiguar juntos de quiénes venís. Yo ya conozco mi historia. ¿Cómo la conociste? Daniela se queda pensando. No sé, supongo que a través de mamá. O sea que lo que sabés es lo que tu madre te contó. Claro reconoce ella. Retomemos mi pregunta, ¿qué hacen tus papás? Mi mamá está jubilada y papá es electricista. ¿De qué trabajaba tu mamá? Era enfermera. ¿Con quién te quedabas cuando tu mamá trabajaba? Daniela se queda mirándolo. No sé, nunca lo pensé. A lo mejor te quedabas con una abuela, o con una tía. Daniela agita la cabeza. Quizá te quedabas sola. Como tocada por un rayo, Daniela se abraza con ambas manos. ¡Mi mamá nunca me hubiera dejado sola! De acuerdo, no. Gustavo le ofrece agua. Daniela la rechaza. Él toma. El otro día comentaste que cuando tu mamá trabajaba los sábados, te dejaba con tu papá. Solo sé que me dejó esa vez. ¿Y con quién creés que te dejaba el resto de los sábados? Otra vez con lo mismo, no sé. ¿Desde cuándo era alcohólico tu padre? Ya le dije, poco después de que se casaron. Entonces, cuando tu mamá te dejó con él, sabía que te estaba dejando con un hombre alcohólico; seguramente eligió pensar que no te iba a pasar nada porque ella necesitaba ir a trabajar. ¿Adónde quiere llegar? A que ese miedo que te asaltó aquí el otro día, ese miedo que tu marido dice que te congela, el mismo que te incapacitó el día que se accidentó Lucas, el que te impedía dejar a tu hijo con Ariel quizá provenía de esas largas horas que pasabas con un hombre que no se podía hacer cargo de vos, de ese padre del cual tu madre no pudo protegerte. Las lágrimas avanzan por las mejillas de Daniela, silenciosas. ¡Ella no tenía la culpa! No estoy juzgando a tu mamá, solo estoy tratando de que juntos podamos reconstruir cómo te sentías. Tu papá, ¿alguna vez le pegó a tu mamá? ¡No!, ¡a ella no le pegaba! ¿Y a quién si no?, ¿a vos? ¡No! Daniela solloza papá no me pegaba. Gustavo calla y la deja llorar. Una inmensidad después informa ya es la hora, te veo el próximo miércoles. Daniela se incorpora, trastabilla y se agarra del brazo de él. Gustavo le oprime la mano.

Gustavo cierra tras Daniela. Se siente profundamente culpable Estoy experimentando, reconoce, y lo estoy haciendo a costa del sufrimiento ajeno. ¿Es necesario remover tanto dolor? Porque al mismo tiempo, tiene clara conciencia de que ese dolor no lo inventó él, ese dolor ya existía. Se sienta en el diván y se agarra la cabeza. Le duele. Busca el celular. ¿Cómo está la nena? Animada contesta Cecilia llegaron Nacho y tu mamá. Entonces voy a terapia y paso luego, mandale un beso, no te preocupes que esta noche me quedo yo. No es eso lo que me preocupa. ¿Pasó algo? Después hablamos. Gustavo decide que pasará por lo de Ana María solo un rato, no le avisó. Igual es de camino. Agarra las llaves y apaga la luz.

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