martes, 10 de junio de 2014

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Mi mamá quiso venir explica Camilo en cuanto se abre la puerta. Bienvenida dice Gustavo mientras besa a Valeria en la mejilla. Ella se sienta al lado de su hijo, la vista baja. Parece cohibida. Camilo masca chicle. Como el silencio se instala y ambos parecen incómodos, Gustavo decide ser frontal. ¿Por qué quisiste venir, Valeria? Ella lo mira. Me preocupa saber cómo se tomó Camilo la noticia. ¿Cuál noticia? busca Gustavo que sea ella quien la verbalice. Lo de la beba. ¿Se lo preguntaste? Me elude se justifica ella. ¿Se lo preguntaste claramente? insiste él. Valeria niega con la cabeza. Camilo, tu mamá quiere saber cómo te sentís al saber que tenés una hermanita. El chico agarra un pañuelo de papel y envuelve el chicle. Estoy enojado dice luego de un rato mientras se ata los cordones de las zapatillas. ¿Enojado con quién? le pregunta su madre. ¿Con quién va a ser?, ¡con papá! gira y la mira ¿vos no estás enojada con él?  Valeria le agarra ambas manos. Nunca estuve enojada; angustiada, desesperada, decepcionada, sí, pero no enojada. ¿Y ahora cómo estás? Triste porque vos estás sufriendo. Te pregunto por vos. Ella se toma unos segundos antes de contestar tranquila, en paz. Yo no dice el chico a veces me parece que me acostumbro pero después me vuelve la rabia. Valeria busca un pañuelo en su cartera y se seca los ojos. Ambos callan. Me gustaría que nos contaras qué es exactamente lo que te genera rabia pide Gustavo. Que ya nada va a ser como antes. Nada es como antes, la vida es un continuo cambio explica Gustavo. Es que todos decían que nuestra familia era perfecta acota Camilo. ¿Quiénes son todos? pregunta Gustavo. Mis amigos, las mamás de mis amigos, ya te dije, todos. ¿Y por qué ya no es perfecta? Camilo lo mira a los ojos. ¿No te das cuenta?, porque estoy rengo y ahora, para colmo, papá tiene una hija con otra mujer. ¿Sentís que tus piernas atentan contra la perfección de tu familia? pregunta Gustavo ¡Claro! Las lágrimas se deslizan por las mejillas de Valeria. Lo más importante en una familia es el amor y ni la renguera ni tu hermana atentan contra ella; quizás hasta logren unirlos aún más. Valeria abraza a su hijo. Camilo se aparta para mirarla. ¿Vos la conocés? pregunta. Sí. ¿Cómo es? Una muñeca, me la hubiera agarrado, adoro los bebés. ¿No la podemos traer con nosotros? La nena tiene una mamá. ¡Pero el papá es nuestro!, ¡y yo no voy a aguantar que mi papá vea a esa mujer!  Camilo, la relación de tu padre con la mamá de Azul no te compete, sí es asunto tuyo si la existencia de Azul afecta la relación de tu padre con vos. Ya éramos bastantes dice el chico. ¿Cómo reaccionarías si tu mamá quedara embarazada? Eso es totalmente diferente contesta Camilo con un gesto despectivo. Convengamos, entonces, que tu disgusto no tiene que ver con la cantidad. ¡Mi papá le metió los cuernos a mi mamá!, ¡¿no te das cuenta?! , ¡y yo eso no se lo puedo perdonar! Gustavo observa a Valeria. Demasiado involucrada en refrenar el llanto como para poder intervenir.  Ese problema es de tu mamá, no tuyo. Ella inspira hondo y logra decir yo ya lo perdoné. ¡¿Cómo pudiste?!  Gustavo le ofrece un vaso de agua que ella acepta. Inspira profundamente y dice después de tu accidente descubrí cuáles eran las cosas realmente importantes; creo que me habría muerto si tu papá no nos hubiera sostenido a todos; ni esa mujer, como la llamás vos, ni su nueva hija impidieron que te pusiera a vos por encima de todo; estás vivo hijo y seguimos estando juntos; será cuestión de que aprendamos a incorporar a la nena a nuestra familia en la medida de nuestras posibilidades, las de ella y las de su mamá; sumemos en lugar de restar gira para enfrentar a Gustavo ya lo hablamos con mi marido, este fin de semana se lo vamos a contar a los otros chicos ahora se dirige a su hijo ¿nos vas a ayudar? Camilo asiente en silencio y luego, bruscamente, se vuelca sobre la falda de su mamá. Ella le acaricia el cabello. Gustavo se siente de más.

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