Sesiones de Joaquín

Miércoles 14 de noviembre de 2012
A las cinco y un minuto suena el portero eléctrico. Instantes después, el timbre. Gustavo se reacomoda el cuello de la camisa, y alisa el diván. Ya frente a la puerta inspira con profundidad, retiene el aire, exhala con fuerza y abre.  Un muchacho altísimo, huesudo, de pelo muy corto, sonríe con timidez. ¿Gustavo? pregunta. Pasá, por favor le indica él. Va a tenderle la mano cuando el chico se inclina y lo besa. Gustavo le señala el camino. Como el pibe lo precede,  puede observarlo sin disimulo. Jean, camisa a cuadros, zapatillas impecables. Tan lejos de las rastas y tatuajes que Gustavo imaginaba. Al señalarle el diván, el chico agranda los ojos. Mi tío no me aviso que me tengo que acostar exclama. Gustavo sonríe no, no te alarmes, solo cuando tengas ganas. Uf dice el pibe mientras se sienta. Él toma la ficha y una birome. Joaquín, ¿no? Sí, pero todos me dicen Joaco. Gustavo consigna las formalidades  y después deposita la ficha sobre la mesita. ¿Por qué estás aquí, Joaco? El chico lo mira, parece sorprendido. Porque mi tío me dijo se justifica. Quizá tu tío te sugirió una terapia pero vos accediste, señal de que percibís que hay algo que te inquieta; a eso me refiero. Me va como la mierda en el colegio dice el pibe mirando el piso. Y eso te preocupa. A mí no, a mis viejos. Pero la entrevista no me la pidieron ellos si no vos. Ellos no creen en esto; prefieren pagarme año tras año, inútilmente, el profesor particular. Gustavo se alarma. ¿Saben que estás acá? Todavía no.¿Trabajás? El chico lo mira, extrañado. No contesta. ¿Y quién va a pagar estas sesiones? Mí tío informa ¿no te contó? Quiero que pongamos algunas cosas en claro; yo ya no mantengo contacto con Raúl, si así fuera, no habría aceptado atenderte a vos; nada de lo que hablemos en este espacio, será comentado con tu tío ni con nadie; por otra parte, vos tenés diecisiete años, sos menor de edad, no puedo atenderte sin el consentimiento de tus padres.  Joaco se encoge de hombros. No me querés atender. No estoy diciendo eso, tampoco que es imprescindible tener una entrevista con tus padres, pero sí que estén al tanto. ¿Y si yo te digo que les avisé y te miento? No me parece que fuera una buena manera de iniciar el tratamiento montarnos en mentiras; te recomiendo  que vayas a tu casa, que evalúes tranquilo si tenés ganas de que trabajemos juntos; si resolvés que sí, hablá con tus padres; si ellos acceden, venís el próximo miércoles, si no, me avisás. ¿Cómo vas a saber que ellos autorizaron?, ¿para eso me pediste el teléfono?, ¿o vas a chequearlo con mi tío? Ya te dije, Joaco, que con Raúl ya no estoy en contacto; y tampoco hablaré con tus padres. ¿Y me vas a creer? Por supuesto dice Gustavo incorporándose.  Esperá que te pago, ¿cuánto te debo? dice el chico. Gustavo niega con la cabeza. Conseguí la autorización y después arreglamos.  Frente a la puerta abierta Joaco  le palmea el brazo. Gracias, y perdoname. Se sumerge en las escaleras antes de que Gustavo le pueda preguntar qué debe perdonarle.

Miércoles 21 de noviembre de 2012


¿Qué significa tu presencia? le pregunta Gustavo a Joaquín cuando lo ve instalado. El chico hace un gesto extraño con la boca. No te capto. ¿Tus padres saben que estás aquí? Joaquín se calza una sonrisa burlona. Vos tampoco confiás en mí, yo sabía. Gustavo está por zafar con un giro idiomático cuando el chico agrega si estoy es porque me dejaron; en eso quedamos, ¿no? Tenés razón admite él una a cero. Una sonrisa de dientes blancos afloja la ceñuda cara del chico. ¿Querés contarme cómo se lo tomaron? propone Gustavo. No tengo ganas de hablar de ellos. De acuerdo, hablame de vos. Joaquín lo mira, parece desconcertado. ¿Y qué querés que te cuente? Por qué estás acá, por ejemplo. Ya te dije, me va mal en el colegio. Sin embargo me aclaraste que esa era una preocupación de tus padres; ¿cuál es la tuya? Siempre me fue mal en el colegio. Entonces sí te preocupa. No me importan las notas y esas cosas, ya estoy acostumbrado a llevarme materias, total ya estoy en cuarto y solo repetí una vez. ¿Y qué otra cosa sí te importa? El chico se encoge de hombros, hace un gesto despectivo con la boca. ¿Por qué creés que te va mal? Mucho no estudio. ¿Cuándo estudias sacás buenas notas? Casi nunca. ¿A qué lo atribuís? Es que yo no sirvo para nada responde Joaquín, la vista en el piso. ¿Quién dice eso? pregunta Gustavo. El chico  levanta la cabeza. Yo lo pienso contesta al cabo de un rato. ¿Desde cuándo lo pensás? Joaquín se encoge de hombros. Ni idea. ¿Ni idea? Bah, desde siempre admite. Gustavo hace, adrede, un largo silencio. Hasta que el chico lo mira. ¿Quién te dice desde siempre que no servís para nada? Gustavo percibe que el rostro del chico va sufriendo mínimas y paulatinas transformaciones. La boca se arquea hacia abajo, los hombros caen. ¿Quién decidió que no servís para nada? El chico calla. ¿Tu mamá? Joaquín niega. ¿Tu papá? El pibe, los codos en las rodillas,  esconde la cabeza entre las manos. Luego de varios minutos Gustavo  lo convoca  Joaco,  ¿querés tomar algo? El pibe se incorpora. No, gracias. Me gustaría que hiciéramos un ejercicio. Joaquín lo mira con curiosidad. ¿De qué tipo? pregunta. Cerrá los ojos indica Gustavo ahora tratá de recordar alguna escena en que tu papá te diga que no servís para nada. El chico aprieta los párpados con fuerza. Hoy me retó porque rompí un vaso. ¿Qué te dijo? Eso, me retó. ¿Cuáles fueron sus exactas palabras? No me acuerdo. Hacé un esfuerzo. El chico permanece en silencio un largo rato. Joaco, ¿qué te dijo tu papá? pregunta Gustavo con dulzura. ¡Tan pelotudo como siempre! grita el pibe, abre los ojos y lo mira ¿ahora estás contento?, ¿a vos también te gusta hacerme sentir mal? ¿Estaban solos? continúa Gustavo desestimando los comentarios. No, con mi mamá. ¿Ella no dijo nada? No, mi mamá nunca me insulta, mi mamá es una masa. Gustavo se queda reflexionando. O sea que tu mamá no te defendió. Joaco se endereza en el sillón. ¿Cómo? Tu mamá permite que tu papá te maltrate. ¡Mi papá ni me tocó! se defiende el chico. Cuando tu papá te pega, ¿tu mamá te defiende? Joaquín se agarra la cabeza con ambas manos. Es que mi papá es imparable. ¿Tu papá es violento con vos? Es raro que me pegue pero cosas, sí que me dice. ¿A tu mamá también la maltrata? ¡No!, jamás le grita, a ella la ama. ¿Y a vos? Joaquín permanece con el rostro oculto durante varios minutos. Luego se descubre, fija los ojos en Gustavo y en voz bajísima dice no lo sé. Gustavo contiene el fuerte impulso de abrazarlo. El chico se levanta. Se me hace tarde informa y deja el dinero sobre la mesa. ¿Querés que vuelva el miércoles? pregunta ya en la puerta. Por supuesto contesta Gustavo tengo muchas ganas agrega mientras le oprime  el brazo. Los ojos del chico se llenan de lágrimas.

Miércoles 5 de diciembre de 2012

No estaba seguro de si tenía que venir aclara Joaquín en cuanto se sienta. ¿Por qué no me llamaste? pregunta Gustavo. No sé, me pareció que no daba. Preferiste venir hasta aquí arriesgándote a que yo no estuviera. Igual no tenía nada que hacer se justifica el chico. Es excepcional que yo cancele un encuentro, lamento muchísimo no haber podido atenderte. Joaco se encoge de hombros. No pasa nada, estoy acostumbrado. ¿A qué estás acostumbrado? Nada, es un decir. ¿Estás acostumbrado a sentirte postergado? El chico baja la vista, se come las uñas. Me contaste que tenés un hermano más chico. Sí, tiene catorce. Hablame de él pide Gustavo. ¿Qué querés que te cuente? ¿Se llevan bien? Maso. ¿Qué es lo que te molesta de él? El chico lo mira, parece sorprendido. Nada, yo no te dije nada. Habrá cosas de él que te gusten menos que otras. Joaquín esboza una sonrisa extraña. DifícilMaxi es perfecto. ¿Se llama Maximiliano? No, Máximo. Y vos sos más grande pero te sentís mínimo frente a él. No me jodas pide el chico. ¿A él también lo insulta tu papá? ¡Cortala! eleva Joaco la voz mientras se balancea rítmicamente. Gustavo obedece pero luego de una larga pausa insiste ¿suponés que tu papá lo quiere más? ¡Estoy seguro! ¿Y tu mamá? No sé, mi mamá es muy buena conmigo pero a lo mejor es que me tiene lástima. A Gustavo se le estruja el alma. ¿Lástima por qué? Porque todo me sale mal. ¿Qué es todo? El colegio, las chicas, todo. ¿Le contaste a tu mamá que te va mal con las chicas? No, cómo le voy a contar, pero ella siempre sabe todo, no sé, parece que me espiara,  le pregunta a mis amigos, llama a sus madres. ¿Vos le avisaste que eso te molesta? Para qué, lo va a hacer igual. ¿Qué opinás de la actitud de tus padres? Ellos creen que lo hacen por mi bien. ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? Joaco calla. Vuelve a comerse las uñas. ¿Te sirve que tu papá te humille? Mi papá no me humilla. ¿Tampoco cuando te dice ¨tan pelotudo como siempre¨ porque se te rompió un vaso?; ¿te sirve que tu mamá, a tus diecisiete años, te controle llamando a las madres de tus compañeros? No sé para qué mierda te conté nada, vos entendes todo mal. Quizá me lo contaste para poder observarlos a través de mis ojos. ¡No sos nadie para juzgar a mis papás! Yo no estoy juzgando a tus padres, estoy tratando de que percibas qué de su actitud te hace daño. Joaquín se agarra la cabeza con ambas manos. Eso solo hacen mal trata de disculparlos. Por supuesto que han hecho muchísimas cosas buenas por vos, por supuesto que te quieren, aunque a veces lo dudes; lo que estoy intentando es que, en lugar de adjudicarte las  fallas a vos puedas ver que , a lo mejor, ellos depositan en vos sus propias inseguridades. ¿Por qué lo decís?  Gustavo se pregunta, ¿hasta dónde debe retroceder? ¿Qué relación tenés con tu abuelo? A veces me siento un mosquito al lado suyo, él sí que es súper. Seguramente no fue fácil para tu papá tener un padre así. Joaquín endereza bruscamente la cabeza. Nunca lo había pensado. ¿Tu papá nunca te contó cosas de cuando era chico? Casi nada, no se acuerda. ¿Por qué te parece que no tiene recuerdos? No sé. A veces cuando los recuerdos son duros, la mente los saca de la conciencia, pero en el inconsciente sobreviven y siguen actuando, tratando de reparar los sufrimientos. ¡Claro! exclama al chico ¡por eso me jode a mí! Pero él no puede evitarlo porque no se da cuenta. ¿Por qué no lo traigo aquí y se lo decís vos? Yo no soy el terapeuta de él sino el tuyo; tampoco soy el dueño de la verdad; lo que estoy diciendo es solo lo que yo supongo que ha sucedido. ¡Pero tenés razón!, ¡cuando lo dijiste algo se me sacudió en la panza! Te propongo que vayas a tu casa, que reflexiones sobre todo lo que charlamos aquí, que intentes acercarte a tu padre; si eso no funciona y sentís que querés hablar con él y no te lo permite o vos mismo no te lo permitís, podríamos pensar juntos si es una buena idea que tu papá venga acá. Dale dice Joaquín levantándose. Antes de salir con la vista baja dice seguro que no me voy a animar.

Miércoles 12 de diciembre de 2012
Estuve hablando con mi tío Raúl dice Joaco luego de charlar durante un buen rato de las cuatro materias que se lleva a examen. ¿Sobre qué? averigua Gustavo. Le pregunté de cuando eran chicos; me contó que el abuelo era muy severo, superexigente y que su favorito era mi viejo; el tío era como yo, el de repuesto, será por eso que siempre nos entendimos. ¿El de repuesto?, ¿Raúl lo dijo? No, yo. ¿Qué significa?  El chico baja la vista. Me da vergüenza contarte. Gustavo en silencio, espera. Cuando era chico pensaba que si mi hermano se moría me iban a prestar atención a mí; que lo habían tenido a él cuando se dieron cuenta de que yo venía fallado; mirá lo que te digo, soy un pelotudo. ¿Intentaste hablar con tu padre? Él no puede entenderme; él forma parte de los de arriba, de los que en todo son de diez. No creo que para tu padre haya sido fácil cumplir con las exigencias paternas; no es sencillo hacer siempre todo bien. El chico lo mira con atención. ¿De veras creés eso? Sí, preguntáselo a él; Raúl nunca sabrá lo que es estar en ese sitio; sería interesante que también intentaras conversar con tu hermano; ningún lugar es fácil en una familia. Se van a reír de mí. Quizá se sientan aliviados de poder compartir con otro sus propios padecimientos. Joaquín se queda un largo rato en silencio. Lo voy a pensar dice.


Miércoles 19 de diciembre de 2012

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