viernes, 28 de junio de 2019

100


María Inés se presenta, nuevamente, en jeans y zapatillas, la cara lavada. Volví a soñar con las estrellas informa ni bien se sienta sobre las piernas recogidas. Gustavo, entusiasmado, comprueba que lo esencial siempre retorna.  Todo era igual que la otra vez hasta que, en un momento, las estrellas se transformaron en ojos. Ajá comenta Gustavo los ojos solo pertenecen a personas o a animales. Eran ojos de persona se apresura a aclarar ella. ¿De una persona o de varias? Eran muchos pero yo sabía que eran de una única persona. Vamos bien, evalúa Gustavo, debo evitar cualquier torpeza. Los ojos pueden ser de hombres o de mujeres. O de chicos rectifica ella. ¿Eran ojos de una criatura? Ella niega con la cabeza y agrega me parece que eran de hombre, porque eran muy grandes y muy oscuros. ¿Solo los hombres tienen ojos grandes y oscuros? No reconoce ella. Pero a lo mejor vos conocías utiliza adrede el pasado algún hombre con ojos particularmente grandes y oscuros.  Puede ser solo dice ella.  ¿De qué color tiene los ojos tu papá? Azules; mi hermano también; yo los tengo negros como mi mamá. Si tu hermano tiene ojos azules habría alguien de la familia de tu mamá con ojos claros. Sí, mi abuela, celestes los tiene. Entonces tu abuelo los tenía oscuros. Sí  reconoce María Inés me acuerdo bien eran muy oscuros, negros como los míos y luego calla, la vista perdida en la ventana.  ¿Podría ser que los ojos de tu sueño fueran los de tu abuelo? Ella sigue inmersa en su silencio. María Inés ella, entonces, lo mira ¿cómo estabas vestida en tu sueño? Estaba desnuda informa.  Gustavo decide arriesgarse. Estabas desnuda y tu abuelo te miraba hace una pausa ¿por qué caminabas? Ella esconde la cara entre las dos manos porque él me pedía; siempre que mi abuela salía me hacía desnudar y me pedía que caminara. ¿Te tocaba? aventura. A mí, no. ¿A quién entonces? Él se tocaba María Inés solloza. A Gustavo le cuesta entenderle. Me hacía caminar desnuda, se abría la bragueta y mientras se tocaba me decía ¨sos tan linda que estás hecha para mirarte y gozar¨; cuando eyaculaba me ordenaba ¨anda vestirte que va a venir la abuela; ya sabés que no tenés que decirle nada; este es un juego entre los dos¨. ¿Y cuándo terminaron estos episodios? Cuando él se murió, yo tendría unos seis años y ya casi no me lo hacía porque ya iba al colegio y no nos quedábamos solos; ¿sabés, Gustavo?, me puse muy contenta cuando murió; mi mamá lloraba, mi abuela lloraba, hasta mi hermano lloraba  y yo sonreía; escuché que la abuela le decía a mamá  ¨esta nena no tiene sentimientos, el abuelo la adoraba¨.  ¿Nunca se lo contaste a tu mamá? Es la primera vez que se lo digo a alguien, ya me había olvidado de todo dice. Pero lo seguiste actuando ella lo mira, las cejas arqueadas seguís caminando por el mundo ofreciendo tu belleza a la mirada del otro, para que sea el otro quien se satisfaga, sin que vos obtengas a cambio, placer alguno. La mira intensamente y luego determina vamos a dejar acá.


Gustavo está azorado. ¿Será mi propia movilización la que está provocando está cadena de profundas revelaciones?, piensa, ¿yace en mí el poder? Por el poder de Grayskull recuerda. Él era He-man y Santiago, Skeletor. Una sonrisa flota en sus labios solo unos segundos. Estoy agotado, piensa y se pregunta cuánto más tiene para dar. Qué día. Los chicos, Natalia, Laura y su hijo, Camilo y su hermanita, María Inés y su abuelo. ¿Con qué pariente se enfrentará Raúl?, piensa cuando escucha el timbre.

miércoles, 29 de mayo de 2019

89


Miércoles 17
Gustavo acciona la tostadora nueva. Cuatro rebanadas de pan. Un solo Nesquik. Frío. Nacho se sienta, los ojos hinchados de sueño. ¿Descansaste bien? le pregunta él. Recién me dormí a las cuatro informa el chico. Me hubieras avisado, estaba desvelado. Nacho, ahora lo mira con atención. ¿Tenés insomnio? pregunta. A veces confiesa él. Marti también, yo la escucho. ¿Qué escuchás? Cuando da vueltas en la cama  dice mientras mastica y luego comenta qué loco, a los tres  nos cuesta dormir y nunca decimos nada. El chico toma un trago de leche y luego indaga ¿mamá va a volver? ¡Claro!, ¿por qué preguntás eso? Nacho se encoge de hombros y parándose dice  vamos, que es tarde.

Me parece que Nacho se dio cuenta de algo comenta Gustavo. Santiago baja la taza y lo mira con interés.  Está muy enojado con la madre.  Tal vez porque ella se está comunicando poco comenta Sntiago ¿le preguntaste? Sí, pero sabés como es tu ahijado: una momia. Pensé que estaba un poco mejor con vos. Mejor está, tengo que reconocer admite Gustavo.  Quizá seas vos el que está precisando más contacto con él sugiere su amigo.  Gustavo lo mira con extrañeza.  No sé para qué voy a lo de Ana María si vos siempre me cantás la justa. Todavía no te pasé los honorarios bromea Santiago. Ambos ríen.


Gustavo y Natalia, en la secretaría, retiran la certificación del curso.  Caminan luego por Pueyrredón hasta Pertutti. Mientras comparten una pizza se ponen al día con las novedades de sus respectivos consultorios. Se produce, luego, un silencio incómodo.  Ya no nos veremos declara ella.  ¿Por qué? la rebate él me quedaría sin saber cómo van evolucionando tus pacientes. Ella sonríe. No nos conocemos agrega ella.  Soy de capricornio informa él. Ríen.  Solo sabrás cuál es mi signo cuando me invites a cenar. Hecho dice él mientras piensa  cómo se arreglará con los chicos.

miércoles, 8 de mayo de 2019

80


No alcanza Gustavo a llegar al pasillo, con Lacán pisándole los talones, cuando es interceptado por el abrazo de Martina. Hola, papi, te extrañé, ¿por qué llegaste tan tarde?  Los miércoles tengo pacientes, hijita le explica. ¡Odio a tus pacientes!, ¡los querés más que a mí! Y que a mí no te cuento agrega Nacho saliendo de su habitación. Gustavo va al baño. Cuando sale, el chico ya está sentado a la mesa. Estoy muerto de hambre diceMartina regresa de la cocina con una bandeja sostenida entre ambas manos. Camina con sumo cuidado. Gustavo recuerda la anécdota de Raúl pequeño sosteniendo el vaso. ¿Así que te fue bien en la prueba? comenta Gustavo. Nacho asiente, la boca llena de pan. ¿Qué te preguntaron? Serví, papi, que se enfría ordena Martina. Mientras Gustavo se dedica a repartir tarta y ensalada, la nena cuenta con sumo detalle un incidente entre dos compañeros. Sigue hablando mientras mastica. Gustavo, escuchándola a medias, mira a su hijo que, sosteniéndose el mentón en el codo apoyado en la mesa, bufa entre bocado y bocado. Si de mí hubiera dependido, no estaría aquí, piensa. Lo observa con atención. Se parece a la madre, es lindo el pendejo. De pronto la mirada del chico se fija en él. Sin embargo, los ojos son los míos, decide. La forma, el color. Son los míos, repite. Mis ojos transportados a otra cara. A la cara de su hijo. Papi, no me escuchás protesta Martina. Nacho revolea los ojos parecidos a los suyos mientras se muerde el labio de abajo. Gustavo le guiña un ojo. Nacho devuelve el gesto. Martina sigue hablando. Cuando por fin la nena se detiene, Nacho comenta me preguntaron sobre las causas. ¿Y qué contestaste? Nombré el surgimiento de la clase burguesa, el descontento de las clases bajas, la ilustración, la crisis económica y la guerra de independencia de Estados Unidos; todo lo que me explicaste, ¿viste? Gustavo lo escucha con tanta sorpresa como si Lacán hubiera empezado a hablar. Es mi hijo, se repite, yo no quise que naciera pero está. El domingo a las cinco Independiente juega con Rafaela anuncia Nacho. Pero la nona nos invitó a merendar. Yo de aquí no me muevo informa el chico andá vos sola con papá, que más querés. Gustavo recuerda a Ana María. Es mi hijo, se repite. Te llevo temprano y después vuelvo a mirar el partido con tu hermano. De paso evito el encuentro con mi suegra, piensa. Los ojos de Nacho son dos platos. ¿De veras, pa? ¨Cada día podrás sentarte un poco más cerca¨, dijo el zorro.

Ya en la cama, Gustavo piensa. Necesito una mina, piensa, mientras mete la mano dentro del piyama.

miércoles, 1 de mayo de 2019

77

Quiero ser hijo de otro padre informa Raúl,  hundiéndose en el diván. Yo también estoy harto del rey de Textilandia, piensa Gustavo y en cuanto lo piensa se indigna consigo mismo.  Carraspea.  ¿También quisieras ser padre de otros hijos? ¡No!, eso es lo único que me salió bien en la vida contesta, rotundo pero me hubiera gustado ser mejor padre; que ellos pudieran estar orgullosos de mí. ¿Por qué pensás que no están orgullosos de vos? Raúl ríe con sorna. ¿Vos dirías que soy un hombre exitoso? pregunta. ¿Solo el éxito es motivo de orgullo? plantea Gustavo y ante el silencio sostenido, agrega ¿alcanza para ser un buen padre? Raúl desvía la mirada y se atusa la barba. ¿El éxito de tu padre lo convirtió en un buen padre para vos? insiste y luego de un rato agrega  desarrollarse bajo la sombra de un padre triunfador no es fácil porque, además, los hombres notables no suelen caracterizarse por ser padres notables.  Raúl lo mira, agresivo. ¿Querés convencerme de que les estoy haciendo un favor a mis hijos siendo un fracasado? Nadie es un fracasado; hay momentos de la vida donde determinados proyectos pueden fracasar pero eso no involucra a la totalidad del ser; comentaste al iniciar la sesión que tus hijos te habían salido bien, quiere decir que hay áreas con las cuales estás satisfecho. El silencio de Raúl se hace tenso.  ¿En qué lugar de tu vida colocás a tus hijos?  Raúl sonríe, burlón. ¿Querés que te conteste con un cliché? Preferiría que me contestaras con sinceridad. Raúl se queda pensando. Me parece que les otorgo el segundo puesto. ¿Después de qué? inquiere.  Después de Lisa, claro. Me parece que los triunfadores suelen ubicar lo profesional o lo laboral en primer término.  El rostro de Raúl se distiende.  Tenés que aprender a valorarte más allá de tu padre, no se trata de competir con él, sino de comprender que cada uno eligió un camino distinto; con diferentes prioridades, con diferentes logros y diferentes déficits. Gustavo sirve dos vasos de agua. Ambos beben. Vos no sos solo el hijo de tu padre afirma. Luego de un rato tiene una intuición. ¿Cómo se llama tu papá? pregunta.  Raúl, por supuesto. ¿Y cómo se llama tu hijo mayor?  Los ojos de Raúl se humedecen. Sebastián informa.

Controla el mail. Mensaje de Cecilia. Hola, Gus. Llamé varias veces pero nunca te encuentro. Como todavía el personal no está completo, me tengo que ocupar de todo, estoy trabajando diez horas por día. Cansada pero feliz. Hago muchas relaciones públicas y bien sabés que eso me encanta. ¿Cómo te arreglás con los chicos? Los escucho bien. Nacho me comentó que lo estás ayudando a estudiar, eso es justamente lo que precisa y no lo digo porque le cueste, es mucho más inteligente de lo que vos suponés. Martina me lloriqueó un poco pero ya acordamos en que Nacho le abrirá una cuenta de Skype así podemos vernos todos los días. ¿Cómo estás vos?, ¿el consultorio?, ¿la fábrica? Un abrazo. Yo.  ¿Cómo estoy?, piensa Gustavo, todavía tiene el tupé de preguntármelo. Mierda en la cabeza, eso tiene. La respiración se le agita. Va a la cocina y abre una coca cola.

viernes, 8 de marzo de 2019

56


Veni, papi. Gustavo se desembaraza de Lacan y se dirige a la cocina. La nena, en un banquito, revuelve la cacerola con una cuchara de madera. Cecilia, el pelo recogido con una gomita, delantal, cuela el arroz en la pileta. Una nube de vapor asciende hacia su rostro. Él besa a la nena en el cabello. Lo hice casi sola. Cecilia lo mira, sonriente. Hola le dice él mientras tira la pastilla en el cesto.

Gustavo, sentado en su lugar, usando su servilleta, observa a su familia.  A mi exfamilia, piensa. Nacho conversa animadamente con Cecilia, sobre la fiesta que tendrá el próximo sábado. Martina pasa el pan por la salsa. Qué rico que me salió dice viste, papi, qué suerte, cuando mami se vaya a Chile yo ya puedo cocinar.  La cabeza de Cecilia gira pero cuando nota que Gustavo la está mirando desvía rápidamente la vista. Nacho aparta el plato a medio comer.  Me voy a bañar  informa mientras se levanta.  Mami, cuando vuelvas lo vas a encontrar a papi más gordito. Ahora sí, las miradas de Gustavo y Cecilia coinciden.


Gustavo se está secando cuando toma una decisión. El piyama se resiste a deslizarse sobre su cuerpo todavía húmedo. Lo tironea. Cuando entra al cuarto Cecilia se está desvistiendo. Él gira instintivamente la cabeza.  Dame unas sábanas para el sillón del living pide. La cabeza de Cecilia emerge del camisón.  ¿Por qué?  Y vos me lo preguntás… ¿será porque me cansé de compartir la cama con la amante de otro hombre?; ¿dónde están? reclama de muy mal modo, momento en el que repara que ni siquiera  sabe dónde se guardan las sábanas. No quiero que te vayas dice ella. ¿Me estás tomando el pelo?  Ella se acerca y le apoya las manos en los brazos. Tratemos de aprovechar los días que nos quedan. Él se aparta. ¿Estás loca o lo hacés de jodida? Bajá la voz pide Cecilia y luego agrega yo te sigo queriendo. Gustavo siente que las piernas se le aflojan. Tengo ganas de pegarle, piensa. Traga saliva y dice ¿te das cuenta de lo que me estás haciendo?, te vas a Chile con tu amante, abandonás a los chicos y en lugar de ayudarme a cortar lo que me une a vos, decís que me querés para que yo no pueda desprenderme del amor que te tuve.  Ella se echa el cabello hacia atrás. Tenés razón dice perdóname. ¡Papi! grita Martina ¿me traés soda? Gustavo va a la cocina. Cuando regresa del cuarto de la nena, el sillón está abierto y la cama hecha. Se está metiendo entre las sábanas llenas de princesas cuando escucha los pasos de Cecilia. ¿Tomamos un café? propone.  Él quiere no estar, desaparecer, dejar de existir pero la sonrisa de Cecilia, camisón rosa, chinelas, cabello alborotado, es irresistible. Busca las pantuflas y se incorpora. La sigue a la cocina. No te voy a preguntar cómo estás porque te vas a enojar pone el agua y el café en la máquina, saca los pocillos de la alacena; luego agrega pero necesito saber qué pensás, qué sentís. Claro, porque me querés dice él con sorna. Aunque no puedas entenderme, te quiero tanto como siempre. El rostro de Gustavo se crispa. Lo único que conseguís así es irritarme; accedí a este café porque los días van corriendo y todavía no solucionamos lo operativo. ¿Querés que los chicos se queden aquí? pregunta al tiempo que sirve el café. Gustavo la mira desconcertado, ¿esa es la mujer con quien vivió durante quince años? Se clava las uñas en la palma de la mano. Por lo visto considerás un dato menor el hecho de no desarraigar a tus hijos; ¿te parece sumarle a tu ausencia un cambio de decorado?; malditas las ganas que tengo de hacerme cargo de chicos y casa pero no se me pasa por la cabeza sumarles otro dolor: Cecilia, ¿tan loca estás que ya no te importa lo que les pase? Ella lo mira con intensidad al decir no te esfuerces porque no conseguirás hacerme sentir que los abandono; me voy solo dos meses y los dejo en buenas manos, ya sean las tuyas o las de las abuelas apura de un trago su café el que más me preocupa es Nacho.  A él le sorprende el comentario.  ¿Nacho?, a mí me aflige más Martina.  Cecilia sonríe con sorna.  Por eso me preocupa Nacho. No te entiendo dice él mientras siente una opresión entre las costillas. Vos solo pensás en la nena, Nacho no forma parte de tu  mundo. La opresión ya es una garra.  Vos sí que  pensás en ellos. Sí, hace catorce años que son el centro de mis pensamientos, los dos por igual, porque yo nunca hice diferencias entre mis hijos. ¿Qué querés sugerir? No lo sugiero, lo digo, lo afirmo, lo firmo; vos no los querés igual; ¿no te diste cuenta todavía?  Gustavo quisiera poder contestarle que no es cierto, que es un infamia pero solo dice ¿te parece que este es justo el momento para que deliberemos sobre mis deficiencias paternas cuando a vos te ne frega lo que les pase; sí, vos sos muy ecuánime porque te importa tan poco una como el otro; tratemos de centrarnos en los temas de índole práctica, horarios, instrucciones.  Cecilia lo mira, con desprecio, cataloga, Gustavo, y dice ya vengo mientras abre la puerta. Regresa al rato con un cuaderno. Se sienta, lo abre y toma un trago de café. Está frío comenta, lo mira y explica te anoté los horarios de las actividades; todos los números de teléfono que puedas precisar; los remedios que toman para cada malestar; las fechas de las próximas pruebas, las reuniones de padres, las citas con el dentista; con Juana ya hablé, le dejé los menús preparados para todo este tiempo; ya llené el freezer y el placar del baño explota de dentífricos y champús; ahora te muestro donde dejé unos regalos para los eventuales cumpleaños de los amigos. Gustavo está azorado, nunca pensó que fueran tantas las cosas en las que había que pensar. El hogar transformado en una PyME. ¿Y se supone que él debe ocuparse de esa infinidad de ítems? Una pesadilla. Creo que no faltará nada dice Cecilia, satisfecha.  No, quedate tranquila, solo faltarás vos. Los ojos de Cecilia se humedecen.  Mejor me voy a dormir  dice y sale. Gustavo deja las tazas en la pileta. Apaga la luz.

lunes, 25 de julio de 2016

175

Llegó Gerardo informa María Inés mirando  a Gustavo con intensidad  junté fuerzas y lo enfrenté; le dije que ya no aguantaba más y que me quería separar; él intentó tranquilizarme, hasta propuso que hiciéramos una terapia de pareja, insistía con que él no era homosexual, que yo me había confundido; habló tanto y tan bien, para algo es abogado de primera, que consiguió que dudara de lo que había visto.  Ella se deja caer sobre el respaldo y cierra los ojos. Gustavo, luego de una larga pausa, decide intervenir. ¿Seguís dudando de tus percepciones? No tengo fuerzas, Gustavo, nunca voy a poder contra él; me neutraliza con una sonrisa, me hace desaparecer con un beso; me aniquila cuando consigue hacerme el amor. ¿Lo logró? Esa primera noche no, lo atribuyó al estrés al que yo lo sometía pero la noche siguiente sí, debe haber recurrido al Viagra. ¿Cómo te sentiste durante todos estos días? Horrible, como si fuera un insecto. ¿Entonces? Algo logré hacer contesta ella abriendo los ojos y enderezándose en el asiento. Contame, por favor.  Le dije a Gerardo que necesitaba tomarme unos días para pensar; desde el lunes estoy en lo de mis viejos, no tenía adónde ir; mamá insistió para que regresara pero finalmente me recibió; me hizo prometerle que no le iba a contar a mi padre el motivo del distanciamiento.  ¿Cumpliste tu promesa? No estoy en condiciones de enfrentar a mi viejo; él es como Gerardo, me eclipsa con una sola mirada se cubre la cara con ambas manos y añade me avergüenzo ante vos; todos tus esfuerzos conmigo no sirvieron para nada. Estoy muy orgulloso del trabajo que hicimos juntos, María Inés. Ella se descubre el rostro. Lo decís para consolarme. Él recupera la imagen de modelo de revista de alta costura y la mide con la mujer de carne y hueso que tiene frente a él. Lo digo porque es cierto la corrige él llegaste aquí insatisfecha  pero ciega; lograste plantearte primero la duda con respecto a la sexualidad de tu marido; lo enfrentaste sin éxito, entonces decidiste comprobarlo; acudiste al estudio y lo verificaste a pesar de que él nunca tuvo la valentía de asumirlo y ahora lograste irte de tu casa aunque sea por unos días; además, conseguiste recordar los abusos de tu abuelo, te animaste a contárselo a tu madre que los negó pero que terminó admitiendo su propia historia frente a vos; ¿te parece que lograste poco en solo cuatro meses?, sos vos la que deberías estar orgullosa de tus logros. Ella hace girar la alianza con insistencia. Trataré de cumplir con tus expectativas dice. Mis expectativas no interesan, solo las tuyas. De todos modos, sé que sin tu apoyo seré incapaz de lograr nada. Gustavo percibe que aumenta su frecuencia cardíaca. Cómo decírselo. Quería avisarte que estoy considerando la posibilidad de tomarme vacaciones en enero. El rostro de ella se desencaja. No puede ser dice estaba por pedirte otra sesión por semana. No te preocupes intenta tranquilizarla él me quedaré en Buenos Aires, estaré disponible si sentís que es imprescindible; el miércoles que viene lo evaluaremos juntos. Ella se incorpora, la espalda combada. De acuerdo dice.

Qué difícil es todo, piensa Gustavo, no doy más y recién son las cinco de la tarde. ¿Cómo va, hijo? escribe. Hace días que tiene abandonado a Nacho. No le alcanza la energía para cumplir con todos. Tanto sobre sus espaldas. Tantos. Comiendo facturas que trajo la abuela Isabel. A Gustavo le molesta. Ya nadie le comunica nada. Ni siquiera su propia madre. Por suerte mañana se va Cecilia, piensa. Se dirige al baño y se lava la cara con agua fría.

viernes, 17 de junio de 2016

143

No parece una puérpera, decide Gustavo cuando la ve entrar. Una linda mujer, maquillada, bien vestida, casi en línea. Gustavo le indica el camino hacia el consultorio y le señala el diván. ¿Me siento? pregunta ella. Él hace un gesto afirmativo. Se ubica y busca la ficha, aún en blanco. ¿Mariana? Sí, Mariana Nuñez; Nuñez de soltera, Salaberry de casada. ¿Cuántos años tenés? Treinta y ocho. Gustavo anota dirección, teléfono y otras formalidades. ¿A qué te dedicás? Soy odontóloga. ¿Qué te trae por aquí? pregunta él, depositando la ficha sobre la mesita. Últimamente no me siento muy bien, el médico me sugirió que viniera, bueno, no aquí en particular, que hiciera terapia. ¿A qué te referís con últimamente? Hace dos meses. ¿Qué pasó hace dos meses? Nació Benicio, mi hijo. O sea que estás mal desde que nació tu hijo. Así parece dice ella. ¿Es el primero? Sí, me costó mucho conseguirlo, antes perdí dos bebés. ¿Por qué? pregunta él. Ella lo mira sorprendida. No sé, ¿pensás que yo tuve la culpa? Ahora es Gustavo el sorprendido. ¿Te sentís culpable? Mariana calla. ¿Alguien te hizo sentir culpable? No, claro, bueno, tal vez, mi madre me retaba porque opinaba que yo trabajaba demasiado. ¿De cuántos meses los perdiste? El primero de cuatro meses; el segundo, de cinco. ¿Te habían recomendado reposo? Con el segundo, sí; trabajaba desde casa; me pasé cinco meses encerrada, inútilmente; por eso, cuando me embaracé de vuelta, decidí hacer vida normal; si el bebé era suficientemente fuerte iba a sobrevivir, y así fue; mamá estaba horrorizada de que yo trabajara como siempre, pero parece que fue el antídoto, porque aquí está Benicio; y de que es fuerte no tengo ninguna duda. ¿Por qué lo decís? Primero porque sobrevivió a mi ritmo y después porque lucha cada instante de su vida. ¿Cómo es eso? Está dispuesto a arrasar con todo y con todos para obtener lo que quiere. ¿Y qué creés vos que quiere? Leche y brazos, supongo. ¿Y eso está mal? cuestiona Gustavo. Ella lo mira, parece desconcertada. No en sí mismo, pero es mucho. Nadie pide lo que no necesita comenta Gustavo recordando las palabras de la Gutman. ¿Y lo que necesito yo? lo enfrenta ella. Los adultos aprendimos a esperar, los recién nacidos, no; son puro deseo. Seré una mala madre entonces. No estoy aquí para juzgarte sino para intentar que veas las cosas como realmente son. Porque vos sos clarividente  comenta ella con una sonrisa despectiva. Tengo más posibilidades porque estoy fuera de la escena; ¿querés un vaso de agua? busca Gustavo distenderla. ¿Con quién dejaste al bebé? Con mi mamá. Hablame de ella propone él. No me entendiste, tengo problemas con mi hijo no con mi madre. Sin embargo comentaste que te reprochaba tu compromiso con el trabajo. Ella siempre está lista para reprochar. Mariana echa la cabeza hacia atrás y ríe. Me hiciste caer en la trampa; es cierto, no me llevo bien con mi madre. ¿Desde cuándo? Desde la adolescencia, antes me tragaba todo. ¿Fuiste una nena gordita? Ella arquea las cejas. ¿Cómo sabés?, de todos modos no tengo tiempo de dedicarle a mi infancia, tengo problemas que urgen. Gustavo se sirve otro vaso de agua mientras reflexiona. Luego de un rato dice mirá, Mariana, la maternidad remueve la propia infancia; ante las demandas de un niño recrudecen las propias demandas que quedaron insatisfechas; es muy difícil dar lo que no se recibió. ¿Entonces? Te propongo que durante esta semana pienses si estás dispuesta a remover tus cimientos; solo así tendrá sentido este espacio. ¿Y si no? Esperaremos hasta que estés preparada para hacerlo. ¡Mientras tanto mi hijo me enloquece llorando! Si tu hijo no llorara, no estarías aquí; escuchalo. Gustavo se incorpora. Espero tu llamado. Ella tarda en pararse. En la puerta él le tiende la mano. Ella le da un fugaz beso en la mejilla.


Gustavo está desconcertado. Se siente como un ventrílocuo. Alguien habló por su boca. Martina me hizo tocar fondo, piensa, cuando se percibe el roce de la muerte, no hay permiso para perder el tiempo. La llama a Cecilia. Todavía no hay novedades del traslado. Cuando le llega un mensaje de Natalia, repite la información. ¿Está fuera de peligro? pregunta ella. No sabe qué contestarle. Él, al menos, está en peligro. Y eso que, ni aun cuando hasta Grieco decía que había que esperar, se había dado la posibilidad de pensar qué pasaría si Martina no estuviera. El timbre. Camilo. Piensa en los padres del chico desde las vísceras.