Sesiones de Mariana

Miércoles 28 de noviembre de 2012


No parece una puérpera, decide Gustavo cuando la ve entrar. Una linda mujer, maquillada, bien vestida, casi en línea. Gustavo le indica el camino hacia el consultorio y le señala el diván. ¿Me siento? pregunta ella. Él hace un gesto afirmativo. Se ubica y busca la ficha, aún en blanco. ¿Mariana? Sí, Mariana Nuñez; Nuñez de soltera, Salaberry de casada. ¿Cuántos años tenés? Treinta y ocho. Gustavo anota dirección, teléfono y otras formalidades. ¿A qué te dedicás? Soy odontóloga. ¿Qué te trae por aquí? pregunta él, depositando la ficha sobre la mesita. Últimamente no me siento muy bien, el médico me sugirió que viniera, bueno, no aquí en particular, que hiciera terapia. ¿A qué te referís con últimamente? Hace dos meses. ¿Qué pasó hace dos meses? Nació Benicio, mi hijo. O sea que estás mal desde que nació tu hijo. Así parece dice ella. ¿Es el primero? Sí, me costó mucho conseguirlo, antes perdí dos bebés. ¿Por qué? pregunta él. Ella lo mira sorprendida. No sé, ¿pensás que yo tuve la culpa? Ahora es Gustavo el sorprendido. ¿Te sentís culpable? Mariana calla. ¿Alguien te hizo sentir culpableNo, claro, bueno, tal vez, mi madre me retaba porque opinaba que yo trabajaba demasiado. ¿De cuántos meses los perdiste? El primero de cuatro meses; el segundo, de cinco,. ¿Te habían recomendado reposo? Con el segundo, sí; trabajaba desde casa; me pasé cinco meses encerrada, inútilmente; por eso, cuando me embaracé de vuelta, decidí hacer vida normal; si el bebé era suficientemente fuerte iba a sobrevivir, y así fue; mamá estaba horrorizada de que yo trabajara como siempre, pero parece que fue el antídoto, porque aquí está Benicio; y de que es fuerte no tengo ninguna duda. ¿Por qué lo decís? Primero porque sobrevivió a mi ritmo y después porque lucha cada instante de su vida. ¿Cómo es eso? Está dispuesto a arrasar con todo y con todos para obtener lo que quiere. ¿Y qué creés vos que quiere? Leche y brazos, supongo. ¿Y eso está mal? cuestiona Gustavo. Ella lo mira, parece desconcertada. Nen sí mismo, pero es mucho. Nadie pide lo que no necesita comenta Gustavo recordando las palabras de la Gutman. ¿Y lo que necesito yo? lo enfrenta ella. Los adultos aprendimos a esperar, los recién nacidos, no; son puro deseo. Seré una mala madre entonces. No estoy aquí para juzgarte sino para intentar que veas las cosas como realmente son. Porque vos sos clarividente  comenta ella con una sonrisa despectiva. Tengo más posibilidades porque estoy fuera de la escena; ¿querés un vaso de agua? busca Gustavo distenderla. ¿Con quién dejaste al bebé? Con mi mamá. Hablame de ella propone él. No me entendiste, tengo problemas con mi hijo no con mi madre. Sin embargo comentaste que te reprochaba tu compromiso con el trabajo. Ella siempre está lista para reprochar. Mariana echa la cabeza hacia atrás y ríe. Me hiciste caer en la trampa; es cierto, no me llevo bien con mi madre. ¿Desde cuándo? Desde la adolescencia, antes me tragaba todo. ¿Fuiste una nena gordita? Ella arquea las cejas. ¿Cómo sabés?, de todos modos no tengo tiempo de dedicarle a mi infancia, tengo problemas que urgen. Gustavo se sirve otro vaso de agua mientras reflexiona. Luego de un rato dice mirá, Mariana, la maternidad remueve la propia infancia; ante las demandas de un niño recrudecen las propias demandas que quedaron insatisfechas; es muy difícil dar lo que no se recibió. ¿Entonces? Te propongo que durante esta semana pienses si estás dispuesta a remover tus cimientos; solo así tendrá sentido este espacio. ¿Y si no? Esperaremos hasta que estés preparada para hacerlo. ¡Mientras tanto mi hijo me enloquece llorando! Si tu hijo no llorara, no estarías aquí; escuchalo. Gustavo se incorpora. Espero tu llamado. Ella tarda en pararse. En la puerta él le tiende la mano. Ella le da un fugaz beso en la mejilla.

Miércoles 5 de diciembre de 2012
Viniste comenta Gustavo mientras la hace entrar. No, soy un espejismo dice y luego de unos segundos  en otro tono agrega si no, te hubiera llamado. Hay algunos que no pueden ni avisar aclara él. Estoy sin dormir comenta ella al sentarse. Gustavo la observa con atención. Sí, está ojerosa. ¿Por qué? le pregunta. Me fui de joda. A lo mejor es lo que hubieras querido añade él. ¡Por supuesto!, no de joda en sí, lo que hubiera querido era irme. ¿Benicio lloraba? ¿Si lloraba?, ¡aullaba! ¿Lo estás amamantando? No, no tuve leche, lo intenté en el sanatorio pero ya allí empezaron a darle mamadera. ¿Cómo fue tu parto? Una cesárea, pero todo bien. ¿Por qué te hicieron cesárea? Estaba programada; el bebé era grande y con mi edad… Gustavo va a repreguntar pero se detiene. No es ese el camino. Inspira hondo. ¿Recordás mi propuesta del encuentro anterior? Ella lo mira con ¿desdén? Claro dice todavía conservo mis facultades mentales. ¿De que trabajaba tu padre? ¿Y eso que tiene que ver con los gritos de Benicio? ¿De qué trabajaba? Ella resopla. Era, bah, es, odontólogo. Como vos. Chocolate por la noticia. Gustavo experimenta una fuerte y repentina irritación. Él ya tiene bastantes problemas, ¿qué mierda le importan los padres de Mariana? Inspira profundamente, se pasa la lengua por los labios y pregunta ¿y tu madre? Ella hace un gesto despectivo. Mi vieja nunca hizo nada, vivió de él toda la vida. ¿Quién dice eso? Mariana lo mira, parece sorprendida. ¿Cómo quién dice eso?, ¿me estás cargando?, yo lo estoy diciendo. Nunca y toda la vida parecen remitir a un tiempo anterior a tu existencia. Sí, desde que se casaron ella vivió panza arriba; antes era maestra. Te repito la pregunta ¿quién dice eso? No te entiendo; yo. ¿Quién te lo contó? Ella se echa el cabello hacia atrás y deja las manos apoyadas sobre la cabeza. Luego de unos instantes contesta siempre lo supe, supongo que habrá sido mi papá, no creo que mamá admitiera voluntariamente que era una vaga. ¿Cómo fue tu nacimiento? No sé reconoce ella. ¿Tu madre te amamantó? No sé repite. Durante el embarazo y nacimiento de Benicio, ¿tu madre no hizo ningún comentario con respecto a tu propio nacimiento y lactancia? Si los hizo, no la oí, tenía otras preocupaciones; durante el embarazo tuvimos un caso importantísimo y desde que nació el nene, lo único que escucho son gritos. Me dijiste que dejabas al bebé con tu mamá. Sí, pero eso no significa que hable con ella. ¿Tenés hermanos? No, soy hija única. ¿Por qué? Mariana esboza una sonrisa desdeñosa y contesta porque no tengo hermanos. Gustavo sabe que ella busca irritarlo por eso sonríe a su vez  y repregunta. ¿Por qué?  Ella se pone seria. No sé. ¿Nunca lo preguntaste? Parece que no. Él tiene una corazada. ¿Vos vivías con tu mamá? Ella arquea las cejas. Cuando yo tenía unos seis años papá consiguió trabajo en una clínica odontólogica muy importante en Buenos Aires. ¿Dónde vivían? En Trenque Lauquen, ¿no te conté?; yo me vine con él. ¿Y tu mamá? Ella se tuvo que quedar porque sus padres estaban enfermos. ¿Durante cuánto tiempo?  No sé exactamente, unos tres o cuatro años, hasta que mis abuelos murieron cuenta ella con total normalidad. ¿Durante ese tiempo no viste a tu madre? No. ¿La extrañabas? ¿Yo?, no, estaba acostumbrada. ¿Quién se hacía cargo de vos? Mi papá, claro. Me imagino que tu padre trabajaría bastante. Por supuesto, es el día de hoy que labura de ocho a ocho. ¿Quién te despertaba, te preparaba el desayuno y te llevaba al colegio? Ella despliega una sonrisa extraña. Mi papá ponía el despertador todas las noches; yo me levantaba, me vestía, tomaba la leche que ya estaba en mi taza y salía; el colegio quedaba en la esquina. Gustavo recuerda los dos vasos de Nesquik y las cuatro tostadas saltando al mismo tiempo. ¿Con qué edad hacías todo eso? Desde los seis años; no me parece que sea la muerte de nadie. ¿Dónde almorzabas? En el colegio. ¿Quién te preparaba la merienda? Casi siempre teníamos alguna empleada; cuando no, yo me servía un vaso de leche y comía galletitas. ¿Tu papá? Llegaba como a las ocho y cenábamos juntos; yo me bañaba y se acababa el día. A Gustavo lo sorprende la falta de emoción del relato. ¿No tenías miedo? ¿De qué? Mariana, eras una nena muy solita. Ella hace otro gesto despectivo. Cerrá los ojos le indica él. Ella, para sorpresa de Gustavo, obedece al instante. Tratá de recordarte; imaginate que estás en la casa de tu infancia, mirando la puerta de calle, esperando a tu papá; ves que la luz se va ocultando pero tu papá no llega; te preguntás si va a volver, si será cierto que va a volver. Mariana se aprieta los brazos con ambas manos, comienza a balancearse. Hasta que, por fin, tu papá regresa; ¿qué hacés cuando escuchás la llave en la cerradura? Voy al baño a lavarme la cara; no quiero que papá me vea llorar contesta. ¿Qué puede pasar si tu papá te ve llorar? Él siempre me dice que soy valiente como un soldadito, si me ve llorar no me lo va a decir más. Gustavo decide permanecer en silencio. Un largo rato después comenta resulta muy difícil para un soldado ser una mamá.  Mariana, mansamente, comienza a llorar.
Miércoles 12 de diciembre de 2012
Benicio durmió toda la noche informa Mariana en cuanto se sienta. ¿Qué hiciste de distinto para que esto sucediera? pregunta Gustavo. Me acosté en la cuna con él, pensé que era por un ratito pero cuando abrí un ojo eran las seis de la mañana; él todavía dormía; lo estuve observando un largo rato; es tanto más lindo cuando no llora; por primera vez desde que nació lamenté no haberlo amamantado; ni bien se despertó me sonrió; se me cayeron las lágrimas, pobre hijo mío, por qué no podía quererlo como él se merece. Gustavo se queda reflexionando unos segundos. Luego comenta es alentador como utilizaste los verbosNo comprendo. Dijiste ¨no podía quererlo¨, usando el pretérito, sin embargo, con respecto al nene, empleaste el presente ¨merece¨; eso me hace pensar que quizá sentís que tu imposibilidad desapareció mientras que reconocés que los derechos de él siguen  vigentes. Ahora es ella la que se queda pensando. Desde el embarazo temí no poder quererlo. Gustavo busca su mirada. Recién al conseguirla, dice cuando era chiquita, ¿creías que tu mamá no te quería? No sé qué suponía en ese momento pero mirándolo retrospectivamente, es obvio que si me hubiera querido no se habría alejado de mí durante años. ¿Alguna vez le preguntaste los motivos? Ya te conté, los padres estaban enfermos. Ahora no sos una nena, sino una mujer inteligente con una profesión en tu haber, ¿seguís considerando que ese es un motivo plausible? Ella lo mira, parece sorprendida. Parecería  que no contesta en voz muy baja. Sin embargo, no te interesa conocer los reales motivos. Yo no dije eso lo corrige ella y luego de una larga pausa agrega asumo que la causa debe ser lo suficientemente dolorosa como para que hayan decidido ahorrármela. Pero a Benicio no logran engañarlo. Me parece que te estás desbarrancando. Tal vez el nene percibe la endeblez de tus cimientos  e intenta obligarte a abrir los ojos. Mariana se incorpora. Demasiadas hipótesis por el día de hoy; ¿estás seguro de que estás habilitado a decir cuanto pasa por tu imaginación?, ¿evaluás los costos de tus enunciaciones o solo pretendés lucirte ante vos mismo? Mariana busca la cartera. Nos vemos el miércoles anuncia y  se dirige a la salida. Gustavo, desconcertado,  la sigue, pero la puerta se abre y se cierra antes de que él logre reaccionar.

Miércoles 19 de diciembre de 2012
Pensé mucho en lo que dijiste admite Mariana. ¿A qué te referís? A la causa por la que mi mamá me abandonó. ¿A qué conclusiones llegaste? Nada me cierra, se me confunden las fechas, las situaciones; ya no sé cuándo nos vinimos a Buenos Aires, ni cuándo regresó mamá. ¿Intentaste hablar con ella?  Mariana lo observa. Parece perpleja. Yo no hablo con mi mamá. Sin embargo le confías tu hijo. Solo cuando vengo acá; se lo dejo a las corridas y cuando lo retiro, Benicio llora tanto, que imposibilita cualquier intercambio. Gustavo sonríe. Tu hijo colabora con vos.  Ella amaga empezar a hablar pero termina riendo. Tenés razón, es un niño utilísimo cuando se quiere evitar el diálogo. El miércoles pasado comentaste que el nene había dormido toda la noche, ¿se repitió? Sí responde ella a condición de que me acueste con él. ¿Tu marido protesta? ¡Qué va!, a esta altura lo único que le preocupa es poder dormir tranquilo; no te olvides de que yo todavía no trabajo pero que él, cada mañana a las seis y media, se tiene que levantar. Todos contentos, entonces. Tengo que reconocer que también de día Benicio se está portando mejor. ¿Qué significa portarse bien?, ¿no reclamar? Ya hemos hablado de este tema pero yo no soy la madre Teresa de Calcuta; más allá del bienestar del nene pretendo, mínimamente, tener vida propia. Claro, te debe resultar muy difícil entregarle a tu hijo lo que suponés que tu madre no te dio. Lo que mi madre no me dio. No sabés qué paso cuando eras bebé. Si me hubiera querido de bebé no hubiera podido dejarme nunca. ¿Eso es lo que te preocupa?  Mariana lo mira. ¿Temés que si te permitís amarlo nunca más puedas alejarte de él? Ella se queda pensando un largo rato. Tenés razón admite me da terror depender de alguien. Los soldados no pueden permitirse debilidades. Ella lo mira fijo y luego pregunta si puede ir al baño. Te quería comunicar que en enero no voy a atender comenta Gustavo en cuanto ella regresa. ¿¡Cómo!?, ¿así me lo decís? A Gustavo lo sorprende la crispación de su rostro. Quizá debería habértelo advertido antes, pero con el tema de mi hija los días se me fueron pasando se justifica e inmediatamente se arrepiente de las explicaciones.  Deberías haberlo pensado antes de levantar el avispero; me hacés zambullir en la mierda de mi infancia y dentro de una sesión te mandás a mudar. Gustavo reconoce que el razonamiento es válido. No tuvo en cuenta los tiempos en la organización de sus estrategias terapéuticas. No tuve en cuenta nada, piensa, me largué a la pileta sin medir los riesgos. Si me necesitás podríamos, eventualmente,  seguir trabajando; en realidad no me voy de vacaciones. Yo no necesito a nadie declara ella, terminante solo que me fastidia tu falta de profesionalidad. Él podría explicarle que es la primera vez que tiene que contemplar las vacaciones desde que tiene consultorio pero solo calla.  Perdoname dice Mariana luego de una largo rato es que odio sentirme vulnerable sonríe y agrega y no me vengas con lo del soldado. Te pido que durante esta semana pienses en si precisás que, de alguna manera, continuemos con estos encuentros; quizás enero te venga bien para intentar acercarte a tu madre o a tu padre; clarificar tu infancia es el punto fundamental. ¡No trates de convencerme, encima, de que me abandonás por mi propio bien! exclama ella, sonriendo mientras busca su cartera y se incorpora.

Miércoles 26 de diciembre de 2012
Lo impacta el aspecto de Mariana. Está sumamente arreglada. Pollera corta, tacos altos. Se ubican. ¿Empezaste a trabajar? averigua. ¿Por qué me lo preguntás? Por tu atuendo. No, solo necesité comprobar que seguía siendo la de antes. ¿Y qué te pasó cuando te viste? Ella cabecea. Más allá de que tuve que luchar para subirme el cierre de la pollera, no luzco igual. ¿Qué percibís como diferente? Perdí presencia. Es muy interesante lo que decís, tratá de explicarme. Ella se queda reflexionando. Antes de salir a la calle siempre me miraba en el espejo; y comprobaba, una y otra vez, que era capaz de conseguir lo que quisiera, desde un trabajo hasta un amante; salía dispuesta a ganar. ¿Y qué te devolvió el espejo hoy? Nada, no soy nada, ya no tengo la llama en los ojos; varias veces me dijeron que era muy difícil sostenerme la mirada. Es decir que no saliste en plan de combate comenta Gustavo y ella lo mira elevando levemente el mentón. Te pusiste el uniforme pero solo el uniforme. No te entiendo. Ya no sos un soldado. Cómo te gusta alardear con eso. ¿Alardear? ¡Tu gran descubrimiento! Tu gran descubrimiento. Ella se endereza y adelanta el torso hacia adelante. ¿No será que en tu mirada se filtra la blandura que te exige Benicio? Ella hace una mueca despectiva. Luego de un rato comenta hice lo deberes. Gustavo la mira, sorprendido. No te entiendo dice. El miércoles pasado, cuando fui a buscar al nene, por primera vez me lo encontré plácidamente dormido; mamá me ofreció un café; cuando estábamos las dos frente a la mesa de la cocina le pregunté por mi nacimiento; me dijo que yo había nacido de parto normal, con tres kilos y medio, que me había amamantado hasta el año y medio, que por eso se había puesto mal cuando yo decidí no darle el pecho a Benicio, pero que ella no tenía derecho a exigirme nada; noté que las manos le temblaban; le pregunté por qué pensaba eso; ella me miró, estaba desencajada; ¨yo no pude ser una buena madre¨, me dijo; y cuando yo me disponía a insistir se despertó Benicio, le tuve que dar la mamadera y después llegó mi papá; decidí concederle una tregua por Navidad pero ayer la llamé y le pedí que viniera a casa a quedarse un rato con el nene; en cuanto llegó le dije a mi empleada que lo sacara a pasear en cochecito; mamá no entendía nada; entonces le expliqué que necesitaba que charláramos tranquilas; le pregunté por qué no me había querido cuando era chiquita y se puso como loca, me dijo que me adoraba entonces le empecé a gritar y le reclamé que no entendía como una madre podía abandonar a una nena de pocos años; se levantó y buscó la cartera pero la agarré de un brazo y la empujé sobre el sillón; ¿sabe por qué mi mamá no venía a verme? Mariana esboza una extraña sonrisa  porque estaba en la cárcel; después de que la torturé otro buen rato terminó contándome que el día del aniversario de casamiento le quiso dar una sorpresa a mi papá, me dejó con mi abuela y se le apareció cerca de las ocho en el consultorio para invitarlo a cenar; cuando llegó abrió con su llave; escuchó ruidos raros; la puerta del consultorio estaba entreabierta; se asomó y descubrió a mi padre en el piso teniendo relaciones con una mujer; salió dando un portazo y se subió al auto; escapó manejando como loca, sin encender las luces, ya estaba oscuro; atropelló a una mujer y la mató; lo peor es que, como no se dio cuenta, ni se detuvo; le dieron un año de prisión; cuando salió estaba desquiciada y la internaron otro año en un psiquiátrico, entraba y salía con depresiones severas; recién cuando yo tenía diez años estuvo en condiciones de venir a Buenos Aires; en cuanto ocurrió todo, papá se vino conmigo para acá porque, como se imaginará; en Trenque Lauquen fue un escándalo; entonces llegó la chica con Benicio, tuve que darle de comer y mamá aprovechó la volada para desaparecer lo mira con intensidad ¿a vos te parece que es un buen momento para que te tomes vacaciones? No contesta Gustavo obligándose a ser sincero, conmocionado por el relato el miércoles te espero a la hora de siempre. Ella se endereza en el asiento me parece bien pero ahora me voy, estoy un poco mareadame debe de haber bajado la presión. ¿Querés que te prepare un té?, ¿algo dulce? ofrece él. Gracias, prefiero irme. ¿Seguro que estás bien? Sí, no te preocupes. En el momento de despedirla Gustavo pide mándame un mensajito cuando llegues a tu casa. Ella lo mira y le da otro beso en la mejilla.



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