Sesiones de Raúl

Gustavo acaba de leer El lenguaje de los gestos por eso observa con atención a Raúl, sentado con soltura en el diván. Como si fuera suyo, piensa. Está reclinado sobre el respaldo, la sonrisa franca, la pierna derecha apoyada sobre la rodilla izquierda. Un hombre concluye él, qué duda. Recuerda las piernas cruzadas de María Inés, también su postura es acorde a lo descripto para su género. Gustavo se pregunta cómo se sentará el marido de ella. Hoy lucís satisfecho inicia la sesión. Anoche finalmente cojimos dice Raúl. Se te nota comenta Gustavo. En cuanto entré a casa después de mi primera vez, la vieja me preguntó “¿te pasó algo?”, ¿será que se me queda pegado el olor a sexo? ¿Será que tengo buen olfato con los pacientes? bromea Gustavo. Raúl ríe. Gustavo repara en que  es la primera risa en tres meses de tratamiento. ¿Debe reír él? Solo acentúa la sonrisa y después pide contame. Aunque no puedas creerlo, fue ella la que vino al pie; yo ya ni la buscaba, estoy harto de me deje pagando. ¿Pasó algo que explique el cambio de actitud de Lisa? ¿De veras considerás que vale la pena hacer el esfuerzo de intentar comprender a las mujeres? Raúl ríe de nuevo y después refiere con sumo detalle todo lo acontecido en la cama,  se regodea describiendo sus habilidades amatorias. Cuando Gustavo considera que ya es más que suficiente y se dispone a interrumpirlo, Raúl, de la nada, informa le dije a Lisa que estaba pensando en irme de casa. Al fin, piensa Gustavo. Sin embargo, solo comenta entonces el sexo fue resultado de una amenaza. Amenaza, no se defiende Raúl lo estoy pensando en serio. Lo estabas pensando lo corrige él y la sonrisa de Raúl se congela. Le arruiné la alegría, piensa Gustavo. Siempre conseguís joderme se lo confirma Raúl. ¿Trayéndote a la realidad? ¿Qué es la realidad? se enoja Raúl. El proyecto de irte de tu casa se va a pique porque  tu esposa aceptó tener sexo con vos dice Gustavo. ¿Habrá sido demasiado agresivo? Si Ana María lo escuchara, ¿lo retaría? La sombra permanente de su propia analista. ¿Vos querés que me vaya de casa? pregunta Raúl. ¿Vos creés que deberías irte de tu casa? reformula Gustavo. Raúl apoya los codos en las rodillas, junta las manos y se proyecta hacia adelante mientras dice a lo mejor es la única manera de que ella descubra que me necesita. ¿Entonces? pregunta Gustavo.  No puedo irme. ¿Por qué? Raúl entierra la vista en la alfombra. ¿Por quién? Los ojos de Raúl describen una trayectoria curva hasta que enfrentan a Gustavo. Soy yo el  que no puede vivir sin ella confiesa en voz muy baja. Hace meses que estás viviendo sin ella. Raúl parece tan abatido que Gustavo mira su reloj y aunque faltan unos minutos determina lo dejamos por hoy.

Miércoles 8 de agosto de 2012
Raúl se dedica a lo que Gustavo ya ha referido a Ana María como maniobras dilatorias. Anécdotas, bromas. Gustavo asiente, pasivo pero al acecho. Hasta que Raúl, de la nada, dice Lisa parece una puta y luego calla. Gustavo se endereza. Es un comentario extraño, explicate. Solo coje cuando traigo plata a casa. La madre del borrego, piensa Gustavo. ¿Tuvieron relaciones esta semana? pregunta.  Anoche se tiñó el pelo, anteanoche ordenó el placar, y así, y así, la puta que te parió. Raúl cruza los brazos, cabecea. Debo deducir entonces, que esta semana  no aportaste dinero. Raúl se encorva, como un caracol evalúa Gustavo, y  agrega ni esta, ni la otra, ni la anterior.  Solo me dijiste que sos arquitecto, contame en qué trabajás inquiere Gustavo y ante el rictus de Raúl se rectifica de qué solés trabajar. A ver Raúl tamborilea los dedos cómo explicarte esquiva la mirada de lo que venga¿Y qué hacés cuando no viene nada? pregunta Gustavo  luego de un rato. Raúl sonríe, burlón ¿Lisa te pasó letra? Gustavo solo lo mira, intencionalmente muy serio. Me pudre, no necesito que me digan lo que tengo que hacer. Por qué no me contás qué es lo que tenés que hacer.  Si fuera por Lisa, seguir adosado a mi viejo de por vida. ¿Y si fuera por vos? Toda la vida dependí de mi viejo, necesito abrirme de mi viejo. Una descarga de adrenalina para Gustavo.   Tu viejo… Gustavo arrastra adrede la palabra nunca lo mencionaste. ¿Nunca te hablé del rey de Textilandia? Gustavo percibe el contraste entre la amplitud de la sonrisa y la tensión en la mandíbula. ¿Textilandia es su empresa? Raúl lanza una carcajada, carente de alegría, evalúa Gustavo. Vos tomás las cosas al pie de la letra. Me gustaría trompearlo, piensa Gustavo y se alarma por pensarlo. Mi viejo tiene varias empresas textiles, no sé exactamente cuántas se tira sobre el respaldo más de cinco y menos de diez, digamos. Un par largo, diría Nacho. Gustavo controla el reloj y anuncia  lamentablemente, tenemos que dejar acá; la semana que viene retomaremos el tema. Me salvo el gong dice Raúl sonriendo y se incorpora.

Miércoles 15 de agosto de 2013
Hace casi media hora que Gustavo escucha hablar a Raúl sobre política. Ahora sobre la conferencia de Stiglitz en Económicas.  Es lo que yo siempre le digo a Lisa,  ninguna economía se recupera a través de la austeridad. Gustavo lo mira, interesado. Explicame pide. Lisa cree que reducir los gastos nos va a solucionar los problemas, pero es totalmente al revés. No te sigo. Hay que pensar en grande, no reducirse, invertir los gestos de Raúl son enérgicos, ampulosos es la única manera de despegar. Gustavo busca un anzuelo. Para invertir se necesita un capital. Raúl detiene sus movimientos, lo mira. ¿Qué querés decirme? ¿Qué creés que quiero decirte? Raúl aprieta las manos cruzadas. Dejemos de jugar al gran bonete; me saca que repitas todo lo que digo sonríe, despectivo a veces me pregunto si me sirve para algo gastar tanta plata viniendo acá. La teoría de Lisa acota Gustavo. Se me está acabando la paciencia. Lo que te irritó fue la mención del capital, ¿estoy en lo cierto? Raúl calla. ¿Qué representa para vos el capital? Silencio. ¿Quién lo representa?  Más silencio. ¿El rey de Textilandia? Basta, Gustavo, estoy harto de que me jodas. Raúl se incorpora, busca el dinero en el bolsillo y lo deja sobre la mesa con brusquedad. De acuerdo dice Gustavo continuaremos la semana que viene.

Miércoles 22 de agosto de 2013
Raúl comenta me salió un laburito. Describe con entusiasmo la próxima refacción del baño de un local. Gustavo lo escucha, en silencio. Sin embargo, en cuanto Raúl calla, le propone háblame de tu padre. Veo que tenés la idea fija. Se reacomoda, se toca la barba. Mi viejo me destruyó, eso sí, con la mejor de las intenciones. ¿Cómo es eso? Desde chiquito su objetivo fue convertirme en su sucesor, pobre, no tuvo suerte con su primogénito; me hice echar de todos los colegios bilingües a los que me mandó; terminé el secundario a los ponchazos en un estatal; el drama fue cuando comencé a militar en Montoneros, imagínate, casi le agarra el ataque, primero ideológicamente y luego, claro, por temor, quería, a toda costa, que me fuera a estudiar a Estados Unidos, pero yo estaba  muy comprometido, ¿te la hago corta?, un día vino la cana a buscarme, destruyeron mi cuarto, buscaban papeles, pero por supuesto yo en casa, no tenía nada, cuando volví a la noche, en esa época no había celulares, mi vieja estaba al borde de un infarto;  me asusté, la puta madre cómo me asuste;  papá me esperaba con el pasaje comprado;  al día siguiente salí para Miami, allí vivía un tío;  yo tenía diecinueve años, le avisé a mi contacto, a mi novia que también militaba y hui como una rata; me quedé hasta que subió Alfonsín; ni bien volví la conocí a Lisa y empecé arquitectura, todos contentos; ¿qué te parece la historia? concluye.  Gustavo reflexiona unos segundos y luego señala creo que tu militancia no comenzó con Montoneros. No te sigo dice Raúl. Militaste contra tu padre desde la infancia. Raúl arquea las cejas, se tironea de la barba. De todos modos continúa Gustavo en el episodio puntual que acabás de referirme, no me doy cuenta cuál es el motivo para tamaño rencor.  Raúl sonríe, amargo.  Excluí un detalle. Bebe agua. Te escucho. Lo de la cana fue trucho, lo fraguó mi viejo. ¿Cómo te enteraste? Él mismo me lo dijo, nunca olvidaré esa tarde, se reía, como si festejara un chiste, me cagó la vida y se reía; el valiente exilado transformado en el pelotudito de papá, ni a Lisa se lo conté. Se incorpora. ¿Puedo ir al baño? pregunta. Gustavo asiente. Inspira y exhala. Trata de relajarse. Demasiado para hoy. Cuando regresa, Raúl comenta me querés creer que los azulejos del baño son los mismos que acabo de comprar para el local. Licencia para el rey de Textilandia, piensa Gustavo, aliviado, mientras lo escucha hablar de albañiles y contratistas.

Miércoles 29 de agosto de 2012
Esta mina raja la tierra comenta Raúl mientras se sienta. Segundos después comienza a hablar de la obra. Se lo ve contento, piensa Gustavo. Nunca te vi tan entusiasmado le comenta en cuanto Raúl hace una pausa. Sí, la maldición bíblica no es tal. No te entiendo. Raúl sonríe, con sorna califica él y responde ganarse el pan con el sudor de la frente nos beneficia más de lo que nos perjudica se atusa la barba rojiza ¿sabés lo que me tiene mejor? busca la mirada de Gustavo  es una de las pocas veces en la vida en que el laburo no viene a través de mi viejo, o de alguna de sus infinitas relaciones. ¿Cómo está Lisa?  Los ojos de Raúl cobran brillo. Hecha una seda, ya te dije, Lisa es una puta. Gustavo se toma unos minutos, reflexiona antes de decir  vos le adjudicás el cambio exclusivamente a ella, quizá tu propia sexualidad esté ligada a la posibilidad de sentirte un hombre más allá de la cama; tal vez tu sexualidad se vea inhibida por la dependencia de tu padre. El rostro de Raúl se endurece. ¿Creés que me estás ayudando con la brutalidad que acabás de decir? Él acusa recibo, se equivocó, su intervención fue precipitada. Ana María lo alertó varias veces, descubrir la causa de un conflicto no habilita a un terapeuta a explicitarlo hasta que no llegue el momento propicio. Se sirve agua. Si mi comentario es tan absurdo no veo el motivo de que te altere tanto. No me altera, me da bronca que un título te habilite para decir lo primera boludez que te pasa por la cabeza. Gustavo entierra la mirada en el piso, quisiera como el ministro de economía decir: me quiero ir. Bastante con que su esposa esté revolcándose en Chile con el amante para tener que soportar el castigo adicional de un paciente cuya transferencia le resulta tan hostil. Quizá debiera interrumpir el tratamiento, lo consultará con Ana María. Quizá debiera abandonar la profesión, no sirve para esto. ¿Trabajar en la fábrica con su padre para siempre? Cuando levanta la vista se choca con los ojos de Raúl sobre él. La autoestima de Gustavo se precipita al escuchar ¿sabés una cosa?, mejor me voy. Gustavo se incorpora, en silencio, al ver que Raúl se para. Antes de subir al ascensor, mientras Gustavo piensa que, pese a todo, es una alivio haber perdido a este paciente, Raúl comenta otro día te cuento.

Miércoles 5 de setiembre de 2012
Raúl habla sobre su trabajo con entusiasmo.  Cuando está promediando la sesión, Gustavo comenta pensé que quizás no vendrías. Raúl lo mira con sorpresa si te dije que otro día te contaba. ¿Qué? inquiere Gustavo. Raúl se tira sobre el respaldo del diván, levanta los brazos, los cruza tras la nuca. ¿Cómo fue tu primera vez? pregunta.  A lo mejor tenés ganas de hablar sobre la tuya. La vista de Raúl se pierde en el ventanal.  El día en que cumplí quince años mi viejo, para mi sorpresa, me invitó al cine y después a cenar; cuando estábamos comiendo el postre, un panqueque, me acuerdo bien, me preguntó si ya había debutado, así me lo dijo; yo me puse colorado y negué con la cabeza; él  me preguntó si al menos le había dado un beso a la que era entonces mi noviecita; cuando le dije que sí, me preguntó ¨¿le tocaste las tetas?¨ ,  ¨no se deja¨, le contesté yo, él se rió y dijo ¨esto hay que solucionarlo¨, mientras llamaba al mozo. Raúl se interrumpe y pregunta  ¿te aburre?  Continuá,  por favor Gustavo hace un gesto, alentándolo. Raúl entrecierra los ojos y sigue  salimos, subimos a un taxi y cuando le pregunté a dónde íbamos me contestó que era una sorpresa; bajamos en un edificio de departamentos; tocó el portero eléctrico y subimos en silencio; nos abrió una mujer joven, muy pintada, con ropa apretada ; ¨ aquí te traigo a mi pibe, te lo recomiendo¨,  le encargo papá; ella se rió y le dijo ¨quedate tranquilo, te lo dejo como nuevo; volvé en una hora¨; papá se fue y yo me quedé con la mina,  temblando; ella se desnudó, rajaba la tierra, y me puso en bolas; me sobó por todos lados pero no se me paraba; a mí, que la tenía siempre al palo y que me pasaba el día haciéndome pajas, no se me paró: lo peor era saber que se lo iba a contar a mi papá Raúl se cubre los ojos con las manos cuando me vino a buscar yo bajé solo; me preguntó cómo me había ido y yo le contesté que no quería hablar; él se rió se tironea de la barba, tanto que la boca se le deforma creo que ahí empecé a odiarlo. Lamento mucho que se nos haya acabado el tiempo informa  Gustavo es valiosísimo lo que acabás de contar. ¿Me querés creer que siempre  tengo miedo de que no se me pare? Raúl se incorpora  se me para pero siempre tengo miedo de que no. Camina, con la cabeza gacha, hasta la puerta.  ¿Estás bien? lo despide Gustavo.  A veces preguntás cada boludez  dice Raúl antes de darle la espalda.

Miércoles 12 de setiembre de 2012
Terminé con la refacción del baño y me salió otra obrita cuenta Raúl del local de al lado, les gustó lo que yo había hecho. Un nuevo trabajo que conseguís sin la intervención de tu padre. Sí, eso es lo mejor, no sé cómo explicártelo, siento que lo estoy jodiendo, mirá qué boludez, a él qué mierda le importa. Nunca es una boludez lo que decimos; a lo mejor le importás y todo. Raúl cruza la pierna sobre la rodilla, una postura tan suya.  ¿De veras creés que no le importás a tu padre?, todo lo que me contaste sobre él no habla de indiferencia. A ver si nos entendemos, yo no pienso que mi viejo no me quiera, lo que siento es que no me respeta; se cree que soy otra sucursal de Textilandia, que puede disponer de mí, piensa que soy un inútil que precisa que le estén marcando el camino para que no se equivoque; piensa que sin él yo no sería nada, que sin su plata no sería nadie; ¨te mandé a Miami¨, delante de la gente lo dice, ¿sabés lo que es tener un padre así? pregunta. Gustavo siente las axilas empapadas, por suerte es oscuro el suéter, piensa. A veces siento que lo odio. ¿Y otras veces? Mi viejo no es cualquier persona. Desde el momento en que es tu padre, jamás podría ser cualquier persona para vos dice Gustavo mirándolo a los ojos. Raúl niega con la cabeza. Quiero decir que no es una persona del montón.; cuando él llega a un lugar ocupa todo el espacio. ¿Querés decir que otras veces lo admirás? Raúl se queda pensando. Siempre lo admiro contesta al cabo de unos segundos para bien o para mal. Explicate mejor pide Gustavo.  Hay que estar muy seguro de uno mismo para hacer las cosas que me hizo el viejo. ¿Vos no estás tan seguro de vos mismo? Obvio  confiesa Raúl por algo estoy aquí. Sin saber por qué,  Gustavo se encuentra diciendo me comentaste que tenés un hermano. Raúl levanta las cejas, inclina apenas la cabeza. Sí, tiene cinco años menos que yo. ¿Cómo te llevás con él? Qué decirte, no me llevo Raúl hace una larga pausa es el nene mimado. ¿El sí cumplió las expectativas paternas? Maradona le decía yo, siempre de diez, aunque en realidad se parece más a Messi, porque de rebelde, nada. ¿Trabaja en Textilandia? pregunta Gustavo, sonriendo. Veo que te gustó la palabrita; sí, por supuesto, es el gerente de marketing, junta la guita en carretilla. ¿Lo envidiás? arriesga Gustavo. El rostro de Raúl se crispa. Qué me decís, me da asco. ¿Asco? Es un obsecuente, desde chico es un obsecuente. ¿Cómo es eso? pregunta Gustavo sorprendido de que se sigan abriendo nuevos frentes. No llegaba a la mesa y ya sabía cómo manejar al viejo. ¿Y vos no?  Yo nunca hice lo que mi viejo quería. ¿Aunque coincidiera con tus reales deseos? No me entendés Raúl hace una mueca despectiva. Explicame mejor, entonces reclama Gustavo.  Jorge, así se llama mi hermano, cedía en pavadas pero en lo importante lograba convencerlo al viejo. Oyéndote parece que hubiera sido una actitud muy inteligente. No dudo ni de su inteligencia ni de su falta total de escrúpulos. Gustavo comprueba que ha dado en el blanco, Raúl se muerde las uñas; está agitado. ¿No contemplás la posibilidad de que a tu hermano realmente le gustaran las mismas cosas que a tu padre? Sí dice Raúl con rabia están cortados por la misma tijera. Hay que insistir en el flanco herido se dice Gustavo y lo invade una profunda sensación de cansancio. Abre y cierra los ojos con fuerza y pregunta ¿te acordás de cuando nació? Me encontraron empuñando un cuchillo entre los barrotes de su cuna; fue la primera gran paliza de mi viejo. ¿Te pegaba? Claro. ¿Por qué decís claro? Yo era insoportable cuenta sonriente hacía un quilombo tras otro. Gustavo cambia de posición. Para bueno estaba Jorge dice difícil competir con él si, como decís, estaba tan dotado para manejarlo. Raúl cabecea. Imposible, diría yo; una vez, para el día del padre, vendí mi colección de estampillas para comprarle un encendedor que yo sabía le encantaba, ¿sabés qué dijo mi hermano? Raúl golpea con los dedos la palma de la otra mano ¨le pedí a papá que de regalo de cumpleaños no fume más¨, ocho años tendría el pendejo; él había ido conmigo a comprar el encendedor. ¿Y tu padre qué hizo? Me lo devolvió, ¨cambialo por algo para vos¨, dijo; Jorgito sonreía. Raúl se hace sonar los nudillos ¿Conoces la historia de Caín? pregunta Gustavo. Raúl lo mirá desconcertado. Nunca supe por qué lo mató a Abel dice Raúl luego de unos instantes. Porque Dios prefirió la oveja que le regaló Abel al trigo de Caín aclara Gustavo.  Jorge sigue vivo dice Raúl sonriendo de lado. Pero lo que sentiste ese día no debe de haber sido muy diferente de lo que sintió Caín. Los ojos de Raúl se enrojecen mientras simula un bostezo. Luego se queda mirando hacia la ventana. Se está por largar a llover dice justo hoy que están pintando el frente.

Miércoles 19 de setiembre de 2012
Raúl se cruza con María Inés en el palier. Está mal entrazado, califica Gustavo. El ruedo del jean deshilachado, la remera arrugada, el taco de los mocasines gastado, sin afeitar.  ¿Huele?  Se deja caer sobre el diván, se reclina sobre el respaldo y cierra los ojos. Luego de un prolongado silencio Gustavo pregunta ¿te pasó algo? Raúl abre los ojos y sonríe. ¿Querés conocer la última del rey? Gustavo asiente. ¿Sabés de dónde surgieron los trabajitos que estaba haciendo? Gustavo entiende, con las vísceras entiende.  Me da vergüenza contártelo, Lisa no lo sabe; como un pelotudo, me llené la boca diciendo que había logrado algo al margen de mi viejo; ¿será Dios?, me lo choco por donde vaya; si viajo al África me sorprende arriba de un camello; si me refugio en el Polo, lo encuentro adentro del iglú; qué mierda tengo que hacer para que me deje en paz; decímelo, Gustavo, para eso vine; te juro que por momentos me dan ganas de matarlo; o de matarme; en este mundo no hay lugar para los dos. ¿Cómo te enteraste? La otra tarde pasé por casa  porque era el cumpleaños de mi madre; me preguntó por el trabajo y le empecé a contar que venía  caliente por una discusión que había tenido con los del volquete, que habían aparecido a las diez de la mañana; ¨sí¨, dijo mi viejo, ¨a las diez de la mañana esa zona es imposible¨; en un segundo se me fue el alma al piso; ¨¿cómo conocés la zona?¨, le pregunté, ¨si es la primera vez que te hablo de la obra¨; intentó un par de burdas explicaciones pero sonreía; yo le conozco esa sonrisa; hubiera querido sacársela de una trompada; me tuve que agarrar las manos.  Manos con que se tapa la cara. ¿Qué hiciste? Me fui informa con el rostro aún oculto.  ¿Qué sentís en este momento? Vergüenza, ya te dije, toda la vida me hizo sentir  vergüenza de mí mismo, ¿vos sabés lo qué es vivir con eso?, ¿lo que es vivir tratando de que nadie se dé cuenta de lo que hay algo que está mal en vos? ¿Y qué es lo que está mal en vos? inquiere Gustavo. Una vez, tendría unos seis años, mi mamá me pidió que le acercara un vaso de agua; yo llené el vaso en la canilla de la cocina y se lo llevé, caminaba con mucho cuidado, viste como son los chicos, estaba orgulloso; fui hasta el dormitorio, mi mamá estaba recostada en la cama, me acuerdo bien, amamantando a mi hermano; papá estaba sentado en un sillón, leyendo el diario; siempre que lo veía me ponía nervioso, la cosa es que tropecé con su pie y le tiré el agua encima; papá me apartó de un empujón, ¨este chico no sirve para nada¨, dijo, se levantó y se fue. ¿Y qué hiciste vos? pregunta Gustavo luego de unos instantes. Me pillé; mi mamá me dijo ¨correte que estás mojando la alfombra¨ y después me pidió que buscara un trapo; primero fui a mi cuarto a cambiarme rápido para que papá no se diera cuenta, pero cuando me estaba sacando el calzoncillo apareció; ¨encima te measte¨, dijo, ¨parece que tenemos dos bebés¨; yo intenté ponerme de nuevo el calzoncillo porque no quería que me viera desnudo; ¨andá a lavarte, no seas asqueroso¨, me ordenó y salió.  Raúl se restriega los ojos con brusquedad. Al cruzar las piernas tira un adorno que hay sobre la mesita. Se agacha y lo recoge. ¿Ves?, sigo igual de torpe. Parece que tu padre hizo un buen trabajo comenta Gustavo. Los ojos de Raúl recuperan su viveza.  Te convenció de que no servís para nada. Es que nunca serví para nada dice, hundiendo la cabeza entre los hombros. A lo mejor no servís para lo que tu padre querría reformula Gustavo. Te juro que intenté apartarme del camino que él me había trazado, pero él me condujo de nuevo a Miami. ¿Considerás que tu padre es mejor que vos? ¡Obvio!  contesta Raúl con energía. ¿Hay algún frente en el que consideres que lo superás?  Raúl se queda pensando.  Sabés que no, hasta es bueno en los deportes. ¿Qué hubieras hecho si a tu hijo mayor se le volcaba el agua al ver a su mamá amamantando al menor?  ¿Si se hubiera tropezado con mi pie? Supongamos acuerda Gustavo. Le hubiera pedido perdón. ¿Y si lo hubieras encontrado cambiándose un calzoncillo pillado? Esa sí que me tocó, salí en puntas de pie del cuarto, por suerte no me vio. Ambos se quedan en silencio.  Me parece que encontramos algo en lo que sos mucho mejor que tu papá.

Miércoles 26 de setiembre de 2012

¿Qué le pasaba a tu paciente? pregunta Raúl mientras se sienta. ¿A qué viene tu comentario? inquiere Gustavo, extrañado.  Tenía los ojos sin luz. Es una hermosa frase comenta. ¿Viste?, no soy tan bruto como parezco. ¿A quién le parecés bruto? Raúl empuja ambas manos hacia abajo al tiempo que cabecea. Tu comentario habla de un gran poder de observación y de una sensibilidad capaz de detectar tenues cambios en un rostro afirma Gustavo. Casi parezco una señorita. ¿Considerás que ser sensible es una virtud femenina? Raúl junta los dedos y agita la mano derecha. Qué pretendés, me criaron con el ¨leitmotiv¨ de que los hombres no lloran; ¿sabés qué?, desarrollé una técnica para conjurar las lágrimas; cuando veo que se aproximan, giro la lengua adentro del paladar; probalo, es infalible.  Raúl extiende ambos brazos sobre el respaldo, abre las rodillas. Utilizaste el presente para describir tu método comenta Gustavo ¿debo tomarlo como señal de que solés tener ganas de llorar? Raúl permanece en silencio mientras se muerde los labios.  ¿Qué situaciones siguen desafiando tus lágrimas? Raúl se queda reflexionando. Tantas y tan distintas dice, al cabo de un rato la bronca, la tristeza, la emoción, el dolor, la belleza; hasta un buen libro puede darme ganas de llorar. Pero no llorás. Me extraña Gustavo, los hombres no lloran. ¿Tampoco a solas? Raúl no contesta.  ¿Le transmitiste la consigna a tus propios hijos? Te voy a contar una que te va a gustar; hace unos años estábamos en el country de mis viejos y un auto atropelló a nuestro perrito; hicimos una fosa y lo enterramos; mis chicos estaban llorando abrazados a su madre cuando apareció el Rey; ¿qué te parece que les dijo? , ¨a ver si dejan de llorar; yo no tengo nietos maricones¨; los nenes se separaron de la madre tratando de controlar la congoja. ¿Y vos qué hiciste? Estaba furioso pero no pude enfrentarlo; los agarré de las manitos y nos fuimos a caminar por el parque; el más grande, ocho años tendría, dijo, ¨estoy muy triste, papi, no me aguanto, ¿puedo llorar un poquito?¨; me arrodillé y lo abracé y qué me dice el mocoso: ¨por favor, no le cuentes al abuelo¨; sentí que explotaba; subí mujer, pibes y bolsos en el auto y me fui; Lisa no entendía nada Raúl esconde la cabeza entre las manos no fui capaz de decirle una palabra a mi viejo, ni siquiera por mis hijos, me da vergüenza contártelo. Gustavo se encuentra haciendo girar la lengua contra el paladar. Segundos después dice ¿de veras creés que no le dijiste nada?

Miércoles 3 de octubre de 2012
Quiero ser hijo de otro padre informa Raúl,  hundiéndose en el diván. Yo también estoy harto del rey de Textilandia, piensa Gustavo y en cuanto lo piensa se indigna consigo mismo.  Carraspea.  ¿También quisieras ser padre de otros hijos? ¡No!, eso es lo único que me salió bien en la vida contesta, rotundo pero me hubiera gustado ser mejor padre; que ellos pudieran estar orgullosos de mí. ¿Por qué pensás que no están orgullosos de vos? Raúl ríe con sorna. ¿Vos dirías que soy un hombre exitoso? pregunta. ¿Solo el éxito es motivo de orgullo? plantea Gustavo y ante el silencio sostenido, agrega ¿alcanza para ser un buen padre? Raúl desvía la mirada y se atusa la barba. ¿El éxito de tu padre lo convirtió en un buen padre para vos? insiste y luego de un rato agrega  desarrollarse bajo la sombra de un padre triunfador no es fácil porque, además, los hombres notables no suelen caracterizarse por ser padres notables.  Raúl lo mira, agresivo. ¿Querés convencerme de que les estoy haciendo un favor a mis hijos siendo un fracasado? Nadie es un fracasado; hay momentos de la vida donde determinados proyectos pueden fracasar pero eso no involucra a la totalidad del ser; comentaste al iniciar la sesión que tus hijos te habían salido bien, quiere decir que hay áreas con las cuales estás satisfecho. El silencio de Raúl se hace tenso.  ¿En qué lugar de tu vida colocás a tus hijos?  Raúl sonríe, burlón. ¿Querés que te conteste con un cliché? Preferiría que me contestaras con sinceridad. Raúl se queda pensando. Me parece que les otorgo el segundo puesto. ¿Después de qué? inquiere.  Después de Lisa, claro. Me parece que los triunfadores suelen ubicar lo profesional o lo laboral en primer término.  El rostro de Raúl se distiende.  Tenés que aprender a valorarte más allá de tu padre, no se trata de competir con él, sino de comprender que cada uno eligió un camino distinto; con diferentes prioridades, con diferentes logros y diferentes déficits. Gustavo sirve dos vasos de agua. Ambos beben. Vos no sos solo el hijo de tu padre afirma. Luego de un rato tiene una intuición. ¿Cómo se llama tu papá? pregunta.  Raúl, por supuesto. ¿Y cómo se llama tu hijo mayor?  Los ojos de Raúl se humedecen. Sebastián informa.

Miércoles 10 de octubre de 2012
Raúl se deja caer sobre el diván. Desliza los pies hacia adelante y queda apoyado en la nuca. Calla. ¿Estás cansado? pregunta Gustavo luego de un rato. Sí, de vivir así. Explicame, por favor.  Necesito cambiar mi vida. Gustavo le ofrece agua pero Raúl se niega. La sesión pasada ya hablamos de tu padre y de tus hijos le recuerda sin embargohace mucho que no mencionás a Lisa, ¿a ella también quisieras cambiarla? Raúl se queda reflexionando un buen rato y luego dice aunque te suene cursi, ella es el amor de mi vida; tiene sus cosas, por supuesto, pero es una gran mina.  Una gran puta lo azuza Gustavo.  ¡¿Qué decís?!  reacciona Raúl.  Solo repito tus palabras, comentaste que Lisa era una puta porque solo cojía cuando llevabas plata a casa. Raúl se hace sonar los nudillos. El ruido irrita a Gustavo. Estamos bien informa Raúl, tajante lo que quiero estabilizar es el laburoEn otra oportunidad comentaste que ella  quería que siguieras adosado a tu padre.  Lo que pasa es que Lisa está harta de la inseguridad económica y sabe que si yo agachara la cabeza y trabajara en la empresa, todos nuestros problemas desaparecerían. Los problemas económicos sí le aclara Gustavo. No está bueno ver que tus hijos necesitan cosas que vos no podés darles se justifica Raúl. Dijiste que querías que tus hijos estuvieran orgullosos de vos, ¿lo lograrías trabajando en la empresa? Me mareás, Gustavo. En el cambio de vida que mencionaste al iniciar esta sesión, ¿estaba contemplada la posibilidad de bajar la cabeza? Anoche Lisa me pidió que lo intentara, subieron las expensas, el colegio de los chicos; está agotada de hacer horas extras admite Raúl.  Gustavo se plantea cómo detenerlo.  Te pido que durante esta semana no tomes ninguna resolución y que te dediques a evaluar en profundidad cuáles son tus posibilidades laborales, independientes de tu padre. Tengo  cincuenta años, Gustavo, quién me va a emplear. ¿Y si pensaras en algún emprendimiento personal?¡Fácil lo hacés vos!  lo desestima Raúl.  Nunca dije que fuera fácil.

Miércoles 17 de octubre de 2012
Hace un rato me llamó mi hermano comenta Raúl para invitarnos a comer un asado el sábado en su country. ¿Qué le dijiste? Que lo iba a consultar con Lisa, pero ni le pregunté, le voy a decir que no podemos, excusas siempre hay, y además el domingo es el día de la madre, andá a enganchar a los pibes dos días seguidos se excusa Raúl. ¿Festeja algo? No, comentó que hacía mucho que no nos veíamos, que era una lástima que los primos estuvieran tan distanciados; se ve que se golpeó la cabeza. ¿Por qué no querés ir? Raúl se atusa la barba. No tengo nada en común con mi hermano dice. ¿Ni siquiera el padre?  Raúl lo mira, levantando las cejas.  ¿Nunca le preguntaste si no le pesa trabajar con él? inquiere Gustavo. Jamás hablamos sobre nuestro viejo.  Gustavo permanece en silencio.  ¿No me vas decir que  tal vez llegó el momento? Gustavo sonríe. Parece que no hace falta dice. Raúl se echa el pelo hacia atrás, se restriega la cara y comenta me quedé rumiando en lo que charlamos el otro día; me di cuenta de que volver a engancharme en las empresas de mi viejo es tirar por la borda todo lo que venimos trabajando acá; por suerte un amigo me pidió un proyecto para refaccionarle la casa y, además, estuve pensando en lo del emprendimiento; ¿sabés lo que es Autocad? lo mira a Gustavo que niega con la cabeza un programa de dibujo que se utiliza en arquitectura; lo manejo con los ojos cerrados,  tengo mucha experiencia; se me ocurrió dar clases, ¿te parece un disparate? Gustavo sonríe. Parece una buena idea aprueba, satisfecho. Consigo mismo, satisfecho.

Miércoles 24 de octubre de 2012
No sé cómo no se me había ocurrido antes capitalizar mi experiencia con el Autocad comenta Raúl luego de atribuir al tránsito los minutos de demora. Quizá porque pensás más en las cosas que no sabés hacer que en las que sí.  Ya me hice una página web, mi hijo mayor me ayudó; averigüé por aranceles potables sonríe con frescura hoy a la mañana recibí las primeras dos consultas, uno parece que prendió, ni que hubiera recibido dos cheques por diez mil dólares, me puse tan contento; ¿te parezco un pelotudo?, ¿no?; cincuenta años y entusiasmado como un pibe con un juguete nuevo. Me parecés un hombre con un proyecto indica Gustavo. Hace rato que no tenía más proyecto que odiar a mi viejo reconoce Raúl un odio que, como un veneno, me va quitando las fuerzas. Tal vez llegó el momento de que empieces a actuar no en contra de tu padre sino a favor tuyo. El domingo nos reunimos por el día de la madre; se lo comenté a mi viejo, ¿qué te parece que me dijo el rey de Textilandia? Gustavo se pone alerta, de ninguna manera va a permitir que, otra vez, le socave la autonomía. Arriesga algo propone Raúl, sonriendo. Lo mío no es la adivinación dice Gustavo levantando las palmas. Que era una buena idea; por una vez en la vida mi viejo me dio el okey; ¿estará tramando algo?; me ofreció alguna de sus múltiples oficinas para dar los cursos Gustavo levanta las cejas no, no te alarmes, le dije que en casa me arreglaré perfectamente.  ¿Lisa qué opina? Que mientras no exija una inversión todo va bien; dice que no tengo nada por perder y que sería bárbaro que pudiera enseñar algo que siempre me gustó tanto; ¿sabés?, estuve a punto de ofrecerle a Sebastián unos pesos para manejarme la página, pero después decidí que mejor no contaminar la relación; algo se aprende de la experiencia propia. Gustavo lo mira sonriendo. Hoy estoy de más, piensa. Además mi amigo me aceptó el presupuesto para arreglarle la casa; ¿qué te pasa que estás mudo? pregunta Raúl como si le hubiera leído la mente. Solo satisfecho de escucharte. Raúl lanza una carcajada. Luego mira el reloj me tengo que ir un rato antes, cité al técnico de la compu a las seis, después no podía; necesito agregarle memoria. Gustavo se incorpora. No te podrás quejar, hoy no te di trabajo dice Raúl. Gustavo le tiende la mano.  Raúl se la estrecha con fuerza. Gracias por el empujón dice.

Miércoles 31 de octubre de 2012
Raúl se sienta. Cruza la pierna derecha sobre la rodilla izquierda. Extiende un brazo sobre el respaldo. Sonríe. Se te ve bien comenta Gustavo. Estoy bien le aclara Raúl la página está funcionando a full; logré armar un grupito; el lunes di la primera clase. ¿Cómo te sentiste? De diez comenta parece que hubiera nacido para enseñar; Lisa cuando me veía explicarle algo a mis hijos me lo había dicho varias veces. ¿Qué pasó con la refacción? pregunta Gustavo. Empiezo mañana, da para unos cuantos meses dice Raúl y calla. ¿Lisa? Raúl lanza una carcajada. Ya sabés, es una putaestamos cojiendo como nunca. Ante el prolongado silencio,  Gustavo pregunta ¿algo de lo que quieras hablar? Raúl se encoge de hombros., se queda un rato pensando y luego dice el viernes lo llamé a mi hermano; vinieron el sábado, cena de cuatro; no estuvo mal, nosotros medio trabados pero las mujeres condujeron la noche, se quedaron hasta la una. ¿Por qué se te ocurrió llamarlo? Pregunta Gustavo, extrañado. Lisa me insistió, en realidad ella siempre me insiste pero si me siento mal, no me dan ganas de verlo; odio ser siempre el perdedor; empiezo a sentirme mal cuando lo veo bajar de su Mercedes; fue la primera vez que se tocaron temas personales; están teniendo problemas con su hijo mayor; es probable que repita cuarto año por segunda vez; no saben en qué anda; le sugerí que lo llevaran a un sicólogo, ellos son muy resistentes al respecto, para tratar de presionar les comenté que yo estaba en terapia, se sorprendieron mucho, para mi viejo ese siempre fue un tema tabú; por primera vez en mi vida me dio pena, me imagino la preocupación de tener un hijo así; nosotros tuvimos suerte con los chicos, son dos joyas. No es solo cuestión de suerte acota Gustavo. Puede ser solo comenta Raúl y luego calla. Tanto tiempo que Gustavo pregunta ¿en qué estás pensando? Raúl mira el piso, se reacomoda, carraspea. Al fin dice ¿te parece que siga viniendo?, ya todo se encaminó. Gustavo se queda helado. ¿No querés venir más? No es eso, me pregunto hasta cuando necesitaré seguir en terapia. Gustavo mira el reloj. Considero que el alta es prematura pero ambos lo pensaremos durante esta semana; te veo el miércoles que viene. Como dice mi hermano, no te largan más comenta Raúl mientras se incorpora.

Miércoles 7 de noviembre
A las cinco y diez, cuando Gustavo ya está desahuciado,  llega Raúl. No da ninguna explicación sobre su demora. Se sienta en el diván y, como siempre, cruza la rodilla derecha sobre la izquierda, las piernas bien abiertas, y descansa ambos brazos sobre el respaldo. Sonríe. Se te ve bien comenta Gustavo luego de un rato. Estoy bien dice Raúl y calla. ¿Tu emprendimiento? intenta Gustavo. Viento en popa. El silencio se instala, espeso. Gustavo fija su mirada en la de Raúl, que vaga, errante. No sé si te acordás de que el miércoles pasado te dije que quería terminar con la terapia al fin se decide Raúl. Lo recuerdo perfectamente. Y qué, ¿no me vas a dejar ir? Yo no soy el dueño de tus decisiones contesta Gustavo. Va a continuar cuando recuerda las palabras de Ana María. Por qué hacerle pasar un mal momento. Me parece importante que te animes a sostener tu deseo agrega sé bien lo difícil que es abandonar a un analista y cuando termina de decirlo descubre su error. Ojo que yo no te estoy abandonando, no es contra vos, es a favor mío; te agradezco un montón; no sé cómo explicártelo pero esta terapia rompió una soga que me ligaba a mi viejo: me siento libre, el alivio es gigantesco. Y no querés. ahora, quedar ligado a mí recoge Gustavo la tesis de Ana María. Raúl hace un gesto de sorpresa.  Se reacomoda. Es cierto reconoce recién me doy cuenta, necesito sentirme autónomo, por primera vez en mis cincuenta años. Y yo te reconozco tu derecho; sabés que, por supuesto, poder recurrir a mí en el momento en que vos sientas que lo precises. Raúl suspira. Qué bueno, no quería discutir con vos confiesa. Ya nos peleamos bastante le recuerda Gustavo. Ambos ríen. ¿Ya me tengo que levantar? Tenés tiempo hasta las seis menos diez le recuerda. Te quiero hablar de mi sobrino, Joaquín se llama anuncia Raúl. Sí, algo me comentaste. Ayer estuve charlando con él, no está bien ese chico; le sugerí que hiciera una terapia, le conté cuánto me había servido a mí; hoy me llamó y me preguntó si le podía recomendar a alguien. Gustavo se adelanta a la pregunta que se aproxima; Natalia no, sería más apropiado un varón; quizás Javier o Enrique. ¿Vos atendés adolescentes? lo sorprende Raúl. Por qué no, él dejará de ser su paciente. Gustavo asiente con la cabeza. ¿Te gustaría atenderlo? Tendríamos que tener primero una entrevista. ¿Le puedo dar tu teléfono? Instantes después Raúl se incorpora. Me voy anuncia. Ya frente a la puerta abierta Gustavo le tiende la mano. Suerte dice. Raúl, obviando la mano extendida, lo abraza.










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