Sesiones de Camilo

Miércoles 1 de agosto de 2012
Camilo se estira los dedos, resopla, la vista clavada en la ventana.  Parece que estás de mal humor sugiere Gustavo y recuerda a Martina, en la próxima pausa tratará de calmarla. Re admite el chico. ¿Me querés contar por qué? La profe de Cívica nos mandó un trabajo superlargo para mañana y al final lo tengo que hacer yo solo. Qué tal si me explicás desde el principio.  Camilo se endereza en el asiento, lo mira. Me tocaba  con Leo, pero yo tuve que venir para acá; él me invitó a dormir para hacerlo a la noche pero yo no quise. El chico saca el celular del bolsillo, lo abre, vuelve a guardarlo. Se rasca la nariz.  ¿Por qué no quisiste ir? El chico se ruboriza Leo tiene una hermana. ¿Entonces? Las mujeres molestan, no te dejan estudiar. Gustavo, divertido, agrega vos también tenés una hermana. Pero es chica dice Camilo mientras juega con la malla del reloj. ¿Y la de Leo? Es más grande que yo, está en segundo¿Cómo se llama? Sofía contesta y las mejillas ya son dos frambuesas. A Gustavo le cuesta ocultar una sonrisa. Contame cómo es. Morocha, alta, con el pelo por la cintura la mirada de Camilo se entierra en el piso linda, relinda y dos  lagrimones comienzan a rodar. Al cabo de un buen rato Gustavo pregunta ¿por qué llorás? El chico levanta la cara mojada. ¿No te das cuenta?, por estas muletas de mierda. Gustavo siente el impulso de abrazarlo. No,  tras  dos meses de intentarlo Camilo pudo quebrarse, de ninguna manera debe consolarlo. Piensa y piensa hasta que le llega la frase correcta. Un alivio. Está por decir vos no sos tus muletas, cuando el chico se limpia las mejillas con la manga y pregunta ¿puedo ir al baño? Gustavo asiente, lamentándolo. Cuando lo ve de espaldas, alejándose, se acuerda de Nacho. Cierra los ojos. ¿Cuál era Tomás?, ¿el rubiecito que llevaron a Pinamar? Cuando la llame a Martina se lo preguntará. Solita en casa, qué peligro. Cecilia está loca, le hubiera avisado a Juana. Gustavo escucha las muletas. Parpadea. Camilo se acomoda. Él intenta ¿en qué estás pensando? y no se sorprende cuando Camilo, como si le hubieran apretado un botón, arranca en el trabajo de Cívica, tenemos que buscar en los diarios notas sobre la discriminación y después comentarlas. Gustavo podría intentar relacionarlo con las muletas pero el momento ya pasó. Habrá que tener paciencia. Camilo sigue hablando de lo que planea escribir. Qué lúcido es este pibe, evalúa Gustavo y escucha con interés los proyectos cívicos de Camilo.

Miércoles 8 de agosto de 2012
No sé para que sube dice Camilo mientras se ubica. Y cuando Gustavo está por preguntarle por qué le molesta que su padre suba, el chico cuenta me pusieron un diez en cívica, fue el único diez. A medida que describe el trabajo, Camilo cobra aplomo, crece, piensa Gustavo,  un pez en el agua. Gustavo lo proyecta hacia adelante ¿político?, ¿abogado? Ojalá Nacho pudiera expresarse así. Gustavo espera, atento, alguna señal. Camilo dice papá me felicitó, pero siempre me felicita resopla  por cualquier cosaHoy comentaste que no sabías por qué tu papá subía con vos. Camilo, volcado sobre el respaldo, los brazos tras la nuca, de golpe se endereza. ¿Te molesta? pregunta él y como no obtiene respuesta insiste ¿por qué te molesta?. El rostro de Camilo se endurece ¿no te das cuenta?, me trata como a un nene, tengo trece años. Gustavo permanece en silencio, mirándolo, qué decir. Ya sé lo que estás pensando lo encara el chico cómo me va a dejar solo si soy rengo va subiendo la voz  pero siempre voy a ser rengo, entonces tengo que aprender aprieta los dientes me asfixia, me ahoga se deja caer con violencia sobre el respaldo. Cuando el silencio ya se hace demasiado tenso. Gustavo pregunta ¿qué pasó? El chico lo mira. Hace meses que tu papá te acompaña, ¿a qué viene ahora tu enojo? No pasó nada. Tratemos de pensar por qué justamente hoy te irritan sus cuidados. El chico se muerde los labios, la vista en el piso. Gustavo, la suya en los jacarandás, reflexiona, Camilo jamás mostró hostilidad hacia su padre, al contrario, respeto, cariño, admiración. Entonces, lo observa.  El sol cae de lleno sobre el cabello rubio.  Las mejillas coloradas, los pómulos marcados, la boca delineada como con pincel. Tan bello que impresiona. Camilo, con un movimiento brusco, eleva la cabeza y lo mira. Tanta ira en los ojos color miel que Gustavo, instintivamente, baja la vista.  Cuando vuelve a elevarla, los ojos de Camilo siguen ahí, clavados en él. Y aunque a Gustavo le duele cada poro, siente que su pecho se abre para recibir ese odio que necesita ser alojado, aunque no sea para él. Y así quedan, mirándose de pleno, casi sin pestañear, por un tiempo inmensurable. Hasta que el timbre los exime. Seguimos la próxima dice Gustavo, incorporándose. Camilo, mientras busca las muletas, masculla si es que vengo. Gustavo abre la  puerta, ¿Todo bien? pregunta el padre.

Miércoles 15 de agosto de 2012
Vine solo  informa el chico y luego agrega bah, subí solo. Lo cual es bastante lo reafirma Gustavo. Camilo se desplaza con inusual soltura y se instala en el diván. ¿Cómo anduvo esa semana? El chico lo mira. Bien, en la escuela muy bien responde al cabo de un rato y calla. ¿Y en lo demás?  Camilo se encoge de hombros, normal dice y sumerge la mirada en los estantes de la biblioteca.  ¿Algo que me quieras contar?  El chico le habla de la tablet que le prometieron para el cumpleaños. Él es el encargado del estudio de mercado. Describe con minuciosidad modelos, precios, propiedades. Es como Nacho, piensa Gustavo,  bytes en la sangre. El chico está  comentando los videos pesan mucho cuando queda como suspendido, los ojos muy abiertos. ¿Qué pasa, Camilo? El chico parpadea repetidamente y dice me vino a la cabeza el sueño de anoche.  El pulso de Gustavo se acelera. Me gustaría mucho escucharte. Camilo lo mira un instante pero después fija la vista en la ventana. Yo estoy en el piso levantando pesas, todo sudado, los brazos me tiemblan  y escucho la voz de papá que dice Camilo vení a comer que es muy tarde y yo me distraigo y las pesas se me caen encima y me aplastan y yo trato de levantarlas pero no puedo y lo quiero llamar a papá para que me ayude y la voz no me sale y me doy cuenta de que me voy a morir porque ya no puedo respirar. Gustavo intenta memorizar palabra por palabra. Luego de un largo rato pregunta ¿entonces? Entonces me despierto informa Camilo jugueteando con sus orejas, la vista baja. ¿La situación te recuerda algo? El chico abandona las orejas y sacude la cabeza. Gustavo decide jugarse el todo por el todo y pregunta ¿cómo fue el accidente? No me acuerdo. ¿Perdiste la conciencia? Camilo se endereza de golpe.  ¡¡Te dije que no sé!! Gustavo llena un vaso de agua y se lo ofrece. Camilo toma un trago, mira su reloj. Igual ya es tarde dice. Apoya una pierna y se incorpora.

Miércoles 22 de agosto de 2012
¿Cómo anduvo la semana? pregunta Gustavo. Bien contesta Camilo. ¿Algo que me quieras contar? El chico niega con la cabeza. ¿Algún otro sueño? ¿Por qué te interesan tanto los sueños? Los sueños suelen expresar sentimientos que están muy dentro de nosotros, de los que a veces no nos damos cuenta. Camilo saca un chicle del bolsillo y pregunta ¿te molesta? Gustavo niega. El chico masca en silencio. Luego de un buen rato clava la vista en Gustavo. Desafiante. Sí que me acuerdo del accidente dice. Gustavo experimenta una profunda emoción. ¿Me lo contás? propone. El chico hace un globo. Se le revienta  contra los labios. Se saca el chicle de la boca, lo envuelve en un pañuelo de papel que agarra de la mesita y se lo mete en el bolsillo. Crucé la calle corriendo cuenta y un auto me atropelló. Unos segundos después agrega la culpa fue mía y calla. ¿Por qué hablás de culpas? Porque soy un pelotudo, crucé mal. ¿Cambia en algo las cosas adjudicarle a alguien la culpa? ¡¡No entendés que estoy rengo y encima es por mi culpa!!  Si la culpa hubiera sido del auto, ¿te sentirías mejor? El chico lo mira, parece sorprendido. Me gustaría que me contaras el accidente con detalle, todo lo que recuerdes, todo lo que se te vaya presentando. ¿Para qué? Creo que si lográs revivirlo, te vas a sacar las pesas de encima. El chico carraspea y cuenta estaba caminando por la calle y empecé a correr, seguí corriendo y cuando llegué a la esquina no paré y el auto me pisó y me quedé rengo. Gustavo sirve dos vasos de agua. Ambos toman. Camilo se recuesta sobre el respaldo. Estoy muy cansado dice. ¿Querés acostarte? propone Gustavo y como el chico solo lo mira se rectifica me gustaría que te acostaras. Camilo se encoge de hombros y obedece. Gustavo le alcanza un almohadón. Cerrá los ojos pide pensá de nuevo en el accidente. Camilo se oprime los párpados. ¿En dónde estás? En la esquina del colegio contesta en un susurro. Estás caminando por la calle y de pronto empezás a correr hace una pausa ¿por qué empezás a correr? Porque lo veo a mi papá. ¿De dónde venís? De lo de Leo, fui a lo de Leo a hablar por teléfono porque mi hermana tenía miedo. ¿Miedo de qué? Era tarde y papá no llegaba y yo lo llamo pero no me atiende entonces vuelvo porque dejé sola a Luciana y ella tiene miedo porque es chica y además mujer, y cuando vuelvo lo veo a papá y cuando lo veo me alivio entonces corro y corro hasta que mi papá grita Camilo y entonces yo me paro y ahora escucho los frenos del auto y después estoy en el piso y el auto está arriba mío y me quiero parar pero siento tanto peso y se me cierran los ojos yo los quiero abrir pero se me cierran y me duele y después lo escucho a papá y abro los ojos y lo veo pero ya no los puedo abrir más y después escucho una sirena pero desde afuera porque estoy adentro y alguien me golpea el pecho y cuando al fin puedo abrir los ojos los veo a mi hermana y a mi papá pero no me miran porque mi hermana llora y mi papá la abraza y el hombre me sigue pegando y me doy cuenta de que me voy a morir porque ya no puedo respirar entonces me mueven y me bajan y me sacudo y me duele y todos gritan y alguien me agarra la mano y es mi mamá porque la escucho y tengo una máscara y me muero y me duele tanto que grito y lo llamo a mi papá y le pido que me ayude porque un cocodrilo me está mordiendo las piernas y mi papá me abraza y me dice que ya todo va a pasar pero no es cierto porque abro los ojos y lo veo a mi papá que está llorando y yo nunca lo vi llorar a mi papá. Camilo calla. Las lágrimas ruedan silenciosas por sus mejillas. Gustavo se incorpora. Se sienta a su lado en el diván y le toma la mano. Estoy con vos, acá. El chico abre los ojos. Se sienta. Gustavo lo abraza. Camilo solloza.

Miércoles 29 de agosto de 2012
Camilo ya no le informa que subió solo. Batalla ganada en la dura lucha por su autonomía. Perdón dice se me hizo tarde. Gustavo mira el reloj, tres minutos. ¿Te molesta llegar tarde? El chico asiente con la cabeza. Gustavo recuerda a Ana María, entonces insiste ¿por qué? Camilo lo mira con sorpresa. Porque está mal contesta. A ver, a ver dice él qué pasaría  si te demoraras en llegar acá. Qué se yo, nada, pero vos a lo mejor te preocupás. ¿Qué creés que haría yo si te retrasaras demasiado? El chico se encoge de hombros. No sé, nunca lo pensé responde. ¿Y si lo pensás ahora? Supongo que llamarías a mi papá al celu. Que es lo que vos hiciste cuando tu papá se demoró. La cara del chico se tensa. Sí, pero mi papá no me atendió. Gustavo solo lo mira a los ojos, en silencio. Un largo rato después Camilo agrega no sé por qué mierda no me atendió. ¿Se lo preguntaste? El chico cabecea, luego juega con la boca, se muerde los labios. ¿Por qué te enoja tanto que no te haya atendido? Si me hubiera atendido yo no estaría rengo. ¿Alguna vez se lo dijiste? Los ojos del chico son dos platos. ¡¡No!! ¿Por qué te parece tan obvio?  Porque él ya se siente bastante mal por eso. ¿Y cómo lo sabés? Porque lo escuché. ¿Qué es lo que escuchaste? Cuando estaba en el hospital dijo varias veces ¨fue mi culpa¨, él se creía que yo estaba dormido pero lo oía, todo oía. ¿Estaban solos? No, con mi mamá. ¿Y qué decía tu mamá? Ella no decía nada, lo abrazaba. ¿Nunca le preguntaste por qué se le hizo tarde? Camilo sacude la cabeza, tanto que el flequillo le tapa los ojos. Me cansé de hablar de esto informa echándose el cabello hacia atrás. ¿Y de qué te gustaría charlar? El chico se queda un rato pensando y al cabo dice me nombraron delegado del curso; están modificando el reglamento y quieren conocer nuestra opinión. ¿Por qué te parece que te eligieron? Dicen que hablo bien cuenta sonriendo, la vista baja. ¿Qué modificaciones proponen?  Camilo se endereza en el asiento y comienza a hablar con fluidez, tanta que  Gustavo piensa en Nacho y le duele, cómo le duele. Largo rato después el portero eléctrico los interrumpe. Gustavo mira el reloj. Las quince y cincuenta. Exactamente.

Miércoles 5 de setiembre de 2013
Hace rato que Camilo está hablando del colegio cuando  intempestivamente dice anoche tuve un sueño raro. ¿Me lo contás? propone Gustavo.  Es que mucho no me acuerdo. Sin embargo considerás que fue raro, ¿por qué? Yo estaba adentro de un envase y me caía arena en la cabeza; cada tanto alguien daba vuelta el envase pero yo quedaba de nuevo con la cabeza para arriba y me seguía cayendo la arena. La sangre de Gustavo cobra otro ritmo, sus neuronas en frenética sinapsis. ¿Te gustaba estar allí? pregunta. No, era horrible; me quería escapar pero no podía porque el envase me sujetaba. Contame más del envase pide. Era transparente  y alto como yo; ancho en la cabeza y en los pies pero apretado en la panza. Cuánta razón tenía Ana María  ¿El envase se parecía a algún objeto que vos conozcas? El chico niega con la cabeza. Pensemos juntos: transparente, como dos embudos invertidos, con arena que va cayendo de a poquito.  Camilo se queda unos segundo pensando y luego arriesga ¿un reloj de arena? Gustavo solo levanta las cejas. Yo tengo uno para jugar al Scrabel  informa Camilo. ¿Con quién jugás al Scrabel? Con mi papá, casi siempre me gana. ¿Qué te parece que podría representar el reloj de arena? ¿El tiempo? contesta el chico. Cerrá los ojos pide Gustavo  trata de ver quién está dando vueltas el reloj. No hace falta dice Camilo con los ojos muy abiertos ya sé quién lo daba vueltas. ¿Quién? Un hombre sin cara. Gustavo toma un vaso de agua con parsimonia. ¿Te acordás de lo que charlamos la sesión pasada? pregunta luego. Claro  contesta el chico. Me parece que te preocupa mucho saber por qué llegó tarde tu papá, tal vez sería bueno que se lo preguntaras. Camilo lo mira en silencio. Silencio que varios minutos después es roto por el portero eléctrico. El chico, instintivamente mira la hora. Está esperando el ascensor cuando dice a lo mejor cuando sea grande voy a ser sicólogo. 

Miércoles 12 de setiembre de 2012
El sábado es el cumple de Leo dice el chico luego de hablar un buen rato sobre su nueva tablet.  ¿Cómo lo festeja? Hace un baile. A Gustavo le duele por anticipado lo que sabe que vendrá.  Pero no voy a ir. Gustavo está obligado a hacer la inútil pregunta ¿por qué?  Camilo lo mira.  Ya sabés por qué, no preguntes boludeces. ¿Qué es lo que supones que sé? y vaya si Gustavo se siente boludo. Torpe, al menos. No puedo bailar contesta el chico por si no te diste cuenta. Pero sí podés escuchar música, sí podés conversar. Claro, a las chicas les va a encantar quedarse sentadas dándome charla. ¿Por qué no? dice Gustavo no creo que haya demasiados chicos que hablen tan bien como vos, por algo te eligieron como delegado le recuerda. Gustavo tiene un impulso. Se levanta y descuelga el espejo del pasillo. Regresa. Acerca su sillón al diván y coloca el espejo de modo que se refleje en él el rostro del chico.  ¿Qué ves? le pregunta. A mí, obvio. Olvidate que sos vos, contame qué ves. ¿Es un juego? pregunta Camilo. Supongamos que sí. El chico se observa largamente.  Es raro verse  comenta  uno nunca se mira. ¿Qué ves? insiste Gustavo.  Un chico. ¿Cómo es? Rubio, con el pelo bastante largo. ¿Los ojos? Comunes, marrones. Miralos bien. Bueno, no son marrones, marrones; son más claritos, casi amarillos, con puntitos verdes. ¿La nariz? Qué se yo, común. ¿Grande?, ¿torcida? El chico cabecea frente al espejo.  Siempre me dicen que la tengo respingada como mi mamá, es que yo me parezco mucho a mi mamá. ¿Y cómo es tu mamá? Relinda. Gustavo baja el espejo, lo apoya en el suelo.  Camilo, mirame. El chico obedece. Bailar no es la  única manera de conquistar a una chica. Sí, pero… se interrumpe.  ¿Pero qué? Ellas quieren otras cosas.  ¿Qué? Camilo calla.  ¿Qué las besen?, ¿qué las acaricien?  Camilo mira el piso, la cara roja.  ¿Pensás que vos no lo vas a podés hacer?; el problema de tu pierna ¿te impide tener una erección?, ¿te impide masturbarte? Ante la visible turbación del chico Gustavo agrega no hace falta que me contestes. Momento en que el chico levanta la vista. Camilo, vos no sos tus muletas ahora sí le dice. Quedan un rato en silencio hasta que el chico luego de mirar el reloj dice mi papá pidió que bajara cinco minutos antes busca las muletas y se incorpora. En el momento de despedirse Camilo dice me parece que voy a ir a la fiesta. La puerta ya cerrada, Gustavo sigue sonriendo.

Miércoles 19 de setiembre
¿Viste que lindo día? pregunta el chico es que el viernes empieza la primavera. Es cierto dice Gustavo y descubre que lo había olvidado ¿lo vas a festejar? Claro, como todos las años, ¿por qué este año no habría de festejarlo? Gustavo lo mira fijo, en silencio, un largo rato. El chico le sostiene la mirada.  Vamos a la quinta de un compañero, la misma de siempre dice de pronto y baja la mirada al agregar el año pasado no pude ir ¿Por qué? pregunta Gustavo preparándose para un exabrupto. Estaba internado contesta Camilo casi en un susurro. ¿Estuviste mucho tiempo internado? No me acuerdo. Si no te acordás seguramente fueron unos pocos días intenta Gustavo. Camilo  agita el puño, la palma hacia arriba, los dedos juntos. Sí, seguro, la primera vez estuve como dos meses; la segunda, en Estados Unidos, casi quince días. ¿Te operaron dos veces? Sí, pero no me quiero acordar. ¿Por qué?  Camilo lo mira con rabia ¿qué te pensás?, ¿qué la pasé de diez? Me imagino que no dice Gustavo lamentando haber transportado al chico desde el picnic de la primavera hasta la cama de hospital. Se sirve agua y le ofrece a Camilo. Beben los dos. ¿Dónde queda la quinta? pregunta. El chico se encoge de hombros. Ni idea dice.  Gustavo percibe, con pavor, que su mente se ha quedado en blanco. No sabe qué decir, no intenta siquiera pensar qué decir. Se instala el silencio. No de segundos, corren los minutos. Gustavo siente que nunca podrá volver a hablar. Camilo juega con su celular. Lo pone y lo saca del estuche, la vista baja. De pronto lo mira con intensidad. Fue un infierno dice te juro que si hice algo mal ya lo pagué; bah, ese fue el anticipo, ahora lo sigo pagando en cuotas. ¿Creés en Dios? Si, justo, ¿te parece que puedo creer en Dios después de lo que me pasó? Quién tengo adelante, se alerta Gustavo, ojo con este pibe, no me perdonará una simpleza. ¿Hablás con tus padres de lo que sentiste en esa época? Camilo agita la cabeza. ¿Para qué?, todos la pasamos mal.  A lo mejor te alivia contar lo que padeciste. Lo que quiero es olvidarme. ¿Y podés? No, cómo voy a olvidarme si todavía me duele. Nunca comentaste nada, qué te duele. Todo; ¿te animás a ver? Por supuesto contesta Gustavo. Estoy asustado, piensa. El chico se levanta el pantalón. La pierna tiene la forma normal pero es un rosario de cicatrices. Gustavo se asombra de haber pensado en un rosario. Vaya con Dios, se tomó vacaciones.  Te dio asco, ¿no?, seguro que te dio asco. No, ¿por qué habría de darme asco?, se ve que ya está todo completamente cicatrizado; ¿a vos te daba asco? Al principio no quería mirarme pero cuando empecé a bañarme no me quedó más remedio que mirar; antes estaba mucho peor, mi mamá al principio tampoco se animaba a mirarme, tenía que curarme mi papá; pero en Houston me mejoraron bastante; me hicieron una microsurgical reconstruction, ¿sabés inglés? Bastante  contesta Gustavo. Cuando mi papá se volvió, era yo el que hablaba con las enfermeras y los médicos, mi mamá se ponía tan nerviosa que no entendía nada, eso que estudió muchos años. ¿Vos hablabas con los médicos? Sí, a veces estaba mi tía que vive allá, estuvimos en su casa más de un mes. ¿Te dolía mucho? No te lo puedo explicar, quería morirme, le pedía a mi papá que me matara; una vez intenté asfixiarme con la almohada pero no funcionó. Gustavo siente un sudor frío que le moja la camisa. Ojo con este chico, se repite. ¿Por qué no funcionó? pregunta mientras se abotona el chaleco.  Cuando me empecé a ahogar tiré la almohada a la mierda. Será que en el fondo no querías morirte. No podía pensar en nada, estaba tomado por el dolor, como las películas de los demonios. ¿No te daban calmantes? Acá me daban morfina, no sabés cómo esperaba que llegara la enfermera, se terminaba todo, a veces me reía de mi dolor pero después él volvía más furioso; cuánto más lo sacaban cuando volvía inventaba una tortura peor. ¿Cómo te defendías?, ¿llorabas, gritabas? Al principio sí pero después para lo único que me servía era para que mis papás se pusieran mal. ¿Estaban siempre con vos? Siempre, a veces uno a veces los dos. ¿Y cuándo intentaste ahogarte con la almohada? Mamá se había quedado dormida en la silla, pobrecita; pero después el dolor se fue aliviando un poco, o será que me acostumbré; pero cuando fui a Houston fue peor todavía; yo le pedía morfina al médico pero me explicó que  el dolor me iba a acompañar mucho tiempo, era muy riesgoso que me acostumbrara a la morfina; me dieron otras cosas, claro, pero como la morfina no hay, te deja como volando y sos feliz, por un ratito sos feliz. ¿Y ahora cómo estás? Me parece que nunca más voy a ser feliz. ¿Por el dolor? Eso es lo de menos, me duele pero se aguanta. ¿Y qué es lo demás? Ya no puedo estar contento. ¿Porque no podés caminar bien? Sí, también por eso. ¿Y por qué más? No sé, a lo mejor porque ya no creo en Dios. Camilo mira el reloj. Qué raro que no vino mi papá, se pasó dos minutos. Busca las muletas, se para y se acerca a la ventana. Te dije dice sonriente está abajo. Cuando está saliendo dice estuvo buena la fiesta.

Miércoles 26 de setiembre de 2012
Tras un largo rato de hablar sobre la película que vio el fin de semana, Camilo informa ayer le pregunté a mi papá por qué había llegado tarde el día del accidente. Como calla, Gustavo inquiere ¿qué te contestó? Camilo sonríe de costado que no se acordaba; empezó a decir boludecesme dio vergüenza. ¿Vergüenza? Por él contesta el chico, se echa el cabello hacia atrás y agrega por suerte mamá nos llamó a comer. Se queda un rato mirando por la ventana y luego dice no sé por qué mierda no me miente. ¿Cómo es eso? Que es un boludo, hubiera inventado cualquier cosa así no lo jodía más. Camilo lo mira a los ojos y plantea ¿qué te parece que pasó? ¿Y a vos? repregunta Gustavo.  Algo malo, si no me lo diría. ¿Cómo qué? ¡Qué sé yo!  dice en mal tono ¡y qué mierda me importa!, no quiero hablar más. Busca las muletas, se incorpora, camina hasta la ventana, apoya la frente en el vidrio. Salió el sol informa y luego agrega capaz que hoy voy a estudiar a lo de Leo, tenemos que hacer un trabajo sobre los griegos. ¿De qué depende? De nada, voy.  Gustavo revisa en sus neuronas. Entonces Sofía no va a estar. Camilo gira bruscamente, tanto que trastabilla. ¿Quién te dijo? Vos comentaste que la hermana de Leo se llama Sofía. Te dije tantas cosas, ¿cómo te acordás? Porque me hablaste bastante de ella. ¿Sí? Dijiste que era muy linda. Las mejillas de Camilo se encienden. Me contaste, también, que las mujeres no dejaban estudiar, ¿qué te hizo cambiar de opinión?  El chico se encoge de hombros. ¿Para qué me preguntás lo que ya sabés? dice mientras se apoya nuevamente en la ventana ahí llegó mi papá informa y agrega, sonriendo, pícaro como vos siempre decís, la seguimos la próxima. A este pibe lo quiero, descubre Gustavo.

Miércoles 3 de octubre de 2012
¿Cómo te fue en lo de Leo? inicia la sesión Gustavo. Camilo sonríe, travieso ¿vos me estás preguntando por Sofía?  Gustavo  abre los codos, las palmas extendidas yo te pregunté por tu amigo pero si vos querés hablarme de Sofía... Camilo lo mira, con complicidad. Cuando Leo se fue a duchar me quedé charlando con ella  un rato relargo. ¿Sobre qué? Del colegio, ella también es delegada de su curso; quedamos en que iré a su casa el viernes a la tarde para presentar un proyecto conjunto de primero y segundo año, para que nos pongan profesores de apoyo en horario extraescolar; después trataremos de enganchar al delegado de tercero; el papá de ella es abogado,  nos va a dar una mano con la nota; espero que mi papá me pueda llevar. ¿Y si no puede? Le pido a mi mamá o  me tomo un remís; no me dejan viajar en colectivo, yo me animo pero todavía no me dejan. ¿Y antes del accidente? Sí  contesta Camilo alargando la i iba a todos lados con mis amigos; ¿vos no podés hablar con mis viejos y decirles que me dejen? ¿Te gustaría que yo hablara con tus padres? arriesga Gustavo. De eso sí. ¿Y de qué no? Camilo lo mira, muy serio ¿todo lo que yo te cuento es un secreto entre nosotros, no? Por supuesto lo tranquiliza Gustavo solo aceptaría conversar con tus padres en tu presencia. ¿Ellos te pidieron? Sí, varias veces. Pero les dijiste que no se reasegura Camilo. Me negué porque consideraba que no era el momento propicio, tal vez ahora sí lo sea. ¿Y si yo no quiero? Por supuesto que no, este es tu espacio.  Camilo se queda en silencio un largo rato. Luego pregunta ¿te parece que le lleve algo? ¿Cómo? pregunta Gustavo, desconcertado. Si queda bien que le dé a Sofía algún regalo. Cómo le cuesta a Gustavo contener la sonrisa.  Podrías llevarle una golosina, a casi todas los mujeres les gustan las cosas dulces lo aconseja. Es una buena idea dice pensé en unas flores pero es demasiado jugado. ¿Y vos tenés ganas de jugarte? pregunta Gustavo. ¿¡Ganas!?  el chico abre los ojos como platos me muero de ganas  hace una mueca con la boca pero también me muero de miedo. ¿Pensás que le gustás? Sería un milagro Camilo suspira y luego sonríe, triste y ya te dije que no creo en Dios, si no le pediría la energía regresa a su rostro primero tengo que conseguir alguien que me lleve. Me parece que si le contás a tu papá cuánta importanccia tiene para vos ir, él va a encontrar la manera de alcanzarte. ¿De veras te parece? Gustavo asiente con la cabeza. Capaz le digo. Minutos después, cuando lo despide, Gustavo propone avisame cuando quieras que invite a tus padres. Dale dice el chico.
Miércoles 10 de octubre de 2012
Camilo llega, se acomoda en el diván y calla. Luego de un rato Gustavo le pregunta. ¿Hay algo que me quieras contar? El chico niega con la cabeza. ¿Lograste que te llevaran a reunirte con Sofía? Sí, pero mi mamá se quedó charlando con la madre; un bajón. ¿Vos le pediste que se fuera? ¿Delante de todos le iba a pedir?, se tendría que haber dado cuenta sola, es grande, ¿no? ¿Se tendría que haber dado cuenta de que vos sos grande? le aclara Gustavo. ¡Obvio!, me trata como si tuviera diez años; Camilito de aquí, Camilito de allá; parece tarada.  ¿Con tu mamá también estás enojado? ¡No me los banco!, ¡no los aguanto más!  Camilo aprieta los puños cerrados. ¿Solo porque no pueden ver que ya creciste?  Camilo lo mira fijo, en absoluto silencio durante un largo rato y luego saca el celular del bolsillo. ¿Estás esperando una llamada? El chico niega con la cabeza y lo guarda. ¿Pasó algo? arriesga Gustavo. La otra noche los escuché discutir informa y calla. ¿Me querés contar? Camilo se encoge de hombros pero después de unos segundos dice oía las voces pero no entendía lo que decían; en un momento mi mamá empezó a llorar, entonces agarré un vaso y lo apoyé en la pared; me pareció escuchar que ella decía: ¨en algún momento se lo vas a tener que decir a los chicos¨. ¿Te pareció?  Camilo, sin mirarlo, reconoce no, lo escuché muy bien. Como el chico permanece en silencio Gustavo inquiere ¿y después? Se ve que mi hermanito también  oyó algo porque empezó a llorar, mamá lo fue a ver y así se acabó todo.  ¿Y qué se te ocurre que tendría que contarles tu papá? ¡Ni idea! ¿Pensás preguntárselo? ¡Para qué!, todavía no conseguí que me diga por qué llegó tarde; a mí no me lo va a decir nunca. ¿Y a quién pensás que podría decírselo?  Camilo calla.  Creo que hay muchas cosas que estás necesitando hablar con tus padres y que no encontrás la manera. El chico asiente con la cabeza. ¿Llegó el momento?, se pregunta Gustavo.  ¿Te parece que los invitemos a tus papás, a ver si aquí te resulta más fácil conversar con ellos? Camilo apoya la nuca sobre sus brazos cruzados, mira por la ventana. Después de unos cuantos minutos dice puede ser.

Miércoles 17 de octubre de 2012


No la recordaba tan bonita. El cabello largo, lacio y rubio. La nariz respingada. Los pómulos nórdicos. La cara del hijo, resuelve Gustavo. Besa la  mejilla de Valeria y estrecha la mano de. Francisco. Adelante los invita mientras les indica con el brazo extendido el camino.  Camilo, las mejillas ligeramente sonrojadas, le hace señas desde el palier. ¿Viste que te los traje? susurra. Gustavo se turba. No previó ni dónde sentarlos.  Busca una silla en el escritorio. Cuando entra al consultorio, encuentra a los tres parados junto a la ventana. Ubíquense,  por favor  indica señalando el diván. Allí se acomodan Valeria y Camilo.  Gustavo coloca la silla a la izquierda de su sillón. Francisco se sienta. Gustavo trata, nervioso, de diseñar una estrategia en mínimos segundos. Les sonríe, mientras tanto. Camilo dijo que querías vernos se decide a hablar Valeria. Gustavo busca los ojos del chico que hurta la mirada. Hace un par de sesiones que veníamos considerando la posibilidad de convocarlos. ¿Por algo en particular? pregunta Francisco. Camilo, ¿querés contarles vos? sugiere Gustavo. El chico niega con la cabeza. Me dejoó solo, rumia Gustavo.  Me parece que les está costando comunicarse. ¿Por qué dice eso? interviene Francisco. Hay cosas que Camilo quiere decirles y no puede y otras que quiere que ustedes le cuenten.  ¿Qué querés decirnos? pregunta la madre girando hacia él.  Camilo calla. ¿Te ayudo? propone Gustavo.  El chico se encoge de hombros. Camilo necesita más independencia transmite Gustavo siente que lo tratan como a un nene y que hay muchas cosas que no puede hacer. Me duele que diga eso Valeria se estruja las manos cuando, tanto mi marido como yo postergamos nuestras propias actividades para que él pueda ir a donde se le ocurra ir. No es eso lo que está diciendo Gustavo la interrumpe su marido. A ver, Camilo. ¿qué es lo que no te dejamos hacer? vuelve ella a la carga. ¡Viajar solo! ¡Pero sí te llevamos a todos lados! dice ella elevando la voz la semana pasada quisiste ir a lo de Leo a las cinco de la tarde y salí antes del trabajo para poder acompañarte. Sí, ¡y te quedaste esperando como si yo fuera un idiota!; ¡me hiciste pasar un papelón! ¡No le hables así a tu madre! lo reconviene Francisco. Gustavo está asustado. La situación se le escapa de las manos. Debería haberlo consultado con Ana María. Me parece que lo que está sucediendo confirma las dificultades a las que me referí al iniciar la sesión; Camilo está diciendo que necesita que se den cuenta de que creció; Valeria lo recibe como una ingratitud y Francisco solo intenta conservar la armonía; ¿por qué no tratan de escucharse? Se hace el silencio. Gustavo ofrece agua, todos beben.  Camilo lo convoca Gustavo ¿qué querés decirles a tus papás?  El chico deja el vaso sobre la mesa. Necesito que me dejen mover solo. ¿Te molesta que te llevemos nosotros? pregunta Francisco.  Camilo baja la mirada pero luego lo enfrenta. Sí  dice, rotundo me da vergüenza¿Te avergonzás de tus padres? la voz de Valeria es un hilo. Los ojos del chico se llenan de lágrimas. No lo hagas sentir peor la recrimina Francisco.  Gustavo se acuerda de Natalia: ya le contará que no es fácil.  Camilo no se avergüenza de ustedes; le da vergüenza quedar como un nene frente a sus amigos Gustavo hace una pausa intencionalmente larga y sus amigas. Francisco sonríe. Ya entendió, decide él. Hijo, ¿cómo te podemos ayudar? pregunta el padre. Camilo se endereza en el asiento. Ya te dije, quiero viajar solo. ¿Ir en remís en lugar de que te llevemos? En remís pero también en colectivo.  ¡¿En colectivo?! pregunta la madre, los hermosos ojos muy abiertos ¿con las muletas? Gustavo observa a Camilo, los hombros caídos, la vista en el piso. Quizá sea complicado viajar solo, pero si algún compañero lo ayuda, seguramente se podrá arreglar  propone mientras observa el rostro de Francisco. El hombre traga saliva, los ojos húmedos. Gustavo, por primera vez, se imagina a Nacho discapacitado. Se acuerda de Raúl, y hace girar la lengua contra el paladar. Estoy de acuerdo, hijo enuncia el padre mañana mismo comenzaremos a practicar. Las silenciosas lágrimas de Valeria  se van transformando en sollozos. Camilo la abraza.

Miércoles 24 de octubre de 2012
Valeria no pudo venir explica Francisco mientras se sienta tuvo que ir a buscar a  nuestro hijito menor al jardín porque estaba vomitando. Pero viniste vos aclara Camilo. ¿Hay algo que le quieras decir a tu papá? pregunta Gustavo. Luego de unos segundos el chico dice ya hablamos de lo que yo quería decirle, preguntale a él si no hay algo que quiera contarme. Gustavo, entonces, se dirige a Francisco. ¿Hay algo que quieras decirle a tu hijo? ¿Por qué me lo preguntás? inquiere Francisco, apretándose los nudillos. Gustavo calla.  Dale, papá, no te hagas el tonto se burla Camilo. No sé a qué te referís. ¿De qué cosa azul nos tenemos que enterar? El rostro de Francisco se transfigura. Cierra los ojos. Después de unos segundos Gustavo le pregunta  ¿te sentís bien? mientras le sirve un vaso de agua. Francisco bebé. No me contestaste insiste Camilo. Quizá tu papá prefiere hablar con vos a solas; ¿quieren que salga un ratito? propone Gustavo. Si te vas, no me lo va a contar plantea el chico.  No se puede obligar a nadie a hablar le aclara Gustavo. Está bien desestima Francisco en algún momento se lo tengo que decir gira en el diván, inspira hondo y enfrenta a Camilo Azul es mi hijita. Gustavo, desconcertado, observa a Camilo, cuyos ojos adquieren un tamaño descomunal. ¡¿Qué?!  exclama el chico. Tiene un año y vive en Rosario con su mamá agrega Francisco bajando la mirada. ¡No puede ser! dice Camilo pero luego de un rato comenta claro, por eso viajás tanto a Rosario, no por el trabajo; vos mentís, siempre mentís; ¡nunca más voy a creerte!  Gustavo retira la vista del chico y la dirige al padre. Está pálido, tiembla mientras dice por eso no quise decírtelo, porque sabía que no lo ibas a aceptar. ¿Por qué tuviste otra hija? Camilo está furioso ¿no te alcanzaba con nosotros tres?, ¿no te alcanzaba con mamá que buscaste otra mujer?sos una basura. Gustavo no sabe cómo manejar la situación. Me excede, evalúa. Me parece, Camilo, que deberías darle a tu papá la posibilidad de que se explique. Francisco le oprime el brazo pero el chico lo rechaza. Hijo balbucea Francisco sé que a tu edad es imposible que me entiendas; cuando mamá se fue a Estados Unidos a cuidar a tu tía, me quedé solo por un mes, pasarán muchos años antes de que puedas comprenderlo, pero es muy difícil para un hombre estar solo durante un mes. Gustavo piensa en Cecilia, piensa en Natalia. Conocí a un mujer continúa Francisco y pasó lo que no tendría que haber pasado; luego quedó embarazada y, aunque no la planeé ni la deseé, nació Azul y yo no pude abandonarla porque también es mi hija; tu mamá sufrió mucho pero finalmente lo entendió; hace un año que estoy buscando el momento apropiado para contártelo. ¡Sos un mentiroso!, ¡nunca te voy a perdonar!   Francisco cierra los ojos, apoya la nuca en el respaldo. Gustavo busca, desesperadamente, un recurso. Que tu papá haya decidido que no era la situación adecuada para contarte lo de Azul no lo convierte en un mentiroso. Francisco se endereza, traga saliva. Estabas en medio de las dos operaciones, hijo, ¿cómo podía proporcionarte otro dolor?, y no me equivoqué al ocultártelo, porque evidentemente no estabas preparado para recibir la noticia. Camilo, mírame pide Gustavo los padres no somos dioses y cuando repara en el plural ya es tarde somos seres humanos, y, como tales, pasibles de equivocarnos; ¿qué es lo que decís que nunca le perdonarás a tu papá? ¡Que me haya mentido! Pero ahora te está diciendo la verdad; una verdad que vos reclamaste pero que no estás pudiendo aceptar; ¿no le podés perdonar que te haya mentido o no podés perdonarlo por  Azul? ¡La nena no tiene la culpa!  dice Camilo y al instante las lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas. ¿Cómo es? pregunta un rato después, la cara ya empapada. Muy parecida a Tobi, pero rubiecita. Como yo dice el chico, se pasa las manos por las mejillas y pregunta ¿mamá la conoce? Francisco asiente ¿querés a la nena?  Francisco vuelve a asentir ¿cómo a nosotros? Francisco busca la mirada de Gustavo que baja levemente el mentón. Sí  admite el hombre es mi hija y tiende un pañuelo de tela que el chico acepta. Entonces es mi hermana  dice Camilo mirando a Gustavo, que asiente con la cabeza. Los ojos del chico enfrentan ahora al padre. Y si es mi hermana quiero conocerla. Francisco, como tocado por un rayo, se cubre la cara con las manos y estalla en sollozos. Camilo apoya la mano sobre la cabeza de su padre. Ya va a estar todo bien, pa dice.

Miércoles 31 de octubre de 2012
¿Tus papás no pudieron venir? Yo no quise  contesta Camilo, rotundo y luego permanece en silencio. ¿Lograron hablar de todo lo que necesitabas? Ponele contesta el chico, ladeando la boca. Parece que no concluye Gustavo. Me hubiera gustado saber cómo fue todo lo de la mina pero me pareció que no daba, además me da mucha lástima mi mamá; estoy seguro de que esa mujer tuvo algo que ver con la demora que provocó mi accidente. ¿Se lo preguntaste? No, si fue así me imagino la culpa que tendrá mi papá, para qué ponerlo peor. ¿Ya le contaron a tus hermanos? No, todavía no, están esperando que pase el cumple de Luciana. ¿Cuántos cumple? Once y Tobías tiene tres; para ellos va a ser mucho peor; Lu dejará de ser la única nena y Tobi ya no será el chiquitito; pobres, ¿no?  Gustavo se toma unos minutos antes de decir veo que vos te hacés cargo de los sentimientos de tu mamá, de tus hermanos y hasta de tu papá, ¿y los tuyos? A mí no me cambia nada se justifica el chico yo siempre seré el mayor, ¿qué me cambia? ¿La imagen de tu papá, quizás? ¡Es un pelotudo!  dice, con rabia  vos viste lo linda que es y además es rebuena, mis hermanos hacen lío pero son lo más, ¿me querés decir para qué necesitaba otra mujer y otra hija? Gustavo piensa en Nacho y en Martina: también son relindos pero Cecilia los dejó. A veces no son elecciones, las cosas se dan sin que uno pueda dominarlas. ¡Por eso te digo que es un pelotudo!, ¡lo hubiera pensado mejor! Veo que estás muy enojado con él. El rostro de Camilo se transforma. Yo lo amaba a mi papa, siempre hacía todo bien, sabía de todo, se ocupaba de nosotros, ni te cuento cómo se portó conmigo cuando me pisó el auto, no sé cuántos kilos bajó, no me dejaba solo ni un instante, no sé cómo me las hubiera arreglado sin él. ¿Y ya no lo amás?  Camilo le clava los ojos, hace doler la intensidad de su mirada. Primero no pude creer en Dios ahora no puedo creer ni en mi papá. Tu papá no es Dios, Camilo, todos los seres humanos nos equivocamos alguna vez pero eso no implica que ya no puedas creer en tu papá Gustavo hace una pausa y pregunta ¿te gustaría contarles lo de Azul a tus hermanos? El chico niega con la cabeza. ¿Por qué? Porque van a sufrir, Lu sobre todo. No hacerte sufrir fue el motivo por el cual tu papá retardó la verdad. ¿Retardó?, ocultó! lo corrige Camilo.  Te lo iba a decir, en algún momento iba a hacerlo? Gustavo busca la mirada del chico ¿seguís queriendo conocer a Azul? ¡Claro!, es mi hermana, pobrecita, qué quilombo le espera. ¿Se lo dijiste a tu papá? Solo cuando estaba aquí. A lo mejor conviene esperar hasta que tus hermanos puedan acompañarte. Quiero que la traiga porque a la nena la quiero conocer pero a esa mujer no. ¿Le contaste a alguien todo esto? A vos contesta Camilo sin mirarlo. En cuanto lo sepan tus hermanos, dejará de ser un secreto; no necesitás ocultarlo. Me da vergüenza explica. Una vergüenza sería si tu papá hubiera abandonado a su hija, sin embargo asumió la responsabilidad de sus actos; considero que tu papá es muy valiente. Camilo levanta los ojos. Tanta entrega en la mirada que Gustavo se conmueve. ¿De veras te parece?

Miércoles 7 de noviembre
Hola saluda Francisco me avisó Camilo que querías que viniera. Ambos queríamos aclara Gustavo. Padre e hijo se ubican en el diván y Gustavo, enfrente, inclina el torso hacia adelante, cruza las manos y les sonríe. Camilo mira hacia la ventana, masca chicle. ¿Pudiste conversar con tu papá? rompe Gustavo el tenso silencio. El chico se encoge de hombros. ¿Sobre qué querías que habláramos? pregunta Francisco. Camilo esboza una sonrisa burlona. ¡Sobre la capa de ozono! exclamaPor un  segundo Gustavo imagina estar frente a Nacho pidiendo información sobre el amante de su madre. Es evidente que a ambos los inquieta el tema de Azul decide ayudarlos. Camilo baja la cabeza. ¿Esa mujer ya sabe que me enteré? pregunta luego de un rato. Francisco levanta con delicadeza el mentón de su hijo, que igual hurta la mirada. Sí, y me dijo que ella también tiene muchas ganas de conocerte. ¡Que ni se lo sueñe!, yo solo te dije de la nena.  Francisco lo mira a Gustavo: un claro pedido de auxilio. Camilo ya manifestó el deseo de conocer a su hermana, me gustaría saber, cuál es tu propio deseo. Francisco queda descolocado. Me da miedo enfrentar la situación se sincera aunque no hay nada que anhele más en la vida que ver a mis cuatro hijos juntos; hace un año que, más allá del accidente de Camilo, vivo la pesadilla de tener que mentir a quienes más quiero; fue un alivio poder compartirlo con Valeria y, ahora, con Camilo, por más que él no me crea. ¿Qué tiene que ver con vos esa mujer? averigua el chico. Claudia se llama, somos amigos, solo nos liga Azul. Camilo hace una mueca despectiva. Si no vas a creer lo que te diga esta conversación no tiene razón de ser. Francisco mira a Gustavo y Gustavo a Camilo. ¿Querés seguir charlando? le pregunta. El chico redobla la energía con que masca. Bastante después inquiere ¿y cómo le cae a mamá todo esto? Francisco calla. Me parece que eso solo puede contestarlo ella interviene Gustavo. A veces siento que me odiás dice Francisco restregándose la cara. ¿A veces cuándo? pregunta Gustavo. Ahora. Camilo está enojado aclara Gustavo. El chico, por primera vez en la sesión, mira de pleno a su padre, que tiene la cabeza escondida entre las manos. Creo que no estás en condiciones de juzgar a tu papá, sólo deberías considerar en qué te perjudico a vos. ¡Llegó tarde! grita el chico ¿estabas con esa, no? Francisco se endereza.  dice y no necesitás castigarme vos por eso, te aseguro que no puedo concebir remordimiento más grande; si mi muerte te devolviera las piernas hace rato que me hubiera matado. ¡Y además yo soy un boludo que crucé mal! La exclamación del chico queda suspendida en el aire del consultorio. Los dos parecen perder de vista que solo fue un accidente rompe Gustavo el silencio cada día miles de personas sufren accidentes y lo importante no es quiénes son los responsables sino como se superan; toda la familia resulta afectada y si hay algo que no sirve es echarse culpas a uno mismo ni entre sí; bastante ya se tiene como para sumar la carga de culpas y rencores.  Gustavo sirve tres vasos de agua. Todos beben. Hagamos un trato propone Camilo luego de tirar el chicle en el cesto. Lo miran, sorprendidos. Yo me perdono por boludo y vos te perdonás por impuntual. Los ojos de Francisco se humedecen. Hecho dice y eleva la mano. Camilo se la choca. Gustavo, conmovido, carraspea.

Miércoles 14 de noviembre de 2012
Mi mamá quiso venir explica Camilo en cuanto se abre la puerta. Bienvenida dice Gustavo mientras besa a Valeria en la mejilla. Ella se sienta al lado de su hijo, la vista baja. Parece cohibida. Camilo masca chicle. Como el silencio se instala y ambos parecen incómodos, Gustavo decide ser frontal. ¿Por qué quisiste venir, Valeria? Ella lo mira. Me preocupa saber cómo se tomó Camilo la noticia. ¿Cuál noticia? busca Gustavo que sea ella quien la verbalice. Lo de la beba. ¿Se lo preguntaste? Me elude se justifica ella. ¿Se lo preguntaste claramente? insiste él. Valeria niega con la cabeza. Camilo, tu mamá quiere saber cómo te sentís al saber que tenés una hermanita. El chico agarra un pañuelo de papel y envuelve el chicle. Estoy enojado dice luego de un rato mientras se ata los cordones de las zapatillas. ¿Enojado con quién? le pregunta su madre. ¿Con quién va a ser?, ¡con papá! gira y la mira ¿vos no estás enojada con él?  Valeria le agarra ambas manos. Nunca estuve enojada; angustiada, desesperada, decepcionada, sí, pero no enojada. ¿Y ahora cómo estás? Triste porque vos estás sufriendo. Te pregunto por vos. Ella se toma unos segundos antes de contestar tranquila, en paz. Yo no dice el chico a veces me parece que me acostumbro pero después me vuelve la rabia. Valeria busca un pañuelo en su cartera y se seca los ojos. Ambos callan. Me gustaría que nos contaras qué es exactamente lo que te genera rabia pide Gustavo. Que ya nada va a ser como antesNada es como antes, la vida es un continuo cambio explica Gustavo. Es que todos decían que nuestra familia era perfecta acota Camilo. ¿Quiénes son todos? pregunta Gustavo. Mis amigos, las mamás de mis amigos, ya te dije, todos. ¿Y por qué ya no es perfecta? Camilo lo mira a los ojos. ¿No te das cuenta?, porque estoy rengo y ahora, para colmo, papá tiene una hija con otra mujer. ¿Sentís que tus piernas atentan contra la perfección de tu familia? pregunta Gustavo ¡Claro! Las lágrimas se deslizan por las mejillas de Valeria. Lo más importante en una familia es el amor y ni la renguera ni tu hermana atentan contra ella; quizás hasta logren unirlos aún más. Valeria abraza a su hijo. Camilo se aparta para mirarla. ¿Vos la conocés? pregunta. Sí. ¿Cómo es? Una muñeca, me la hubiera agarrado, adoro los bebés. ¿No la podemos traer con nosotros? La nena tiene una mamá. ¡Pero el papá es nuestro!, ¡y yo no voy a aguantar que mi papá vea a esa mujer!  Camilo, la relación de tu padre con la mamá de Azul no te compete, sí es asunto tuyo si la existencia de Azul afecta la relación de tu padre con vos. Ya éramos bastantes dice el chico. ¿Cómo reaccionarías si tu mamá quedara embarazada? Eso es totalmente diferente contesta Camilo con un gesto despectivo. Convengamos, entonces, que tu disgusto no tiene que ver con la cantidad. ¡Mi papá le metió los cuernos a mi mamá!, ¡¿no te das cuenta?! , ¡y yo eso no se lo puedo perdonar! Gustavo observa a Valeria. Demasiado involucrada en refrenar el llanto como para poder intervenir.  Ese problema es de tu mamá, no tuyo. Ella inspira hondo y logra decir yo ya lo perdoné. ¡¿Cómo pudiste?!  Gustavo le ofrece un vaso de agua que ella acepta. Inspira profundamente y dice después de tu accidente descubrí cuáles eran las cosas realmente importantes; creo que me habría muerto si tu papá no nos hubiera sostenido a todos; ni esa mujer, como la llamás vos, ni su nueva hija impidieron que te pusiera a vos por encima de todo; estás vivo hijo y seguimos estando juntos; será cuestión de que aprendamos a incorporar a la nena a nuestra familia en la medida de nuestras posibilidades, las de ella y las de su mamá; sumemos en lugar de restar gira para enfrentar a Gustavo ya lo hablamos con mi marido, este fin de semana se lo vamos a contar a los otros chicos ahora se dirige a su hijo ¿nos vas a ayudar? Camilo asiente en silencio y luego, bruscamente, se vuelca sobre la falda de su mamá. Ella le acaricia el cabello. Gustavo se siente de más.
Miércoles 21 de noviembre de 2012
Hoy vine solo informa Camilo. ¿Tus papás no podían venir? pregunta Gustavo. Fui yo el que no quise. ¿Por qué? Porque aquí venía yo, no ellos. ¿Qué novedades? el chico se encoge de hombros ¿le contaron de Azul a tus hermanos? Sí, este fin de semana. ¿Cómo reaccionaron? Luciana lloró mucho, pero después se entusiasmó, viste cómo son las mujeres, quiere conocer a la nena ya mismo, y Tobi no entendió nada, tiene tres años. ¿Seguís con rabia? No y ya me cansé de hablar de este tema; parece que lo único que existiera en este mundo es Azul; Luciana me tiene frito con la beba. ¿Y qué otro tema te preocupa? Ninguno contesta moviendo la boca para uno y otro lado. ¿Ninguno? Ninguno en particular dice dedicado ahora hacerse sonar los nudillos. La semana que viene terminan las clases informa luego de un rato. ¿Estás contento? Camilo se queda pensando. Sí y no dice luego de un rato. Explicame, por favor. Lo que más me gusta es no tener que levantarme temprano. ¿Y por qué no querés que empiecen las vacaciones? ¡Yo no dije eso! , solo que tengo miedo de aburrirme un poco. A tus amigos los podés ver igual. No te creas; casi todos tienen que estudiar ; yo, por suerte, no me llevé ninguna materia. No es solo cuestión de suerte opina Gustavo algo tendrás que ver vos con el éxito obtenido. Yo tengo mi método; presto atención en clase y después el día de la prueba me despierto más temprano, leo una vez el libro o la carpeta y listo; no sé qué les pasa a los otros. A lo mejor no tienen tanta facilidad para el estudio. Camilo se encoge de hombros. Y como están estudiando este mes no va a ver ninguna fiesta.  La madre del borrego, piensa Gustavo. ¿Sofía también se lleva materias? No contesta Camilo con energía es rebuena alumna después hace una pausa y lo mira a Gustavo ¿por qué me preguntaste por ella? Porque pensé que ahora que se terminan las clases ya no la verás todos los días y si, además, no hay fiestas… Sí, es una cagada. Tendrás que pensar en un plan B. Camilo lo mira con atención. ¿Plan B?, no te entiendo. Tendrás que encontrar algún recurso que te permita verla. Yo no te dije que quiero verla. Gustavo sonríe. Camilo se pone colorado y baja la cabeza. Tenés razón admite sí que quiero. ¿Le contaste al hermano, Leo creo que se llama, que ella te gusta? No, pero igual él siempre me carga. Gustavo se queda pensando. ¿Por qué no te ofrecés a ayudarlo a  estudiar y con ese pretexto vas a su casa? Los ojos de Camilo se iluminan. Es una idea posta, ¡sos lo más!  Una honda satisfacción desciende sobre Gustavo. Allá Ana María si lo reta por dar consejos.

 Miércoles 28 de noviembre de 2012


Yo tenía razón, sos lo más inicia Camilo la sesión. ¿Por qué lo decís? pregunta Gustavo, sonriendo. Resultó y ante el gesto interrogativo de Gustavo agrega la vi a Sofía; fui a explicarle matemática a Leo y estaba; merendamos los tres juntos; quedé en volver mañana. ¿Cómo te sentiste? Qué sé yo, más que nada nervioso, no sabía qué decirle. Eso es raro viniendo de vos. ¿Cómo? Por lo que me contaste te eligieron delegado del curso porque sos el que mejor habla. Hablar con la cabeza es fácil. Es muy interesante lo que dijiste, tratá de explicármelo mejor. El chico se encoge de hombros. Vos sabés, es fácil hablar de lo que uno sabe o de lo que uno ve. ¿Y qué es difícil? Hablar desde adentro. Gustavo carraspea. ¿Te resulta difícil hablar desde adentro solo con Sofía? No sé, antes no lo pensé. ¿Nunca le contaste a un amigo cómo te sentías? Creo que no. ¿Y a tus padres? Menos que menos. ¿Por qué? El chico lo mira, parece desconcertado. Luego de un rato dice ellos tampoco me cuentan cómo se sienten. Aquí los tres han hablado de sus sentimientos. ¡Porque vos nos obligaste!; cuando volvemos a casa es como si nada hubiera pasado. Creo que no es tan así; a partir de todo lo que salió a luz aquí, hubo movimientos importantes en tu familia. Sí, ya sé, pero si vos no estás yo no puedo decirles lo que siento, ni siquiera me doy cuenta de que lo siento, y vos no podés estar siempre, entonces a lo mejor no sirve para nada venir acá. Gustavo piensa que no está en condiciones de soportar que Camilo se vaya, Él sí que no. ¿Qué te gustaría poder decirles a tus papás? pregunta. Camilo juega con los dedos mientras piensa. Que yo no soy tan bueno como ellos piensan. ¿Cómo es eso? inquiere Gustavo, profundamente interesado. Ellos siempre me alaban ante los demás, que si soy inteligente, que si soy bueno, que si soy maduro; y yo sé que los estoy engañando. ¿Por qué? Porque adentro no soy así. ¿Cómo sos adentro? Tengo algo que me empuja y que quiere salir. ¿Y qué te parece que es eso? A  veces, cuando me hace enojar, Luciana dice que tengo las orejas coloradas, entonces me voy y me quedo solo porque tengo miedo de explotar. ¿Qué es lo que te da tanta rabia? ¡Que yo siempre tenga que ser el bueno! ¿Y quién te dice que tenés que ser el bueno? Nadie, pero yo lo sé. ¿Porque eso es lo que esperan de vos? Camilo asiente con la cabeza, la vista baja. ¿Qué podría pasar si alguna vez te cansás de parecer bueno? No sé. ¿No te van a querer más? ¡Basta! las orejas de Camilo se encienden  ¡yo te estaba contando de Sofía y vos me hacés decir boludeces!, ¡sos un pelotudo!, ¡y encima te pagan!, ¡yo no voy a venir más! Camilo busca las muletas, se para y se dirige a la ventana. Queda de espaldas a Gustavo, la frente apoyada contra el vidrio. Gustavo pierde la noción del tiempo. Hasta que suena el portero eléctrico. El chico no parece registrarlo. Gustavo se incorpora y se acerca a él. Le toca el hombro. Camilo lo convoca. El chico da vuelta la cara, bañada en lágrimas. ¿Querés que le avise a tu papá que bajás dentro de un rato? propone Gustavo. Camilo niega con la cabeza,  se seca la cara contra el brazo y busca su mochila. Ya ante la puerta abierta el chico pregunta ¿puedo volver? Gustavo, a su vez, le pregunta ¿por qué no habrías de poder volver? Los ojos del chico, de nuevo, se empañan.

Miércoles 5 de diciembre de 2012

Camilo llega diez minutos tarde. Después de aquí me voy a lo de Leo y no encontraba la carpeta que tengo que llevar se disculpa al entrar. Se sienta, saca del bolsillo el celular y lo pasa de una a otra mano, una y mil veces. ¿En qué estás pensando? le pregunta Gustavo luego de unos minutos. En nada contesta Camilo sin interrumpir su actividad. ¿Seguís enojado? Las mejillas del pibe se enrojecen al instante. Te tengo que pedir perdón dice al rato, la vista en el piso. ¿Por qué? Ahora sí lo mira. ¿Por qué?, ¿no te acordás de lo que pasó?, ¡te insulté! Me alegra que hayas podido hacerlo. ¿Me estás burlando? De ninguna manera, es muy importante que hayas permitido, por unos minutos, que escapara toda esa rabia que anida en vos. Camilo agita la cabeza. No es cierto, te dije boludeces. Gustavo se toma unos segundos. Luego pregunta ¿te acordaste durante la semana de lo que pasó aquí el miércoles pasado? El chico asiente con la cabeza. ¿Qué pensaste? Me moría de vergüenza, no quería venir hoy, pero si no venía le tenía que contar a mis papás por qué y eso era todavía peor. ¿Qué es lo que te provoca tanta vergüenza? Que me hayas visto así. ¿Fuera de control? Es que yo no soy así. Vos también sos así; pudiste comprobar que, a pesar de que manifestaste tu rabia, el mundo no se acabó. Camilo guarda el celular en el bolsillo. El mundo no se acaba, obvio, pero vos ya no me querés igual. ¿El terapeuta puede querer a sus pacientes? Gustavo posterga sus propios interrogantes y aclara no te quiero igual, te quiero mejor porque te conozco más.  Camilo lo mira de frente, por primera vez en la sesión. La entrega de sus ojos conmueve a Gustavo. ¿De veras? Claro que sí. El chico hace una inspiración prolongada. ¿Pensás que si tus papás descubren que a veces podés ser agresivo te van a querer menos? Camilo calla. ¿Ya no te enoja que te lo diga? El pibe niega con la cabeza.  Ahora que parecés comprender que tu actitud no va a modificar el cariño de tus padres, ¿te sentís capaz de  hacer una rabieta frente a ellos si, por ejemplo, tu hermana te molesta? Camilo se queda pensando. Es que ellos ya tienen demasiados problemas para que yo les dé otro más. ¿Cuál considerás que es el principal problema que tienen tus papás? Que yo esté rengo contesta Camilo inmediatamente. Me equivoco o te sentís culpable de haberles arruinado la vida. Es que es así. Antes del accidente, ¿también ocultabas tus verdaderos sentimientos? Sí, pero no tanto, era mucho más chico. Camilo, mirame el chico obedece el accidente no arruinó tu vida ni la de tus padres, solo la modificó; de últimas, el principal interesado sos vos, ¿por qué habrías de tener que proteger a los demás? ¡Porque soy así! grita el chico. Que hayas actuado de una manera hasta este momento no implica que debas seguir haciéndolo el resto de tu vida; aunque ya tengas trece años, todavía sos un chico, tus padres son adultos; ellos se pueden cuidar solos, tienen herramientas para afrontar las dificultades que les vaya presentado la vida; son dos personas sensibles pero fuertes; nada malo les va a pasar porque te escuchen  peleando con tu hermana o porque en alguna prueba no saques diez; ellos siempre te van a querer. Los ojos de Camilo enrojecen. No quiero llorar otra vez, vas a pensar que soy un bebé. Todos tenemos derecho a llorar: los niños y los adultos; los hombres y las mujeres; es un privilegio poder permitírselo. ¿Vos también llorás? Claro contesta Gustavo. ¿Y no te da vergüenza?  ¿Puede mentirle? Un poco, pero lloro igual. Camilo sonríe entre las lágrimas.  Ya te dije, sos un grande.

Miércoles 12 de diciembre de 2012
El viernes le pegué a mi hermana cuenta Camilo. ¿Cómo es eso? La perseguí alrededor de la mesa y le di con la muleta en las piernas; se cayó al piso y le sangró la rodilla; chilló como un animal; mi mamá vino corriendo  y me encajó una cachetada, nunca me había pegado; le dije que era una bestia y me mandó al cuarto; además no me dejó salir durante todo el fin de semana. Vamos por partes dice Gustavo ¿por qué le pegaste a tu hermana? Encontró una carta que yo le había escrito a Sofía y empezó a leerla en voz alta y a burlarse; yo no quería pegarle, solo se la quería sacar pero me puso tan furioso que no me pude controlar. ¿Se lo explicaste a tu mamá? No, me preguntó qué había pasado y no quise decírselo, creo que eso es lo que más la enojó; además tampoco consiguió que Luciana le contara. ¿Cómo quedaste con tu hermana? Todo bien; ella me pidió perdón y yo también le pedí perdón,  la verdad es que se lo merecía; mil veces me jodió y nunca le hice nada, se le van a pasar las ganas de joderme dice Camilo, sonriendo. No parece que el episodio te haya angustiado comenta Gustavo. El chico frunce el ceño. Para nada reconoce. ¿Me querés contar lo que sentiste? Alivio. ¿Alivio? Sí, me porté muy mal y no pasó nada. Recibiste una cachetada y un castigo. Sí, pero a mamá ya se le pasó. Te sigue queriendo comenta Gustavo, mirándolo a los ojos. Como vos después de mis insultos dice el chico con una sonrisa encantadora, se queda pensando un largo rato y después, muy serio admite me gustó que me pegara. ¿Por qué? Porque si me pudo pegar es porque me vio fuerte, normal desde el accidente todos me tratan como si fuera de cristal. ¿Luciana también? Camilo se ríe. ¡No!, ella no, ¡no ves que siempre me joroba! Entonces te gusta que te jorobe. ¡Tampoco la pavada!, es pesadísima pero con ella todo es como antes, yo la quiero a mi hermana, ¿sabés?, en el fondo nos entendemos. Gustavo sirve agua, ambos beben. ¿Cómo reaccionó tu papá? No se metió, él no se mete entre mamá y nosotros, la deja hacer. ¿Te preguntó algo? Nada. ¿Y eso cómo te cae? Camilo se encoge de hombros. Me cansé del tema dice. De acuerdo, ¿de qué querés charlar? Ayer viajé solo en colectivo dice el chico y comienza a describir, entusiasmado, su aventura.

Miércoles 19 de diciembre de 2012
Me dijo mi mamá que te preguntara por las vacaciones comenta Camilo. ¿Irán a algún lado? pregunta Gustavo. Vamos a pasar fin de año al campo de mi tía y nos quedamos todo el mes comenta el chico sin mayor entusiasmo. Gustavo suspira, aliviado, un problema menos.  ¿Ya fuiste otras veces? Sí, muchas, antes me encantaba. ¿Ahora no? Camilo hace una larga pausa. Yo andaba muy bien a caballo. A Gustavo le duele en la piel. Lamenta tener que insistir en el tema.  Me parece que podrás seguir haciéndolo. El chico lo mira con atención. Mucho no sé de equitación pero lo más complicado debe ser subir al caballo; si te dan una mano para hacerlo seguramente no tendrás inconveniente. Puede ser comenta el chico tengo un primo de mi edad con quien me llevo muy bien, a lo mejor me ayuda, ¿Tenés alguna duda? Camilo sonríe, por primera vez. No, Paco es lo más. Gustavo quisiera profundizar en el vínculo de Camilo con su padres pero recuerda la crítica de Mariana. Con solo un miércoles por delante, no es momento para abrir nuevos frentes.  Decide dejar que el chico presente los temas. Luego de un buen rato Camilo dice qué raro que no volviste a preguntarme por mi hermana. Recién hablamos de Luciana comenta Gustavo, intencionalmente. De la otra digo yo. ¿La conociste? Ayer papá nos avisó que este fin de semana la vamos a ver. ¿Cómo te cayó el anuncio? Camilo se encoge de hombros. Me da lo mismo contesta.  ¿Estás seguro? Sí, la nena viaja con esa mujer pero papá la va a buscar a Retiro y la trae para casa. ¿Te contó todos estos detalles? No, lo escuché cuando hablaba con mamá; ella le decía que  quería estar presente pero papá le pidió que por favor lo ayudara Camilo sube la voz ¿a vos te parece que encima le pida que lo ayude? Seguramente le pidió colaboración pensando en ustedes, en que necesitarán contención. ¡Yo no preciso nada!, me da igual, ya te dije. No está mal que tengas rabia, Camilo. ¡Yo no le tengo bronca a la nena! No, a Azul no, pero me parece que todavía no te permitiste  vivir a fondo el enojo con tu papá; por lo que me dijiste solo aquí lograste hablar con él al respecto; seguramente tendrás muchas cosas por preguntarle. Sí, a veces me dan ganas pero nunca me animo. ¿Qué te frena? Yo sé que papá no quiere. Pero vos sí, ya hablamos bastante al respecto, no es necesario que siempre respondas a los deseos de los demás. No te creas, estoy mucho mejor,  o peor, no sé dice el chico sonriendo ayer no quise ir a lo de la abuela; mamá se ofendió bastante pero yo había arreglado con Leo para jugar a la play en casa. Se fastidió pero no te obligó. Camilo lo mira, los ojos muy abiertos. Podría haberte obligado; de alguna manera puede respetar tus deseos cuando los verbalizás, si no los expresás es muy difícil que puedan darse cuenta de tus necesidades. Puede ser, hasta le pidió a Carmen que nos comprara facturas para la merienda dice el chico y se dedica a describir la tarde compartida.
Miércoles 26 de diciembre de 2012

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