Quiero ser
hijo de otro padre informa
Raúl, hundiéndose en el diván. Yo
también estoy harto del rey de Textilandia, piensa Gustavo y en cuanto lo
piensa se indigna consigo mismo. Carraspea.
¿También quisieras ser padre de
otros hijos? ¡No!, eso es lo único que me salió bien en la vida contesta,
rotundo pero me hubiera gustado ser mejor
padre; que ellos pudieran estar orgullosos de mí. ¿Por qué pensás que no están
orgullosos de vos? Raúl ríe con sorna. ¿Vos
dirías que soy un hombre exitoso? pregunta. ¿Solo el éxito es motivo de orgullo? plantea Gustavo y ante el silencio
sostenido, agrega ¿alcanza para ser un
buen padre? Raúl desvía la mirada y se atusa la barba. ¿El éxito de tu padre lo convirtió en un buen padre para vos? insiste
y luego de un rato agrega desarrollarse bajo la sombra de un padre triunfador
no es fácil porque, además, los hombres notables no suelen caracterizarse por
ser padres notables. Raúl lo mira,
agresivo. ¿Querés convencerme de que les
estoy haciendo un favor a mis hijos siendo un fracasado? Nadie es un fracasado;
hay momentos de la vida donde determinados proyectos pueden fracasar pero eso
no involucra a la totalidad del ser; comentaste al iniciar la sesión que tus
hijos te habían salido bien, quiere decir que hay áreas con las cuales estás
satisfecho. El silencio de Raúl se hace tenso. ¿En qué
lugar de tu vida colocás a tus hijos? Raúl sonríe, burlón. ¿Querés que te conteste con un cliché? Preferiría que me contestaras
con sinceridad. Raúl se queda pensando. Me
parece que les otorgo el segundo puesto. ¿Después de qué? inquiere. Después de Lisa, claro. Me parece que los triunfadores
suelen ubicar lo profesional o lo laboral en primer término. El rostro de Raúl se distiende. Tenés
que aprender a valorarte más allá de tu padre, no se trata de competir con él,
sino de comprender que cada uno eligió un camino distinto; con diferentes
prioridades, con diferentes logros y diferentes déficits. Gustavo sirve dos
vasos de agua. Ambos beben. Vos no sos
solo el hijo de tu padre afirma. Luego de un rato tiene una intuición. ¿Cómo se llama tu papá? pregunta. Raúl,
por supuesto. ¿Y cómo se llama tu hijo mayor? Los ojos de Raúl se humedecen. Sebastián informa.
Controla el mail. Mensaje de Cecilia. Hola, Gus. Llamé varias veces pero nunca te
encuentro. Como todavía el personal no está completo, me tengo que ocupar de
todo, estoy trabajando diez horas por día. Cansada pero feliz. Hago muchas
relaciones públicas y bien sabés que eso me encanta. ¿Cómo te arreglás con los
chicos? Los escucho bien. Nacho me comentó que lo estás ayudando a estudiar,
eso es justamente lo que precisa y no lo digo porque le cueste, es mucho más
inteligente de lo que vos suponés. Martina me lloriqueó un poco pero ya
acordamos en que Nacho le abrirá una cuenta de Skype así podemos vernos todos
los días. ¿Cómo estás vos?, ¿el consultorio?, ¿la fábrica? Un abrazo. Yo. ¿Cómo estoy?, piensa Gustavo, todavía tiene el
tupé de preguntármelo. Mierda en la cabeza, eso tiene. La respiración se le
agita. Va a la cocina y abre una coca cola.
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