miércoles, 4 de junio de 2014

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Volvió Cecilia informa Gustavo y no hace falta que me aclare que me encontró sin ninguna posición tomada añade enojado porque ella, como siempre, había tenido razón el miércoles pasado me mandó un mail avisándome; me pasé la semana postergando las decisiones y su llegada, por supuesto, me encontró sin respuestas. Ofrece las manos, las palmas hacia arriba y añade sonriendo como verá hice todo mal. Ella le devuelve la sonrisa y aclara en realidad, parece que no hizo. Gustavo ladea la cabeza y continúa me llamó desde Ezeiza a la madrugada y me preguntó si podía venir para casa; me tomó de sorpresa y le dije que sí; charlamos primero en casa y después en un bar; me contó que les ofrecieron quedarse en Chile, que él aceptó pero que ella no, porque no puede plantearse vivir sin los chicos; la relación con el tipo en ¨standby¨ definió; me planteó quedarse en casa hasta que definiéramos qué hacer pero le dije que no; propuso irse al living pero le aclaré que ni una noche iba a tolerar ese disparate; le dije que hoy mismo teníamos que decirle a los chicos la verdad de una vez por todas. Ana María se queda en silencio, mirándolo con su famosa sonrisa. A él le da bronca. ¿Le causan gracia mis miserias?  pregunta, muy serio. Ella, sin abandonar su sonrisa, le aclara nos equivocamos ambos porque hacer, sí que hizo. Gustavo arquea las cejas. Le dejó claro a su mujer que no podía regresar a su casa como si nada hubiera pasado; y pudo sostener su posición a pesar de la insistencia de ella; no es fácil echar a alguien. Yo no la eché. Ahora es Ana María quien eleva las cejas al mirarlo. ¿Está seguro? Él repara en que sí, fue capaz de negarse. Tal vez sí la eché. La echó le confirma Ana María y el siente un alivio indescriptible. Como si en la masa fofa en que se había transformado empezaran a brotar los huesos. Creo que la eché porque sabía que si se quedaba una sola noche, yo iba a sucumbir a mi enorme deseo de abrazarla. Doblemente valiosa su actitud; si usted la hubiera recibido, imagínese cómo se sentiría ahora consigo mismo. Se instala el silencio. Gustavo quisiera quedarse así, eternamente. ¿Qué pasó con Natalia? le pregunta Ana María. No le comenté nada, cancelé el encuentro de hoy. ¿Ya no tiene ganas de verla? No es eso, en realidad me encantaría poder hablarle de Cecilia, que ella como mujer me aconsejara. ¿Y qué lo detiene? No quiero hacerle daño; de todos modos, lo que más me preocupa ahora son los chicos. ¿Cómo le explicaron a usted sus padres la separación? Él la mira, como suspendido. Mamá siempre me contó que papá nos había abandonado por otra contesta luego de unos segundos.. ¿Usted considera que su padre lo abandonó? Gustavo se queda pensando. No concluye al cabo de un rato no lo tuve tanto como lo necesité pero a mí no me abandonó. ¿Sí a su madre? ¿A qué viene este revolver mi pasado? A que me parece importante que no repita el error; sus hijos no debieran sentir que su madre los abandona ni que su padre es un hombre abandonado. Gustavo mira el reloj. Repentinamente recuerda sus propósitos. Necesito consultarle sobre mis pacientes informa. Ana María lo invita con un gesto de sus manos. 

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