Gustavo estaciona el auto cerca de la esquina y se
dirige a paso vivo al consultorio. Laura está frente a la puerta. Gustavo
recuerda que ella también tiene intenciones de abandonarlo. Tres pacientes
perdidos en dos semanas. Disminuye la velocidad, tratando de regularizar el
ritmo de la respiración. Soy yo la que
está en infracción, no se preocupe, llegué temprano; todavía no toqué el timbre
lo tranquiliza Laura mientras le tiende la mano. A él, por primera vez, le
resulta ridículo. ¿Quién lo decretó?, ya no lo recuerda. Porque a Daniela y a
María Inés las beso, piensa. A María Inés la besaba, se corrige. Minutos
después Laura ya está ubicada. Como de costumbre, piensa él. Quizá todo fue un
mal sueño y pronto la escuchará hablar sobre sus hijos. Estuve muy triste toda la semana se decide ella a comenzar. ¿Por qué? le pregunta él, esperanzado. Laura
parece sorprendida. Por la terapia,
claro; me da mucha lástima tener que dejar. ¿Por qué utiliza el verbo tener? Laura
se mira las manos, juega con la alianza. Ya
se lo expliqué, Gustavo, le ruego que me ayude a sostener mi decisión: solo
vine a despedirme. Él experimenta un súbito agobio. Como si una máquina le
empujara la cabeza e intentara fundirlo con el sillón. Haciendo un gran esfuerzo
logra sonreír. Eleva ambas palmas y sugiere despídase, entonces. No se cómo agradecerle lo que hizo por mí; en mí,
en realidad; hubiera querido iniciar este tratamiento hace veinte años, diez,
al menos; ya es demasiado tarde. Laura deja el dinero sobre la mesita y se
incorpora. Gustavo, desconcertado, también. Mucha
suerte dice él ya frente a la puerta mientras le tiende la mano. Ella la
obvia y le da un beso en la mejilla. Gracias
dice y gira rápidamente.
Gustavo busca la ficha de Laura. El acta de defunción,
piensa. Anota cada una de las palabras que ella pronunció. Quizás Ana María
pueda ayudarlo a comprenderlas. Revisa la ficha de Camilo. Pobre Francisco. No quisiera
estar en su lugar. Nacho rengo por mi culpa, piensa, pero luego recuerda sus
propias palabras y reformula, rengo por mi impuntualidad. No le parece
suficiente, ya hablaron suficiente de los accidentes y se corrige: rengo. Nacho.
Ahora
se hace la buenita, dijo.
¿Corresponde que se lo cuente a Cecilia?, ¿o es una traición a la confianza del
chico? Lo único que puede hacer es sugerirle que hable con la madre. De ella no
va a partir. El timbre. Camilo.
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