lunes, 9 de junio de 2014

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Gustavo estaciona el auto cerca de la esquina y se dirige a paso vivo al consultorio. Laura está frente a la puerta. Gustavo recuerda que ella también tiene intenciones de abandonarlo. Tres pacientes perdidos en dos semanas. Disminuye la velocidad, tratando de regularizar el ritmo de la respiración. Soy yo la que está en infracción, no se preocupe, llegué temprano; todavía no toqué el timbre lo tranquiliza Laura mientras le tiende la mano. A él, por primera vez, le resulta ridículo. ¿Quién lo decretó?, ya no lo recuerda. Porque a Daniela y a María Inés las beso, piensa. A María Inés la besaba, se corrige. Minutos después Laura ya está ubicada. Como de costumbre, piensa él. Quizá todo fue un mal sueño y pronto la escuchará hablar sobre sus hijos. Estuve muy triste toda la semana se decide ella a comenzar. ¿Por qué? le pregunta él, esperanzado. Laura parece sorprendida. Por la terapia, claro; me da mucha lástima tener que dejar. ¿Por qué utiliza el verbo tener? Laura se mira las manos, juega con la alianza. Ya se lo expliqué, Gustavo, le ruego que me ayude a sostener mi decisión: solo vine a despedirme. Él experimenta un súbito agobio. Como si una máquina le empujara la cabeza e intentara fundirlo con el sillón. Haciendo un gran esfuerzo  logra sonreír. Eleva ambas palmas y sugiere despídase, entonces. No se cómo agradecerle lo que hizo por mí; en mí, en realidad; hubiera querido iniciar este tratamiento hace veinte años, diez, al menos; ya es demasiado tarde. Laura deja el dinero sobre la mesita y se incorpora. Gustavo, desconcertado, también. Mucha suerte dice él ya frente a la puerta mientras le tiende la mano. Ella la obvia y le da un beso en la mejilla. Gracias dice y gira rápidamente.


Gustavo busca la ficha de Laura. El acta de defunción, piensa. Anota cada una de las palabras que ella pronunció. Quizás Ana María pueda ayudarlo a comprenderlas. Revisa la ficha de Camilo. Pobre Francisco. No quisiera estar en su lugar. Nacho rengo por mi culpa, piensa, pero luego recuerda sus propias palabras y reformula, rengo por mi impuntualidad. No le parece suficiente, ya hablaron suficiente de los accidentes y se corrige: rengo. Nacho.  Ahora se hace la buenita, dijo. ¿Corresponde que se lo cuente a Cecilia?, ¿o es una traición a la confianza del chico? Lo único que puede hacer es sugerirle que hable con la madre. De ella no va a partir. El timbre. Camilo.

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