Miércoles 21 de
noviembre
Los ladridos desaforados de Lacán lo despiertan a las
seis de la mañana. Lo encuentra en la cocina. El gato de la vecina sentado muy
orondo en el balconcito del lavadero. Gustavo logra sacar al perro y cerrar la
puerta. Nacho aparece con el pelo revuelto. ¿Qué
pasó? Gustavo le cuenta la anécdota perruna.
¡Te voy a matar! le grita Nacho a un
Lacán que baja las orejas y mete la cola entre las patas. ¿Y ahora qué hago?, si me vuelvo a dormir ya no me despierto más. ¿Vamos
a desayunar afuera? propone Gustavo.
Dale dice el chico aprovechemos que
no está Marti, cuando se entere se mata. ¿Y cómo habría de enterarse? ¡Yo le
voy a contar!, durante años me refregó en la cara todas las veces que salió sola
con vos. Gustavo sonríe. Él se perdió los avatares de tener un hermano.
Media hora después desayunan en McDonald´s. El café es imposible pero, como dice Nacho, las medialunas se la bancan. El sábado tengo un baile comenta Nacho
con la boca llena. ¿Tenés ganas de ir? A mí no me gusta bailar dice el chico. A mí tampoco me gustaba le cuenta
Gustavo a menos que me interesara alguna
chica. Claro admite Nacho, la vista enterrada en el vaso de jugo. ¿Tenés alguna en vista? ¡Eso siempre, pa! contesta,
canchero. Gustavo quisiera pellizcarle los cachetes colorados. ¿Se
puede saber el nombre? ¿Para qué?, no la conocés. ¿Te da bolilla? Bastante, se
me da bien con las mujeres. Gustavo esconde la cara entre las manos para
disimular la sonrisa. Estoy orgulloso, piensa. Suena su celular. Martina de nuevo está vomitando, la voy a
llevar a la Suizo. El rostro de Gustavo se endurece en un instante. Estoy desayunando con Nacho en Mc, lo dejo en el colegio y voy para allá. ¿Qué pasó? Tu hermana está vomitando, ¡Seguro que
no quiere ir al cole! No seas malo lo reconviene él, aunque piensa lo
mismo. ¿Tenemos que ir ya? pregunta
Nacho con cara de fastidio. No nos
moveremos de acá hasta que me cuentes cómo se llama la señorita. ¡No jodas, pa! dice el chico, riendo. ¿Sofía?, ¿Camila?, ¿Agustina? ¡Ni loco te lo
cuento! exclama el pibe, agarrando la mochila, y empujando al padre. ¿Mariana?, ¿Lucía? ¡Nunca vas a adivinar!
¿Valeria?, ¿Jimena? insiste Gustavo mientras caminan hacia el auto. Lo
sigue embromando en el coche hasta que llegan al colegio. Cuando se dispone a
bajar, la cara de Nacho se transforma. Mirá,
pa, es esa, la rubia. Gustavo descubre a una chiquilina de pelo largo y
pollera muy corta. Tenés buen gusto, hay
que reconocer; saludala de mi parte. ¡Sí, justo! dice el pibe antes de dar
un portazo. Gustavo maneja hasta la clínica, sonriendo. Seguro que lo de la
nena no es nada.
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