miércoles, 18 de junio de 2014

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Miércoles 21 de noviembre
Los ladridos desaforados de Lacán lo despiertan a las seis de la mañana. Lo encuentra en la cocina. El gato de la vecina sentado muy orondo en el balconcito del lavadero. Gustavo logra sacar al perro y cerrar la puerta. Nacho aparece con el pelo revuelto. ¿Qué pasó? Gustavo le cuenta la anécdota perruna. ¡Te voy a matar! le grita Nacho a un Lacán que baja las orejas y mete la cola entre las patas. ¿Y ahora qué hago?, si me vuelvo a dormir ya no me despierto más. ¿Vamos a desayunar afuera? propone Gustavo. Dale dice el chico aprovechemos que no está Marti, cuando se entere se mata. ¿Y cómo habría de enterarse? ¡Yo le voy a contar!, durante años me refregó en la cara todas las veces que salió sola con vos. Gustavo sonríe. Él se perdió los avatares de tener un hermano. Media hora después desayunan en McDonald´s. El café es imposible pero, como dice Nacho, las medialunas se la bancan. El sábado tengo un baile comenta Nacho con la boca llena.  ¿Tenés ganas de ir? A mí no me gusta bailar dice el chico. A mí tampoco me gustaba le cuenta Gustavo a menos que me interesara alguna chica. Claro admite Nacho, la vista enterrada en el vaso de jugo. ¿Tenés alguna en vista? ¡Eso siempre, pa! contesta, canchero. Gustavo quisiera pellizcarle los cachetes colorados.  ¿Se puede saber el nombre? ¿Para qué?, no la conocés. ¿Te da bolilla? Bastante, se me da bien con las mujeres. Gustavo esconde la cara entre las manos para disimular la sonrisa. Estoy orgulloso, piensa. Suena su celular. Martina de nuevo está vomitando, la voy a llevar a la Suizo. El rostro de Gustavo se endurece en un instante. Estoy desayunando con Nacho en Mc, lo dejo en el colegio y voy para allá. ¿Qué pasó? Tu hermana está vomitando, ¡Seguro que no quiere ir al cole! No seas malo lo reconviene él, aunque piensa lo mismo. ¿Tenemos que ir ya? pregunta Nacho con cara de fastidio. No nos moveremos de acá hasta que me cuentes cómo se llama la señorita. ¡No jodas, pa! dice el chico, riendo. ¿Sofía?, ¿Camila?, ¿Agustina? ¡Ni loco te lo cuento! exclama el pibe, agarrando la mochila, y empujando al padre. ¿Mariana?, ¿Lucía? ¡Nunca vas a adivinar! ¿Valeria?, ¿Jimena? insiste Gustavo mientras caminan hacia el auto. Lo sigue embromando en el coche hasta que llegan al colegio. Cuando se dispone a bajar, la cara de Nacho se transforma. Mirá, pa, es esa, la rubia. Gustavo descubre a una chiquilina de pelo largo y pollera muy corta. Tenés buen gusto, hay que reconocer; saludala de mi parte. ¡Sí, justo! dice el pibe antes de dar un portazo. Gustavo maneja hasta la clínica, sonriendo. Seguro que lo de la nena no es nada.



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