Natalia lo espera con la mesa puesta y un pollo en el
horno. Gustavo se alegra de no haberla defraudado. Le cuenta las peripecias con
la nena. Sus sospechas de que solo se trata de manejos. Para mí el mejor indicador de gravedad con mi hijita, más allá de
fiebres o de vómitos, es su estado general. Gustavo se pone a analizar
situaciones y repara en que hace días que la nena está muy caída. Quizás no era
solo por el regreso de la madre y la evidencia del distanciamiento entre ellos.
De pronto se siente en falta. ¿Cómo está
Martina? le escribe a Cecilia. Durmiendo
le contesta no quiso almorzar. A él
ya no le molesta que esté con su hija. Es una tranquilidad. ¿Quién puede cuidarla mejor? Natalia le sirve. Él tampoco tiene hambre pero come para
no desairarla. Preferiría irse temprano al consultorio pero no tiene más
remedio que seguir a Natalia al dormitorio. Después de hacer el amor, Natalia
le lleva un café a la cama. Es una buena mina, evalúa él. Le comenta el
alejamiento de Laura. Ayer una paciente
me comentó que su prima acaba de tener un bebé y que está muy deprimida; le
indicaron una terapia; me preguntó si quería atenderla pero, obviamente, no
corresponde; ¿te animás? Él le pide más detalles. Mientras
saborean el café pasan revista a sus respectivos consultorios. Es una mina más
que buena, decide Gustavo.
Novela por entregas. Gustavo está iniciando su carrera de terapeuta. Miércoles a miércoles, su propia vida y la de sus cinco pacientes se va modificando. ¿Los acompañamos?
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