Miércoles 28 de
noviembre
Gustavo llega a la clínica, después de dejar a Nacho
en el colegio, cerca de las ocho. Solo un
minuto, es una excepción concede la enfermera luego de muchos ruegos. Gustavo
se lava las manos y entra. Está agitado. Papi,
sacame de acá pide Martina rodeada de tubos. No puedo, muñequita, todavía no, ya falta menos promete Gustavo
clavándose las uñas en la palma de la mano. Porfi.
Él le acaricia la cabeza. No quiere seguir mintiéndole. Una enfermera
entra. Le pido que se retire indica. Gustavo
sale. Cecilia sigue parada, apoyada contra la pared. Ya me echaron cuenta él. Son inflexibles dice ella y agrega voy a tomar un café. Te acompaño propone
él yo tampoco desayuné. En el bar de
la clínica piden café con leche y medialunas. ¿Lo viste a Grieco? pregunta Gustavo. Sí, pasó a las once de la noche; gracias a él me permitieron entrar un
rato. ¿Qué dijo? Quiere sacarla de terapia, sabés cómo es él, dice que es muy
contraproducente para el estado emocional de Martina; que la nena, tanto como
el suero precisa a sus papás; me comentó que si yo estaba de acuerdo, él asumía
los riesgos de pasarla a una habitación. ¿Qué le dijiste? Que tenía que charlarlo con vos. ¿Por qué no me
llamaste? No quise despertarte, total sería luego del parte del mediodía; ¿vos
que pensás? Gustavo se toma unos segundos. Grieco nunca pondría a la nena en peligro. Dijo que lo llamáramos en
cuanto tomáramos una decisión informa Cecilia. Él la observa: está ojerosa,
desencajada. ¿Pudiste dormir algo? No;
todo el tiempo pensaba en el absurdo de que yo estuviera sentada de este lado y
del otro, la nena, muerta de miedo, sola. Esperemos que esta noche ya esté en
una pieza. Desayunan en silencio. Con el último trago Gustavo le pregunta ¿cómo estás? Rota. Él le oprime las
manos. A veces pienso que todo esto es
culpa mía dice Cecilia. No digas
tonterías. Los ojos de ella se llenan de lágrimas. ¿Cómo va todo? pregunta Santiago. Gustavo se sobresalta y suelta
las manos de Cecilia. Santiago la besa y se sienta. Bajo informa ella. Andá, no
más, yo me quedo, total hasta el mediodía no nos dejarán verla ofrece
Gustavo cualquier cosa te aviso. Entonces pasaré por el trabajo hace una
semana que no aparezco. Santiago llama al mozo, espera a que Cecilia se
aleje y pregunta ¿qué novedades? A lo
mejor la pasan a sala; recién estuve con ella cinco minutos; es insoportable
verla así; ya dura una semana este calvario; no sé para cuánto más tendrá,
pobre criatura. Santiago toma un café mientras Gustavo sigue hablando sobre
la nena. Apoya la taza sobre la mesa y pregunta ¿cómo van las cosas con Cecilia? Qué decirte; es una excelente madre.
Sí, eso ya lo sabemos, te estoy preguntando cómo te resulta pasar tantas horas
con ella. No sé, no tengo energía para analizarlo. ¿Cómo te arreglás con el
trabajo? Los primeros días no aparecí; desde que está en terapia voy un rato a
la mañana y otro a la tarde, igual no me dejan entrar; mi viejo se portó muy
bien, vino varias veces a ver a Martina. ¿Y el consultorio? Hoy tengo; ya
arreglé con Cecilia que me quedo aquí hasta la una y media y después me
reemplaza ella. ¿Natalia? Hace una semana que no la veo; me llama a cada rato,
para preguntarme por la nena, pero no me presiona; es una mina de oro; justo
hoy empiezo con una paciente que ella me derivó; qué mal momento para tenerme
como terapeuta. Santiago le palmea la espalda. Vos sos bueno hasta dormido. Gustavo,
por primera vez en la mañana, sonríe.
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