¿Cómo está Lucas? pregunta Gustavo cuando Daniela, ya sentada, lo mira. Mejor, por suerte, ya casi no le duele. ¿Y
cómo estás vos? Ella eleva los
hombros. No sé, no me entiendo, no soy la
misma. ¿La misma que cuándo? Que antes del accidente; algo me pasó. Gustavo
recuerda la sesión pasada. Daniela había manifestado una aguda culpa. Me está matando la culpa explica ella
como si hubiera podido leerle el pensamiento. ¿Qué es lo que te hace sentir
tan mal? Ya le expliqué, no pude hacerme cargo de mi hijo. Me gustaría que
trataras de precisarme tus sensaciones. Cuando lo vi aullar en la ambulancia;
todas mis ilusiones volaron de golpe; qué tonta, porque el nene estaba un poco
mejor yo ya fantaseaba con que se habían equivocado con el diagnóstico; los
vidrios me estrellaron en la realidad. Asumir esa realidad es lo que estamos
trabajando en este espacio, y no es tarea fácil. Las lágrimas comienzan a
deslizarse por las mejillas de Daniela. Ella no parece percibirlas. Él le
alcanza la caja de pañuelos de papel. Minutos después, Daniela, la mirada perdida, estruja los restos del pañuelo entre
las manos. Lo peor fue cuando le agarró
el ataque al bajar de la ambulancia dice
parecía poseído, ese no es mi hijo, me decía yo. ¿Sentiste rechazo por él? Daniela
cierra los ojos y asiente con la cabeza. Uno
es responsable de sus actitudes no de sus sentimientos acota Gustavo vos no abandonaste a tu hijo; a pesar del
rechazo que estabas experimentando fuiste capaz de confortarlo. El llanto
de Daniela regresa. ¡¿Por qué yo no puedo
tener un hijo normal?! Que Lucas sea autista no significa que vos no puedas
tener un hijo normal. La mirada de Daniela se hace viva. Hace rato que le estoy dando vueltas al tema
de tener otro hijo pero no me animé a decírselo a nadie porque ya sé que me
dirán que estoy loca; siempre soñé con tener al menos cuatro hijos, por eso me
apuré en quedar embarazada; y ahora el
autismo del nene me obliga también a renunciar a mis proyectos; venía bien y me
desequilibré, estoy asustada. Gustavo le apoya una mano en el antebrazo. Tranquilizate, no estás loca. ¡Sí, es eso
justo lo que siento! , y trato de disimular para que Ariel no se dé cuenta. Gustavo tiene una intuición.
¿Querés que te acompañé la próxima
sesión? ¿Se puede? contesta ella mirándolo a los ojos. Se puede todo lo que contribuya a ponerte bien. Ella inspira
hondo. Le voy a preguntar dice.
Gustavo sonríe. ¿Le tengo que avisar? No
hace falta contesta él vos sos la
protagonista; este es tu espacio.
Gustavo se asoma al balcón y ve alejarse a Daniela.
Desde la altura parece una criatura. Está confundido. Siente que perdió durante
la sesión la linealidad del pensamiento. La angustia de ella me arrolló,
piensa, ¿perdí el rumbo? Hoy sí que tiene ganas de ver a Ana María. Necesidad.
Junta sus cosas.
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