viernes, 13 de junio de 2014

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¿Cómo está Lucas? pregunta Gustavo cuando Daniela, ya sentada, lo mira. Mejor, por suerte, ya casi no le duele. ¿Y cómo estás vos?  Ella eleva los hombros. No sé, no me entiendo, no soy la misma. ¿La misma que cuándo? Que antes del accidente; algo me pasó. Gustavo recuerda la sesión pasada. Daniela había manifestado una aguda culpa. Me está matando la culpa explica ella como si hubiera podido leerle el pensamiento.  ¿Qué es lo que te hace sentir tan mal? Ya le expliqué, no pude hacerme cargo de mi hijo. Me gustaría que trataras de precisarme tus sensaciones. Cuando lo vi aullar en la ambulancia; todas mis ilusiones volaron de golpe; qué tonta, porque el nene estaba un poco mejor yo ya fantaseaba con que se habían equivocado con el diagnóstico; los vidrios me estrellaron en la realidad. Asumir esa realidad es lo que estamos trabajando en este espacio, y no es tarea fácil. Las lágrimas comienzan a deslizarse por las mejillas de Daniela. Ella no parece percibirlas. Él le alcanza la caja de pañuelos de papel. Minutos después, Daniela, la mirada perdida, estruja los restos del pañuelo entre las manos. Lo peor fue cuando le agarró el ataque al bajar de la ambulancia dice parecía poseído, ese no es mi hijo, me decía yo. ¿Sentiste rechazo por él? Daniela cierra los ojos y asiente con la cabeza. Uno es responsable de sus actitudes no de sus sentimientos acota Gustavo vos no abandonaste a tu hijo; a pesar del rechazo que estabas experimentando fuiste capaz de confortarlo. El llanto de Daniela regresa. ¡¿Por qué yo no puedo tener un hijo normal?! Que Lucas sea autista no significa que vos no puedas tener un hijo normal. La mirada de Daniela se hace viva. Hace rato que le estoy dando vueltas al tema de tener otro hijo pero no me animé a decírselo a nadie porque ya sé que me dirán que estoy loca; siempre soñé con tener al menos cuatro hijos, por eso me apuré en quedar embarazada;  y ahora el autismo del nene me obliga también a renunciar a mis proyectos; venía bien y me desequilibré, estoy asustada. Gustavo le apoya una mano en el antebrazo. Tranquilizate, no estás loca. ¡Sí, es eso justo lo que siento! , y trato de disimular para que Ariel no se dé cuenta.  Gustavo tiene una intuición. ¿Querés que te acompañé la próxima sesión? ¿Se puede? contesta ella mirándolo a los ojos. Se puede todo lo que contribuya a ponerte bien. Ella inspira hondo. Le voy a preguntar dice. Gustavo sonríe. ¿Le tengo que avisar? No hace falta contesta él vos sos la protagonista; este es tu espacio.


Gustavo se asoma al balcón y ve alejarse a Daniela. Desde la altura parece una criatura. Está confundido. Siente que perdió durante la sesión la linealidad del pensamiento. La angustia de ella me arrolló, piensa, ¿perdí el rumbo? Hoy sí que tiene ganas de ver a Ana María. Necesidad. Junta sus cosas.

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