viernes, 6 de junio de 2014

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Miércoles 14
Suena el despertador. Antes de que junte fuerzas Lacán le está lamiendo la mano que cae de la cama. Lo acaricia, lo aparta y apaga el reloj. Va al baño, se afeita. Al ir a despertar a los chicos descubre vacía la cama de Martina. Recién recuerda que se quedó a dormir en casa de los abuelos. Espero que Cecilia no la haga faltar, piensa. Diez minutos después desayuna con su hijo. Me preguntó mamá si quería que esta tarde fuéramos a comprarme ropa cuenta Nacho. ¿Qué le dijiste? Que no preciso nada. Sin embargo las zapatillas ya te quedan chicas recuerda Gustavo. Es increíble lo rápido que está creciendo. Cuando puedas voy con vos. Gustavo lo mira sorprendido. ¿No querés salir con ella? Nacho entierra la vista en el vaso de Nesquik. Mirame, hijo. El chico levanta la vista. ¿Estás enojado con tu mamá? Nacho frunce el ceño. Con ese gesto ya parece un hombre, piensa Gustavo. Ante el silencio insiste ¿me escuchaste? Su hijo chasquea la boca. Ahora se hace la buenita dice. En Gustavo se enciende el botón de alarma. ¿Por qué decís eso? Nacho se levanta. Vamos, pa, que ya es tarde.

Al fin diste señales de vida lo recibe Santiago, sentado contra la ventana. ¿Cuándo regresa Cecilia? pregunta en cuanto Gustavo se acomoda. Volvió hace una semana. ¡Qué!, ¿por qué no me contaste? No tenía ganas de hablar con nadie Gustavo gira  y levanta la mano hacia el mozo un café, por favor, doble. Te escucho, pero que te quede claro que estoy muy ofendido. Gustavo arranca desde la llegada a Ezeiza. Esa misma noche se fue a dormir a los de sus viejos; desde entonces está allá, o al menos eso dice; pasa por casa casi todas las tardes, por suerte no la veo; Martina no se le despega, anoche durmió en lo de sus abuelos. ¿Los chicos te preguntaron algo más? No, hacen como si ella no hubiera vuelto, no me cuentan de sus visitas; nosotros seguimos funcionando como siempre. ¿Cómo siempre? Bah, como en estos últimos meses, es notable, ya no me pesa hacerme cargo de mis hijos; me acostumbré. Santiago se echa sobre el respaldo, mete las manos en los bolsillos. Festejemos: te curaste de Cecilia dice, con sorna. No digas boludeces, te estoy hablando de mis hijos no de ella. Santiago se pone repentinamente serio. Su tronco se adelanta. La viste y sucumbiste dice y después añade me salió en versito. Si te seguís haciendo el pelotudo me voy. Uf, qué carácter, hermano. El celular de Gustavo suena. Lee el mensaje y lo contesta. Me voy informa. Che, no te enojes. Gustavo cabecea, sonríe de lado. Era Natalia, hace dos semanas que pateo el encuentro, me dijo que si no aparezco  ya, todo se terminó. ¿Y vos le creíste?, esa mina está muerta por vos. Gustavo se incorpora. Pagame el café, te corresponde por salame.


Natalia baja a abrirle. Ya en el ascensor Gustavo se enciende. Suben besándose. En cuanto se escucha el ruido de la puerta, él empieza a desvestirla. Luego yacen juntos. Ella apoyada en su pecho, él abrazándola. ¿Me vas a contar por qué desapareciste? exige Natalia. Volvió mi mujer. Ella se incorpora con brusquedad. Me lo podrías haber dicho antes, dejarme a mí la posibilidad de decidir. ¿De decidir qué? pregunta Gustavo, también sentado. Si quería volver a acostarme con vos. Natalia, yo nunca te engañé, sabías perfectamente cuál era mi situación. Sabía cuál era tu situación cuando tu mujer estaba en Chile, pero ahora ella está acá, ella está durmiendo con vos. Estás equivocada replica Gustavo. La mirada de Natalia se aviva. Él le cuenta con detalle todo lo sucedido. Ella lo escucha en silencio. ¿Ya no la querés? pregunta Natalia luego de un rato. Él no sabe qué responder. Entonces mira el reloj. ¡La una y media! dice alarmado y salta de la cama.

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