domingo, 29 de junio de 2014

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María Inés está aún más delgada aunque esta vez se arregló. Gustavo la hace pasar al escritorio pero la detiene, tomándola suavemente del brazo,  cuando ella se dirige al consultorio. Tuve un imprevisto, hoy no podré atenderte. ¿Y yo qué? dice ella bajando los brazos. Gustavo duda, ¿y si va a la clínica media hora más tarde? Lo siento mucho, mi hija está internada necesita justificarse acaban de avisarme que tengo que ir, ya. Ella se encoge de hombros. No sé si aguantaré hasta la semana próxima informa sin ninguna inflexión en la voz. Si querés, podemos vernos mañana propone él, allá la fábrica, allá su padre. Los ojos de ella se animan. ¿A qué hora? Cuando a vos te venga bien. Ella dice a la mañana. ¿A las ocho? pregunta él. Dale dice ella. Está frente a la puerta del ascensor cuando se da vuelta. Quedate tranquilo y ocupate de tu hija, te veo el próximo miércoles, voy a estar bien. Gustavo inspira profundamente. Gracias dice y luego añade cualquier cosa me llamás.

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