Mientras sube en el ascensor piensa que Martina lo ha
entrampado. Imagina la cena de a cuatro y se revuelve de rabia. En cuanto abre
la puerta, Cecilia se acerca. Ya lo mandé
a Nacho a lo de Tomás; te preparé un
sándwich, anda comiendo mientras levanto a la nena. A Gustavo lo sorprende
el silencio de su casa. Ni Lacán se acercó a saludarlo. Obediente, se lava las
manos y, de parado en la cocina, come el sándwich. De pollo. Riquísimo, tiene
que reconocer a su pesar. ¿Podés venir? lo
llama Cecilia desde el dormitorio de Martina. Alzala, por favor, no la puedo despertar y para mí es muy pesada. Gustavo
mira a la nena y se asusta. Está amarilla dice.
Sí, ya sé. Gustavo observa que
Cecilia mete ropa en un bolso. Por las
dudas explica al notar su mirada. Él carga a la nena. Estoy muy mal, papi. A Gustavo no le cabe la culpa en el cuerpo.
Cecilia se sienta atrás. La cabeza de Martina sobre su
falda. ¿Cuándo se puso tan mal? pregunta
él mirando el espejo retrovisor. Cuando te avisé; antes lo había llamado a Grieco pero me dijo que estaba en una
conferencia y que igual era mejor que la llevara a la clínica porque habrá que
hacerle análisis; hice mal en esperarte, me tendría que haber tomado un taxi, no sé qué me pasó. Quedate tranquila
dice él actuaste como debías dice
él y piensa cómo se las habría arreglado si le hubiera tocado estando solo.
Por suerte los atiende el mismo médico. Veinticuatro horas de guardia les
explica. Escucha con atención el reporte de Cecilia mientras revisa a la nena. ¿Orinó? le pregunta. Cecilia se queda
pensando. Ahora que me dice, desde que
llegamos a casa no fue al baño, al menos que yo la haya visto; Martina,
¿hiciste pis? No sé, no me acuerdo. Le vamos a hacer una ecografía abdominal y
habrá que sacarle sangre. ¡No quiero! dice la nena. Nunca le sacaron explica Cecilia. Siempre hay una primera vez dice el hombre y dirigiéndose a la nena
intenta tranquilizarla ni te vas a dar
cuenta. A los pocos minutos entra una
enfermera. Gustavo se sienta con la nena en brazos. Recién al tercer pinchazo, la mujer logra sacarle sangre. Martina llora
mansamente. Golpean la puerta. Es Grieco. Gustavo suspira de alivio.
Una hora después la nena duerme en una camilla en un
box de la sala de guardia. Cecilia y Gustavo están sentados, uno a cada lado.
Grieco entra y les hace una seña. Ambos salen. Ya están los resultados informa
Grieco con una voz que Gustavo desconoce se
quedará internada. ¿Qué tiene? pregunta Cecilia. Síndrome urémico hemolítico. Eso es grave, ¿no? dice ella. Sí contesta Grieco quizás haya que dializarla. Cecilia se tambalea. Grieco la
sostiene. Cuando el médico se aleja, Cecilia comienza a sollozar. Gustavo la
abraza.
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