martes, 1 de julio de 2014

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Mientras sube en el ascensor piensa que Martina lo ha entrampado. Imagina la cena de a cuatro y se revuelve de rabia. En cuanto abre la puerta, Cecilia se acerca. Ya lo mandé a Nacho a lo de Tomás; te preparé un sándwich, anda comiendo mientras levanto a la nena. A Gustavo lo sorprende el silencio de su casa. Ni Lacán se acercó a saludarlo. Obediente, se lava las manos y, de parado en la cocina, come el sándwich. De pollo. Riquísimo, tiene que reconocer a su pesar. ¿Podés venir? lo llama Cecilia desde el dormitorio de Martina. Alzala, por favor, no la puedo despertar y para mí es muy pesada. Gustavo mira a la nena y se asusta. Está amarilla dice. Sí, ya sé. Gustavo observa que Cecilia mete ropa en un bolso. Por las dudas explica al notar su mirada. Él carga a la nena. Estoy muy mal, papi. A Gustavo no le cabe la culpa en el cuerpo.

Cecilia se sienta atrás. La cabeza de Martina sobre su falda. ¿Cuándo se puso tan mal? pregunta él mirando el espejo retrovisor.  Cuando te avisé; antes lo había llamado  a Grieco pero me dijo que estaba en una conferencia y que igual era mejor que la llevara a la clínica porque habrá que hacerle análisis; hice mal en esperarte, me tendría que haber tomado  un taxi, no sé qué me pasó. Quedate tranquila dice él actuaste como debías dice él y piensa cómo se las habría arreglado si le hubiera tocado estando solo.

Por suerte los atiende el mismo médico. Veinticuatro horas de guardia les explica. Escucha con atención el reporte de Cecilia mientras revisa a la nena. ¿Orinó? le pregunta. Cecilia se queda pensando. Ahora que me dice, desde que llegamos a casa no fue al baño, al menos que yo la haya visto; Martina, ¿hiciste pis? No sé, no me acuerdo. Le vamos a hacer una ecografía abdominal y habrá que sacarle sangre. ¡No quiero! dice la nena. Nunca le sacaron explica Cecilia. Siempre hay una primera vez dice el hombre y dirigiéndose a la nena intenta tranquilizarla ni te vas a dar cuenta. A los pocos minutos entra una enfermera. Gustavo se sienta con la nena en brazos. Recién al tercer pinchazo,  la mujer logra sacarle sangre. Martina llora mansamente. Golpean la puerta. Es Grieco. Gustavo suspira de alivio.


Una hora después la nena duerme en una camilla en un box de la sala de guardia. Cecilia y Gustavo están sentados, uno a cada lado. Grieco entra y les hace una seña. Ambos salen.  Ya están los resultados informa Grieco con una voz que Gustavo desconoce se quedará internada. ¿Qué tiene? pregunta Cecilia. Síndrome urémico hemolítico. Eso es grave, ¿no? dice ella. contesta Grieco quizás haya que dializarla. Cecilia se tambalea. Grieco la sostiene. Cuando el médico se aleja, Cecilia comienza a sollozar. Gustavo la abraza. 

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