Perdoname por suspender
nuestro encuentro del miércoles pasado se
disculpa Gustavo. No es nada dice
María Inés. ¿Cómo estás? No tan grave como tu hija, parece. A
Gustavo le da rabia. Carraspea. Tu estado
puede ser modificado por vos misma dice
mi hija estuvo luchando por su vida. La mirada de María Inés se ablanda. ¿Cómo está ahora? Mejor, pero sigue
internada; cancelé la sesión solo porque era imprescindible, entiendo
perfectamente lo difícil de tu situación. Me arreglé sola informa ella. Contame, por favor. El miércoles pasado al salir de aquí no sabía adónde ir; empecé a
caminar y cuando me quise acordar estaba frente a la casa de mis padres; subí;
mi madre se sorprendió mucho, nunca voy sin avisar; fue raro verla en bata,
despeinada, sin maquillar; yo había borrado todo lo que me habías dicho el
miércoles anterior pero cuando la tuve enfrente
me cayó todo encima, como un baldazo; le pregunté si sabía que el abuelo había
abusado de mí; se quedó muda, la boca le temblaba; hasta que le pregunté si su
padre también había abusado de ella; se transfiguró, me dijo que estaba loca,
creí que iba a pegarme; luego me pregunto si se lo había contado a alguien;
evidentemente lo único que le importa es guardar las apariencias; me fui dando
un portazo. Gustavo le ofrece un vaso de agua que ella acepta. Está por
decirle que el hecho de que él no hubiera podido atenderla removió el abandono
de su madre cuando decide que no, mejor no. Celebro
que hayas podido hablar con tu madre; debe haber sido un terrible impacto para
ella; quizá cuando se reponga acceda a contarte qué fue lo que ella vivió. Después
de una semana, me llamó antes de venir para acá cuenta María Inés quedé en ir cuando salga. Se instala un
silencio que, sin embargo, no es molesto. ¿Qué
pasó con Gerardo? pregunta Gustavo luego de un largo rato. Por suerte está de viaje informa ella no me pidas tanto; de a uno por vez sonríe
por primera vez y, mostrando los puños en alto, añade este round es con mi madre. ¿Querés
que dejemos aquí? propone él. Sí accede
ella necesito ver a mi madre ya. Ambos
se incorporan. Frente a la puerta abierta del ascensor, María Inés gira. Que tu hija se mejore, tiene suerte de
tener un padre como vos.
Gustavo va hasta el teléfono. Hola, pa atiende Nacho ¿pasó
algó con Marti? No, solo quería escucharte. Se produce un largo silencio. ¿Estás ahí? pregunta Gustavo,
arrepentido de su impulso. Sí, pa; algo
pensé, a la noche te cuento. Cuando salgo de la clínica te paso a buscar y vamos
a comer algo. ¡Pero a Mc no! pide el chico. Ambos ríen.
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