No estaba seguro de si
tenía que venir aclara Joaquín en
cuanto se sienta. ¿Por qué no me
llamaste? pregunta Gustavo. No sé, me
pareció que no daba. Preferiste venir hasta aquí arriesgándote a que yo no
estuviera. Igual no tenía nada que hacer se justifica el chico. Es excepcional que yo cancele un encuentro,
lamento muchísimo no haber podido atenderte. Joaco se encoge de hombros. No pasa nada, estoy acostumbrado. ¿A qué
estás acostumbrado? Nada, es un decir. ¿Estás acostumbrado a sentirte
postergado? El chico baja la vista, se come las uñas. Me contaste que tenés un hermano más chico. Sí, tiene catorce. Hablame
de él pide Gustavo. ¿Qué querés que
te cuente? ¿Se llevan bien? Maso. ¿Qué es lo que te molesta de él? El chico
lo mira, parece sorprendido. Nada, yo no
te dije nada. Habrá cosas de él que te gusten menos que otras. Joaquín
esboza una sonrisa extraña. Difícil, Maxi es perfecto. ¿Se llama Maximiliano? No,
Máximo. Y vos sos más grande pero te sentís mínimo frente a él. No me jodas pide
el chico. ¿A él también lo insulta tu
papá? ¡Cortala! eleva Joaco la voz mientras se balancea rítmicamente. Gustavo
obedece pero luego de una larga pausa insiste ¿suponés que tu papá lo quiere más? ¡Estoy seguro! ¿Y tu mamá? No sé,
mi mamá es muy buena conmigo pero a lo mejor es que me tiene lástima. A
Gustavo se le estruja el alma. ¿Lástima
por qué? Porque todo me sale mal. ¿Qué es todo? El colegio, las chicas, todo.
¿Le contaste a tu mamá que te va mal con las chicas? No, cómo le voy a contar,
pero ella siempre sabe todo, no sé, parece que me espiara, le pregunta a mis amigos, llama a sus madres.
¿Vos le avisaste que eso te molesta? Para qué, lo va a hacer igual. ¿Qué opinás
de la actitud de tus padres? Ellos creen que lo hacen por mi bien. ¿Estás
seguro de lo que estás diciendo? Joaco calla. Vuelve a comerse las uñas. ¿Te sirve que tu papá te humille? Mi papá no
me humilla. ¿Tampoco cuando te dice ¨tan pelotudo como siempre¨ porque se te
rompió un vaso?; ¿te sirve que tu mamá, a tus diecisiete años, te controle
llamando a las madres de tus compañeros? No sé para qué mierda te conté nada,
vos entendes todo mal. Quizá me lo contaste para poder observarlos a través de
mis ojos. ¡No sos nadie para juzgar a mis papás! Yo no estoy juzgando a tus padres,
estoy tratando de que percibas qué de su actitud te hace daño. Joaquín se
agarra la cabeza con ambas manos. Eso
solo hacen mal trata de disculparlos. Por
supuesto que han hecho muchísimas cosas buenas por vos, por supuesto que te
quieren, aunque a veces lo dudes; lo que estoy intentando es que, en lugar de
adjudicarte las fallas a vos puedas ver
que , a lo mejor, ellos depositan en vos sus propias inseguridades. ¿Por qué lo
decís? Gustavo se pregunta, ¿hasta
dónde debe retroceder? ¿Qué relación
tenés con tu abuelo? A veces me siento un mosquito al lado suyo, él sí que es
súper. Seguramente no fue fácil para tu papá tener un padre así. Joaquín
endereza bruscamente la cabeza. Nunca lo
había pensado. ¿Tu papá nunca te contó cosas de cuando era chico? Casi nada, no
se acuerda. ¿Por qué te parece que no tiene recuerdos? No sé. A veces cuando
los recuerdos son duros, la mente los saca de la conciencia, pero en el inconsciente
sobreviven y siguen actuando, tratando de reparar los sufrimientos. ¡Claro! exclama
al chico ¡por eso me jode a mí! Pero él
no puede evitarlo porque no se da cuenta. ¿Por qué no lo traigo aquí y se lo
decís vos? Yo no soy el terapeuta de él sino el tuyo; tampoco soy el dueño de
la verdad; lo que estoy diciendo es solo lo que yo supongo que ha sucedido.
¡Pero tenés razón!, ¡cuando lo dijiste algo se me sacudió en la panza! Te
propongo que vayas a tu casa, que reflexiones sobre todo lo que charlamos aquí,
que intentes acercarte a tu padre; si eso no funciona y sentís que querés
hablar con él y no te lo permite o vos mismo no te lo permitís, podríamos
pensar juntos si es una buena idea que tu papá venga acá. Dale dice Joaquín
levantándose. Antes de salir con la vista baja dice seguro que no me voy a animar.
Gustavo reflexiona: Mariana y el abandono de su madre;
Camilo y el imperativo de excelencia; María Inés entregada por su madre;
Joaquín y su autoestima desvastada por sus padres; Daniela y el alcoholismo de
su padre. ¿Cómo trabajar con el presente antes de decodificar la infancia?
Imposible comenzar por el final. Pero es difícil luchar contra la resistencia
de sus pacientes de viajar hacia atrás. Exhala bruscamente. Va a la cocina y se
prepara un té.
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