miércoles, 23 de julio de 2014

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No estaba seguro de si tenía que venir aclara Joaquín en cuanto se sienta. ¿Por qué no me llamaste? pregunta Gustavo. No sé, me pareció que no daba. Preferiste venir hasta aquí arriesgándote a que yo no estuviera. Igual no tenía nada que hacer se justifica el chico. Es excepcional que yo cancele un encuentro, lamento muchísimo no haber podido atenderte. Joaco se encoge de hombros. No pasa nada, estoy acostumbrado. ¿A qué estás acostumbrado? Nada, es un decir. ¿Estás acostumbrado a sentirte postergado? El chico baja la vista, se come las uñas. Me contaste que tenés un hermano más chico. Sí, tiene catorce. Hablame de él pide Gustavo. ¿Qué querés que te cuente? ¿Se llevan bien? Maso. ¿Qué es lo que te molesta de él? El chico lo mira, parece sorprendido. Nada, yo no te dije nada. Habrá cosas de él que te gusten menos que otras. Joaquín esboza una sonrisa extraña. Difícil, Maxi es perfecto. ¿Se llama Maximiliano? No, Máximo. Y vos sos más grande pero te sentís mínimo frente a él. No me jodas pide el chico. ¿A él también lo insulta tu papá? ¡Cortala! eleva Joaco la voz mientras se balancea rítmicamente. Gustavo obedece pero luego de una larga pausa insiste ¿suponés que tu papá lo quiere más? ¡Estoy seguro! ¿Y tu mamá? No sé, mi mamá es muy buena conmigo pero a lo mejor es que me tiene lástima. A Gustavo se le estruja el alma. ¿Lástima por qué? Porque todo me sale mal. ¿Qué es todo? El colegio, las chicas, todo. ¿Le contaste a tu mamá que te va mal con las chicas? No, cómo le voy a contar, pero ella siempre sabe todo, no sé, parece que me espiara,  le pregunta a mis amigos, llama a sus madres. ¿Vos le avisaste que eso te molesta? Para qué, lo va a hacer igual. ¿Qué opinás de la actitud de tus padres? Ellos creen que lo hacen por mi bien. ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? Joaco calla. Vuelve a comerse las uñas. ¿Te sirve que tu papá te humille? Mi papá no me humilla. ¿Tampoco cuando te dice ¨tan pelotudo como siempre¨ porque se te rompió un vaso?; ¿te sirve que tu mamá, a tus diecisiete años, te controle llamando a las madres de tus compañeros? No sé para qué mierda te conté nada, vos entendes todo mal. Quizá me lo contaste para poder observarlos a través de mis ojos. ¡No sos nadie para juzgar a mis papás! Yo no estoy juzgando a tus padres, estoy tratando de que percibas qué de su actitud te hace daño. Joaquín se agarra la cabeza con ambas manos. Eso solo hacen mal trata de disculparlos. Por supuesto que han hecho muchísimas cosas buenas por vos, por supuesto que te quieren, aunque a veces lo dudes; lo que estoy intentando es que, en lugar de adjudicarte las  fallas a vos puedas ver que , a lo mejor, ellos depositan en vos sus propias inseguridades. ¿Por qué lo decís?  Gustavo se pregunta, ¿hasta dónde debe retroceder? ¿Qué relación tenés con tu abuelo? A veces me siento un mosquito al lado suyo, él sí que es súper. Seguramente no fue fácil para tu papá tener un padre así. Joaquín endereza bruscamente la cabeza. Nunca lo había pensado. ¿Tu papá nunca te contó cosas de cuando era chico? Casi nada, no se acuerda. ¿Por qué te parece que no tiene recuerdos? No sé. A veces cuando los recuerdos son duros, la mente los saca de la conciencia, pero en el inconsciente sobreviven y siguen actuando, tratando de reparar los sufrimientos. ¡Claro! exclama al chico ¡por eso me jode a mí! Pero él no puede evitarlo porque no se da cuenta. ¿Por qué no lo traigo aquí y se lo decís vos? Yo no soy el terapeuta de él sino el tuyo; tampoco soy el dueño de la verdad; lo que estoy diciendo es solo lo que yo supongo que ha sucedido. ¡Pero tenés razón!, ¡cuando lo dijiste algo se me sacudió en la panza! Te propongo que vayas a tu casa, que reflexiones sobre todo lo que charlamos aquí, que intentes acercarte a tu padre; si eso no funciona y sentís que querés hablar con él y no te lo permite o vos mismo no te lo permitís, podríamos pensar juntos si es una buena idea que tu papá venga acá. Dale dice Joaquín levantándose. Antes de salir con la vista baja dice seguro que no me voy a animar.


Gustavo reflexiona: Mariana y el abandono de su madre; Camilo y el imperativo de excelencia; María Inés entregada por su madre; Joaquín y su autoestima desvastada por sus padres; Daniela y el alcoholismo de su padre. ¿Cómo trabajar con el presente antes de decodificar la infancia? Imposible comenzar por el final. Pero es difícil luchar contra la resistencia de sus pacientes de viajar hacia atrás. Exhala bruscamente. Va a la cocina y se prepara un té.

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