Viniste comenta Gustavo mientras la hace entrar. No, soy un
espejismo dice y luego de unos segundos
en otro tono agrega si no, te
hubiera llamado. Hay algunos que no pueden ni avisar aclara él. Estoy sin dormir comenta ella al
sentarse. Gustavo la observa con atención. Sí, está ojerosa. ¿Por qué? le pregunta. Me fui de joda. A lo mejor es lo que
hubieras querido añade él. ¡Por
supuesto!, no de joda en sí, lo que hubiera querido era irme. ¿Benicio lloraba?
¿Si lloraba?, ¡aullaba! ¿Lo estás amamantando? No, no tuve leche, lo intenté en
el sanatorio pero ya allí empezaron a darle mamadera. ¿Cómo fue tu parto? Una
cesárea, pero todo bien. ¿Por qué te hicieron cesárea? Estaba programada; el
bebé era grande y con mi edad… Gustavo va a repreguntar pero se detiene. No
es ese el camino. Inspira hondo. ¿Recordás
mi propuesta del encuentro anterior? Ella lo mira con ¿desdén? Claro dice todavía conservo mis facultades mentales. ¿De que trabajaba tu padre?
¿Y eso que tiene que ver con los gritos de Benicio? ¿De qué trabajaba? Ella
resopla. Era, bah, es, odontólogo. Como
vos. Chocolate por la noticia. Gustavo experimenta una fuerte y repentina
irritación. Él ya tiene bastantes problemas, ¿qué mierda le importan los padres
de Mariana? Inspira profundamente, se pasa la lengua por los labios y pregunta ¿y tu madre? Ella hace un gesto
despectivo. Mi vieja nunca hizo nada,
vivió de él toda la vida. ¿Quién dice eso? Mariana lo mira, parece sorprendida.
¿Cómo quién dice eso?, ¿me estás
cargando?, yo lo estoy diciendo. Nunca y toda la vida parecen remitir a un tiempo anterior a tu existencia. Sí, desde que se casaron ella vivió panza arriba;
antes era maestra. Te repito la pregunta ¿quién dice eso? No te entiendo; yo.
¿Quién te lo contó? Ella se echa el cabello hacia atrás y deja las manos
apoyadas sobre la cabeza. Luego de unos instantes contesta siempre lo supe, supongo que habrá sido mi papá, no creo que mamá admitiera voluntariamente que era una vaga.
¿Cómo fue tu nacimiento? No sé reconoce ella. ¿Tu madre te amamantó? No sé repite. Durante el embarazo y nacimiento de Benicio, ¿tu madre no hizo ningún
comentario con respecto a tu propio nacimiento y lactancia? Si los hizo, no la oí,
tenía otras preocupaciones; durante el embarazo tuvimos un caso importantísimo
y desde que nació el nene, lo único que escucho son gritos. Me dijiste que
dejabas al bebé con tu mamá. Sí, pero eso no significa que hable con ella.
¿Tenés hermanos? No, soy hija única. ¿Por qué? Mariana esboza una sonrisa
desdeñosa y contesta porque no tengo
hermanos. Gustavo sabe que ella busca irritarlo por eso sonríe a su
vez y repregunta. ¿Por qué? Ella se pone
seria. No sé. ¿Nunca lo preguntaste?
Parece que no. Él tiene una corazada. ¿Vos
vivías con tu mamá? Ella arquea las cejas. Cuando yo tenía unos seis años papá consiguió trabajo en una clínica
odontólogica muy importante en Buenos Aires. ¿Dónde vivían? En Trenque Lauquen,
¿no te conté?; yo me vine con él. ¿Y tu mamá? Ella se tuvo que quedar porque
sus padres estaban enfermos. ¿Durante cuánto tiempo? No sé
exactamente, unos tres o cuatro años, hasta que mis abuelos murieron cuenta
ella con total normalidad. ¿Durante ese
tiempo no viste a tu madre? No. ¿La extrañabas? ¿Yo?, no, estaba acostumbrada.
¿Quién se hacía cargo de vos? Mi papá, claro. Me imagino que tu padre
trabajaría bastante. Por supuesto, es el día de hoy que labura de ocho a ocho. ¿Quién
te despertaba, te preparaba el desayuno y te llevaba al colegio? Ella
despliega una sonrisa extraña. Mi papá
ponía el despertador todas las noches; yo me levantaba, me vestía, tomaba la
leche que ya estaba en mi taza y salía; el colegio quedaba en la esquina. Gustavo
recuerda los dos vasos de Nesquik y
las cuatro tostadas saltando al mismo tiempo. ¿Con qué edad hacías todo eso? Desde los seis años; no me parece que
sea la muerte de nadie. ¿Dónde almorzabas? En el colegio. ¿Quién te preparaba
la merienda? Casi siempre teníamos alguna empleada; cuando no, yo me servía un
vaso de leche y comía galletitas. ¿Tu papá? Llegaba como a las ocho y cenábamos
juntos; yo me bañaba y se acababa el día. A Gustavo lo sorprende la falta
de emoción del relato. ¿No tenías miedo?
¿De qué? Mariana, eras una nena muy solita. Ella hace otro gesto
despectivo. Cerrá los ojos le indica
él. Ella, para sorpresa de Gustavo, obedece al instante. Tratá de recordarte; imaginate que estás en la casa de tu infancia,
mirando la puerta de calle, esperando a tu papá; ves que la luz se va ocultando
pero tu papá no llega; te preguntás si va a volver, si será cierto que va a
volver. Mariana se aprieta los brazos con ambas manos, comienza a
balancearse. Hasta que, por fin, tu papá
regresa; ¿qué hacés cuando escuchás
la llave en la cerradura? Voy al baño
a lavarme la cara; no quiero que papá me vea llorar contesta. ¿Qué puede pasar si tu papá te ve llorar? Él
siempre me dice que soy valiente como un soldadito, si me ve llorar no me lo va
a decir más. Gustavo decide permanecer en silencio. Un largo rato después comenta
resulta muy difícil para un soldado ser
una mamá. Mariana, mansamente, comienza
a llorar.
¿Martina está
despierta? le pregunta a Cecilia.
Instantes después escucha papi, todavía
no viniste. Él cierra los ojos. Estoy
trabajando, muñequita, pero no dejo de pensar en vos. La nena parlotea.
Como antes, piensa él. Antes. Si pudiera retroceder tres semanas. Si pudiera
retroceder cuatro meses, en realidad. Te
veo a la nochecita promete. Corta y llama a su casa. Hola, hijo, ¿cómo te fue en la escuela? ¿No te acordás que no fui? Cierto
recuerda él soy un tonto. Me acosté
de nuevo y dormí hasta que Juana me despertó con el almuerzo. Bien hecho comenta
él y sin haberlo planeado le pregunta
¿cómo estás? Silencio. ¿Yo? pregunta
el chico luego de un rato ni idea,
tendría que pensarlo. A Gustavo lo impacta la respuesta. Pensalo y a la noche lo charlamos; te mando
un abrazo fuerte. Gracias, pa.
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