Tiene mejor aspecto,
evalúa Gustavo cuando le abre la puerta a María Inés. Ella lo besa en la
mejilla, pasa y se ubica en el diván. Me
encontré con mi vieja informa. ¿Cómo
te fue? Empezó defendiéndose, diciendo que ni se imaginaba lo que pasaba con mi
abuelo; mientras yo le contaba con detalles ella se tapaba los oídos; hasta que
se quebró y empezó a sollozar; me
contó que esa noche había soñado con que su padre la miraba, ¿te das cuenta?,
lo mismo que soñé yo; pero recién en ese momento recuperó un par de escenas en
las cuales su padre la tocaba; no podía parar de llorar; cuando logró calmarse
me abrazó y me pidió perdón. Cuando Gustavo percibe que ella no seguirá
hablando, comenta es extraordinario lo
que conseguiste. Sí, pero tampoco te creas que la toqué con la varita mágica y
se transformó; después de que tomamos un té me pidió que le prometiera que no
se lo iba a contar a nadie; lo único que le importa es guardar las apariencias.
Él reflexiona mucho antes de comentar no
seas tan dura con ella; tampoco vos hablaste con tus amigas sobre tus
dificultades sexuales con Gerardo. ¿Es un reproche? De ninguna manera, es solo una
observación; lo importante es no depender de la aceptación de los otros para
valorarse a sí mismo; ¿qué puede pasar si sacás de la sombra la relación con tu
marido. ¿Qué puede pasar?, ¡puedo destruirlo! Creo que estás equivocada;
probablemente le harías un favor, debe ser una condena para él verse obligado a
ocultar su condición sexual; ¿pensás que va a
perder clientes?, por suerte soplan vientos nuevos, se está poniendo fin
a la discriminación de género. Llega mañana informa María Inés no sé qué mierda voy a hacer. ¿De qué tenés
miedo? ¡De todo!, temo vivir sin él, temo el escándalo, temo perder el tren de
vida, temo que mi viejo no me perdone. Pero a pesar de todo eso sentís la
necesidad de actuar. No puedo seguir así, Gustavo, voy a terminar matándome. Si
pensaras que la única solución es matarte no vendrías. María Inés calla
durante un largo rato. Mientras estoy
aquí me siento a salvo; vos me protegés de mí misma. No soy yo; es la parte
tuya que lucha por salir a la luz. ¡Qué parto más difícil! exclama ella con
una sonrisa ¡y ni siquiera me ponés
anestesia! Ambos ríen.
Gustavo, de repente,
se siente agotado. Se deja caer sobre el diván. Todavía le faltan dos pacientes
y su propia sesión con Ana María. Aunque lo peor vendrá después. ¿Cómo
sobrellevar esa primera noche con Martina en casa? Quizá debiera pedirle a su
madre que le hiciera compañía. No seas pelotudo, Gustavo, se reta, sos un
hombre grande, si le dieron el alta a la nena será porque los médicos están
seguros de que no corre ningún riesgo. El portero eléctrico lo sobresalta.
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