jueves, 24 de julio de 2014

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Tiene mejor aspecto, evalúa Gustavo cuando le abre la puerta a María Inés. Ella lo besa en la mejilla, pasa y se ubica en el diván. Me encontré con mi vieja informa. ¿Cómo te fue? Empezó defendiéndose, diciendo que ni se imaginaba lo que pasaba con mi abuelo; mientras yo le contaba con detalles ella se tapaba los oídos; hasta que se quebró y empezó a sollozar; me contó que esa noche había soñado con que su padre la miraba, ¿te das cuenta?, lo mismo que soñé yo; pero recién en ese momento recuperó un par de escenas en las cuales su padre la tocaba; no podía parar de llorar; cuando logró calmarse me abrazó y me pidió perdón. Cuando Gustavo percibe que ella no seguirá hablando, comenta es extraordinario lo que conseguiste. Sí, pero tampoco te creas que la toqué con la varita mágica y se transformó; después de que tomamos un té me pidió que le prometiera que no se lo iba a contar a nadie; lo único que le importa es guardar las apariencias. Él reflexiona mucho antes de comentar no seas tan dura con ella; tampoco vos hablaste con tus amigas sobre tus dificultades sexuales con Gerardo. ¿Es un reproche? De ninguna manera, es solo una observación; lo importante es no depender de la aceptación de los otros para valorarse a sí mismo; ¿qué puede pasar si sacás de la sombra la relación con tu marido. ¿Qué puede pasar?, ¡puedo destruirlo! Creo que estás equivocada; probablemente le harías un favor, debe ser una condena para él verse obligado a ocultar su condición sexual; ¿pensás que va a  perder clientes?, por suerte soplan vientos nuevos, se está poniendo fin a la discriminación de género. Llega mañana informa María Inés no sé qué mierda voy a hacer. ¿De qué tenés miedo? ¡De todo!, temo vivir sin él, temo el escándalo, temo perder el tren de vida, temo que mi viejo no me perdone. Pero a pesar de todo eso sentís la necesidad de actuar. No puedo seguir así, Gustavo, voy a terminar matándome. Si pensaras que la única solución es matarte no vendrías. María Inés calla durante un largo rato. Mientras estoy aquí me siento a salvo; vos me protegés de mí misma. No soy yo; es la parte tuya que lucha por salir a la luz. ¡Qué parto más difícil! exclama ella con una sonrisa ¡y ni siquiera me ponés anestesia! Ambos ríen.

Gustavo, de repente, se siente agotado. Se deja caer sobre el diván. Todavía le faltan dos pacientes y su propia sesión con Ana María. Aunque lo peor vendrá después. ¿Cómo sobrellevar esa primera noche con Martina en casa? Quizá debiera pedirle a su madre que le hiciera compañía. No seas pelotudo, Gustavo, se reta, sos un hombre grande, si le dieron el alta a la nena será porque los médicos están seguros de que no corre ningún riesgo. El portero eléctrico lo sobresalta.

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