martes, 8 de julio de 2014

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Yo tenía razón, sos lo más inicia Camilo la sesión. ¿Por qué lo decís? pregunta Gustavo, sonriendo. Resultó y ante el gesto interrogativo de Gustavo agrega la vi a Sofía; fui a explicarle matemática a Leo y estaba; merendamos los tres juntos; quedé en volver mañana. ¿Cómo te sentiste? Qué sé yo, más que nada nervioso, no sabía qué decirle. Eso es raro viniendo de vos. ¿Cómo? Por lo que me contaste te eligieron delegado del curso porque sos el que mejor habla. Hablar con la cabeza es fácil. Es muy interesante lo que dijiste, tratá de explicármelo mejor. El chico se encoge de hombros. Vos sabés, es fácil hablar de lo que uno sabe o de lo que uno ve. ¿Y qué es difícil? Hablar desde adentro. Gustavo carraspea. ¿Te resulta difícil hablar desde adentro solo con Sofía? No sé, antes no lo pensé. ¿Nunca le contaste a un amigo cómo te sentías? Creo que no. ¿Y a tus padres? Menos que menos. ¿Por qué? El chico lo mira, parece desconcertado. Luego de un rato dice ellos tampoco me cuentan cómo se sienten. Aquí los tres han hablado de sus sentimientos. ¡Porque vos nos obligaste!; cuando volvemos a casa es como si nada hubiera pasado. Creo que no es tan así; a partir de todo lo que salió a luz aquí, hubo movimientos importantes en tu familia. Sí, ya sé, pero si vos no estás yo no puedo decirles lo que siento, ni siquiera me doy cuenta de que lo siento, y vos no podés estar siempre, entonces a lo mejor no sirve para nada venir acá. Gustavo piensa que no está en condiciones de soportar que Camilo se vaya, Él sí que no. ¿Qué te gustaría poder decirles a tus papás? pregunta. Camilo juega con los dedos mientras piensa. Que yo no soy tan bueno como ellos piensan. ¿Cómo es eso? inquiere Gustavo, profundamente interesado. Ellos siempre me alaban ante los demás, que si soy inteligente, que si soy bueno, que si soy maduro; y yo sé que los estoy engañando. ¿Por qué? Porque adentro no soy así. ¿Cómo sos adentro? Tengo algo que me empuja y que quiere salir. ¿Y qué te parece que es eso? A  veces, cuando me hace enojar, Luciana dice que tengo las orejas coloradas, entonces me voy y me quedo solo porque tengo miedo de explotar. ¿Qué es lo que te da tanta rabia? ¡Que yo siempre tenga que ser el bueno! ¿Y quién te dice que tenés que ser el bueno? Nadie, pero yo lo sé. ¿Porque eso es lo que esperan de vos? Camilo asiente con la cabeza, la vista baja. ¿Qué podría pasar si alguna vez te cansás de parecer bueno? No sé. ¿No te van a querer más? ¡Basta! las orejas de Camilo se encienden  ¡yo te estaba contando de Sofía y vos me hacés decir boludeces!, ¡sos un pelotudo!, ¡y encima te pagan!, ¡yo no voy a venir más! Camilo busca las muletas, se para y se dirige a la ventana. Queda de espaldas a Gustavo, la frente apoyada contra el vidrio. Gustavo pierde la noción del tiempo. Hasta que suena el portero eléctrico. El chico no parece registrarlo. Gustavo se incorpora y se acerca a él. Le toca el hombro. Camilo lo convoca. El chico da vuelta la cara, bañada en lágrimas. ¿Querés que le avise a tu papá que bajás dentro de un rato? propone Gustavo. Camilo niega con la cabeza,  se seca la cara contra el brazo y busca su mochila. Ya ante la puerta abierta el chico pregunta ¿puedo volver? Gustavo, a su vez, le pregunta ¿por qué no habrías de poder volver? Los ojos del chico, de nuevo, se empañan.


Gustavo siente el pecho oprimido. Se dirige al consultorio y apoya la frente en la ventana, ¿Cómo hacer para saber ayudar? Controla el celular, en vibrador. Mensaje de Cecilia. Llamame urgente. La opresión de Gustavo recrudece. ¿Qué pasó? pregunta agitado. Hasta que vos no firmés también la autorización no pueden pasarla a sala. Él inspira hondo. Voy en cuanto pueda informa. Manda mensajes a Joaquín y Daniela. Se me presento una emergencia, no sé si podré atenderte; te aviso en cuanto tenga la certeza. Recibe enseguida un oki y minutos después gracias por avisarme, espero que no sea nada serio. Suena el portero.

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