Miércoles 5 de
diciembre
Pa, ¿Marti va a quedar
bien? pregunta Nacho mientras le pone manteca a
la tostada. Gustavo apoya la taza de café con leche. Claro contesta. No me mientas
que no soy un nene, ya estuve mirando en Internet. Es cierto, su hijo ya no
es una criatura. Cada uno de los quince días de este infierno lo sorprendió con
su madurez, con su insospechable responsabilidad. Sí, es una enfermedad seria, pero pasó lo peor, ya no hay compromiso de
vida. No te estoy preguntando si se va a morir sino cómo va a quedar; ¿hasta
cuándo la van a conectar a esa máquina?; a ustedes no les dice nada porque no
los quiere preocupar, pero cuando se queda conmigo me cuenta que es horrible y
no para de llorar. Gustavo piensa que Ana María esta vez se equivocó. Él, y cómo le cuesta contenerse, no puede ponerse a llorar junto con el chico.
Decide ser sincero. Nacho se lo merece. Los
médicos de la clínica no están seguros de que Martina pueda recuperarse
totalmente, pero el doctor Grieco apuesta a que sí. ¡Grieco es un grosso!, yo a
él sí que le creo dice el pibe masticando la tostada. Gustavo mira el
reloj. Se está haciendo tarde, hijo indica
Gustavo, levantándose. Esperá, pa dice
Nacho hay algo muy importante que te
quiero contar. Gustavo se sienta. Te
escucho. La culpa de lo de Marti es mía confiesa el chico, la vista baja. ¡¿Qué disparate decís?! Una tarde la llevé a
McDonald’s sin permiso y yo sé que esto es por la carne picada cruda. Gustavo
siente en la piel el dolor del chico y celebra que haya intentado sacárselo de
encima. Le levanta con delicadeza el mentón. Se topa con unos ojos llenos de
lágrimas. Hijo, no es por eso, quédate
tranquilo, si hay algún lugar donde la carne está cocida es en Mc; ya lo
hablamos con Grieco, hay mil posibles causas, entre otras, que Martina estaba
con las defensas bajas; si hubiera sido por las hamburguesas vos también te habrías
enfermado. ¡Pero yo soy mucho más fuerte, pa! exclama Nacho, la cara iluminada.
Vení acá
pide Gustavo dame un abrazo. El
chico esconde la cara en el pecho del padre, pero instantes después se separa. Pa, ¿te puedo pedir algo? Gustavo
inspira profundamente, cuánto más va a resistir sin largarse a llorar. ¿Me dejás faltar a la escuela? Gustavo
sonríe.
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