Gustavo, frente al
volante, experimenta una fuerte opresión en el pecho. Sostenida por Cecilia,
Martina camina con dificultad. Las piernitas de alambre. Aturdido, se baja a
ayudarlas. La cara de la nena resplandece. La de Cecilia, no. Tiene los ojos
húmedos. La recuestan en el asiento de atrás. Es porque hace mucho que no me muevo, papi, ya me voy a poner bien, el
doctor Grieco me dijo. Gustavo le abre la puerta a Cecilia que, en cuanto
se sienta, deja que las lágrimas resbalen. Él le oprime la mano antes de
cerrar. Ella sonríe. ¡A sacar las alas
para llevar a mi muñeca! exclama mientras arranca. Martina se sienta. ¡Ya estamos volando, papi!
Como antes, los cuatro
sentados alrededor la mesa. Nacho y Martina comparten información sobre un
nuevo juego en el celular. Gustavo observa a Cecilia. Más delgada, la cara
lavada. Percibe su fragilidad. Cuando la nena se incorpora, él se precipita a
ayudarla. Yo puedo, papi. Sosteniéndose
en los muebles y la pared, Martina se dirige a su cuarto. Nacho la sigue. ¿Estás segura de que te arreglas sola? pregunta
Gustavo a Cecilia. Por supuesto, además
está Juana. Me voy al consultorio, entonces, tengo una paciente a las dos.
¿Laura? No, ya terminé con ella, es una paciente bastante nueva. Ah comenta
Cecilia ya no los conozco. En el tono
de su voz, los meses de abismo entre ellos. Gustavo se levanta y va a
despedirse de los chicos.
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