Sí sonríe Laura no
hace falta que me lo pregunte, sigo con mi personal trainer. Cuenta que ya
ha aceptado que su hija no le cobre. Iré
todos los miércoles, al salir de
aquí, comenta aunque no creo que sea
el día más apropiado. ¿Por qué? inquiere Gustavo. Usted suele dejarme de cama dice sonriendo. Quizás es justo eso lo que precisa: un lugar para descansar; descansar
de su exigencia para con sus hijos que, en definitiva, es una extensión de la
exigencia con usted misma. Como si fuera tan fácil. Sé que no es fácil, por eso estamos trabajando tan
duro que usted queda de cama. Laura se echa hacia atrás y ríe con alegría. El sábado vino a cenar mi sobrino, hacía
meses que no lo veía, antes nos encontrábamos seguido; es mi ahijado explica.
Gustavo piensa que ya no se fastidia con Laura. Sabe que, más tarde o más
temprano, volverá al nudo. ¿Aprendí a
tener paciencia?, se pregunta. Ni bien se recibió de ingeniero entró a
trabajar en la Ford; se despierta a las cinco de la mañana porque a las siete tiene
que estar en Pacheco; vuelve a su casa a las diez de la noche; muchas veces
trabaja los fines de semana; hace dos años que esa es su vida; le pregunté si
seguía con su novia; ¨no, tía, no tengo tiempo ni energías; ella se cansó¨; le
pagan muy bien, eso sí; ¨si consigo mantener este ritmo otro dos años podré
sacar un crédito y comprarme un departamento¨; a las diez dijo que se iba;¨
estoy muerto¨ se disculpó ¨ sueño con meterme en la cama y no levantarme hasta
el lunes¨; veintiséis años tiene. Laura se interrumpe, toma un vaso de agua. Estaban mis hijas, con sus parejas continúa las vi vitales, relajadas; nos quedamos
charlando hasta las mil y quinientas; arreglaron para ir a San Pedro al día
siguiente; los cuatro juntos ¿Por qué me cuenta todo esto? Ella lo mira. ¿Sabe, Gustavo?, mi sobrino me partió el
alma; ¿quién le devuelve estos dos años que le entregó al trabajo?; no quisiera
esa vida para ninguno de mis hijos. ¿A pesar de que su sobrino es profesional?
Si no la gana, la empata dice Laura meneando la cabeza usted me cansa, Gustavo, me agota.
Gustavo controla su buzón de entrada. Mensaje de
Nacho. Lo abre, alarmado. Saqué 10 en el
trabajo. Gracias por ayudarme. No
borra el mensaje. Conmovido, lo guarda. Me
alegra contesta ¿cenamos afuera para
festejar? Instantes después recibe copado
pa. Tampoco lo borra.
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