Le hice caso
dice Daniela. Gustavo sonríe ¿desde
cuándo doy órdenes? El jueves pasado fui a Ramsay; el trámite ya está iniciado.
¿Fuiste con Ariel? No quiso acompañarme contesta bajando la cabeza. O no pudo aclara él. Ella se encoge de
hombros. ¿Cómo te sentiste? Aliviada.
¿Aliviada? Basta ya de tapar las cosas,
de cerrar los ojos lo mira, casi sin pestañear mi hijo es autista y usted tiene razón, si no puedo decirlo no lo voy a
poder ayudar; es mi hijo, lo amo, no lo cambiaría por otro y voy a luchar con
todas mis fuerzas para sacarlo adelante. Gustavo quisiera levantarse y
abrazarla. Te felicito dice sos la mamá
que tu hijo necesita. Me sirvió ver a tantas mujeres que están en la misma que
yo, porque había algunos padres pero casi todas eran mujeres, mujeres con sus
chicos, pobres, algunas ricas, cómo nivela el dolor; charlé con varias mientras
esperaba por horas; no será el grupo de
apoyo que nos sugirió Álvarez Campos, pero le aseguro que la espera me fue útil,
no soy la única, ni siquiera soy la que está peor; una mujer me contó que el
marido la dejó cuando supo que la nena era Down, y ella estaba ahí, sola, pero estaba ahí. A
Gustavo le duele recordarle vos también
estabas sola. Ella se queda mirándolo. ¿Le
transmitiste a Ariel todo esto que me estás contando? Daniela sacude la cabeza y dice no lo necesito. ¿Tan segura estás? Soy capaz
de ocuparme sola de mi hijo. Del hijo de ambos. Él no lo quiere afirma ella. ¿No lo
quiere porque es autista? Él no quería que naciera confiesa. Gustavo experimenta
una extraña conmoción. ¿Por qué? pregunta, sobreponiéndose. Recién nos habíamos casado; además a él
nunca le gustaron los chicos, menos todavía los varones. ¿Por qué te
embarazaste, entonces? Ella lo mira, sorprendida. La culpa fue de él. ¿Cómo ocurrió?
Daniela se toma unos minutos antes de contestar yo le
había avisado que iba a suspender las pastillas; si era él quien no quería
tener hijos no me parecía justo tener que seguir intoxicándome yo. ¿Y él qué
opinó? Se enojó, claro, odia los preservativos; optó por acabar afuera.
¿Entonces? Un día no pudo. Siempre podía y un día no pudo comenta él
mirándola de pleno. No quiero seguir
hablando del tema dice ella ya para
qué. Gustavo se sirve un vaso de agua, le ofrece pero ella niega con la
cabeza. O sea que él tuvo la culpa porque no logró
controlarse, hombre de poco control retoma Gustavo. No, Ariel es demasiado controlado, en todo. Daniela ella lo mira ¿qué fue lo que pasó? Ahora sí ella se
sirve agua y bebe con lentitud. Luego
deposita el vaso sobre la mesita y dice yo
lo trabé con las piernas. ¿Porque querías que te hiciera un hijo? Creo que
nunca me perdonará dice ella, agarrándose la cabeza. En consecuencia, la responsabilidad del embarazo no fue de él, sí la del sexo, si
no recuerdo mal las leyes de la genética; Daniela ella lo mira la culpa
del autismo no es de ninguno de los dos, son cuadros que ocurren. ¡Pero él no
lo quiere! Daniela llora. Se abraza a sí misma y llora. Él puede escuchar
su congoja. Daniela, vamos a tener que
dejar decide. Ella toma un pañuelo de
la caja, se limpia los ojos y se levanta.
Antes de cerrar la puerta él le oprime el brazo. Ella sonríe, con infinita
tristeza, piensa él, y gira hacia el ascensor.
Gustavo, sentado en Sigi, pide un café y saca las fichas. Apunta con
precisión todo lo ocurrido. Interrumpe su tarea y busca el celular. ¿Me
guardaste una factura? le escribe a Martina. Estaban
demasiado ricas contesta la nena perdón papi. Él sonríe, su hija siempre lo
hace reír. Está en la ficha de Daniela cuando piensa que a Nacho no le escribe.
No le escribo ni lo llamo, descubre.
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