miércoles, 2 de octubre de 2013

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Le hice caso dice Daniela. Gustavo sonríe ¿desde cuándo doy órdenes? El jueves pasado fui a Ramsay; el trámite ya está iniciado. ¿Fuiste con Ariel? No quiso acompañarme contesta bajando la cabeza. O no pudo aclara él. Ella se encoge de hombros. ¿Cómo te sentiste? Aliviada. ¿Aliviada? Basta  ya de tapar las cosas, de cerrar los ojos lo mira, casi sin pestañear mi hijo es autista y usted tiene razón, si no puedo decirlo no lo voy a poder ayudar; es mi hijo, lo amo, no lo cambiaría por otro y voy a luchar con todas mis fuerzas para sacarlo adelante. Gustavo quisiera levantarse y abrazarla.  Te felicito dice sos la mamá que tu hijo necesita. Me sirvió ver a tantas mujeres que están en la misma que yo, porque había algunos padres pero casi todas eran mujeres, mujeres con sus chicos, pobres, algunas ricas, cómo nivela el dolor; charlé con varias mientras esperaba por horas;  no será el grupo de apoyo que nos sugirió Álvarez Campos, pero le aseguro que la espera me fue útil, no soy la única, ni siquiera soy la que está peor; una mujer me contó que el marido la dejó cuando supo que la nena era Down,  y ella estaba ahí, sola, pero estaba ahí. A Gustavo le duele recordarle vos también estabas sola. Ella se queda mirándolo. ¿Le transmitiste a Ariel todo esto que me estás contando?  Daniela sacude la cabeza y dice no lo necesito. ¿Tan segura estás? Soy capaz de ocuparme sola de mi hijo. Del hijo de ambos. Él no lo quiere afirma ella.  ¿No lo quiere porque es autista? Él no quería que naciera confiesa. Gustavo experimenta una extraña conmoción.  ¿Por qué? pregunta, sobreponiéndose. Recién nos habíamos casado; además a él nunca le gustaron los chicos, menos todavía los varones. ¿Por qué te embarazaste, entonces? Ella lo mira, sorprendida. La culpa fue de él. ¿Cómo ocurrió?  Daniela se toma unos minutos antes de contestar  yo le había avisado que iba a suspender las pastillas; si era él quien no quería tener hijos no me parecía justo tener que seguir intoxicándome yo. ¿Y él qué opinó? Se enojó, claro, odia los preservativos; optó por acabar afuera. ¿Entonces? Un día no pudo. Siempre podía y un día no pudo comenta él mirándola de pleno. No quiero seguir hablando del tema dice ella ya para qué. Gustavo se sirve un vaso de agua, le ofrece pero ella niega con la cabeza.  O sea que él tuvo la culpa porque no logró controlarse, hombre de poco control  retoma Gustavo. No, Ariel es demasiado controlado, en todo. Daniela ella lo mira ¿qué fue lo que pasó? Ahora sí ella se sirve agua y bebe con lentitud.  Luego deposita el vaso sobre la mesita y dice yo lo trabé con las piernas. ¿Porque querías que te hiciera un hijo? Creo que nunca me perdonará dice ella, agarrándose la cabeza. En consecuencia, la responsabilidad  del embarazo no fue de él, sí la del sexo, si no recuerdo mal las leyes de la genética;  Daniela ella lo mira  la culpa del autismo no es de ninguno de los dos, son cuadros que ocurren. ¡Pero él no lo quiere! Daniela llora. Se abraza a sí misma y llora. Él puede escuchar su congoja. Daniela, vamos a tener que dejar decide. Ella toma un pañuelo de la caja,  se limpia los ojos y se levanta. Antes de cerrar la puerta él le oprime el brazo. Ella sonríe, con infinita tristeza, piensa él, y gira hacia el ascensor.

Gustavo, sentado en Sigi,  pide un café y saca las fichas. Apunta con precisión todo lo ocurrido. Interrumpe su tarea y busca el celular.  ¿Me guardaste una factura? le escribe a Martina.  Estaban demasiado ricas contesta la nena perdón papi. Él sonríe, su hija siempre lo hace reír. Está en la ficha de Daniela cuando piensa que a Nacho no le escribe. No le escribo ni lo llamo, descubre.

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