martes, 8 de octubre de 2013

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Lo sorprende el atuendo de Laura. Jeans, zapatillas.  Veo que hoy se vino deportiva comenta, risueño ¿quiere empatizar con su hija? Cómo le gusta burlarse de mí Laura ladea la cabeza pero sabe que sí, a la salida paso por su casa y vamos a  Palermo; el médico me dijo que mi osteoporosis está avanzando, no me queda otra que caminar. Claro, María le ahorrará un personal trainer. ¿Qué quiere que le diga?, ¿qué la sesión del otro día me dejó patas para arriba?, pues no le voy a dar el gusto hace una pausa y agrega no recuerdo cuándo fue la última vez que compartimos una actividad; de chiquita le encantaba que fuéramos a andar en bicicleta pero se quejaba si llevaba a alguno de sus hermanos en el canasto; lo mismo en la pileta, no entendía que no podía nadar con ella, siempre tenía algún bebé en brazos. Quizá cuando tenga hijos pueda entenderlo comenta Gustavo. Dice que no va a tenerlos aclara ella pero no le creo. ¿Por qué desestima sus decisiones? Lo hace para mortificarme dice ella con repentina rabia en la voz sabe que es lo que más deseo en la vida, siempre hace cosas para fastidiarme. ¿Estudiar Educación Física, por ejemplo? Era buenísima en el colegio, de las primeras; no sé por qué decidió seguir justo lo que anulaba su cerebro. ¿Por qué le gustaba, quizás? Ella hace un gesto despectivo.  Laura, ¿usted cree sinceramente que María pudo dedicarse a algo que no le interesa solo para perjudicarla ?, ¿que se prive de tener un hijo para mortificarla?  Las mejillas de Laura se enrojecen. Se sirve un vaso de agua. ¿Usted cumplió con las expectativas de sus padres? arriesga Gustavo. Creo que nunca esperaron demasiado de mí, yo era el menor de sus problemas. Él duda, ¿es el momento de encarar los vínculos filiales? ¿Usted cumplió con sus propias expectativas? reformula la pregunta. Yo esperaba tanto de mí misma que es imposible que pudiera colmarlas. ¿En qué considera que falló? Todos decían que yo iba a hacer grandes cosas. ¿No era que sus padres no tenían expectativas puestas en usted?, ¿o ese todos no los incluye?  Ella cabecea. Él insiste ¿cuáles son las grandes cosas que no hizo? Laura se queda reflexionando unos segundos y luego comenta en cuanto terminé la tesis decidí que era un basta para mí; estaba por nacer Paulita, sufría cada día de mi vida en que tenía que dejarlos para ir al hospital; me planteé una pausa que terminó siendo un stop; no me arrepiento, volvería a hacerlo; tuve que dejar la ciencia para poder disfrutar a mis hijos con brutal intensidad. Qué adjetivo particular acota él. No hay nada en la vida que me haya provocado tanta plenitud como la primera infancia de mis hijos; desde el instante en que tuve a María experimenté  una profunda seguridad en mi aptitud  para ser madre; fue maravilloso comprobar que era capaz de satisfacer todos sus deseos, todas sus necesidades; fue mágico; mis bebés dormían bien, comían bien, no se enfermaban, eran precoces; si hubiera sido por mí habría tenido varios hijos más; mis hijos eran perfectos. Y ya no lo son  dice Gustavo. El gesto de Laura se endurece. Toma de nuevo agua.  Él intenta ¿y si usted no estuviera siendo demasiado ecuánime con ellos? No lo entiendo dice Laura. Considera que usted estaba habilitada para relegar su carrera en aras de hacer lo que deseaba pero que sus hijos no tienen el mismo derecho. Yo al menos estudié  se defiende ella.  Claro acota él al menos colgó un cuadrito con el título, al menos sus padres pueden decir que tienen una hija profesional la mira pero como ella calla él continúa es notable su doble discurso, por un lado crucifica a sus hijos por no haber ido a la universidad y por el otro, los crió demostrándoles que lo importante en la vida es hacer lo que uno anhela; a lo mejor sus hijos se parecen a usted más de lo que supone; ¿sabe qué?, me parece que sus hijos son muy valientes. Ella ahora lo mira, los ojos húmedos. Como su mamá concluye él. Necesito una tregua pide ella sonándose la nariz. Él sonríe.  ¿Cuándo sale el libro? pregunta luego de un rato.


En cuanto despide a Laura, Gustavo se aproxima al teléfono. Está por llamar a su casa cuando recuerda que Martina todavía está en la escuela, solo Nacho regresa temprano. Debe internalizar los horarios. Tendré que hacerme cargo de mis hijos, se dice. Lo único que no sabe es quién se va a hacer cargo de él. En los minutos que le quedan repasa la ficha de Camilo.  Es notable este pibe, piensa. 

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