Miércoles
26
Gustavo escucha el despertador. Lacán también porque
segundos después se presenta en el dormitorio, las patas sobre la cama, la
lengua afuera, la saliva goteando sobre el acolchado. Él lo acaricia pero luego
lo echa. Va al baño, se afeita, despierta a los chicos. Ya en la cocina no
precisa mirar la lista. Prepara café y los nesquiks. Frío, para Nacho. Pone dos
rebanadas de pan en la tostadora y luego otro par. Unta dos con mermelada de
durazno para Nacho y dos de frutilla, una para la nena y otra para él. Primero llega Nacho, luego Martina. Mientras
mastica Gustavo pone más pan a tostar. Pa, tendrías que conseguir una tostadora en la que entren cuatro panes a la
vez sugiere Nacho. Mami las hacía
todas primero y después las calentaba en el microondas explica Martina.
Gustavo vislumbra su imagen preparando carradas de tostadas a las siete de la
mañana, día tras día, mes tras mes, año tras año. Recuerda un episodio de Alf, tostando pan
compulsivamente. Pa, ya saltaron le
avisa Nacho. ¿Me hacés una con mantequita
y azúcar? solicita la nena. Gustavo experimenta un súbito cansancio.
Yo quiero
solo un café en jarrito le explica
Gustavo a su amigo desayuné con los
chicos. Los estás domesticando. No te
entiendo. ¿Leíste ¨El principito¨? pregunta Santiago. Ah, sí; lo del zorro comenta Gustavo sin darle importancia y
pregunta ¿qué pasó con la auditoría?
Mientras moja las medialunas en el café con leche Santiago habla de su negocio.
Cuando termina pregunta ¿qué sabés de
Cecilia? Nada, sé que habla con los chicos pero yo no quiero ni escucharla.
¿Los pibes cómo están? Los veo bien, nos vamos arreglando; tengo que hacerle un
monumento a mi vieja, está al pie del cañón. Como siempre comenta Santiago.
Pesadísima, eso sí. ¡Como siempre! ríe
Santiago y luego pregunta ¿cómo va tu
consultorio? Gustavo lo mira, arqueando
las cejas. Nunca me preguntás por mis
pacientes. Ayer me preguntó Marisa.
¿Hablaban de mí? ¿Está prohibido? No, pero me sorprende explica Gustavo elevando
los hombros yo nunca le contaba a Cecilia
lo que charlaba con vos. ¡Pero Marisa no
es mi mujer, todavía es mi novia! ¿Todavía? comenta Gustavo, ¡ya te tiró los
galgos! Ambos ríen.
Gustavo participa activamente de la clase. Utilización de las resistencias. Plantea
el caso de María Inés. Todos lo escuchan,
le hacen preguntas. A la salida, varios van a tomar café. Una mujer, de unos
cuarenta años, sentada a su lado, comenta que está empezando a ejercer la
profesión. Yo también soy principiante admite
Gustavo y se acuerda de Ana María. Reprime una sonrisa. Estoy de buen humor, se
dice, extrañado.
Estaciona el auto en la esquina. Camina por Melián. Se
nota en el aire que llegó la primavera. Un día soñado, diría su mamá. Se acoda
en el balcón hasta que ve aparecer a Laura, caminando a paso vivo. Jogging y zapatillas.
Gustavo sonríe.
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