Encuentra a su madre en la cocina. A mi madre y a mi
hija, piensa. Juana había dejado un pollo preparado, pero Nacho me pidió canelones. Y
yo quería tortilla protesta la nena. Pero
él me los pidió primero; te prometo que la próxima te doy el gusto a vos. Siempre malcriándolos dice él. ¿Para qué están las abuelas? Gustavo se
dirige al living. La mesa ya está puesta. Cuatro. Va hasta el cuarto de Nacho.
La puerta está cerrada. Golpea. ¿Se
puede? Pasá. Nacho está acostado, a oscuras. ¿Dormías? No. Gustavo se queda parado, no sabe qué hacer. ¿Estás bien? pregunta. Sí,
cansado. ¿Ya te bañaste? No. ¿Querés que te prepare un baño? Ni ahí dice algo tiene de bueno que no esté mamá. ¿Enciendo la luz? No. ¿Te sentís bien? insiste.
No
me jodas, papá. Gustavo regresa al
living. Es tanto más fácil hablar con Camilo, piensa.
Su mamá, sentada en el lugar de Cecilia, sirve la
comida. Estos canelones están mortales,
abuela, sos lo más dice Nacho con
energía. ¿Cómo festejan el día de la primavera? pregunta
su madre. Gustavo recuerda la conversación con Camilo. Registra, sorprendido,
que no se le había ocurrido pensar qué iba a hacer su propio hijo. Íbamos a ir al country de Tomás, pero al
padre se le rompió la camioneta y no entramos todos en el auto de la mamá. ¿Dónde queda? averigua su abuela. En Pilar contesta. Pueden ir en colectivo comenta ella. Sí, pero a un par no los dejan. Gustavo
se pregunta si Nacho habría consultado con Cecilia; él, ni enterado. ¿Y si le pedís a tu papá que los lleve?
Las miradas de padre e hijo se cruzan, fugazmente. No da comenta
Nacho. ¿Por qué? insiste la abuela. Papá trabaja. Gustavo percibe tres pares de ojos sobre él. Está
atontado. Si es tempranito los puedo
llevar propone luego de unos instantes. ¡¿De veras, pa?! pregunta Nacho con tal
esperanza en la voz que Gustavo no entiende cómo no se le ocurrió a él mismo
ofrecerse. ¿Cuántos son? averigua. Cinco contesta el chico, y como el
padre no reacciona agrega podemos amucharlos atrás y yo voy adelante con vos.
Buen plan comenta Gustavo. Nacho se levanta y va corriendo al teléfono. ¡Le
voy a avisar a Tomy! Gustavo levanta
la mirada y se encuentra con la de su madre. Se siente avergonzado. Solo falta
que ella diga: ¨así me gusta¨. Nosotras
vamos a hacer un picnic en el jardín de Nati dice Martina y ante la cejas levantadas de su
padre añade no te preocupes, papi, la
mamá nos lleva desde el colegio y mami ya le pidió a Juana que me fuera a
buscar. ¡Dice el papá de Tomás que del regreso se ocupa él! grita Nacho
desde el teléfono. Todo encaminado comenta
la abuela, oprimiendo la mano de Gustavo.
Gustavo se estira en la cama. Es la única ventaja de dormir solo, piensa. Cecilia dice entre dientes. Y de repente
es tanta su añoranza que se pone de lado, flexiona las piernas y se abraza a sí
mismo.
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