María Inés intenta justificar su tardanza. Describe el
trayecto realizado, los semáforos titilantes, el piquete en la avenida. Gustavo
la escucha, en absoluto silencio. Silencio que prolonga cuando ella calla. ¿No vas
a hablar? pregunta María Inés ¿me estás castigando? ¿Por qué habría de
castigarte? dice Gustavo, sorprendido. Porque
no te cuento lo que pasó. Gustavo la mira. Ella se desprende los zapatos
con un movimiento armónico de los tobillos y luego se sienta sobre las piernas
recogidas. Gerardo se enojó muchísimo, me
preguntó si había enloquecido; ¨es ese sicólogo que te llena la cabeza de
disparates¨, no quiere que siga viniendo. ¿Te dan ganas de hacerle caso? Si
tengo que ser sincera, venir aquí me pone peor; desde que encontré la carta
estoy luchando por reconstruir mi pareja y vos, en lugar de ayudarme, me
sembrás dudas. Para que una semilla
germine la tierra tiene que estar preparada dice él. ¿Qué pretendés decirme? ¿Podría
yo hacerte dudar de la honestidad de tu madre? Ella se echa el cabello hacia atrás. Quiero recuperar la paz pide. Tampoco estabas en paz cuando iniciaste el
tratamiento le recuerda él. Vos no
podés retenerme. Por supuesto que no, la única manera de que una terapia
funcione es si está impulsada por el deseo. Ella sonríe con desdén. Yo soy una especialista en deseos
insatisfechos dice. Él calla. Vos estás convencido de que Gerardo es gay,
¿no? Gustavo junta las palmas y apoya el mentón sobre los dedos. Creo que lo importante, más allá
del motivo por el cual eso ocurre, es que parece que Gerardo no puede
satisfacerte. Ella esconde la cabeza
entre las dos manos. No doy más; encima mañana se va a Rosario,
tienen un caso importante; le propuse acompañarlo, pero me dijo que van a estar
a full, no tiene sentido. ¿Con quién se va? Con el socio; igual me va a venir
bien distenderme un poco; mañana voy al
teatro con unas amigas, hace mucho que no salgo sin él. ¿Te llevás bien
con Alberto? María Inés lo mira con
sorpresa. Qué memoria que tenés comenta
y como suena el portero eléctrico se incorpora. Ya saliendo, ella comenta claro, fue
la otra pregunta del estribo.
Gustavo se pregunta qué es lo que mantiene unida una
pareja. ¿La obstinación?, ¿la imposibilidad de reconocer que nos equivocamos al
elegirla, que nos seguimos equivocando día a día? ¿Qué pasa con María Inés? Ni
siquiera tienen hijos. Ella es joven, linda, sin problemas económicos. ¿Por qué sigue ligada a su marido? ¿Lo ama?
¿Ama él a Cecilia? Quizá su dolor está capitaneado por la humillación. Recién
en ese instante puede ponerlo en palabras: Cecilia me humilló. Tengo vergüenza. La
vergüenza está relacionada con la mirada de los demás, recuerda.
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