No sé por
dónde empezar arranca Gustavo estoy agotado. Ella solo sonríe. Tantos problemas que optar por alguno es
como exigirle a una madre que elija cuál hijo quiere salvar. Analizar esa sola
frase daría para un par de sesiones. ¿Por qué? inquiere él, sorprendido. Si ya se asume como madre será que la
separación se aproxima; me temo que está sumando a sus hijos biológicos, sus
pacientes; ¿cree que esta profesión nos hace omnipotentes?; usted debe
ser capaz de realizar una elección sabia
y deposita en mí la obligación de salvar al elegido, ¿no será
demasiado?, somos solo seres humanos no dioses. Daniela acaba de decirme que
Dios me había puesto en su camino. Gustavo le cuenta lo sucedido en la
sesión. Ya sé que me va a retar dice
Gustavo cuando concluye. ¿Por qué habría
de retarlo? Violé las leyes del análisis: terapia que no se paga, terapia que
no sirve. Una analista percibe cuando su trabajo sirve, cuando su trabajo es
necesario, más allá de los honorarios. ¿Qué hubiera hecho usted? No importa qué hubiera hecho yo, importa lo que hizo usted, lo que decidió usted; tampoco
en el análisis existe la obediencia debida. Eso va en su propia contra, se
supone que debo obediencia a mi control. Ambos comparten la sonrisa. Él
aprovecha la pausa para desviar la atención de Daniela y le cuenta lo sucedido
con Camilo. Me sorprenden sus recursos comenta
ella. Él se pone a la defensiva ¿en qué me
equivoqué? ¿Qué es un recurso para usted? pregunta ella. Algo que se utiliza para obtener un
determinado fin. ¿Cuál era su fin con Camilo? Que acepte su discapacidad pero
en su exacta medida, que comprenda el límite de sus limitaciones, que reconozca
su enorme potencial dice y luego calla. ¿Y
en lo inmediato? Que fuera a la fiesta. Creo
que el espejo fue un buen recurso, ¿cómo se le ocurrió? No sé Gustavo eleva
los hombros lo estaba descolgando antes
de pensarlo; necesité que se viera; es un chico demasiado bello. ¿Demasiado? Sí
él abre y cierra las manos un exceso
de dones concentrados en él, porque además es brillante. ¿Recuerda la anécdota
de la escultura de Moisés? Él sacude la cabeza. Cuentan que tal era su perfección que cuando la terminó, Miguel Ángel
la golpeó con su martillo, ordenándole que hablara; le provocó una marca en la
rodilla que lo hace aún más humano. El auto se excedió en su propósito comenta
Gustavo. Sí, pero el Moisés y Camilo
siguen siendo notables dice ella y sin cambiar la inflexión de la voz
propone volvamos a Daniela. El pulso
de Gustavo se acelera. Me da la sensación de que usted necesita
hacerse cargo de ella. ¿Lo dice por lo del dinero? No, desde el principio tengo
esta percepción Ana María lo mira
con intensidad ¿qué es lo que tanto lo
conmueve de Daniela? ¿Le parece poco que tenga un hijo autista?
dice él con rabia. ¿Usted tiene alguna
persona querida con discapacidad emocional? No dice Gustavo no sigamos invirtiendo tiempo en el tema, le
quiero comentar algo muy importante sobre María Inés. Ella ladea la cabeza y dice lo escucho. Hoy se planteó la posibilidad de
que su marido fuera gay. Usted lo vio venir desde la primera hora; ¿quiere
contarme? propone. Gustavo se explaya. Lo
que me desespera es que se van abriendo puntas que a su vez se bifurcan, no termino de detectar un conflicto cuando
surge otro y queda abandonado el primero; así nunca lograré concluir un
tratamiento. Luego de unos segundos de silencio ella dice el problema de tratar a los seres humanos es
que con ellos fracasa el método científico; cuando uno quiere analizar una
variable es imposible mantener constante las demás. Sí dice Gustavo somos amebas; emitimos permanentemente seudópodos
en toda dirección oculta la cara entre las manos y comenta el miércoles que viene Cecilia ya no estará
acá. ¿Se contactó con su terapeuta? pregunta ella. Sí contesta él le llevará
meses recuperarse; me dejó el número de un reemplazante. ¿Llamó? Él agita
la cabeza. No estoy en condiciones de
empezar de nuevo. Ajá solo dice ella. Gustavo, súbitamente, se ilumina. ¿Le parece que podríamos modificar la
modalidad del encuadre? ¿Cómo sería eso? Me temo que en este momento de mi
vida, mis pacientes son el menor de mis problemas. Como él calla ella
pregunta ¿qué quiere decir? Él se
reacomoda; apoya los codos sobre las rodillas separadas. Luego de un rato dice iniciamos estos encuentros con el objetivo
de que me supervisara en el inicio de esta profesión. Sí, lo se. No sé si usted
estará de acuerdo en el cambio del rumbo dice él mirando el tapiz incaico. Hable claramente, Gustavo. Qué difícil me la
hace señala él, levanta la vista y le sonríe ¿aceptaría convertirse en la analista de un hombre al que la vida se le
está partiendo en dos? Ana María sonríe y comenta como usted sostiene, somos amebas, en permanente mutación; lo espero el
miércoles próximo agrega mientras se levanta. Él se siente
extraordinariamente aliviado. ¿Podría ser
más temprano? solicita se me van a
complicar los horarios con los chicos.
Cuando está por Cabildo, detenido ante el semáforo de
Federico Lacroze, suena su celular. ¿A qué
hora llegás, papi? En cinco minutos, muñequita informa. Al bajar del auto se
pone una pastilla de menta en la boca.
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