lunes, 14 de octubre de 2013

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No sé por dónde empezar arranca Gustavo estoy agotado. Ella solo sonríe. Tantos problemas que optar por alguno es como exigirle a una madre que elija cuál hijo quiere salvar. Analizar esa sola frase daría para un par de sesiones. ¿Por qué? inquiere él, sorprendido. Si ya se asume como madre será que la separación se aproxima; me temo que está sumando a sus hijos biológicos, sus pacientes; ¿cree que esta profesión nos hace omnipotentes?; usted debe ser capaz de realizar una elección sabia  y deposita en mí la obligación de salvar al elegido, ¿no será demasiado?, somos solo seres humanos no dioses. Daniela acaba de decirme que Dios me había puesto en su camino. Gustavo le cuenta lo sucedido en la sesión. Ya sé que me va a retar dice Gustavo cuando concluye. ¿Por qué habría de retarlo? Violé las leyes del análisis: terapia que no se paga, terapia que no sirve. Una analista percibe cuando su trabajo sirve, cuando su trabajo es necesario, más allá de los honorarios. ¿Qué hubiera hecho usted? No importa qué hubiera hecho yo, importa lo que hizo usted, lo que decidió usted; tampoco en el análisis existe la obediencia debida. Eso va en su propia contra, se supone que debo obediencia a mi control. Ambos comparten la sonrisa. Él aprovecha la pausa para desviar la atención de Daniela y le cuenta lo sucedido con Camilo. Me sorprenden sus recursos comenta ella. Él se pone a la defensiva ¿en qué me equivoqué? ¿Qué es un recurso para usted? pregunta ella. Algo que se utiliza para obtener un determinado fin. ¿Cuál era su fin con Camilo? Que acepte su discapacidad pero en su exacta medida, que comprenda el límite de sus limitaciones, que reconozca su enorme potencial dice y luego calla. ¿Y en lo inmediato? Que fuera a la fiesta. Creo que el espejo fue un buen recurso, ¿cómo se le ocurrió? No sé Gustavo eleva los hombros lo estaba descolgando antes de pensarlo; necesité que se viera; es un chico demasiado bello. ¿Demasiado? Sí él abre y cierra las manos un exceso de dones concentrados en él, porque además es brillante. ¿Recuerda la anécdota de la escultura de Moisés? Él sacude la cabeza. Cuentan que tal era su perfección que cuando la terminó, Miguel Ángel la golpeó con su martillo, ordenándole que hablara; le provocó una marca en la rodilla que lo hace aún más humano. El auto se excedió en su propósito comenta Gustavo. Sí, pero el Moisés y Camilo siguen siendo notables dice ella y sin cambiar la inflexión de la voz propone volvamos a Daniela. El pulso de Gustavo se acelera. Me da la sensación de que usted necesita hacerse cargo de ella. ¿Lo dice por lo del dinero? No, desde el principio tengo esta percepción  Ana María lo mira con intensidad ¿qué es lo que tanto lo conmueve de Daniela?  ¿Le parece poco que tenga un hijo autista? dice él con rabia. ¿Usted tiene alguna persona querida con discapacidad emocional? No dice Gustavo no sigamos invirtiendo tiempo en el tema, le quiero comentar algo muy importante sobre María Inés.  Ella ladea la cabeza y dice lo escucho. Hoy se planteó la posibilidad de que su marido fuera gay. Usted lo vio venir desde la primera hora; ¿quiere contarme? propone. Gustavo se explaya. Lo que me desespera es que se van abriendo puntas que a su vez se bifurcan, no termino de detectar un conflicto cuando surge otro y queda abandonado el primero; así nunca lograré concluir un tratamiento. Luego de unos segundos de silencio ella dice el problema de tratar a los seres humanos es que con ellos fracasa el método científico; cuando uno quiere analizar una variable es imposible mantener constante las demás. Sí dice Gustavo somos amebas; emitimos permanentemente seudópodos en toda dirección oculta la cara entre las manos y comenta el miércoles que viene Cecilia ya no estará acá. ¿Se contactó con su terapeuta? pregunta ella.   contesta él le llevará meses recuperarse; me dejó el número de un reemplazante. ¿Llamó? Él agita la cabeza. No estoy en condiciones de empezar de nuevo. Ajá solo dice ella. Gustavo, súbitamente, se ilumina. ¿Le parece que podríamos modificar la modalidad del encuadre? ¿Cómo sería eso? Me temo que en este momento de mi vida, mis pacientes son el menor de mis problemas. Como él calla ella pregunta ¿qué quiere decir? Él se reacomoda; apoya los codos sobre las rodillas separadas. Luego de un rato dice iniciamos estos encuentros con el objetivo de que me supervisara en el inicio de esta profesión. Sí, lo se. No sé si usted estará de acuerdo en el cambio del rumbo dice él mirando el tapiz incaico. Hable claramente, Gustavo. Qué difícil me la hace señala él, levanta la vista y le sonríe ¿aceptaría convertirse en la analista de un hombre al que la vida se le está partiendo en dos? Ana María sonríe y comenta como usted sostiene, somos amebas, en permanente mutación; lo espero el miércoles próximo agrega mientras se levanta. Él se siente extraordinariamente aliviado. ¿Podría ser más temprano? solicita se me van a complicar los horarios con los chicos.


Cuando está por Cabildo, detenido ante el semáforo de Federico Lacroze, suena su celular.  ¿A qué hora llegás, papi? En cinco minutos, muñequita informa. Al bajar del auto se pone una pastilla de menta en la boca.

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