El sábado
es el cumple de Leo dice el chico
luego de hablar un buen rato sobre su nueva tablet.
¿Cómo lo festeja? Hace un baile. A Gustavo
le duele por anticipado lo que sabe que vendrá. Pero no voy a ir. Gustavo
está obligado a hacer la inútil pregunta ¿por
qué? Camilo lo mira. Ya
sabés por qué, no preguntes boludeces. ¿Qué es lo que supones que sé? y
vaya si Gustavo se siente boludo. Torpe, al menos. No puedo bailar contesta el chico por si no te diste cuenta. Pero sí podés escuchar música, sí podés
conversar. Claro, a las chicas les va a encantar quedarse sentadas dándome
charla. ¿Por qué no? dice Gustavo no
creo que haya demasiados chicos que hablen tan bien como vos, por algo te
eligieron como delegado le recuerda. Gustavo tiene un impulso. Se levanta y
descuelga el espejo del pasillo. Regresa. Acerca su sillón al diván y coloca el
espejo de modo que se refleje en él el rostro del chico. ¿Qué ves? le pregunta. A mí, obvio. Olvidate que sos vos, contame
qué ves. ¿Es un juego? pregunta Camilo. Supongamos
que sí. El chico se observa largamente. Es raro verse comenta uno nunca se mira. ¿Qué ves? insiste
Gustavo. Un chico. ¿Cómo es? Rubio, con el pelo bastante largo. ¿Los ojos?
Comunes, marrones. Miralos bien. Bueno, no son marrones, marrones; son más
claritos, casi amarillos, con puntitos verdes. ¿La nariz? Qué se yo, común.
¿Grande?, ¿torcida? El chico cabecea frente al espejo. Siempre
me dicen que la tengo respingada como mi mamá, es que yo me parezco mucho a mi
mamá. ¿Y cómo es tu mamá? Relinda. Gustavo baja el espejo, lo apoya en el
suelo. Camilo, mirame. El chico obedece. Bailar no es la única manera de
conquistar a una chica. Sí, pero… se interrumpe. ¿Pero
qué? Ellas quieren otras cosas. ¿Qué? Camilo
calla. ¿Qué las besen?, ¿qué las acaricien? Camilo mira el piso, la cara roja. ¿Pensás
que vos no lo vas a podés hacer?; el problema de tu pierna ¿te impide tener una
erección?, ¿te impide masturbarte? Ante la visible turbación del chico
Gustavo agrega no hace falta que me contestes.
Momento en que el chico levanta la vista. Camilo, vos no sos tus muletas ahora sí le dice. Quedan un rato en silencio hasta que el
chico luego de mirar el reloj dice mi
papá pidió que bajara cinco minutos antes busca las muletas y se incorpora.
En el momento de despedirse Camilo dice me
parece que voy a ir a la fiesta. La puerta ya cerrada, Gustavo sigue
sonriendo.
No tengo que pensar en Cecilia, determina Gustavo, no
ahora que debo seguir trabajando. Busca la ficha de María Inés. La lee con atención.
Muchas puntadas sin nudo. Las preguntas del estribo, como ella misma las
calificó, aun sin responderlas. Gustavo lee ¿fue
una niña mirada? Guarda la ficha en el cajón del escritorio y sale al
balcón. Hace frío. Un frío que lo revivifica. Acodado en la baranda ve a María
Inés bajar del auto, caminar apurada la media cuadra. Hoy no se me va a
escapar, determina.
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