lunes, 21 de octubre de 2013

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¿Viste que lindo día? pregunta el chico es que el viernes empieza la primavera. Es cierto dice Gustavo y descubre que lo había olvidado ¿lo vas a festejar? Claro, como todos las años, ¿por qué este año no habría de festejarlo? Gustavo lo mira fijo, en silencio, un largo rato. El chico le sostiene la mirada.  Vamos a la quinta de un compañero, la misma de siempre dice de pronto y baja la mirada al agregar el año pasado no pude ir.  ¿Por qué? pregunta Gustavo preparándose para un exabrupto. Estaba internado contesta Camilo casi en un susurro. ¿Estuviste mucho tiempo internado? No me acuerdo. Si no te acordás seguramente fueron unos pocos días intenta Gustavo. Camilo  agita el puño, la palma hacia arriba, los dedos juntos. Sí, seguro, la primera vez estuve como dos meses; la segunda, en Estados Unidos, casi quince días. ¿Te operaron dos veces? Sí, pero no me quiero acordar. ¿Por qué?  Camilo lo mira con rabia ¿qué te pensás?, ¿qué la pasé de diez? Me imagino que no dice Gustavo lamentando haber transportado al chico desde el picnic de la primavera hasta la cama de hospital. Se sirve agua y le ofrece a Camilo. Beben los dos. ¿Dónde queda la quinta? pregunta. El chico se encoge de hombros. Ni idea dice.  Gustavo percibe, con pavor, que su mente se ha quedado en blanco. No sabe qué decir, no intenta siquiera pensar qué decir. Se instala el silencio. No de segundos, corren los minutos. Gustavo siente que nunca podrá volver a hablar. Camilo juega con su celular. Lo pone y lo saca del estuche, la vista baja. De pronto lo mira con intensidad. Fue un infierno dice te juro que si hice algo mal ya lo pagué; bah, ese fue el anticipo, ahora lo sigo pagando en cuotas. ¿Creés en Dios? Si, justo, ¿te parece que puedo creer en Dios después de lo que me pasó? Quién tengo adelante, se alerta Gustavo, ojo con este pibe, no me perdonará una simpleza. ¿Hablás con tus padres de lo que sentiste en esa época? Camilo agita la cabeza. ¿Para qué?, todos la pasamos mal.  A lo mejor te alivia contar lo que padeciste. Lo que quiero es olvidarme. ¿Y podés? No, cómo voy a olvidarme si todavía me duele. Nunca comentaste nada, qué te duele. Todo; ¿te animás a ver? Por supuesto contesta Gustavo. Estoy asustado, piensa. El chico se levanta el pantalón. La pierna tiene la forma normal pero es un rosario de cicatrices. Gustavo se asombra de haber pensado en un rosario. Vaya con Dios, se tomó vacaciones.  Te dio asco, ¿no?, seguro que te dio asco. No, ¿por qué habría de darme asco?, se ve que ya está todo completamente cicatrizado; ¿a vos te daba asco? Al principio no quería mirarme pero cuando empecé a bañarme no me quedó más remedio que mirar; antes estaba mucho peor, mi mamá al principio tampoco se animaba a mirarme, tenía que curarme mi papá; pero en Houston me mejoraron bastante; me hicieron una microsurgical reconstruction, ¿sabés inglés? Bastante  contesta Gustavo. Cuando mi papá se volvió, era yo el que hablaba con las enfermeras y los médicos, mi mamá se ponía tan nerviosa que no entendía nada, eso que estudió muchos años. ¿Vos hablabas con los médicos? Sí, a veces estaba mi tía que vive allá, estuvimos en su casa más de un mes. ¿Te dolía mucho? No te lo puedo explicar, quería morirme, le pedía a mi papá que me matara; una vez intenté asfixiarme con la almohada pero no funcionó. Gustavo siente un sudor frío que le moja la camisa. Ojo con este chico, se repite. ¿Por qué no funcionó? pregunta mientras se abotona el chaleco.  Cuando me empecé a ahogar tiré la almohada a la mierda. Será que en el fondo no querías morirte. No podía pensar en nada, estaba tomado por el dolor, como las películas de los demonios. ¿No te daban calmantes? Acá me daban morfina, no sabés cómo esperaba que llegara la enfermera, se terminaba todo, a veces me reía de mi dolor pero después él volvía más furioso; cuánto más lo sacaban cuando volvía inventaba una tortura peor. ¿Cómo te defendías?, ¿llorabas, gritabas? Al principio sí pero después para lo único que me servía era para que mis papás se pusieran mal. ¿Estaban siempre con vos? Siempre, a veces uno a veces los dos. ¿Y cuándo intentaste ahogarte con la almohada? Mamá se había quedado dormida en la silla, pobrecita; pero después el dolor se fue aliviando un poco, o será que me acostumbré; pero cuando fui a Houston fue peor todavía; yo le pedía morfina al médico pero me explicó que  el dolor me iba a acompañar mucho tiempo, era muy riesgoso que me acostumbrara a la morfina; me dieron otras cosas, claro, pero como la morfina no hay, te deja como volando y sos feliz, por un ratito sos feliz. ¿Y ahora cómo estás? Me parece que nunca más voy a ser feliz. ¿Por el dolor? Eso es lo de menos, me duele pero se aguanta. ¿Y qué es lo demás? Ya no puedo estar contento. ¿Porque no podés caminar bien? Sí, también por eso. ¿Y por qué más? No sé, a lo mejor porque ya no creo en Dios. Camilo mira el reloj. Qué raro que no vino mi papá, se pasó dos minutos. Busca las muletas, se para y se acerca a la ventana. Te dije dice sonriente está abajo. Cuando está saliendo dice estuvo buena la fiesta.


Hola, pa, recién llego contesta Nacho. ¿Está Juana? verifica Gustavo. Sí, está planchando, ¿querés que le diga algo? No, dejá, ¿comiste? Sí, un sándwich en el cole. ¿Te fue bien? Como siempre. Decile a tu hermana que me mande un mensajito en cuanto llegue. Dale. Gustavo ya no sabe de qué hablarle. Llamame si precisás algo ofrece.  ¿No te molesta cuando estás trabajando? No te preocupes, lo tengo en vibrador  le aclara. Gustavo descubre que su hijo, en seis meses, no llamó ni una sola vez. 

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