¿Viste que
lindo día? pregunta el
chico es que el viernes empieza la
primavera. Es cierto dice Gustavo y descubre que lo había olvidado ¿lo vas a festejar? Claro, como todos las
años, ¿por qué este año no habría de festejarlo? Gustavo lo mira fijo, en
silencio, un largo rato. El chico le sostiene la mirada. Vamos a la quinta de un
compañero, la misma de siempre dice de pronto y baja la mirada al agregar el año pasado no pude ir. ¿Por
qué? pregunta Gustavo preparándose para un exabrupto. Estaba internado contesta Camilo casi en un susurro. ¿Estuviste mucho tiempo internado? No me
acuerdo. Si no te acordás seguramente fueron unos pocos días intenta
Gustavo. Camilo agita el puño, la palma
hacia arriba, los dedos juntos. Sí,
seguro, la primera vez estuve como
dos meses; la segunda, en Estados Unidos, casi quince días. ¿Te operaron dos
veces? Sí, pero no me quiero acordar. ¿Por qué? Camilo lo mira con rabia ¿qué te pensás?, ¿qué la pasé de diez? Me imagino que no dice
Gustavo lamentando haber transportado al chico desde el picnic de la primavera
hasta la cama de hospital. Se sirve agua y le ofrece a Camilo. Beben los dos. ¿Dónde queda la quinta? pregunta. El
chico se encoge de hombros. Ni idea dice. Gustavo percibe, con pavor, que su mente se
ha quedado en blanco. No sabe qué decir, no intenta siquiera pensar qué decir.
Se instala el silencio. No de segundos, corren los minutos. Gustavo siente que
nunca podrá volver a hablar. Camilo juega con su celular. Lo pone y lo saca del
estuche, la vista baja. De pronto lo mira con intensidad. Fue un infierno dice te juro
que si hice algo mal ya lo pagué; bah, ese fue el anticipo, ahora lo sigo
pagando en cuotas. ¿Creés en Dios? Si, justo, ¿te parece que puedo creer en
Dios después de lo que me pasó? Quién tengo adelante, se alerta Gustavo,
ojo con este pibe, no me perdonará una simpleza. ¿Hablás con tus padres de lo que sentiste en esa época? Camilo
agita la cabeza. ¿Para qué?, todos la
pasamos mal. A lo mejor te alivia contar
lo que padeciste. Lo que quiero es olvidarme. ¿Y podés? No, cómo voy a
olvidarme si todavía me duele. Nunca comentaste nada, qué te duele. Todo; ¿te
animás a ver? Por supuesto contesta Gustavo. Estoy asustado, piensa. El
chico se levanta el pantalón. La pierna tiene la forma normal pero es un
rosario de cicatrices. Gustavo se asombra de haber pensado en un rosario. Vaya
con Dios, se tomó vacaciones. Te dio asco, ¿no?, seguro que te dio asco.
No, ¿por qué habría de darme asco?, se ve que ya está todo completamente
cicatrizado; ¿a vos te daba asco? Al principio no quería mirarme pero cuando
empecé a bañarme no me quedó más remedio que mirar; antes estaba mucho peor, mi
mamá al principio tampoco se animaba a mirarme, tenía que curarme mi papá; pero
en Houston me mejoraron bastante; me hicieron una microsurgical reconstruction,
¿sabés inglés? Bastante contesta
Gustavo. Cuando mi papá se volvió, era yo
el que hablaba con las enfermeras y los médicos, mi mamá se ponía tan nerviosa
que no entendía nada, eso que estudió muchos años. ¿Vos hablabas con los
médicos? Sí, a veces estaba mi tía que vive allá, estuvimos en su casa más de
un mes. ¿Te dolía mucho? No te lo puedo explicar, quería morirme, le pedía a mi
papá que me matara; una vez intenté asfixiarme con la almohada pero no
funcionó. Gustavo siente un sudor frío que le moja la camisa. Ojo con este
chico, se repite. ¿Por qué no funcionó? pregunta
mientras se abotona el chaleco. Cuando me empecé a ahogar tiré la almohada a
la mierda. Será que en el fondo no querías morirte. No podía pensar en nada,
estaba tomado por el dolor, como las películas de los demonios. ¿No te daban
calmantes? Acá me daban morfina, no sabés cómo esperaba que llegara la
enfermera, se terminaba todo, a veces me reía de mi dolor pero después él
volvía más furioso; cuánto más lo sacaban cuando volvía inventaba una tortura
peor. ¿Cómo te defendías?, ¿llorabas, gritabas? Al principio sí pero después
para lo único que me servía era para que mis papás se pusieran mal. ¿Estaban
siempre con vos? Siempre, a veces uno a veces los dos. ¿Y cuándo intentaste
ahogarte con la almohada? Mamá se había quedado dormida en la silla, pobrecita;
pero después el dolor se fue aliviando un poco, o será que me acostumbré; pero
cuando fui a Houston fue peor todavía; yo le pedía morfina al médico pero me
explicó que el dolor me iba a acompañar
mucho tiempo, era muy riesgoso que me acostumbrara a la morfina; me dieron
otras cosas, claro, pero como la morfina no hay, te deja como volando y sos
feliz, por un ratito sos feliz. ¿Y ahora cómo estás? Me parece que nunca más
voy a ser feliz. ¿Por el dolor? Eso es lo de menos, me duele pero se aguanta.
¿Y qué es lo demás? Ya no puedo estar contento. ¿Porque no podés caminar bien?
Sí, también por eso. ¿Y por qué más? No sé, a lo mejor porque ya no creo en
Dios. Camilo mira el reloj. Qué raro
que no vino mi papá, se pasó dos minutos. Busca las muletas, se para y se
acerca a la ventana. Te dije dice
sonriente está abajo. Cuando está
saliendo dice estuvo buena la fiesta.
Hola, pa,
recién llego contesta Nacho. ¿Está Juana? verifica Gustavo. Sí, está planchando, ¿querés que le diga
algo? No, dejá, ¿comiste? Sí, un sándwich en el cole. ¿Te fue bien? Como
siempre. Decile a tu hermana que me mande un mensajito en cuanto llegue. Dale. Gustavo
ya no sabe de qué hablarle. Llamame si
precisás algo ofrece. ¿No te
molesta cuando estás trabajando? No te preocupes, lo tengo en vibrador le aclara. Gustavo descubre que su hijo, en seis meses, no llamó ni una sola vez.
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