Finalmente
el domingo nos reunimos en lo de María anuncia Laura y señalando sus
zapatillas agrega la primogénita avanza
sobre mí. Gustavo recuerda,
entonces, el próximo día de la madre. Yo tengo más suerte que mis hijos, evalúa. ¿No
le gusta más considerar que avanzan
juntas? propone. Ella sonríe y comenta ¿usted
siempre tiene algo para decir? Él se
encoge de hombros, divertido. Federico ya confirmó que va informa Laura. ¿Eso la pone contenta? Me da miedo admite. Extraña apreciación. Mientras no lo veo
puedo imaginarme que todo sigue igual, pero frente a él, siento que lo perdí. Gustavo
va a hacer un comentario cuando ella añade
usted ya debe estar harto de
escucharme hablar siempre de lo mismo, ¿no? Él se toma unos segundos antes
de preguntar si no estuviera hablando de
sus hijos, ¿de qué hablaría? Laura parece desconcertada. Abre la cartera, busca algo que no encuentra y la
cierra. Le conté que falleció mi hermano,
¿no? dice al fin. Nunca me lo comentó
responde Gustavo, extrañado. ¿Cuándo?
pregunta. En enero, el 10 de enero. Gustavo hace cuentas: Laura fue su
primera paciente. Un mes antes de que
iniciáramos estos encuentros deduce él. Sí, qué raro afirma ella creí que se lo había dicho; mi cuñada llamó
por teléfono y de repente ya no tenía hermano;
infarto masivo; fue un gran golpe, era mi único hermano, catorce años
menor; yo lo crié. Usted acaba de decir
que perdió a Federico, pero en realidad perdió a ese hijo que su hermano fue
para usted acota Gustavo. ¿¡Cómo!? el
rostro de Laura se tensa. Comentó que
hacía siete meses que no veía a Federico; si no me equivoco las fechas son
coincidentes. Sí dice Laura no lo había pensado; las semanas que
siguieron a la muerte de mi hermano son como una nebulosa. Tan borrosas que no
encontró la manera de trabajar su duelo acá. Es que hago muchos esfuerzos para
olvidarlo. ¿Para olvidar a su hermano? No, para olvidarme de que murió; a veces
decreto que está de viaje, él viajaba mucho por su trabajo; me da vergüenza
decirlo pero evito hablar con mi cuñada, escucharla me estrella contra la realidad la voz de Laura se quiebra me alegra que mi madre no esté viva; no lo hubiera
podido tolerar las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Usted no lo puede tolerar la corrige
Gustavo. El pecho de Laura se sacude en sollozos. Él
la observa llorar, en silencio. Poco a poco ella se va tranquilizando. Desde el entierro que no lloro por él dice.
Cuando la está despidiendo Gustavo acota que
disfrute del domingo ella lo mira porque
a Federico sí que no lo perdió.
Mientras toma un té, parado en el balcón, Gustavo
reflexiona. Laura se presentó a terapia escudándose en los conflictos con la
publicación de su libro. Meses después se destapó el alejamiento del hijo.
Hablando de eso surgió su desilusión con la maternidad. El fallecimiento de su
hermano, ahora. ¿Así hasta cuándo? De Plutón a Mercurio, recuerda. Y luego, el
Sol. Sonríe solo. Nunca olvidó la regla nemotécnica. Mevetima jusauneplu. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno,
Urano, Neptuno, Plutón. Ya se la enseñó
a Martina. ¿Y a Nacho? Ve bajar a Camilo de un auto. Está por entrar, cuando
descubre que el pibe no desciende solo. No me avisó, no me preparé, piensa,
mientras las palmas de las manos se le humedecen. Se apresura a buscar la ficha
de Camilo.
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