Laura se
acomoda, sonriente. El lunes me llamó mi
hijo y me propuso que almorzáramos; fue extraño, muchas veces en mi vida me
vestí para ir a una cita con un hombre, hasta para venir aquí me arreglo confiesa
sin embargo, nunca me había engalanado
para encontrarme con mi hijo; acordamos vernos directamente en el restaurante;
llegué dispuesta a esperarlo, siempre fue muy impuntual, pero cuando llegué, él
ya estaba; pidió pescado al roquefort, en eso sigue igual sonríe y luego
agrega antes de que trajeran la comida me
contó que había empezado terapia, que había dedicado mucho tiempo a analizar
nuestra relación y que por eso no había querido encontrarse antes conmigo; y,
ante mi estupor, sacó del bolsillo una lista donde había apuntado todo lo que
me quería decir; no podía creer lo que estaba escuchando; reclamos y reclamos;
muchos absurdos, muchos legítimos. Todos legítimos aclara Gustavo porque responden a sus sentimientos, a sus
percepciones. Sí, todavía no puedo entender cómo no percibí la enorme cantidad
de situaciones mínimas que lo hicieron sufrir. ¿En qué se centraron sus protestas?
Diferencias a favor de sus hermanas, sobre todo; la verdad es que me dejó
pensando; Federico fue un chico que nunca pidió, recuerdo una vez cuando tenía
poco más de un año, lo encontré durmiendo con su almohadita en el piso porque
había vomitado en su cama, las chicas, en la misma situación, hacían un
escándalo; sacó a relucir infinidad de minucias, ni tiene sentido que se las
cuente; cuando terminó de hablar le dije; ¨todo lo que estás diciendo podría
resumirse en: a mí me querés menos¨, pero no hubo manera de que lo aceptara; fíjese
usted, yo creí que se había alejado de mí por desamor y en realidad fue por
todo lo opuesto. Luego de unos instantes Gustavo pregunta ¿hubo alguna marcación con respecto a la
exigencia? Sí, por supuesto, esas fueron las que califiqué como legítimas. Es
muy valorable que su hijo haya podido exponer sus debilidades, eso habla de un
alto grado de confianza en usted. Sí, fue hermoso; yo también le marqué las
tantísimas veces en las que sufrí por él; ¨me saqué un peso de encima¨, dijo
cuando nos despedimos con un abrazo apretadísimo. ¿Cómo se quedó usted? Me cayó
encima el peso del que se liberó él; jamás me hubiera imaginado que mi hijo
había sufrido por mi culpa. Yo no hablaría de culpas la corrige Gustavo quizá lo que tanto le cuesta es descubrir
que usted no fue una madre perfecta. Lo intenté se defiende ella se lo juro, hice todos los esfuerzos
posibles. Somos solo seres humanos; sus
hijos no son perfectos y usted tampoco lo es. Laura busca una aspirina en
su cartera. Me duele la cabeza explica
mientras se sirve un vaso de agua. Segundos después comenta sobre su las
pruebas de su libro. En el momento de la despedida oprime la muñeca de Gustavo
y dice gracias por ayudarme a recuperar a
mi hijo.
Ya se fue mi primera paciente; muy lindo lo
de hoy; besos escribe primero Gustavo,
¿Te entregaron la prueba de Geografía? luego
y Cenaremos en lo de la abuela,
muñequita por último. Se asoma al balcón. Un día espectacular.
Octubre es hermoso, piensa. Estoy contento, advierte, extrañado, mientras las
respuestas comienzan a llegar. Genial,
le voy a encargar ravioles. Sí,
lindísimo; en cinco empiezo a atender. Nueve, gracias por la ayuda, pa. Ve
que estaciona el auto del padre de Camilo. Solo baja el chico. El coche
arranca.
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