Valeria no
pudo venir explica
Francisco mientras se sienta tuvo que ir
a buscar a nuestro hijito menor al
jardín porque estaba vomitando. Pero viniste vos aclara Camilo. ¿Hay algo que le quieras decir a tu papá?
pregunta Gustavo. Luego de unos segundos el chico dice ya hablamos de lo que yo quería decirle, preguntale a él si no hay algo
que quiera contarme. Gustavo, entonces, se dirige a Francisco. ¿Hay algo que quieras decirle a tu hijo?
¿Por qué me lo preguntás? inquiere Francisco, apretándose los nudillos. Gustavo
calla. Dale, papá, no te hagas el tonto se burla
Camilo. No sé a qué te referís. ¿De qué
cosa azul nos tenemos que enterar? El rostro de Francisco se transfigura.
Cierra los ojos. Después de unos segundos Gustavo le pregunta ¿te
sentís bien? mientras le sirve un vaso de agua. Francisco bebe. No me contestaste insiste Camilo. Quizá tu papá prefiere hablar con vos a
solas; ¿quieren que salga un ratito? propone Gustavo. Si te vas, no me lo va a contar plantea el chico. No se
puede obligar a nadie a hablar le aclara Gustavo. Está bien desestima Francisco en
algún momento se lo tengo que decir gira en el diván, inspira hondo y enfrenta
a Camilo Azul es mi hijita. Gustavo,
desconcertado, observa a Camilo, cuyos ojos adquieren un tamaño descomunal. ¡¿Qué?! exclama el chico. Tiene un año y vive en Rosario con su mamá agrega Francisco
bajando la mirada. ¡No puede ser!
dice Camilo pero luego de un rato comenta claro,
por eso viajás tanto a Rosario, no por el trabajo; vos mentís, siempre mentís;
¡nunca más voy a creerte! Gustavo
retira la vista del chico y la dirige al padre. Está pálido, tiembla mientras
dice por eso no quise decírtelo, porque
sabía que no lo ibas a aceptar. ¿Por qué tuviste otra hija? Camilo está
furioso ¿no te alcanzaba con nosotros tres?,
¿no te alcanzaba con mamá que buscaste otra mujer?; sos una basura. Gustavo no sabe cómo manejar la situación. Me
excede, evalúa. Me parece, Camilo, que
deberías darle a tu papá la posibilidad de que se explique. Francisco le
oprime el brazo pero el chico lo rechaza. Hijo
balbucea Francisco cuando mamá se fue a Estados Unidos a cuidar a
tu tía, me quedé solo por un mes, pasarán muchos años antes de que puedas
comprenderlo, pero es muy difícil para un hombre estar solo durante un mes. Gustavo
piensa en Cecilia, piensa en Natalia. Conocí
a una mujer continúa Francisco y pasó
lo que no tendría que haber pasado; luego quedó embarazada y, aunque no la
planeé ni la deseé, nació Azul y yo no pude abandonarla porque también es mi
hija; tu mamá sufrió mucho pero finalmente lo entendió; hace un año que estoy
buscando el momento apropiado para contártelo. ¡Sos un mentiroso!, ¡nunca te
voy a perdonar! Francisco cierra
los ojos, apoya la nuca en el respaldo. Gustavo busca, desesperadamente, un
recurso. Que tu papá haya decidido que no
era la situación adecuada para contarte lo de Azul no lo convierte en un
mentiroso. Francisco se endereza, traga saliva. Estabas en medio de las dos operaciones, hijo, ¿cómo podía
proporcionarte otro dolor?, y no me equivoqué al ocultártelo, porque
evidentemente no estabas preparado para recibir la noticia. Camilo, mirame pide
Gustavo los padres no somos dioses y
cuando repara en el plural ya es tarde somos
seres humanos, y, como tales, pasibles de equivocarnos; ¿qué es lo que decís
que nunca le perdonarás a tu papá? ¡Que me haya mentido! Pero ahora te está
diciendo la verdad; una verdad que vos reclamaste pero que no estás pudiendo aceptar;
¿no le podés perdonar que te haya mentido o no podés perdonarlo por Azul? ¡La nena no tiene la culpa! dice Camilo y al instante las lágrimas
empiezan a deslizarse por sus mejillas. ¿Cómo
es? pregunta un rato después, la cara ya empapada. Muy parecida a Tobi, pero rubiecita. Como yo dice el chico, se pasa
las manos por las mejillas y pregunta ¿mamá
la conoce? Francisco asiente ¿querés
a la nena? Francisco vuelve a
asentir ¿ccmo a nosotros? Francisco
busca la mirada de Gustavo que baja levemente el mentón. Sí admite el hombre es mi hija y tiende un pañuelo de tela
que el chico acepta. Entonces es mi
hermana dice Camilo mirando a
Gustavo, que asiente con la cabeza. Los ojos del chico enfrentan ahora al
padre. Y si es mi hermana quiero
conocerla. Francisco, como tocado por un rayo, se cubre la cara con las
manos y estalla en sollozos. Camilo apoya la mano sobre la cabeza de su padre. Ya va a estar todo bien, pa dice.
Gustavo se apoya sobre la puerta y cierra los ojos. Le
duele todo. Extraña la sensación de haber estado dentro de Camilo y de
Francisco al mismo tiempo. Va hasta la cocina y se calienta un café. ¿Cómo
reaccionará Nacho cuando Cecilia le cuente de su amante? Se sorprende y se
alarma: no pensó el potencial reaccionaría
si no el rotundo futuro reacionará.
Futuro imperfecto, si mal no recuerda. Prueba el café. Le agrega más azúcar. Acude la frase de su abuela: para
amarga, la vida.
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