No la recordaba tan bonita. El cabello largo, lacio y
rubio. La nariz respingada. Los pómulos nórdicos. La cara del hijo, resuelve
Gustavo. Besa la mejilla de Valeria y
estrecha la mano de.Francisco. Adelante los
invita mientras les indica con el brazo extendido el camino. Camilo, las mejillas ligeramente sonrojadas,
le hace señas desde el palier. ¿Viste que
te los traje? susurra. Gustavo se turba. No previó ni dónde sentarlos. Busca una silla en el escritorio. Cuando
entra al consultorio, encuentra a los tres parados junto a la ventana. Ubíquense,
por favor indica señalando el
diván. Allí se acomodan Valeria y Camilo.
Gustavo coloca la silla a la izquierda de su sillón. Francisco se
sienta. Gustavo trata, nervioso, de diseñar una estrategia en mínimos segundos.
Les sonríe, mientras tanto. Camilo dijo
que querías vernos se decide a hablar Valeria. Gustavo busca los ojos del
chico que hurta la mirada. Hace un par de
sesiones que veníamos considerando la posibilidad de convocarlos. ¿Por algo en
particular? pregunta Francisco. Camilo,
¿querés contarles vos? sugiere Gustavo. El chico niega con la cabeza. Me
dejó solo, rumia Gustavo. Me parece que les está costando comunicarse.
¿Por qué dice eso? interviene Francisco. Hay cosas que Camilo quiere decirles y no puede y otras que quiere que
ustedes le cuenten. ¿Qué querés decirnos? pregunta la madre
girando hacia él. Camilo calla. ¿Te ayudo? propone Gustavo.
El chico se encoge de hombros. Camilo
necesita más independencia transmite Gustavo siente que lo tratan como a un nene y que hay muchas cosas que no
puede hacer. Me duele que diga eso Valeria se estruja las manos cuando, tanto mi marido como yo postergamos
nuestras propias actividades para que él pueda ir a donde se le ocurra ir. No
es eso lo que está diciendo Gustavo la interrumpe su marido. A ver, Camilo. ¿qué es lo que no te
dejamos hacer? vuelve ella a la carga. ¡Viajar
solo! ¡Pero sí te llevamos a todos lados! dice ella elevando la voz la semana pasada quisiste ir a lo de Leo a
las cinco de la tarde y salí antes del trabajo para poder acompañarte. Sí, ¡y
te quedaste esperando como si yo fuera un idiota!; ¡me hiciste pasar un
papelón! ¡No le hables así a tu madre! lo reconviene Francisco. Gustavo
está asustado. La situación se le escapa de las manos. Debería haberlo
consultado con Ana María. Me parece que
lo que está sucediendo confirma las dificultades a las que me referí al iniciar
la sesión; Camilo está diciendo que necesita que se den cuenta de que creció;
Valeria lo recibe como una ingratitud y Francisco solo intenta conservar la
armonía; ¿por qué no tratan de escucharse? Se hace el silencio. Gustavo
ofrece agua, todos beben. Camilo lo convoca Gustavo ¿qué querés decirles a tus papás? El chico deja el vaso sobre la mesa. Necesito que me dejen mover solo. ¿Te
molesta que te llevemos nosotros? pregunta Francisco. Camilo baja la mirada pero luego lo enfrenta.
Sí dice, rotundo me da vergüenza. ¿Te
avergonzás de tus padres? la voz de Valeria es un hilo. Los ojos del chico
se llenan de lágrimas. No lo hagas sentir
peor le recrimina Francisco. Gustavo
se acuerda de Natalia: ya le contará que no es fácil. Camilo
no se avergüenza de ustedes; le da vergüenza quedar como un nene frente a sus
amigos Gustavo hace una pausa intencionalmente larga y sus amigas. Francisco sonríe. Ya entendió, decide él. Hijo, ¿cómo
te podemos ayudar? pregunta el padre. Camilo se endereza en el asiento. Ya te dije, quiero viajar solo. ¿Ir en remís
en lugar de que te llevemos? En remís pero también en colectivo. ¡¿En
colectivo?! pregunta la madre, los hermosos ojos muy abiertos ¿con las muletas? Gustavo observa a
Camilo, los hombros caídos, la vista en el piso. Quizá sea complicado viajar solo, pero si algún compañero lo ayuda,
seguramente se podrá arreglar propone mientras observa el rostro de
Francisco. El hombre traga saliva, los ojos húmedos. Gustavo, por primera vez,
se imagina a Nacho discapacitado. Se acuerda de Raúl, y hace girar la lengua
contra el paladar. Estoy de acuerdo, hijo
enuncia el padre mañana mismo
comenzaremos a practicar. Las silenciosas lágrimas de Valeria se van transformando en sollozos. Camilo la
abraza.
¿Nos vemos
el miércoles próximo? pregunta
Francisco en el palier. ¿Qué te parece? consulta
Gustavo a Camilo, que ya está abriendo el ascensor. Dale dice el pibe. Valeria, que había entrado a buscar el abrigo, sale. Gracias, de veras, muchas gracias dice
mientras él la ayuda a ponérselo. Entra y se deja caer sobre el diván.
Instantes después se incorpora y va hasta el teléfono. Hola, mamá, ¿todo bien?; ¿te puedo pedir un favor?, ¿esta noche podrías
cenar con los chicos?; muchas gracias, después te confirmo. Busca ahora el
celular. ¿Estás dispuesta a develarme tu
signo? teclea, sonriente.
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