jueves, 5 de diciembre de 2013

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No la recordaba tan bonita. El cabello largo, lacio y rubio. La nariz respingada. Los pómulos nórdicos. La cara del hijo, resuelve Gustavo. Besa la  mejilla de Valeria y estrecha la mano de.Francisco. Adelante los invita mientras les indica con el brazo extendido el camino.  Camilo, las mejillas ligeramente sonrojadas, le hace señas desde el palier. ¿Viste que te los traje? susurra. Gustavo se turba. No previó ni dónde sentarlos.  Busca una silla en el escritorio. Cuando entra al consultorio, encuentra a los tres parados junto a la ventana. Ubíquense,  por favor  indica señalando el diván. Allí se acomodan Valeria y Camilo.  Gustavo coloca la silla a la izquierda de su sillón. Francisco se sienta. Gustavo trata, nervioso, de diseñar una estrategia en mínimos segundos. Les sonríe, mientras tanto. Camilo dijo que querías vernos se decide a hablar Valeria. Gustavo busca los ojos del chico que hurta la mirada. Hace un par de sesiones que veníamos considerando la posibilidad de convocarlos. ¿Por algo en particular? pregunta Francisco. Camilo, ¿querés contarles vos? sugiere Gustavo. El chico niega con la cabeza. Me dejó solo, rumia Gustavo.  Me parece que les está costando comunicarse. ¿Por qué dice eso? interviene Francisco. Hay cosas que Camilo quiere decirles y no puede y otras que quiere que ustedes le cuenten.  ¿Qué querés decirnos? pregunta la madre girando hacia él.  Camilo calla. ¿Te ayudo? propone Gustavo.  El chico se encoge de hombros. Camilo necesita más independencia transmite Gustavo siente que lo tratan como a un nene y que hay muchas cosas que no puede hacer. Me duele que diga eso Valeria se estruja las manos cuando, tanto mi marido como yo postergamos nuestras propias actividades para que él pueda ir a donde se le ocurra ir. No es eso lo que está diciendo Gustavo la interrumpe su marido. A ver, Camilo. ¿qué es lo que no te dejamos hacer? vuelve ella a la carga. ¡Viajar solo! ¡Pero sí te llevamos a todos lados! dice ella elevando la voz la semana pasada quisiste ir a lo de Leo a las cinco de la tarde y salí antes del trabajo para poder acompañarte. Sí, ¡y te quedaste esperando como si yo fuera un idiota!; ¡me hiciste pasar un papelón! ¡No le hables así a tu madre! lo reconviene Francisco. Gustavo está asustado. La situación se le escapa de las manos. Debería haberlo consultado con Ana María. Me parece que lo que está sucediendo confirma las dificultades a las que me referí al iniciar la sesión; Camilo está diciendo que necesita que se den cuenta de que creció; Valeria lo recibe como una ingratitud y Francisco solo intenta conservar la armonía; ¿por qué no tratan de escucharse? Se hace el silencio. Gustavo ofrece agua, todos beben.  Camilo lo convoca Gustavo ¿qué querés decirles a tus papás?  El chico deja el vaso sobre la mesa. Necesito que me dejen mover solo. ¿Te molesta que te llevemos nosotros? pregunta Francisco.  Camilo baja la mirada pero luego lo enfrenta.  dice, rotundo me da vergüenza. ¿Te avergonzás de tus padres? la voz de Valeria es un hilo. Los ojos del chico se llenan de lágrimas. No lo hagas sentir peor le recrimina Francisco.  Gustavo se acuerda de Natalia: ya le contará que no es fácil.  Camilo no se avergüenza de ustedes; le da vergüenza quedar como un nene frente a sus amigos Gustavo hace una pausa intencionalmente larga y sus amigas. Francisco sonríe. Ya entendió, decide él. Hijo, ¿cómo te podemos ayudar? pregunta el padre. Camilo se endereza en el asiento. Ya te dije, quiero viajar solo. ¿Ir en remís en lugar de que te llevemos? En remís pero también en colectivo.  ¡¿En colectivo?! pregunta la madre, los hermosos ojos muy abiertos ¿con las muletas? Gustavo observa a Camilo, los hombros caídos, la vista en el piso. Quizá sea complicado viajar solo, pero si algún compañero lo ayuda, seguramente se podrá arreglar  propone mientras observa el rostro de Francisco. El hombre traga saliva, los ojos húmedos. Gustavo, por primera vez, se imagina a Nacho discapacitado. Se acuerda de Raúl, y hace girar la lengua contra el paladar. Estoy de acuerdo, hijo enuncia el padre mañana mismo comenzaremos a practicar. Las silenciosas lágrimas de Valeria  se van transformando en sollozos. Camilo la abraza.


¿Nos vemos el miércoles próximo? pregunta Francisco en el palier. ¿Qué te parece? consulta Gustavo a Camilo, que ya está abriendo el ascensor. Dale dice el pibe. Valeria, que había entrado a buscar el abrigo, sale. Gracias, de veras, muchas gracias dice mientras él la ayuda a ponérselo. Entra y se deja caer sobre el diván. Instantes después se incorpora y va hasta el teléfono. Hola, mamá, ¿todo bien?; ¿te puedo pedir un favor?, ¿esta noche podrías cenar con los chicos?; muchas gracias, después te confirmo. Busca ahora el celular. ¿Estás dispuesta a develarme tu signo? teclea, sonriente.

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