Usted sí que conoce a las mujeres dice Gustavo ya sentado frente a Ana María. ¿A qué se refiere? Ella supo conducirme admite
él, sonriente. ¿Cuál fue la ruta? El
miércoles pasado a un restaurante y este, a su cama. A alta velocidad, por lo
visto, ¿fue duro ser copiloto? Fue extraño, diría yo: es raro sentirme deseado,
asediado; me casé tan joven que para mí el sexo siempre estuvo ligado al amor,
por detrás de él, en realidad; es una experiencia novedosa que mis sentidos se
deslicen independientemente de mis sentimientos; hoy Daniela me estuvo contando
del sexo con su marido, lo puntualizó como ¨casto¨; me atravesó lo que dijo, aunque
no calificaría de casto al sexo entre Cecilia y yo, sobre todo al principio; no
sé cómo explicárselo, quizás como integral, sí define sonriendo sistémico; era una parte más de un todo;
llegábamos a las sábanas con los débitos y los réditos de la jornada;
apaciguados si los chicos habían tenido fiebre; briosos si nos habían aumentado
el sueldo; tensos si habíamos discutido; oliendo al mismo jabón; idéntica crema
de enjuague desprendiéndose de nuestros piyamas; la traba de la puerta
intentaba vanamente dejar el resto de nuestra vida por detrás; una tos, un
llanto era capaz de frenar el más desaforado orgasmo; no me quejo, era hermoso
hacer el amor así, era auténtico dice con gesto enfático, auténtico, al fin
encontró la palabra. ¿Y cuándo dejó de
serlo? Para mí, nunca, Cecilia es la que desvalorizó nuestros encuentros; a mí
me gusta hacer el amor con ella, siempre me gustó; es una hermosa mujer, con un
cuerpo increíble que salió indemne de los embarazos; se dan vuelta para mirarla;
y yo la perdí la voz de Gustavo se quiebra, se agarra la cabeza no sé por qué me dejó el llanto ya es
franco no puedo vivir sin ella, perdóneme
el papelón dice tratando de serenarse. Llore,
Gustavo, llore lo que todavía no lloro. Largos minutos después, el llanto
de Gustavo se va extinguiendo. Cuando lo ve tranquilo, Ana María indica es todo por hoy. Gustavo mira el reloj. Todavía es temprano le avisa. Seguimos la próxima ratifica ella.
Gustavo, sorprendido, se incorpora.
Manejando,
Gustavo llora. Estoy desconsolado, piensa, detenido ante un semáforo. El
celular lo asusta. ¿Cómo te fue en sesión? pregunta Natalia. Bien escribe mañana te llamo.
Mi mundo es Cecilia, determina, mi falta de Cecilia. De nuevo el celular. Lo
mira, fastidiado. ¡El tío me trajo
Nutela! Entre lágrimas, al fin
sonríe.
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