Se encuentra con Laura, cuando está abriendo la puerta
de calle. Él odia llegar sobre la hora; está agitado. Suben juntos hablando del
tránsito. Nos reunimos el domingo relata Laura ya sentada yo amanecí muy triste, discutí
con Luis por el pan que había comprado y me puse a llorar. Como ella
permanece en silencio, Gustavo le pregunta
¿por qué se sentía mal? Laura se
echa el cabello hacia atrás. No sé contesta pero después me puse bien. Tratemos de pensar qué la puso mal antes y
qué modificó luego su estado anímico. Ella se encoge de hombros. Está usted para entenderme, yo ya renuncié dice
sonriendo. Vamos por partes enuncia
Gustavo la otra sesión comentó que sentía
que el hecho de que el festejo del día de la madre fuera en lo de su hija era
una señal de que ella avanzaba sobre usted Laura cabecea también dijo que tenía miedo de ver a Federico
porque le costaba reconocer que ya es un hombre y, por último Gustavo se
interrumpe hasta que ella lo mira este es el primer día de la madre en que falta
su hermano, quien, de alguna manera, fue una suerte de hijo para usted. Cuando
estoy aquí siento que mi piel deja de protegerme y me vuelvo transparente.
Gustavo recuerda las palabras de María Inés frente a las estrellas de su sueño.
Ahora le toca a usted analizar por qué
logró transformar su desazón. Laura se reacomoda, cruza las piernas. Cuando entré a lo de María, me emocioné;
armó la mesa de pingpong; compró una tela y la cubrió; un centro precioso de
flores; ocho lugares; increíble que nuestra familia haya crecido tanto:
Federico vino a saludarme, no recuerdo cuándo fue la última vez que me abrazó
así; en el momento de despedirnos le pregunté cuándo tenía un ratito para que
nos encontráramos; prometió que me llamaría; dudo mucho de que eso ocurra pero
al menos no me dijo, como otras veces, directamente que no. Gustavo
sonríe. Veo que ha tenido un buen día de la madre. Sí admite ella pero
cuando regresé a casa me puse a ver fotos de mi hermano, todavía no lo había
hecho y me agarró un ataque de llanto; Luis vino, me abrazo y me mandó a la
cama con un té. Todo estuvo bien aclara Gustavo hasta las lágrimas por su hermano; el peor duelo es el que se niega;
seguiremos trabajando en el tema. Laura de repente se pone muy seria ¿nunca me va a liberar? Gustavo,
sorprendido, contesta en el momento en
que usted considere que ya no me necesita. ¡Me parece que falta bastante! dice
ella, dulcificando el rostro.
Gustavo se acuesta en el diván. No puede creer lo que
pasó. Me acosté con otra mujer, piensa. Quince años buceando en el cuerpo de
Cecilia y ahora, de la nada, enredado en otras piernas. No es la única capaz de
proporcionarme placer, piensa. ¿Cuánto hacía que no se sentía deseado por una
mujer?, ¿cuánto que no era él quién tomaba la iniciativa? Descubre que Cecilia
tenía razón: hacía mucho que no eran amantes. ¿Cómo no se dio cuenta de que
Cecilia ya no era la mujer ardiente de antes?, ¿cuándo dejó de serlo? El timbre
lo asusta. Se incorpora como un resorte. Alisa el diván.
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