viernes, 13 de diciembre de 2013

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Se encuentra con Laura, cuando está abriendo la puerta de calle. Él odia llegar sobre la hora; está agitado. Suben juntos hablando del tránsito.  Nos reunimos el domingo relata Laura ya sentada yo amanecí muy triste, discutí  con Luis por el pan que había comprado y me puse a llorar. Como ella permanece en silencio, Gustavo le pregunta ¿por qué se sentía mal?  Laura se echa el cabello hacia atrás.  No sé contesta pero después me puse bien. Tratemos de pensar qué la puso mal antes y qué modificó luego su estado anímico. Ella se encoge de hombros. Está usted para entenderme, yo ya renuncié dice sonriendo. Vamos por partes enuncia Gustavo la otra sesión comentó que sentía que el hecho de que el festejo del día de la madre fuera en lo de su hija era una señal de que ella avanzaba sobre usted Laura cabecea también dijo que tenía miedo de ver a Federico porque le costaba reconocer que ya es un hombre y, por último Gustavo se interrumpe hasta que ella lo mira  este es el primer día de la madre en que falta su hermano, quien, de alguna manera, fue una suerte de hijo para usted. Cuando estoy aquí siento que mi piel deja de protegerme y me vuelvo transparente. Gustavo recuerda las palabras de María Inés frente a las estrellas de su sueño. Ahora le toca a usted analizar por qué logró transformar su desazón. Laura se reacomoda, cruza las piernas. Cuando entré a lo de María, me emocioné; armó la mesa de pingpong; compró una tela y la cubrió; un centro precioso de flores; ocho lugares; increíble que nuestra familia haya crecido tanto: Federico vino a saludarme, no recuerdo cuándo fue la última vez que me abrazó así; en el momento de despedirnos le pregunté cuándo tenía un ratito para que nos encontráramos; prometió que me llamaría; dudo mucho de que eso ocurra pero al menos no me dijo, como otras veces, directamente que no. Gustavo sonríe.  Veo que ha tenido un buen día de la madre. Sí admite ella  pero cuando regresé a casa me puse a ver fotos de mi hermano, todavía no lo había hecho y me agarró un ataque de llanto; Luis vino, me abrazo y me mandó a la cama con un té. Todo estuvo bien aclara Gustavo hasta las lágrimas por su hermano; el peor duelo es el que se niega; seguiremos trabajando en el tema. Laura de repente se pone muy seria ¿nunca me va a liberar? Gustavo, sorprendido, contesta en el momento en que usted considere que ya no me necesita. ¡Me parece que falta bastante! dice ella, dulcificando el rostro.


Gustavo se acuesta en el diván. No puede creer lo que pasó. Me acosté con otra mujer, piensa. Quince años buceando en el cuerpo de Cecilia y ahora, de la nada, enredado en otras piernas. No es la única capaz de proporcionarme placer, piensa. ¿Cuánto hacía que no se sentía deseado por una mujer?, ¿cuánto que no era él quién tomaba la iniciativa? Descubre que Cecilia tenía razón: hacía mucho que no eran amantes. ¿Cómo no se dio cuenta de que Cecilia ya no era la mujer ardiente de antes?, ¿cuándo dejó de serlo? El timbre lo asusta. Se incorpora como un resorte. Alisa el diván.

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