Hace un
rato me llamó mi hermano comenta
Raúl para invitarnos a comer un asado el
sábado en su country. ¿Qué le dijiste? Que lo iba a consultar con Lisa, pero ni
le pregunté, le voy a decir que no podemos, excusas siempre hay, y además el
domingo es el día de la madre, andá a enganchar a los pibes dos días seguidos se
excusa Raúl. ¿Festeja algo? No, comentó
que hacía mucho que no nos veíamos, que era una lástima que los primos
estuvieran tan distanciados; se ve que se golpeó la cabeza. ¿Por qué no querés
ir? Raúl se atusa la barba. No tengo
nada en común con mi hermano dice.
¿Ni siquiera el padre? Raúl lo mira,
levantando las cejas. ¿Nunca le preguntaste si no le pesa trabajar
con él? inquiere Gustavo. Jamás
hablamos sobre nuestro viejo. Gustavo permanece en silencio. ¿No me
vas decir que tal vez llegó el momento? Gustavo
sonríe. Parece que no hace falta dice.
Raúl se echa el pelo hacia atrás, se restriega la cara y comenta me quedé rumiando en lo que charlamos el
otro día; me di cuenta de que volver
a engancharme en las empresas de mi viejo es tirar por la borda todo lo que
venimos trabajando acá; por suerte un amigo me pidió un proyecto para
refaccionarle la casa y, además, estuve pensando en lo del emprendimiento;
¿sabés lo que es Autocad? lo mira a Gustavo que niega con la cabeza un programa de dibujo que se utiliza en
arquitectura; lo manejo con los ojos cerrados, tengo mucha experiencia; se me ocurrió dar
clases, ¿te parece un disparate? Gustavo sonríe. Parece una buena idea aprueba, satisfecho. Consigo mismo,
satisfecho.
Apoyado en la puerta, duda de la decisión tomada. ¿Tengo una cita?, se pregunta, ¿cuántos miles
de años desde la última? Cecilia me robó la vida, decide, no tuve una sola cita
de hombre adulto. A los veinte, la última.
Tendría que llamarlo a Santiago, piensa, pero cuando mira la hora
descubre que ya no tiene tiempo. Ahora Daniela, luego, a las corridas, Ana
María. Después Natalia, se dice en
voz alta porque precisa escucharse. Ni siquiera sabe si le gusta. Vibra el celular. Papi no me llamaste lee. Me olvidé de los chicos,
comprueba. Va a cenar la abuela, llego
tarde. Besos, muñequita teclea sintiéndose agudamente culpable. Abre el
mensaje, cambia la última frase y lo reenvía. Chau, hijo.
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