En cuanto su madre lo ve, pregunta ¿te pasó algo? Estoy cansado contesta
él. ¿Seguro? insiste. Ya en el
ascensor, Gustavo se plantea si no se equivocó al promover el encuentro.
Martina lo está esperando en el palier. Ante su carita radiante, Gustavo decide que sí, fue una buena idea. ¡Papi!, ¡la abuela me hizo tortilla!
dice la nena, abrazada a su cintura.
Abuela y nieta regresan a la cocina. Gustavo entra al living. No quiero
verlo a Nacho, diagnostica, y está en lo cierto porque cuando descubre al chico
frente a la pantalla de su netbook,
los ojos se le llenan de lágrimas. Simula un bostezo y revuelve el cabello
rubio. Hola, hijo. Nacho levanta la
mirada. No te había oído dice
minimizando al instante el Skype. ¿Pudiste comunicarte con mamá? pregunta
él. El chico agita la cabeza. Ya te
dije, está borrada. Gustavo se sienta en el sillón, a su lado. Nacho cierra
la computadora. ¿La extrañás? pregunta Gustavo. Para
nada, lo que pasa es que me da rabia. ¿Qué es lo que te enoja? Eso, que se haya
olvidado de nosotros. Nacho el pibe lo mira tu mamá no se olvidó de vos, lo que pasa es que está trabajando mucho.
Sí, justo masculla. ¿Por qué decís eso? pregunta Gustavo
mientras siente que se le acelera el corazón. Nacho le clava los ojos durante
unos instantes y luego se levanta.
Ya en la mesa, aturdido por el parloteo de nieta y
abuela, Gustavo observa a su hijo. Revuelve la tortilla con el tenedor, pero no
come. Está por preguntarle si no tiene hambre cuando lo detiene el temor de
enfrentar de nuevo su mirada de hielo. Recuerda de pronto a Camilo. ¿Nacho
habrá oído algo? ¡Gustavo, te estoy
hablando! lo reprende su madre. Perdón, mamá, no te escuché. Dice Martina si
se puede quedar a dormir. Pero mañana tiene colegio les recuerda. ¡Falto! dice la nena con entusiasmo. Gustavo se queda
desconcertado. ¿Qué instrucciones dejó Cecilia al respecto? ¡Papi,
porfi! suplica la nena, las manitos juntas. Hecho concede él imaginando
que Nacho se plegará al pedido. No obstante, el chico permanece en silencio.
Sin consultar, Nacho se sienta adelante y enciende la
radio. Toca los botones pero, luego de infinitas frases de infinitas canciones,
apaga. Acciona, ahora, el reproductor de CD. No debemos de pensar que ahora es diferente. Él está por pedirle
que la apague cuando el chico, sonriendo, comenta ah, la que te grabé yo. Una tristeza infinita envuelve a Gustavo
mientras escucha mil momentos como este
quedan en mi mente; no se piensa en el verano cuando cae la nieve; deja que pase un momento y volveremos a querernos. Un nudo en la garganta. A mí también me gusta Vicentico informa
Nacho y sube el volumen. Gustavo necesitaría poder abrazarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario