jueves, 28 de noviembre de 2013

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En cuanto su madre lo ve, pregunta ¿te pasó algo? Estoy cansado contesta él. ¿Seguro? insiste. Ya en el ascensor, Gustavo se plantea si no se equivocó al promover el encuentro. Martina lo está esperando en el palier. Ante su carita radiante,  Gustavo decide que sí, fue una buena idea. ¡Papi!, ¡la abuela me hizo tortilla! dice la nena, abrazada a su cintura.  Abuela y nieta regresan a la cocina. Gustavo entra al living. No quiero verlo a Nacho, diagnostica, y está en lo cierto porque cuando descubre al chico frente a la pantalla de su netbook, los ojos se le llenan de lágrimas. Simula un bostezo y revuelve el cabello rubio. Hola, hijo. Nacho levanta la mirada. No te había oído dice minimizando al  instante el Skype. ¿Pudiste comunicarte con mamá? pregunta él. El  chico agita la cabeza.  Ya te dije, está borrada. Gustavo se sienta en el sillón, a su lado. Nacho cierra la computadora.  ¿La extrañás? pregunta Gustavo. Para nada, lo que pasa es que me da rabia. ¿Qué es lo que te enoja? Eso, que se haya olvidado de nosotros. Nacho el pibe lo mira tu mamá no se olvidó de vos, lo que pasa es que está trabajando mucho. Sí, justo masculla.  ¿Por qué decís eso? pregunta Gustavo mientras siente que se le acelera el corazón. Nacho le clava los ojos durante unos instantes y luego se levanta.

Ya en la mesa, aturdido por el parloteo de nieta y abuela, Gustavo observa a su hijo. Revuelve la tortilla con el tenedor, pero no come. Está por preguntarle si no tiene hambre cuando lo detiene el temor de enfrentar de nuevo su mirada de hielo. Recuerda de pronto a Camilo. ¿Nacho habrá oído algo? ¡Gustavo, te estoy hablando!  lo reprende su madre. Perdón, mamá, no te escuché. Dice Martina si se puede quedar a dormir. Pero mañana tiene colegio les recuerda. ¡Falto!  dice la nena con entusiasmo. Gustavo se queda desconcertado. ¿Qué instrucciones dejó Cecilia al respecto?  ¡Papi, porfi! suplica la nena, las manitos juntas.  Hecho concede él imaginando que Nacho se plegará al pedido. No obstante, el chico permanece en silencio.


Sin consultar, Nacho se sienta adelante y enciende la radio. Toca los botones pero, luego de infinitas frases de infinitas canciones, apaga. Acciona, ahora, el reproductor de CD. No debemos de pensar que ahora es diferente. Él está por pedirle que la apague cuando el chico, sonriendo, comenta ah, la que te grabé yo. Una tristeza infinita envuelve a Gustavo mientras escucha mil momentos como este quedan en mi mente; no se piensa en el verano cuando cae la nieve; deja que pase un momento y volveremos a querernos. Un nudo en la garganta. A mí también me gusta Vicentico informa Nacho y sube el volumen. Gustavo necesitaría poder abrazarlo.

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