Suben al auto peleando, los dos en el asiento de
atrás. Yo quiero ir a Mac pretende la
nena. Y yo quiero comer pizza dice
Nacho, bastante que te dejo venir, papá
me invitó a mí porque me saqué una buena nota y con vos siempre sale. Pero
a la tarde se defiende Martina. Gustavo gira la cabeza y los enfrenta. ¿Los Inmortales?, ¿Almacén de Pizzas?
propone. Burgio determina
Nacho. ¡Ese lugar es una mugre!, ¡ni
siquiera podemos sentarnos! protesta la nena. Pero la pizza es lo más argumenta el chico. ¡A Burgio vamos! decide Gustavo y ante el puchero de la nena agrega después te llevo a tomar un helado.
¡En Fredo! exige Martina. Hecho promete él. El auto de atrás le toca
bocina. Nacho tararea. ¿Charly García?, piensa Gustavo mientras pone primera.
Al regresar, el contestador titila. Soy yo, por dónde andaban picarones, ¿de
farra?; les mando un beso enorme, los quiero mucho. El buen humor de
Gustavo se desvanece. Rápido a acostarse que
es muy tarde ordena. Cuando sale
de la ducha, recorre los dormitorios, con Lacán pisándole los talones. Tapa a Martina, apaga la luz de Nacho. No
logró sacarle dos palabras seguidas durante la cena. Martina siempre se las
arregla para monopolizar la conversación, descubre. Se dirige a la cocina.
Mientras se filtra el café va a la biblioteca. Localiza El Pincipito rápidamente, Cecilia acomoda los libros por orden
alfabético. Cecilia. Gustavo sacude la cabeza. Lleva libro y taza al
dormitorio. Localiza el fragmento del zorro. ¨¿Qué significa domesticar? volvió a preguntar el Principito. Es una cosa ya olvidada dijo el zorro, significa crear lazos; tú para mí todavía no
eres más que un niño igual a otros cien mil niños, pero si me domesticas,
entonces tendremos necesidad el uno del otro, tú serás para mí único en el
mundo, yo seré para ti único en el mundo. ¿Qué debo hacer? preguntó el
Principito. Debes tener mucha paciencia
respondió el zorro al principio te
sentarás un poco lejos de mí, así, de esta manera, sobre la hierba; te miraré
de reojo y tú no dirás nada; pero cada día podrás sentarte un poco más cerca; el
lenguaje es fuente de malentendidos.¨ Qué absurdo, se dice, tengo que domesticar a
mi propio hijo. Apaga la luz. Una frase retumba en su cabeza mientras intenta
dormirse: el lenguaje es fuente de
malentendidos.
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