martes, 19 de noviembre de 2013

79

Cinco minutos antes de lo convenido se apoya en la puerta, esperando que llegue la hora. El ruido de pasos acercándose lo sobresalta. Se aparta. La puerta se abre y sale una mujer mayor. Ana María, en el vano de la puerta, le sonríe. Sube tras ella pensando que es extraño suponerle a Ana María otros pacientes. ¿Me gustaría ser el único? evalúa. Segunda semana sin Cecilia: en lo operativo bien, nos vamos arreglando, pero la casa perdió energía, no sé cómo explicárselo, todo está demasiado bien. ¿Usted está demasiado bien? reformula Ana María. Frente a ellos, sí, pero cuando apago la luz la estantería se me viene abajo. ¿La extraña? Estoy tan enojado que no me doy cuenta. ¿Los chicos también están enojados? Ellos no saben por qué se fue. Si no entendí mal, Cecilia se fue por el trabajo; que esté allí con ¿Ricardo, se llamaba?, es una consecuencia, no una causa. ¿A usted también le vendió ese buzón? reclama él, muy enojado. Solo repito sus palabras, Gustavo, aunque no tuviera ninguna relación con él, ella igual se habría ido; ¿o me equivoco? Gustavo se toca la frente. Lo peor vendrá cuando regrese admite. Ella cabecea. Satisfecha, piensa él con rabia. ¿Alguna otra vez estuvo tan enojado con ella? Está por contestar que no cuando recuerda el primer embarazo. Calla, entonces. No tengo ganas de hablar, piensa. Le sobreviene un cansancio infinito. ¿Pensó en lo que le sugerí la última sesión? lo convoca Ana María. Le da vergüenza admitir que no solo no pensó sino que ni siquiera puede recordar de qué se trataba. Ella parece darse cuenta porque le repite ¿preferiría que Nacho no existiera? Gustavo percibe en él ese rencor que no se extingue. Cecilia lo violentó. Ella me puso entre la espada y la pared se justifica. No le estoy preguntando por ella le aclara Ana María sino por su hijo; aunque para usted son dos caras de la misma moneda; ¿no se da cuenta de que lleva catorce años vengándose de ella con su negativa a amar a su hijo?  Gustavo experimenta un golpe brutal. Como quien cae por habérsele cortado el talón de Aquiles. Nacho es mi talón de Aquiles, diagnostica. Cierra los ojos un instante, está ligeramente mareado. No me siento bien dice mejor me voy. Como prefiera consiente ella incorporándose.

Gustavo sube al auto. Le duele la cabeza. No quiere volver  a su casa. Yqué si le pide a Juana que le dé de comer a los chicos antes de irse. O si la llama a su madre para que vaya. Necesita pensar. Arranca. Ante un semáforo, por Plaza Italia, busca el celular. Vaya no más, Juana, estoy llegando. Pobre mujer, tiene hora y media de viaje

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