No alcanza Gustavo a llegar al pasillo, con Lacán
pisándole los talones, cuando es interceptado por el abrazo de Martina. Hola, papi, te extrañé, ¿por qué llegaste
tan tarde? Los miércoles tengo pacientes, hijita le explica. ¡Odio a tus pacientes!, ¡los querés más que
a mí! Y que a mí no te cuento agrega Nacho saliendo de su habitación.
Gustavo va al baño. Cuando sale, el chico ya está sentado a la mesa. Estoy muerto de hambre dice. Martina regresa de la cocina con una
bandeja sostenida entre ambas manos. Camina con sumo cuidado. Gustavo recuerda
la anécdota de Raúl pequeño sosteniendo el vaso. ¿Así que te fue bien en la prueba? comenta Gustavo. Nacho asiente,
la boca llena de pan. ¿Qué te
preguntaron? Serví, papi, que se enfría ordena Martina. Mientras Gustavo se
dedica a repartir tarta y ensalada, la nena cuenta con sumo detalle un
incidente entre dos compañeros. Sigue hablando mientras mastica. Gustavo,
escuchándola a medias, mira a su hijo que, sosteniéndose el mentón en el codo
apoyado en la mesa, bufa entre bocado y bocado. Si de mí hubiera dependido, no
estaría aquí, piensa. Lo observa con atención. Se parece a la madre, es lindo
el pendejo. De pronto la mirada del chico se fija en él. Sin embargo, los ojos
son los míos, decide. La forma, el color. Son los míos, repite. Mis ojos
transportados a otra cara. A la cara de su hijo. Papi, no me escuchás protesta Martina. Nacho revolea los ojos
parecidos a los suyos mientras se muerde el labio de abajo. Gustavo le guiña un
ojo. Nacho devuelve el gesto. Martina sigue hablando. Cuando por fin la nena se
detiene, Nacho comenta me preguntaron
sobre las causas. ¿Y qué contestaste? Nombré el surgimiento de la clase
burguesa, el descontento de las clases bajas, la ilustración, la crisis
económica y la guerra de independencia de Estados Unidos; todo lo que me
explicaste, ¿viste? Gustavo lo escucha con tanta sorpresa como si Lacán
hubiera empezado a hablar. Es mi hijo, se repite, yo no quise que naciera pero
está. El domingo a las cinco
Independiente juega con Rafaela anuncia Nacho. Pero la nona nos invitó a merendar. Yo de aquí no me muevo informa
el chico andá vos sola con papá, que más
querés. Gustavo recuerda a Ana María. Es mi hijo, se repite. Te llevo temprano y después vuelvo a mirar
el partido con tu hermano. De paso evito el encuentro con mi suegra,
piensa. Los ojos de Nacho son dos platos. ¿De
veras, pa? ¨Cada día podrás sentarte un poco más cerca¨, dijo el zorro.
Ya en la cama, Gustavo piensa. Necesito una mina,
piensa, mientras mete la mano dentro del piyama.
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