Daniela está comentando que fue al cumpleaños de la
sobrina de Ariel. Es muy duro enfrentarme con chicos de la edad
de Lucas; cuando mis amigas me invitan no voy,
este era de la primita, no podía dejar de ir. ¿Cómo estuvo el nene? pregunta
Gustavo. En su mundo pero bien, tienen un
jardín enorme y habían alquilado un centro de juegos inflable y a Lucas le
encanta trepar, tiene mucha destreza, aprendió a caminar a los diez meses; fue
agotador porque no se bajó del juego ni un minuto; en un momento mi cuñada me
pidió que la ayudara a repartir los panchos; no tuve más remedio que decirle
que sí; le pedí a Ariel que lo vigilara; tardé un montón; cuando llegué Ariel
no estaba; empecé a buscar a Luquitas pero no lo encontraba, era un mar de
chicos; no lo podía creer, al nene no se lo puede dejar un minuto solo; no te
explico la desesperación que me agarró; me enojé con vos, yo tenía razón. ¿Por
qué? pregunta él ¿Ariel había abandonado
al nene como tu padre te había abandonado a vos? Daniela sonríe y agita ligeramente la
cabeza. Entonces escuché un silbido: era
Ariel desde el fondo; fui corriendo y lo encontré hamacando a
Lucas. Ella se cubre la cara con las manos. Para colmo dice luego de un
rato le tendí los brazos para sacarlo de
la hamaca pero Lucas me rechazó; ¨andá a charlar un rato tranquila¨, me ofreció
Ariel, ¨yo me ocupo del nene¨. ¿Te fuiste? Sí, llorando contesta ella,
mirando el piso. Lo importante es que te
fuiste.
Hoy tuve un buen día, reconoce Gustavo cuando cierra
la puerta tras Daniela. Después recuerda las lágrimas de Martina, el mamá se borró de Nacho. Buen día en
el consultorio, se corrige. Se prepara
un té, lo toma de parado y sale hacia Villa
Freud.
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