Cuando
debuté en este oficio me sentía inseguro en el consultorio y seguro en la vida,
ahora me sucede exactamente lo contrario comenta Gustavo, ya ubicado frente a Ana María.. ¿Qué es lo que más inseguridad le provoca en la vida cotidiana?
Relacionarme con Nacho contesta él sin atisbo de duda y luego de un rato
añade me sirvió lo que me dijo la sesión
pasada Gustavo se reacomoda en el sillón, cruza las piernas siempre había adjudicado mi dificultad para
vincularme con Nacho a la falta de deseo de que naciera; no es disparatado
pensar que mi desamor tuviera dedicatoria. ¿Dedicatoria? ¨Podrás obligarme a
tener un hijo pero no podrás obligarme a que lo quiera¨; Cecilia siempre estuvo
mortificada con el tema, más aún cuando nació Martina y descubrió que con la nena,
desde el primer momento, me vinculé con total fluidez; no me malentienda, no es
que no haya funcionado como padre de Nacho, cumplí con todas las obligaciones: lo
llevé al colegio, al cine, al médico y hasta le leí algún cuento; pero siempre
lo percibí como un ser ajeno a mí; yo me justificaba esgrimiendo que con
Martina era más cariñoso por ser nena; el Edipo y toda la historia; ¿sabe
cuándo verifiqué que no era cierto? Ana María lo mira arqueando las cejas cuando comencé a atender a Camilo; con ese
pibe desde el primer instante me surgió el impulso de abrazarlo. Ana María
hace una larga pausa y luego acota seguramente
siempre estuvo pendiente de lo que usted sentía por su hijo y quizá no pudo
evaluar en su justa medida cuál era la necesidad del chico hacia usted; si,
como lo ha comentado en numerosas oportunidades, su relación con Martina es tan
estrecha, es obvio que Nacho debe haber notado la diferencia; ¿nunca le hizo un
planteo al respecto? Gustavo niega
con la cabeza y dice los chicos suelen
aceptar la realidad que les toca y no se rebelan contra ella. El gesto de
Ana María se torna severo. Parece que
estuviera hablando de cualquier niño, yo
me refiero a su hijo dice. Gustavo
se queda mirándola, no entiende qué pretende ella de él. Desde el inicio del tratamiento, usted demostró una especial empatía
con Camilo; ¿quiere intentar, por un segundo, ponerse en el lugar de su hijo?
Como a una pared a la que remueven un ladrillo de la base, la estructura de lo
que Gustvo es, rechina. Quién pudiera
tener de nuevo catorce años dice intentando detener el derrumbe. ¿Tan convencido está de que Nacho está
pasándola de maravillas? Gustavo casi puede escuchar el estruendo. Lleva
las manos, sin darse cuenta, hacia los oídos.
Seguramente está atrapado entre
los escombros porque experimenta un profundo dolor en el pecho. Cierra los ojos.
Las palabras de Ana María le llegan desde lejos: ¿se siente bien? ¨El lenguaje es fuente de malentendidos¨, recuerda
él. Gustavo lo convoca ella. Él logra
mirarla. Ella le ofrece agua. Gustavo bebe. No
tengo derecho por fin consigue decir es
una criatura. Entonces la caja de sus costillas se sacude. Esconde la
cabeza entre las manos y, por primera vez en catorce años, llora el llanto de
su hijo.
Está como si lo hubieran apaleado. Con qué fuerzas
enfrentar la cena familiar. De pronto recuerda el cambio de decorado y suspira,
aliviado. Yo también necesito a mi mamá, piensa. Arranca y tres cuadras
después, estaciona en doble fila. Pone las luces de emergencia. Ya sabe dónde
comprar los bombones.
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