miércoles, 27 de noviembre de 2013

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Cuando debuté en este oficio me sentía inseguro en el consultorio y seguro en la vida, ahora me sucede exactamente lo contrario comenta Gustavo, ya ubicado frente a Ana María.. ¿Qué es lo que más inseguridad le provoca en la vida cotidiana? Relacionarme con Nacho contesta él sin atisbo de duda y luego de un rato añade me sirvió lo que me dijo la sesión pasada Gustavo se reacomoda en el sillón, cruza las piernas siempre había adjudicado mi dificultad para vincularme con Nacho a la falta de deseo de que naciera; no es disparatado pensar que mi desamor tuviera dedicatoria. ¿Dedicatoria? ¨Podrás obligarme a tener un hijo pero no podrás obligarme a que lo quiera¨; Cecilia siempre estuvo mortificada con el tema, más aún cuando nació Martina y descubrió que con la nena, desde el primer momento, me vinculé con total fluidez; no me malentienda, no es que no haya funcionado como padre de Nacho, cumplí con todas las obligaciones: lo llevé al colegio, al cine, al médico y hasta le leí algún cuento; pero siempre lo percibí como un ser ajeno a mí; yo me justificaba esgrimiendo que con Martina era más cariñoso por ser nena; el Edipo y toda la historia; ¿sabe cuándo verifiqué que no era cierto? Ana María lo mira arqueando las cejas cuando comencé a atender a Camilo; con ese pibe desde el primer instante me surgió el impulso de abrazarlo. Ana María hace una larga pausa y luego acota seguramente siempre estuvo pendiente de lo que usted sentía por su hijo y quizá no pudo evaluar en su justa medida cuál era la necesidad del chico hacia usted; si, como lo ha comentado en numerosas oportunidades, su relación con Martina es tan estrecha, es obvio que Nacho debe haber notado la diferencia; ¿nunca le hizo un planteo al respecto?  Gustavo niega con la cabeza y dice los chicos suelen aceptar la realidad que les toca y no se rebelan contra ella. El gesto de Ana María se torna severo. Parece que estuviera hablando de cualquier  niño, yo me refiero a su hijo dice. Gustavo se queda mirándola, no entiende qué pretende ella de él. Desde el inicio del tratamiento, usted demostró una especial empatía con Camilo; ¿quiere intentar, por un segundo, ponerse en el lugar de su hijo? Como a una pared a la que remueven un ladrillo de la base, la estructura de lo que Gustvo es, rechina. Quién pudiera tener de nuevo catorce años dice intentando detener el derrumbe. ¿Tan convencido está de que Nacho está pasándola de maravillas? Gustavo casi puede escuchar el estruendo. Lleva las manos, sin darse cuenta, hacia los oídos.  Seguramente  está atrapado entre los escombros porque experimenta un profundo dolor en el pecho. Cierra los ojos. Las palabras de Ana María le llegan desde lejos: ¿se siente bien?  ¨El lenguaje es fuente de malentendidos¨, recuerda él. Gustavo lo convoca ella. Él logra mirarla. Ella le ofrece agua. Gustavo bebe. No tengo derecho por fin consigue decir es una criatura. Entonces la caja de sus costillas se sacude. Esconde la cabeza entre las manos y, por primera vez en catorce años, llora el llanto de su hijo.


Está como si lo hubieran apaleado. Con qué fuerzas enfrentar la cena familiar. De pronto recuerda el cambio de decorado y suspira, aliviado. Yo también necesito a mi mamá, piensa. Arranca y tres cuadras después, estaciona en doble fila. Pone las luces de emergencia. Ya sabe dónde comprar los bombones.

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