10 de
octubre
Gustavo siente una respiración a su lado. ¿Cecilia?,
se pregunta, adormilado. Enciende la luz. Martina. Otra vez se pasó a su cama.
Mira el reloj. Las cinco de la mañana. La fiaca litigando con los preceptos de
la sicología. Ya totalmente despierto, toma a la nena del hombro y la sacude
con delicadeza. Marti, a tu cama indica
con firmeza. Papi, porfi, tuve una
pesadilla. Él se levanta y la incorpora. Vamos, muñequita, ya te dije que este no es tu lugar. La nena,
protestando, obedece. Él la acompaña, la arropa. Cualquier cosa me avisás. Regresa a su cuarto y se acuesta. Media
hora después comprende que ya no dormirá.
Va hasta el baño y luego a la cocina, a prepararse un té. Hoy pedirá
turno con Grieco. Esta nena no está bien, resuelve. Mañana la irá a buscar al
colegio y de allí a merendar. Le parte el alma verla triste. Hace dos días que
Cecilia no se comunica, qué mierda tiene en la cabeza. Ayer la nena estuvo como
una hora intentando en el Skype sin suerte. Se acostó llorando. Va a tener que
contactarse con Cecilia. Hace tres semanas que la esquiva pero hoy le
escribirá. No se le hace eso a una hija.
Sale de la entrega de boletines, perplejo. No conoce a uno solo de los padres de los
compañeros de Nacho. Todos le preguntaron por Cecilia. Todos y todas, se
corrige, sonriendo. No sabe a cuántas reuniones fue en estos catorce años. De
la secundaria seguro, ninguna. Papá tampoco iba, piensa, intentando
justificarse. Finalmente encuentra un argumento irrebatible: tampoco ha ido a
las de Martina. Camina hacia el curso, aliviado. Se perdió el café con
Santiago, único cable a tierra. Después
lo llamará.
El profesor lo retiene. Cuando sale a la calle,
Natalia ya no está. Tiene una corazonada. Camina por Pueyrredón hasta Córdoba.
Allí la encuentra, en Pertutti, en la
mesa contra la ventana. ¿Se puede? pregunta
mientras se sienta. La sonrisa de ella es elocuente. Despeja la mesa,
haciéndole lugar. Todavía no pedí;
¿querés que compartamos unas costillitas a
la riojana?; estoy antojada pero para mí sola es mucho. Amo que me
elijan la comida comenta él, sonriendo. ¿Sabés
que surgió del mismo Camilo, el pibito que atiendo, la posibilidad de que los
padres vengan al consultorio? Contame, por favor solicita ella,
entusiasmada.
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