lunes, 4 de noviembre de 2013

69

¿Qué le pasaba a tu paciente? pregunta Raúl mientras se sienta. ¿A qué viene tu comentario? inquiere Gustavo, extrañado.  Tenía los ojos sin luz. Es una hermosa frase comenta. ¿Viste?, no soy tan bruto como parezco. ¿A quién le parecés bruto? Raúl empuja ambas manos hacia abajo al tiempo que cabecea. Tu comentario habla de un gran poder de observación y de una sensibilidad capaz de detectar tenues cambios en un rostro afirma Gustavo. Casi parezco una señorita. ¿Considerás que ser sensible es una virtud femenina? Raúl junta los dedos y agita la mano derecha. Qué pretendés, me criaron con el ¨leitmotiv¨ de que los hombres no lloran; ¿sabés qué?, desarrollé una técnica para conjurar las lágrimas; cuando veo que se aproximan, giro la lengua adentro del paladar; probalo, es infalible.  Raúl extiende ambos brazos sobre el respaldo, abre las rodillas. Utilizaste el presente para describir tu método comenta Gustavo ¿debo tomarlo como señal de que solés tener ganas de llorar? Raúl permanece en silencio mientras se muerde los labios.  ¿Qué situaciones siguen desafiando tus lágrimas? Raúl se queda reflexionando. Tantas y tan distintas dice, al cabo de un rato la bronca, la tristeza, la emoción, el dolor, la belleza; hasta un buen libro puede darme ganas de llorar. Pero no llorás. Me extraña Gustavo, los hombres no lloran. ¿Tampoco a solas? Raúl no contesta.  ¿Le transmitiste la consigna a tus propios hijos? Te voy a contar una que te va a gustar; hace unos años estábamos en el country de mis viejos y un auto atropelló a nuestro perrito; hicimos una fosa y lo enterramos; mis chicos estaban llorando abrazados a su madre cuando apareció el Rey; ¿qué te parece que les dijo? , ¨a ver si dejan de llorar; yo no tengo nietos maricones¨; los nenes se separaron de la madre tratando de controlar la congoja. ¿Y vos qué hiciste? Estaba furioso pero no pude enfrentarlo; los agarré de las manitos y nos fuimos a caminar por el parque; el más grande, ocho años tendría, dijo, ¨estoy muy triste, papi, no me aguanto, ¿puedo llorar un poquito?¨; me arrodillé y lo abracé y qué me dice el mocoso: ¨por favor, no le cuentes al abuelo¨; sentí que explotaba; subí mujer, pibes y bolsos en el auto y me fui; Lisa no entendía nada Raúl esconde la cabeza entre las manos no fui capaz de decirle una palabra a mi viejo, ni siquiera por mis hijos, me da vergüenza contártelo. Gustavo se encuentra haciendo girar la lengua contra el paladar. Segundos después dice ¿de veras creés que no le dijiste nada?

Qué bueno cuando una generación puede reparar el daño que produjo la anterior, piensa Gustavo. Maravilloso que de un hijo como Raúl hubiera surgido un padre como Raúl. Gustavo se pregunta si él es mejor padre que su propio padre. Con Martina, sí, obvio, se contesta. Pero cuando piensa en su relación con Nacho se le seca la boca. Se acuerda del zorro de El principito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario