¿Qué le
pasaba a tu paciente? pregunta Raúl
mientras se sienta. ¿A qué viene tu
comentario? inquiere Gustavo, extrañado. Tenía los ojos sin luz. Es una
hermosa frase comenta. ¿Viste?, no soy tan bruto como parezco. ¿A quién le
parecés bruto? Raúl empuja ambas manos hacia abajo al tiempo que cabecea. Tu comentario habla de un gran poder de
observación y de una sensibilidad capaz de detectar tenues cambios en un rostro
afirma Gustavo. Casi parezco una
señorita. ¿Considerás que ser sensible es una virtud femenina? Raúl junta
los dedos y agita la mano derecha. Qué
pretendés, me criaron con el ¨leitmotiv¨ de que los hombres no lloran; ¿sabés
qué?, desarrollé una técnica para conjurar las lágrimas; cuando veo que se
aproximan, giro la lengua adentro del paladar; probalo, es infalible. Raúl extiende ambos brazos sobre el respaldo,
abre las rodillas. Utilizaste el presente
para describir tu método comenta Gustavo
¿debo tomarlo como señal de que solés tener ganas de llorar? Raúl permanece
en silencio mientras se muerde los labios.
¿Qué situaciones siguen desafiando
tus lágrimas? Raúl se queda reflexionando. Tantas y tan distintas dice, al cabo de un rato la bronca, la tristeza, la emoción, el
dolor, la belleza; hasta un buen libro puede darme ganas de llorar. Pero no
llorás. Me extraña Gustavo, los hombres no lloran. ¿Tampoco a solas? Raúl
no contesta. ¿Le transmitiste la consigna a tus propios
hijos? Te voy a contar una que te va a gustar; hace unos años estábamos en el
country de mis viejos y un auto atropelló a nuestro perrito; hicimos una fosa y
lo enterramos; mis chicos estaban llorando abrazados a su madre cuando apareció
el Rey; ¿qué te parece que les dijo? , ¨a ver si dejan de llorar; yo no tengo
nietos maricones¨; los nenes se separaron de la madre tratando de controlar la
congoja. ¿Y vos qué hiciste? Estaba furioso pero no pude enfrentarlo; los
agarré de las manitos y nos fuimos a caminar por el parque; el
más grande, ocho años tendría, dijo, ¨estoy muy triste, papi, no me aguanto, ¿puedo
llorar un poquito?¨; me arrodillé y lo abracé y qué me dice el mocoso: ¨por favor,
no le cuentes al abuelo¨; sentí que explotaba; subí mujer, pibes y bolsos en el
auto y me fui; Lisa no entendía nada Raúl esconde la cabeza entre las manos
no fui capaz de decirle una palabra a mi
viejo, ni siquiera por mis hijos, me da vergüenza contártelo. Gustavo se
encuentra haciendo girar la lengua contra el paladar. Segundos después dice ¿de veras creés que no le dijiste nada?
Novela por entregas. Gustavo está iniciando su carrera de terapeuta. Miércoles a miércoles, su propia vida y la de sus cinco pacientes se va modificando. ¿Los acompañamos?
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lunes, 4 de noviembre de 2013
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