lunes, 25 de noviembre de 2013

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Anoche tuve un sueño extraño cuenta María Inés en cuanto se ubica.  Me gustaría escucharlo comenta Gustavo.  Ella apoya la nuca en el respaldo del diván y cierra los ojos. Yo estaba parada y el techo del cuarto era demasiado alto y estaba formado por millones de estrellas respira hondo y agrega eso fue todo.  Gustavo se endereza en su sillón.  ¿Qué hacían las estrellas? Nada contesta María Inés eran muy luminosas. ¿Las estrellas te miraban? Sí, no podían hacer otra cosa. ¿Te gustaba que te miraran? No, por eso cerraba los ojos. ¿Y vos que hacías? Yo caminaba. Trata de describirme cómo te sentías. Transparente contesta ella luego de un rato los rayos atravesaban mi cuerpo y podían ver hasta mis huesos. ¿Hay alguna situación de tu vida en que recuerdes haberte sentido así? No contesta María Inés inmediatamente.  Él, temiendo equivocarse, arriesga ¿tampoco cuando eras pequeña?  Como si fuera un resorte, ella se endereza y abre los ojos. ¡Ya te dije que no!  Gustavo la observa con atención.  María Inés  tiene los ojos desmesuradamente abiertos, le tiemblan las manos.  Me desperté gritando; solo cuando Gerardo me abrazó logré tranquilizarme; me tomó en sus brazos  y me acunó  hasta que volví a dormirme. Quizás él percibió que en ese momento eras una criatura asustada. Ella levanta las piernas y se sienta como un indio. Parece una nena piensa, Gustavo.  Hay algo que me llama la atención señala primero te describiste parada y luego dijiste que caminabas él hace una pausa hasta que consigue que ella lo mire ¿por qué empezaste a caminar? Tenía que caminar. ¿Alguien te lo pedía?  El rostro de ella se crispa. Tengo demasiados problemas como para seguir perdiendo tiempo con  un sueño idiota. Gustavo se incorpora y determina mejor dejamos por hoy.


Gustavo registra el sueño con precisión. Sus suposiciones se confirman.  Subraya el ¿niña mirada? que ya había apuntado. Debe ser muy cuidadoso o, como le anticipo Ana María con Daniela, lo que empieza a emerger será reprimido. Regresa la imagen del elefante en la cristalería. Suena el teléfono. Su madre ofreciendo compartir la cena. Está por decirle que no, que hoy regresa tarde, cuando recuerda las lágrimas de Martina. Llámalo a Nacho solicita y combiná con él; si prefieren ir a tu casa, pediles el remís de siempre; si no, venite a casa; yo después te alcanzo.

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