Anoche tuve un sueño extraño cuenta María Inés en cuanto se ubica. Me gustaría escucharlo comenta
Gustavo. Ella apoya la nuca en el
respaldo del diván y cierra los ojos. Yo
estaba parada y el techo del cuarto era demasiado alto y estaba formado por
millones de estrellas respira hondo y agrega eso fue todo. Gustavo se
endereza en su sillón. ¿Qué hacían las estrellas? Nada contesta
María Inés eran muy luminosas. ¿Las
estrellas te miraban? Sí, no podían hacer otra cosa. ¿Te gustaba que te
miraran? No, por eso cerraba los ojos. ¿Y vos que hacías? Yo caminaba. Trata de
describirme cómo te sentías. Transparente contesta ella luego de un rato los rayos atravesaban mi cuerpo y podían ver
hasta mis huesos. ¿Hay alguna situación de tu vida en que recuerdes haberte
sentido así? No contesta María Inés inmediatamente. Él, temiendo equivocarse, arriesga ¿tampoco cuando eras pequeña? Como si fuera un resorte, ella se endereza y
abre los ojos. ¡Ya te dije que no! Gustavo la observa con atención. María Inés
tiene los ojos desmesuradamente abiertos, le tiemblan las manos. Me
desperté gritando; solo cuando Gerardo me abrazó logré tranquilizarme; me tomó
en sus brazos y me acunó hasta que volví a dormirme. Quizás él
percibió que en ese momento eras una criatura asustada. Ella levanta las
piernas y se sienta como un indio. Parece una nena piensa, Gustavo. Hay
algo que me llama la atención señala primero
te describiste parada y luego dijiste que caminabas él hace una pausa hasta
que consigue que ella lo mire ¿por qué
empezaste a caminar? Tenía que caminar. ¿Alguien te lo pedía? El rostro de ella se crispa. Tengo demasiados problemas como para seguir
perdiendo tiempo con un sueño idiota. Gustavo
se incorpora y determina mejor dejamos
por hoy.
Gustavo registra el sueño con precisión. Sus
suposiciones se confirman. Subraya el ¿niña mirada? que ya había apuntado.
Debe ser muy cuidadoso o, como le anticipo Ana María con Daniela, lo que
empieza a emerger será reprimido. Regresa la imagen del elefante en la
cristalería. Suena el teléfono. Su madre ofreciendo compartir la cena. Está por
decirle que no, que hoy regresa tarde, cuando recuerda las lágrimas de Martina.
Llámalo a Nacho solicita y combiná con él; si prefieren ir a tu casa,
pediles el remís de siempre; si no, venite a casa; yo después te alcanzo.
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