domingo, 29 de diciembre de 2013

111

Necesitaría cuatro horas seguidas comenta Gustavo en cuanto se sienta. Yo también estuve pensando que quizás sería conveniente adicionar otra sesión semanal propone Ana María. Gustavo se queda desconcertado. Qué notable dice usted me requiere aún más como paciente mientras a dos de mis pacientes ya no les srvo como analista. ¿Por qué no me cuenta lo que pasó? solicita ella.  Gustavo le transmite lo sucedido con María Inés y con Raúl. Son dos situaciones completamente diferentes concluye Ana María el deseo de Raúl es producto del buen trabajo que usted realizó con él; creo que es importante que Raúl sienta que puede tomar la decisión de separarse de usted en el momento en que lo crea necesario; fíjese lo difícil que le resultó a usted lograr que él pudiera independizarse de su propio padre; para nada insistiría en continuar el tratamiento; con respecto a María Inés, sería verdaderamente contraproducente interrumpir la terapia; es importantísimo lo que salió a luz de los abusos de su infancia; yo también considero que está estrechamente ligado con la relación con su marido; confiemos en que regresará; las sesiones abonadas por adelantado son un signo de que ella reconoce que precisa ayuda; yo esperaría hasta el próximo miércoles y si no aparece, intentaría convocarla telefónicamente; es un pésimo momento para interrumpir, la remoción de su pasado y su presente difícil constituyen una mezcla explosiva. El resto de mis pacientes van evolucionando muy bien  cuenta Gustavo para afirmarse la próxima sesión la dedicaré a ellos, hay varios puntos que me gustaría consultar con usted. ¿Y esta? pregunta Ana María. Esta la necesito para mí; estoy asustado, temo que mi relación con Natalia está yendo demasiado rápido; me parece que para ella está tomando un peso que no sé si seré capaz de sostener; no quiero usarla, ya la hirieron lo suficiente y a mí me encanta estar con ella pero hasta ahí; no estoy buscando una relación consistente, solo una ayuda para no terminar en el fondo del pozo. ¿En qué punto están sus sentimientos con respecto a Cecilia? Una bolsa de gatos; los chicos me insisten en que hable con ella cuando se conectan pero yo ya no sé qué excusa inventar; verla es tóxico para mí; quisiera que se quedara en Chile para siempre, pero en menos de un mes va a estar por acá. Y, entonces, usted deberá enterarse de las decisiones que ella a lo mejor ya ha tomado. ¿A qué decisiones se refiere?  Ana María lo mira con extrañeza es probable que a esta altura de los acontecimientos ella haya decidido si desea quedarse con Ricardo, regresar con usted, o continuar sola su camino; y me da la sensación de que usted todavía no ha resuelto cómo actuaría en cada una de las tres situaciones.  Gustavo se agarra la cabeza. No quiero pensar admite.  Sería conveniente que el regreso de ella lo encontrara con una posición tomada, no queda mucho tiempo por delante. Me parece que usted sigue luchando por su campaña de adicionar otra sesión comenta Gustavo, malhumorado. ¿De veras cree eso? indica ella arqueando las cejas y luego, incorporándose, añade lo espero el miércoles próximo.


Gustavo se detiene en la confitería. Compra bombones de fruta para su madre y una cheese cake. A Santiago le encanta.

sábado, 28 de diciembre de 2013

110

Lucas dice agua informa Daniela pronuncia clarito; me dijo la fonoudióloga que cree que va a aprender a hablar; ahora lo sigue mucho al padre; cuando quiere algo, viene y lo agarra de la mano; Ariel lo entiende bastante. No tanto como a vos. ¡Soy la madre! dice ella e inmediatamente, mirando la alfombra, informa ¿a qué no sabe a dónde lo invité a mi marido? Gustavo eleva los hombros y cejas. A un hotel  mira a Gustavo y sonríe ante su expresión de sorpresa  fue su cumpleaños sigue explicando y le dije que tenía un regalo especial para él; como yo no manejo lo fui guiando, el no entendía nada; cuando llegamos, creyó que le estaba haciendo una broma y se río; todo estuvo a punto de fracasar porque me ofendí y me dio una vergüenza tremenda; pero finalmente, entramos; le juro que nunca hicimos el amor así; en ese ámbito yo me sentía otra; cuando se cumplieron las dos horas la llamé a mi mamá y le pregunté si me bancaba otro rato; pasamos la tarde completa hablando y abrazándonos; con Lucas dando vueltas, hace dos años que no podemos estar tranquilos; cuando le dije que había pensado que tenía otra le agarró un ataque de risa; fue hermoso. Gustavo la observa: ella está hermosa. Sonrosada, los ojos brillantes. Ariel propuso que repitiéramos la experiencia al menos una vez por mes; es maravilloso sentirse la amante de tu marido busca una pastilla en la cartera, se abraza con ambos brazos y dice gracias, sin usted no hubiera descubierto que era capaz de tomar la iniciativa. Sus palabras caen sobre Gustavo como un bálsamo.


Frente al semáforo, Gustavo llama. San, ¿me hacés el favor de pasar a buscar a los chicos?, yo estaré en lo de mi vieja alrededor de las nueve y cuarto. Le tocan la bocina. Arranca. Friends will be friends, tararea.

viernes, 27 de diciembre de 2013

109

Raúl se sienta. Cruza la pierna derecha sobre la rodilla izquierda. Extiende un brazo sobre el respaldo. Sonríe. Se te ve bien comenta Gustavo. Estoy bien le aclara Raúl la página está funcionando a full; logré armar un grupito; el lunes di la primera clase. ¿Cómo te sentiste? De diez comenta parece que hubiera nacido para enseñar; Lisa cuando me veía explicarle algo a mis hijos me lo había dicho varias veces. ¿Qué pasó con la refacción? pregunta Gustavo. Empiezo mañana, da para unos cuantos meses dice Raúl y calla. ¿Lisa? Raúl lanza una carcajada. Ya sabés, es una puta, estamos cojiendo como nunca. Ante el prolongado silencio,  Gustavo pregunta ¿algo de lo que quieras hablar? Raúl se encoge de hombros., se queda un rato pensando y luego dice el viernes lo llamé a mi hermano; vinieron el sábado, cena de cuatro; no estuvo mal, nosotros medio trabados pero las mujeres condujeron la noche, se quedaron hasta la una. ¿Por qué se te ocurrió llamarlo? Pregunta Gustavo, extrañado. Lisa me insistió, en realidad ella siempre me insiste pero si me siento mal, no me dan ganas de verlo; odio ser siempre el perdedor; empiezo a sentirme mal cuando lo veo bajar de su Mercedes; fue la primera vez que se tocaron temas personales; están teniendo problemas con su hijo mayor; es probable que repita cuarto año por segunda vez; no saben en qué anda; le sugerí que lo llevaran a un sicólogo, ellos son muy resistentes al respecto, para tratar de presionar les comenté que yo estaba en terapia, se sorprendieron mucho, para mi viejo ese siempre fue un tema tabú; por primera vez en mi vida me dio pena, me imagino la preocupación de tener un hijo así; nosotros tuvimos suerte con los chicos, son dos joyas. No es solo cuestión de suerte acota Gustavo. Puede ser solo comenta Raúl y luego calla. Tanto tiempo que Gustavo pregunta ¿en qué estás pensando? Raúl mira el piso, se reacomoda, carraspea. Al fin dice ¿te parece que siga viniendo?, ya todo se encaminó. Gustavo se queda helado. ¿No querés venir más? No es eso, me pregunto hasta cuando necesitaré seguir en terapia. Gustavo mira el reloj. Considero que el alta es prematura pero ambos lo pensaremos durante esta semana; te veo el miércoles que viene. Como dice mi hermano, no te largan más comenta Raúl mientras se incorpora.


Gustavo está desconcertado. Dos pacientes seguidos queriendo dejarlo. No quiere que se vayan, ninguno de los dos. Son parte de mi vida, se dice. Mensaje de Natalia. Ni ganas de contestarlo. Me siento mal, piensa. Va hasta el baño y se toma una aspirina.

jueves, 26 de diciembre de 2013

108

Qué quedó de la modelo de tapa de revista se pregunta Gustavo al abrirle la puerta a María Inés. Jean, remera. Nada que la distinga de cualquier chica porteña. Salvo la belleza, claro, porque aun sin producción sigue siendo hermosa. ¿Cómo estás? pregunta Gustavo  luego de un rato. Normal contesta ella mientras se mira las uñas. ¿Todo bien con Gerardo? Ella se encoge de hombros. Gustavo opta por el silencio. La sesión completa si hace falta, decide. ¿Vos estás esperando que yo te diga que me voy a separar de él? lo mira con intensidad ¿solo porque le haya gustado un hombre debo apartarme de su lado? Gustavo reflexiona y luego dice el único motivo válido para alejarte es si él no te hace feliz. María Inés se recuesta, se apoya sobre un codo, las piernas flexionadas. El problema es que me hace feliz en todo lugar que no sea la cama. ¿Y cómo pensás solucionarlo? ¿Qué posibilidades ves? sonríe ella, irónica. Gustavo decide ser brutal. La abstinencia, la masturbación, un amante, un ¨taxi boy¨, o hasta una orgía que incluya a Gerardo. ¿Tu intención es ofenderme? Solo pretendo ser realista, tenés treinta años, María Inés, me parece que sos demasiado joven para optar por la insatisfacción permanente. ¿Creés que si Gerardo hiciera una terapia lo podría solucionar? Gustavo se sirve un vaso de agua. Ya hemos hablado del tema dice Gerardo no tiene nada que corregir decide ser terminante esa es su orientación sexual. María Inés juega con sus pulseras, las mira con atención. No me imagino mi vida sin Gerardo; vos no sabés, él me cuida, me mima, me compra ropa, vive diciéndome lo hermosa que soy. Como tu abuelo Gustavo asienta el golpe disfruta mirándote pero no te toca; disfruta de que los demás lo vean con vos; quién podría dudar de su virilidad teniendo semejante mina al lado. María Inés se para. No estoy dispuesta a que me destruyas; no voy a seguir viniendo acá. Gustavo se incorpora. Avisame si cambiás de opinión. Ella se va sin saludarlo. Instantes después suena el timbre. Tu dinero dice ella entregándole los billetes. Él cierra la puerta y  los cuenta: como de costumbre, le está pagando todas las sesiones que faltan hasta fin de mes.


Gustavo va a la cocina. Al servirse un vaso de soda se da cuenta de que la mano le tiembla. La transpiración le chorrea bajo la camisa. Va hasta el baño y se lava. Se mira en el espejo. Está desencajado.  Su pecho es un tambor. Ojalá que Raúl se demore.

lunes, 23 de diciembre de 2013

106

Laura se acomoda, sonriente. El lunes me llamó mi hijo y me propuso que almorzáramos; fue extraño, muchas veces en mi vida me vestí para ir a una cita con un hombre, hasta para venir aquí me arreglo confiesa sin embargo, nunca me había engalanado para encontrarme con mi hijo; acordamos vernos directamente en el restaurante; llegué dispuesta a esperarlo, siempre fue muy impuntual, pero cuando llegué, él ya estaba; pidió pescado al roquefort, en eso sigue igual sonríe y luego agrega antes de que trajeran la comida me contó que había empezado terapia, que había dedicado mucho tiempo a analizar nuestra relación y que por eso no había querido encontrarse antes conmigo; y, ante mi estupor, sacó del bolsillo una lista donde había apuntado todo lo que me quería decir; no podía creer lo que estaba escuchando; reclamos y reclamos; muchos absurdos, muchos legítimos. Todos legítimos aclara Gustavo porque responden a sus sentimientos, a sus percepciones. Sí, todavía no puedo entender cómo no percibí la enorme cantidad de situaciones mínimas que lo hicieron sufrir. ¿En qué se centraron sus protestas? Diferencias a favor de sus hermanas, sobre todo; la verdad es que me dejó pensando; Federico fue un chico que nunca pidió, recuerdo una vez cuando tenía poco más de un año, lo encontré durmiendo con su almohadita en el piso porque había vomitado en su cama, las chicas, en la misma situación, hacían un escándalo; sacó a relucir infinidad de minucias, ni tiene sentido que se las cuente; cuando terminó de hablar le dije; ¨todo lo que estás diciendo podría resumirse en: a mí me querés menos¨, pero no hubo manera de que lo aceptara; fíjese usted, yo creí que se había alejado de mí por desamor y en realidad fue por todo lo opuesto. Luego de unos instantes Gustavo pregunta ¿hubo alguna marcación con respecto a la exigencia? Sí, por supuesto, esas fueron las que califiqué como legítimas. Es muy valorable que su hijo haya podido exponer sus debilidades, eso habla de un alto grado de confianza en usted. Sí, fue hermoso; yo también le marqué las tantísimas veces en las que sufrí por él; ¨me saqué un peso de encima¨, dijo cuando nos despedimos con un abrazo apretadísimo. ¿Cómo se quedó usted? Me cayó encima el peso del que se liberó él; jamás me hubiera imaginado que mi hijo había sufrido por mi culpa. Yo no hablaría de culpas la corrige Gustavo quizá lo que tanto le cuesta es descubrir que usted no fue una madre perfecta. Lo intenté se defiende ella se lo juro, hice todos los esfuerzos posibles.  Somos solo seres humanos; sus hijos no son perfectos y usted tampoco lo es. Laura busca una aspirina en su cartera. Me duele la cabeza explica mientras se sirve un vaso de agua. Segundos después comenta sobre su las pruebas de su libro. En el momento de la despedida oprime la muñeca de Gustavo y dice gracias por ayudarme a recuperar a mi hijo.


Ya se fue mi primera paciente; muy lindo lo de hoy; besos escribe primero Gustavo, ¿Te entregaron la prueba de Geografía? luego y Cenaremos en lo de la abuela, muñequita  por último.  Se asoma al balcón. Un día espectacular. Octubre es hermoso, piensa. Estoy contento, advierte, extrañado, mientras las respuestas comienzan a llegar. Genial, le voy a encargar ravioles. Sí, lindísimo; en cinco empiezo a atender. Nueve, gracias por la ayuda, pa. Ve que estaciona el auto del padre de Camilo. Solo baja el chico. El coche arranca.

domingo, 22 de diciembre de 2013

105

Miércoles 31

Sí, papá, ya estoy yendo contesta Gustavo mientras maneja. Nacho, a su lado, pregunta ¿te gusta trabajar con el abuelo? Él se queda desconcertado.  Hace mucho que no se lo plantea. ¿Para qué? , ¿tiene otra opción? Ya me acostumbré contesta, intentando ser sincero. No sé si me gustaría trabajar con vos dice el chico y como sigue de largo en la esquina de la escuela  lo alerta ¡pa, te pasaste!

Baja del auto y está por tocar el timbre cuando cambia de opinión. Camina hasta el kiosco de la esquina y compra flores. La cara de ella se ilumina al descubrirlas tras el vidrio. Suben en el ascensor, besándose. Obviando la mesa puesta, se abalanzan hacia el dormitorio. Ella grita cuando acaba. Gustavo repara en que Cecilia jamás gritó. Luego, duchados y vestidos, desayunan perfumados por los jazmines. Él, después de mucho tiempo, se siente pleno.


Gustavo decide matar dos pájaros de un tiro. Hola, mamá, ¿te parece que vayamos a tu casa esta noche? Está por pedirle que prepare más comida cuando decide que no tiene ningún sentido: su madre siempre cocina en exceso. Le dará una sorpresa.

sábado, 21 de diciembre de 2013

104

Gustavo abre la puerta. Encuentra a todos  en los sillones del living. Martina, cucharita en mano, come el NutelaDespués no vas a cenar la reta Gustavo. Me lo trajo el tío se disculpa la nena engullendo otro bocado. Y a mí, un juego para la play comunica Nacho. Lacán, acostado en el sofá, la cabeza en la falda de Santiago, no da señales de vida. Le dije a Juana que se fuera informa Santiago ya me dio las instrucciones para calentar la comida, hace añares que no como pastel. Minutos después, los cuatro comparten la mesa. Gustavo observa al trío. Nacho comenta animadamente un partido de fútbol. Martina intenta meter baza. Mami me dijo que este día de la madre ella haría los regalos y que me compró algo que me va a dar cuando vuelva. Gustavo percibe un agujero interior. Tengo todo menos a ella, piensa y por primera vez en un mes, la necesidad de Cecilia lo atraviesa, lacerándolo. Pa, no sabés lo que fue ese golazo lo convoca Nacho. Él intenta sonreír y con el pretexto de buscar bebida se dirige a la cocina. Se moja la cara en la pileta. Se está secando con el repasador cuando aparece su amigo. Che, qué te pasa, que tenés esa cara. Después te cuento contesta él abriendo la heladera.

Una lucha conseguir que los chicos  se acostaran. Gustavo prepara café mientras Santiago les da el último beso. Vas a ser un buen padre pronostica Gustavo cuando su amigo aparece en la cocina. Es fácil por un ratito; meritorio es lo tuyo Santiago se lleva la mano a la cabeza. Chapeaux dice. Gustavo sirve las tazas y cierra la puerta. ¿Me vas a contar qué te pasa? insiste Santiago. Salí con una mina. ¡Epa!, esa sí que no me la esperaba. Me encamé informa. Detalles, quiero detalles exige Santiago. Gustavo sonríe mientras se deja caer sobre la silla. Nada dice. ¿Qué?, ¿no se te paró? pregunta, preocupado. No te asustes, actué con eficacia; pero no me representó nada; aunque parezca absurdo, me acercó a Cecilia. ¿Supiste algo de ella? El domingo estuvo charlando un rato largo con los chicos por Skype; tanto me insistieron que tuve que acercarme; no la había visto todavía; resplandecía; pero yo estaba tan enojado que no me jodió. Y ahora se te fue la bronca. Soy un pelotudo admite Gustavo ¿querés otro café? ofrece. Dale contesta Santiago te salió rico; estás hecho todo un amo de casa. El celular de Gustavo suena. Natalia. ¿Estás ocupado? lee. Charlando en casa con un amigo contesta. Llamame cuando puedas, te extraño. Levanta la vista del aparato y se encuentra con la sonrisa burlona de Santiago. ¿Se puede saber de qué te reís? pregunta Gustavo. Ya te tiene marcando el paso; todas las minas son iguales.



Gustavo baja a abrirle a Santiago. Cuando regresa termina de sacar la mesa, acomoda los platos en la pileta y se ducha. Ya en la cama escribe Recién se va mi amigo. Mañana tengo un día fatal pero si querés podemos encontrarnos al mediodía a comer una pavada. Besos muchos. Al apagar la luz se le impone el rostro de Cecilia. La puta que la parió.

jueves, 19 de diciembre de 2013

103

Usted sí que conoce a las mujeres dice Gustavo ya sentado frente a Ana María. ¿A qué se refiere? Ella supo conducirme admite él, sonriente. ¿Cuál fue la ruta? El miércoles pasado a un restaurante y este, a su cama. A alta velocidad, por lo visto, ¿fue duro ser copiloto? Fue extraño, diría yo: es raro sentirme deseado, asediado; me casé tan joven que para mí el sexo siempre estuvo ligado al amor, por detrás de él, en realidad; es una experiencia novedosa que mis sentidos se deslicen independientemente de mis sentimientos; hoy Daniela me estuvo contando del sexo con su marido, lo puntualizó como ¨casto¨; me atravesó lo que dijo, aunque no calificaría de casto al sexo entre Cecilia y yo, sobre todo al principio; no sé cómo explicárselo, quizás como integral, sí define sonriendo sistémico; era una parte más de un todo; llegábamos a las sábanas con los débitos y los réditos de la jornada; apaciguados si los chicos habían tenido fiebre; briosos si nos habían aumentado el sueldo; tensos si habíamos discutido; oliendo al mismo jabón; idéntica crema de enjuague desprendiéndose de nuestros piyamas; la traba de la puerta intentaba vanamente dejar el resto de nuestra vida por detrás; una tos, un llanto era capaz de frenar el más desaforado orgasmo; no me quejo, era hermoso hacer el amor así, era auténtico dice con gesto enfático, auténtico, al fin encontró la palabra. ¿Y cuándo dejó de serlo? Para mí, nunca, Cecilia es la que desvalorizó nuestros encuentros; a mí me gusta hacer el amor con ella, siempre me gustó; es una hermosa mujer, con un cuerpo increíble que salió indemne de los embarazos; se dan vuelta para mirarla; y yo la perdí la voz de Gustavo se quiebra, se agarra la cabeza no sé por qué me dejó el llanto ya es franco no puedo vivir sin ella, perdóneme el papelón dice tratando de serenarse. Llore, Gustavo, llore lo que todavía no lloro. Largos minutos después, el llanto de Gustavo se va extinguiendo. Cuando lo ve tranquilo, Ana María indica es todo por hoy. Gustavo mira el reloj. Todavía es temprano le avisa. Seguimos la próxima ratifica ella. Gustavo, sorprendido, se incorpora.


Manejando, Gustavo llora. Estoy desconsolado, piensa, detenido ante un semáforo. El celular lo asusta.  ¿Cómo te fue en sesión?  pregunta Natalia. Bien escribe mañana te llamo. Mi mundo es Cecilia, determina, mi falta de Cecilia. De nuevo el celular. Lo mira, fastidiado. ¡El tío me trajo Nutela!  Entre lágrimas, al fin sonríe.

102

Daniela entra radiante, las mejillas sonrosadas. Arrebolada, define Gustavo. ¿Sabe cuál fue el regalo del día de la madre? comienza la sesión. Él, sonriendo, niega con la cabeza. Lucas me dijo mamá informa, se echa el cabello hacia atrás y continúa me contó Ariel que hace semanas que vienen practicando, en el auto de papá, cuando lo lleva a la sicóloga; él le puso el paquete entre las manos y el nene vino caminando, todo durito y me lo entregó; Ariel, mirándolo, le dijo ¨feliz día mamᨠy Luquitas, los ojos en los labios del padre, repitió ¨mamá¨. Gustavo necesita tragar saliva. No lo podía creer, todavía no puedo creerlo; no solo que mi hijo haya podido decir una palabra sino que el padre se la haya enseñado se le llenan los ojos de lágrimas cada vez que pienso en eso me conmuevo  Gustavo le tiende la caja de pañuelos perdóneme, ya debe estar aburrido de mis lágrimas; pero si usted tiene carilinas debe ser porque no soy yo la única que llora. Desde luego que no comenta Gustavo y no necesitás disculparte, celebro tus lágrimas, ellas te permiten expresar tus emociones. Lo mejor de venir acá es que ante usted puedo desarmarme. Es muy interesante lo que decís; en ciertas oportunidades moviendo una pieza equivocada puede  lograrse que un rompecabezas recupere la armonía original. Daniela busca una pastilla en su bolsillo y se la coloca en la boca. A veces se me seca la garganta explica. ¿A veces cuándo? Daniela se queda reflexionando. Cuando estoy mucho en lo que digo concluye y rápidamente añade Lucas está mejor; hace menos berrinches, más allá del ¨mamᨠsonríe con dulzura parece que está intentando empezar a comunicarse; ayer me tomó de la mano y me llevó hasta la heladera; antes solo lloraba y me correspondía a mí decodificarlo. Parece que la apertura de tu hijo hacia la comunicación impulsa la tuya. ¿Por qué lo dice? Por como te expresás hoy. Daniela se queda mirando a través de la ventana un largo rato. ¿En qué pensás? pregunta Gustavo. Nunca se lo comenté dice bajando la vista pero desde que comenzaron los problemas con el nene perdí todo deseo sexual; al principio Ariel insistía pero hace unos días me di cuenta de que ya ni lo intenta. ¿Y cuándo reparaste en ello? La otra noche; después de mucho tiempo me sentí excitada las mejillas se le colorean pensé que si se acercaba lo iba a aceptar; pero no se acercó; y a la noche siguiente tampoco. ¿Intentaste tomar la iniciativa?  Daniela parece sorprendida no, en nuestra pareja no funciona así. ¿Y quién puso las reglas? Ella se encoge de hombros. Nadie, así se fue dando. Si no hay un estatuto que lo prohíba dice él sonriendo nada impide que puedas modificarlas. Se me pasó por la cabeza que pueda andar con otra mujer. ¿Le comentaste algo? ¡No!, ahora que está mejor con el nene, no quiero provocar nada que pueda alterarlo. Me gustaría que me contaras cómo se han relacionado sexualmente desde que conformaron la pareja. Nunca tuvimos problemas al respecto cuenta ella aunque tampoco fue el centro del vínculo; yo diría que nuestros encuentros han sido castos. Curioso adjetivo asociado al sexo; ¿Ariel fue el promotor de ese tipo de relación? ¡No!, fui yo admite ella pero él siempre me respetó, a mí no me gustan las cosas raras. Y en los últimos meses no te gustaron ni siquiera las cosas castas. No se ría de mí dice ella me da mucha vergüenza hablar de esto. Quizá consideraste que no estaba bien que una madre preocupada por su hijo disfrutara sexualmente. Puede ser  admite ella. Tal vez ahora, que sentís que tu hijo va progresando te das permiso para gozar. Sí, pero ahora Ariel no quiere. ¿Qué podría pasar si fueras vos la que tomara la iniciativa?  Daniela se queda mirándolo. Se sorprendería mucho. ¿Se disgustaría? No, qué va dice ella sonriendo. Gustavo se incorpora. Dejemos acá indica.


No me comuniqué con los chicos, descubre Gustavo en cuanto despide a Daniela. No pensé en ellos, se rectifica. Se dirige, apurado, hacia el teléfono. Hola, princesita, ¿cómo estás? ¡Enojada porque no me llamaste! Pero te estoy llamando ahora; tuve mucho trabajo. Me imagino que hoy venís, ¿no? ¿Y por qué no habría de ir? ¡El miércoles pasado no viniste!  Aprendiz de bruja, la mocosa. Habrá un invitado sorpresa esta noche. ¡¿Mami?!  A Gustavo se le estruja el alma. No, corazón, mami está trabajando en Chile, va a ir el tío Santiago, ¿Le pediste que me traiga Nutela? ¡Cómo le voy a pedir! No importa, seguro que igual me trae; ahora le aviso a Juana que ponga otro plato.  Gustavo descubre que también se olvidó de avisarle a Juana. Imagina su malhumor. Decile a Juana que no se preocupe, que yo compro cualquier cosa. No, papi, está cocinando pastel de papas y eso, ¿sabés?, rinde. Corta con una sonrisa. Adorable la chiquilina. Tercer descubrimiento de la noche: no preguntó por Nacho. Va a volver a llamar cuando controla el reloj. Sale corriendo. Llegará tarde.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

101

No sé cómo no se me había ocurrido antes capitalizar mi experiencia con el Autocad comenta Raúl luego de atribuir al tránsito los minutos de demora. Quizá porque pensás más en las cosas que no sabés hacer que en las que sí.  Ya me hice una página web, mi hijo mayor me ayudó; averigüé por aranceles potables sonríe con frescura hoy a la mañana recibí las primeras dos consultas, uno parece que prendió, ni que hubiera recibido dos cheques por diez mil dólares, me puse tan contento; ¿te parezco un pelotudo?, ¿no?; cincuenta años y entusiasmado como un pibe con un juguete nuevo. Me parecés un hombre con un proyecto indica Gustavo. Hace rato que no tenía más proyecto que odiar a mi viejo reconoce Raúl un odio que, como un veneno, me va quitando las fuerzas. Tal vez llegó el momento de que empieces a actuar no en contra de tu padre sino a favor tuyo. El domingo nos reunimos por el día de la madre; se lo comenté a mi viejo, ¿qué te parece que me dijo el rey de Textilandia? Gustavo se pone alerta, de ninguna manera va a permitir que, otra vez, le socave la autonomía. Arriesga algo propone Raúl, sonriendo. Lo mío no es la adivinación dice Gustavo levantando las palmas. Que era una buena idea; por una vez en la vida mi viejo me dio el okey; ¿estará tramando algo?; me ofreció alguna de sus múltiples oficinas para dar los cursos Gustavo levanta las cejas no, no te alarmes, le dije que en casa me arreglaré perfectamente.  ¿Lisa qué opina? Que mientras no exija una inversión todo va bien; dice que no tengo nada por perder y que sería bárbaro que pudiera enseñar algo que siempre me gustó tanto; ¿sabés?, estuve a punto de ofrecerle a Sebastián unos pesos para manejarme la página, pero después decidí que mejor no contaminar la relación; algo se aprende de la experiencia propia. Gustavo lo mira sonriendo. Hoy estoy de más, piensa. Además mi amigo me aceptó el presupuesto para arreglarle la casa; ¿qué te pasa que estás mudo? pregunta Raúl como si le hubiera leído la mente. Solo satisfecho de escucharte. Raúl lanza una carcajada. Luego mira el reloj me tengo que ir un rato antes, cité al técnico de la compu a las seis, después no podía; necesito agregarle memoria. Gustavo se incorpora. No te podrás quejar, hoy no te di trabajo dice Raúl. Gustavo le tiende la mano.  Raúl se la estrecha con fuerza. Gracias por el empujón dice.

Apoyado en la puerta que acaba de cerrar Gustavo sigue sonriendo. Orgulloso. Estoy haciendo un buen trabajo, se dice. Recuerda cuánto lo irritaba Raúl. Le encontré la mano, decide. Muy orgulloso está. El poder de Grayskull. Disfruta pensando los logros que podrá contarle a Natalia. Pensar en ella le produce una ligera excitación. Va al baño y orina.

lunes, 16 de diciembre de 2013

99

Valeria no pudo venir explica Francisco mientras se sienta tuvo que ir a buscar a  nuestro hijito menor al jardín porque estaba vomitando. Pero viniste vos aclara Camilo. ¿Hay algo que le quieras decir a tu papá? pregunta Gustavo. Luego de unos segundos el chico dice ya hablamos de lo que yo quería decirle, preguntale a él si no hay algo que quiera contarme. Gustavo, entonces, se dirige a Francisco. ¿Hay algo que quieras decirle a tu hijo? ¿Por qué me lo preguntás? inquiere Francisco, apretándose los nudillos. Gustavo calla.  Dale, papá, no te hagas el tonto se burla Camilo. No sé a qué te referís. ¿De qué cosa azul nos tenemos que enterar? El rostro de Francisco se transfigura. Cierra los ojos. Después de unos segundos Gustavo le pregunta  ¿te sentís bien? mientras le sirve un vaso de agua. Francisco bebe. No me contestaste insiste Camilo. Quizá tu papá prefiere hablar con vos a solas; ¿quieren que salga un ratito? propone Gustavo. Si te vas, no me lo va a contar plantea el chico.  No se puede obligar a nadie a hablar le aclara Gustavo. Está bien desestima Francisco en algún momento se lo tengo que decir gira en el diván, inspira hondo y enfrenta a Camilo Azul es mi hijita. Gustavo, desconcertado, observa a Camilo, cuyos ojos adquieren un tamaño descomunal. ¡¿Qué?!  exclama el chico. Tiene un año y vive en Rosario con su mamá agrega Francisco bajando la mirada. ¡No puede ser! dice Camilo pero luego de un rato comenta claro, por eso viajás tanto a Rosario, no por el trabajo; vos mentís, siempre mentís; ¡nunca más voy a creerte!  Gustavo retira la vista del chico y la dirige al padre. Está pálido, tiembla mientras dice por eso no quise decírtelo, porque sabía que no lo ibas a aceptar. ¿Por qué tuviste otra hija? Camilo está furioso ¿no te alcanzaba con nosotros tres?, ¿no te alcanzaba con mamá que buscaste otra mujer?; sos una basura. Gustavo no sabe cómo manejar la situación. Me excede, evalúa. Me parece, Camilo, que deberías darle a tu papá la posibilidad de que se explique. Francisco le oprime el brazo pero el chico lo rechaza. Hijo balbucea Francisco  cuando mamá se fue a Estados Unidos a cuidar a tu tía, me quedé solo por un mes, pasarán muchos años antes de que puedas comprenderlo, pero es muy difícil para un hombre estar solo durante un mes. Gustavo piensa en Cecilia, piensa en Natalia. Conocí a una mujer continúa Francisco y pasó lo que no tendría que haber pasado; luego quedó embarazada y, aunque no la planeé ni la deseé, nació Azul y yo no pude abandonarla porque también es mi hija; tu mamá sufrió mucho pero finalmente lo entendió; hace un año que estoy buscando el momento apropiado para contártelo. ¡Sos un mentiroso!, ¡nunca te voy a perdonar!   Francisco cierra los ojos, apoya la nuca en el respaldo. Gustavo busca, desesperadamente, un recurso. Que tu papá haya decidido que no era la situación adecuada para contarte lo de Azul no lo convierte en un mentiroso. Francisco se endereza, traga saliva. Estabas en medio de las dos operaciones, hijo, ¿cómo podía proporcionarte otro dolor?, y no me equivoqué al ocultártelo, porque evidentemente no estabas preparado para recibir la noticia. Camilo, mirame pide Gustavo los padres no somos dioses y cuando repara en el plural ya es tarde somos seres humanos, y, como tales, pasibles de equivocarnos; ¿qué es lo que decís que nunca le perdonarás a tu papá? ¡Que me haya mentido! Pero ahora te está diciendo la verdad; una verdad que vos reclamaste pero que no estás pudiendo aceptar; ¿no le podés perdonar que te haya mentido o no podés perdonarlo por  Azul? ¡La nena no tiene la culpa!  dice Camilo y al instante las lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas. ¿Cómo es? pregunta un rato después, la cara ya empapada. Muy parecida a Tobi, pero rubiecita. Como yo dice el chico, se pasa las manos por las mejillas y pregunta ¿mamá la conoce? Francisco asiente ¿querés a la nena?  Francisco vuelve a asentir ¿ccmo a nosotros? Francisco busca la mirada de Gustavo que baja levemente el mentón.  admite el hombre es mi hija y tiende un pañuelo de tela que el chico acepta. Entonces es mi hermana  dice Camilo mirando a Gustavo, que asiente con la cabeza. Los ojos del chico enfrentan ahora al padre. Y si es mi hermana quiero conocerla. Francisco, como tocado por un rayo, se cubre la cara con las manos y estalla en sollozos. Camilo apoya la mano sobre la cabeza de su padre. Ya va a estar todo bien, pa dice.


Gustavo se apoya sobre la puerta y cierra los ojos. Le duele todo. Extraña la sensación de haber estado dentro de Camilo y de Francisco al mismo tiempo. Va hasta la cocina y se calienta un café. ¿Cómo reaccionará Nacho cuando Cecilia le cuente de su amante? Se sorprende y se alarma: no pensó el potencial reaccionaría si no el rotundo futuro reacionará. Futuro imperfecto, si mal no recuerda. Prueba el café. Le agrega más azúcar. Acude la frase de su abuela: para amarga, la vida.

viernes, 13 de diciembre de 2013

98

Se encuentra con Laura, cuando está abriendo la puerta de calle. Él odia llegar sobre la hora; está agitado. Suben juntos hablando del tránsito.  Nos reunimos el domingo relata Laura ya sentada yo amanecí muy triste, discutí  con Luis por el pan que había comprado y me puse a llorar. Como ella permanece en silencio, Gustavo le pregunta ¿por qué se sentía mal?  Laura se echa el cabello hacia atrás.  No sé contesta pero después me puse bien. Tratemos de pensar qué la puso mal antes y qué modificó luego su estado anímico. Ella se encoge de hombros. Está usted para entenderme, yo ya renuncié dice sonriendo. Vamos por partes enuncia Gustavo la otra sesión comentó que sentía que el hecho de que el festejo del día de la madre fuera en lo de su hija era una señal de que ella avanzaba sobre usted Laura cabecea también dijo que tenía miedo de ver a Federico porque le costaba reconocer que ya es un hombre y, por último Gustavo se interrumpe hasta que ella lo mira  este es el primer día de la madre en que falta su hermano, quien, de alguna manera, fue una suerte de hijo para usted. Cuando estoy aquí siento que mi piel deja de protegerme y me vuelvo transparente. Gustavo recuerda las palabras de María Inés frente a las estrellas de su sueño. Ahora le toca a usted analizar por qué logró transformar su desazón. Laura se reacomoda, cruza las piernas. Cuando entré a lo de María, me emocioné; armó la mesa de pingpong; compró una tela y la cubrió; un centro precioso de flores; ocho lugares; increíble que nuestra familia haya crecido tanto: Federico vino a saludarme, no recuerdo cuándo fue la última vez que me abrazó así; en el momento de despedirnos le pregunté cuándo tenía un ratito para que nos encontráramos; prometió que me llamaría; dudo mucho de que eso ocurra pero al menos no me dijo, como otras veces, directamente que no. Gustavo sonríe.  Veo que ha tenido un buen día de la madre. Sí admite ella  pero cuando regresé a casa me puse a ver fotos de mi hermano, todavía no lo había hecho y me agarró un ataque de llanto; Luis vino, me abrazo y me mandó a la cama con un té. Todo estuvo bien aclara Gustavo hasta las lágrimas por su hermano; el peor duelo es el que se niega; seguiremos trabajando en el tema. Laura de repente se pone muy seria ¿nunca me va a liberar? Gustavo, sorprendido, contesta en el momento en que usted considere que ya no me necesita. ¡Me parece que falta bastante! dice ella, dulcificando el rostro.


Gustavo se acuesta en el diván. No puede creer lo que pasó. Me acosté con otra mujer, piensa. Quince años buceando en el cuerpo de Cecilia y ahora, de la nada, enredado en otras piernas. No es la única capaz de proporcionarme placer, piensa. ¿Cuánto hacía que no se sentía deseado por una mujer?, ¿cuánto que no era él quién tomaba la iniciativa? Descubre que Cecilia tenía razón: hacía mucho que no eran amantes. ¿Cómo no se dio cuenta de que Cecilia ya no era la mujer ardiente de antes?, ¿cuándo dejó de serlo? El timbre lo asusta. Se incorpora como un resorte. Alisa el diván.

jueves, 12 de diciembre de 2013

97

Miércoles 24
Nacho está bajando del auto cuando se agarra la cabeza con las manos. ¡Si seré boludo! ¿Qué pasó? pregunta Gustavo mirando por el espejo retrovisor.  ¡Me dejé el trabajo de geografía sobre la mesa de la cocina!; me van a poner un uno y tengo que levantar nota. Gustavo mira el reloj, la puta madre en un rato te lo traigo ofrece. Nacho lo mira, atónito. ¿De veras, pa? En el primer semáforo Gustavo busca el celular.  Retrasado media hora escribe.  Estaciona el auto sobre Cabildo, pone las luces de emergencia y le pide al portero que se lo mire. En la cocina encuentra a Juana lavando las tazas del desayuno y a Lacán muy concentrado comiendo, pero no al trabajo. Lo llevé al dormitorio de Nachito, está sobre el escritorio informa ella.  Sale corriendo. En el ascensor descubre que está transpirado. ¡Maldición! dice en voz alta. Al salir encuentra una infracción por mal estacionamiento pero no al portero. Puteando sube al auto, qué tiene en la cabeza el pendejo. Llega al colegio, estaciona sobre la raya amarilla de la entrada y toca el timbre.  Un hombre le pregunta en qué segundo está el chico. Gustavo no lo sabe. Su cara de desesperación es tan elocuente que el hombre se compromete a entregar el trabajo.  Gustavo se deja caer sobre el asiento del coche, las manos húmedas. Suena el celular. No, San, hoy no puedo, después te explicó con su única neurona sobreviviente propone  ¿por qué no te venís a cenar así ves a los chicos? Arranca bruscamente, maneja por Cabildo y luego por Santa Fe. Dobla por Coronel Díaz. Da un par de vueltas buscando un hueco para el auto pero luego decide que ya fue demasiado estrés por ese día y opta por una playa de estacionamiento.  Antes de salir del coche se pasa un pañuelo por la frente. Busca desodorante en la guantera. Se acomoda el cabello con las manos y baja.

Natalia baja a abrirle. Sin cartera, registra Gustavo. Lo besa en la mejilla. ¿Desayunamos en casa? propone cuando volvía de llevar al nene al colegio compré medialunas. Cuánta razón tenía Ana María, solo es cuestión de dejarse conducir. Mientras suben en el ascensor, con un hombre gordísimo, Gustavo la observa con atención. Pollera corta, tacos altos, los labios pintados.  Como marcando el centro de un tiro al blanco. Porque sabe que allí aterrizará, más tarde o más temprano, su propia boca. ¿Me gusta?, se pregunta. Es una linda mina, intenta ser objetivo. Mientras Natalia gira para abrir la puerta, él baja la mirada. Piernas de diez. Gustavo apaga el celular. Está ligeramente excitado.


 Muebles negros, profusión de adornos dorados, cortinados pesados.  La mesa puesta con esmero para el desayuno. A Gustavo le enternece el ramito de jazmines entre ambas tazas. Cómo no le traje flores, se reta. Recuerda la conversación con Camilo. O un chocolate, o bombones. La culpa la tiene Nacho, se justifica. ¿Me ayudás? lo convoca ella.  Él va hacia la cocina, reluciente y blanca. Ella le señala el plato con las facturas mientras lleva hacia el comedor la cafetera y la lechera de porcelana.  Se ubican alrededor de la mesa. Él le pregunta por sus pacientes. Ella se explaya, entusiasmada. ¿Regresaron los padres de Camilo? averigua Natalia.  No volví a tener consultorio desde que nos vimos informa él.  Cierto dice ella solo los miércoles, sesión; ¿querés más café? ofrece.  Él niega y ella se incorpora para levantar la mesa. Él la ayuda. Qué absurdo, piensa, compartiendo tareas domésticas. Natalia deja todo en la pileta y propone mejor nos sentamos en el living y lo guía hacia el sillón de tres cuerpos. Ya ubicados, ella lo mira. Su sonrisa es una ofrenda, piensa Gustavo que se inclina hacia ella y la besa en los labios. Natalia, los ojos cerrados, abre la boca. Él se sumerge en ella. Sus manos abriendo botones, bajando cierres. Minutos después ella, sosteniéndose la blusa entreabierta, lo conduce al dormitorio. Él la sigue, el pantalón delatando su rotunda erección.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

96

Cuando llega, encuentra a Natalia tras la puerta de vidrio.  Mientras ella se acerca al auto, el corazón de él se agita. Cómo puedo ser tan boludo, piensa. Qué puntual comenta Natalia, ya sentada a su lado, mientras lo besa en la mejilla. ¿Adónde vamos? pregunta él. Hay un restaurante muy tranquilo a un par de cuadras; si estás de acuerdo, yo te guío. Gustavo recuerda las palabras de Ana María y se le escapa una sonrisa.  Quizá percibiéndola, ella agrega o a donde vos quieras. Mientras conduce, obediente, Gustavo se tranquiliza. Natalia habla. Del tránsito, del clima. En cuanto se instalan ella ofrece ¿picoteamos unas rabas?, aquí las hacen riquísimas; ¿un vinito blanco? Pedí lo que quieras; yo no tomo cuando manejo dice y se siente como el rey de los pelotudos; ella es la que maneja, la que lo maneja.  Contame de vos propone él, tratando de tomar la iniciativa. Soy de capricornio informa ella, echa la cabeza hacia atrás y ríe. ¿Alguna otra pista? Me separé en enero, tengo un nene de cinco años; antes trabajaba  en la empresa de mi marido por eso es que ahora retomé la sicología informa mientras hace girar el índice derecho sobre la copa aún vacía. Muchos cambios en tu vida comenta él. Sí, como dice Lerner, fue un volver a empezar. ¿Divorcio de común acuerdo? averigua él.  Descubrí que hacía dos años que tenía otra mina: la secretaria; yo, por supuesto, la conocía; una chica jovencita. El mozo se acerca con el vino.  Gustavo no lo detiene cuando le sirve.  ¿Te arrepentiste? pregunta ella en cuanto el hombre se aleja.  Él se encoge de hombros y eleva la copa. Brindan en silencio.  Es tu turno indica ella.  Estoy casado, tengo una hija de diez años y un pibe de catorce. ¡Qué grandes! comenta ella ¿cuántos años tenés? Treinta y cinco informa él, incómodo.  ¿Felizmente casado? pregunta Natalia. Si así fuera no estaría aquí, sino cenando con mi esposa. Contame exige ella. La llegada de las rabas los interrumpe. Dale, te escucho pide Natalia alzando el tenedor.  Mi mujer está en Chile  él duda, solo lo ha hablado con Santiago y Ana María, ¿ debe confesarse ante una desconocida? Ya que fuiste sincera te devuelvo con la misma moneda al fin decide mi mujer está allí trabajando con su amante, algo así como su jefe; ¿te suena la historia?; regresa en un mes, supongo.  ¿Suponés? Eran sus planes pero no estamos en contacto. ¿Y los pibes?  Gustavo siente vergüenza al confesarle los dejó, están conmigo. Como reforzando sus palabras, suena el celular. Perdón pide él es mi hija. Papi donde estás lee. Cenando, más tarde te veo. Besos, muñequita escribe y luego apaga el aparato. La nena es muy demandante explica. ¿Todavía no resolvió el Edipo? plantea ella, burlona. Ambos ríen. La conversación se vuelca, entonces, hacia sus respectivos pacientes. Gustavo le describe con detalle la visita de los padres de Camilo. Ahora sí se siente como pez en el agua. Le encanta hablar con ella sobre su consultorio mientras desfilan el pollo, el helado y el café. Es aguda, inteligente, sensible.  De pronto Gustavo mira el reloj. Las doce de la noche. Es tardísimo comenta dejé a los chicos con mi mamá.  Llama al mozo y, pese a las protestas de ella, paga.  Salen y caminan en silencio la cuadra hasta el auto.  Cuando llegan frente a la casa de ella, Natalia le da un beso en la mejilla. Él la toma del mentón y roza levemente sus labios. Te llamo le dice. Ella sonríe, triste, y baja del coche.


Gustavo abre la puerta de calle intentado no hacer ruido. Inútilmente. Lacán se abalanza revoleando  la cola y ladrando. ¡Sh! intenta calmarlo. ¿Papi?, ¿sos vos? le llega desde el cuarto de Martina. Gustavo, contrariado, menea la cabeza. Sonamos, se dice, y se dirige cabizbajo, seguido por el perro, hacia la voz.  ¿Adónde fuiste? lo recibe la nena.  Callate que vas a despertar a la abuela le ordena él, con un dedo sobre los labios.  Estaba despierta comunica su madre  desde la otra camita, encendiendo el velador. Tuve que cenar con una compañera del curso informa Gustavo, que odia mentir.  ¿Por qué?  Demasiado para él. Para terminar un trabajo pendiente  decide suavizar la situación. ¡Ufa!  protesta Martina.  ¡A dormir que es tarde! ordena él. Mira entonces a su madre. Sus ojos son un par de lanzas.  Buenas noches las saluda mientras entorna la puerta.

martes, 10 de diciembre de 2013

95

Hoy Nacho me preguntó si su mamá iba a volver inicia la sesión Gustavo es que Cecilia está borradísima, ¿hasta de sus hijos se olvidó?; me parece que el chico algo registró, quizás nos escuchó discutir. Y sí comenta Ana María los hijos perciben todo; además, le debe llamar la atención que ustedes no se mantengan en contacto. No soy yo quien tiene que darle explicaciones se justifica Gustavo. Quizá pueda darle crédito a su percepción de que algo está pasando entre sus padres sin precisar los motivos; es probable que lo irrite que usted desestime de plano sus dudas. Puede ser admite Gustavo si la indiferencia de la madre se instala, algo tendré que decirles; Martina ya está haciendo síntomas; duerme mal, cada dos por tres aterriza en mi cama. ¿Duerme con usted? pregunta muy seria, Ana María. No, todavía me queda alguna neurona; no se lo permito, aunque tengo que reconocer que yo también me siento muy solo en mi cama; me siento muy solo en la vida, en realidad. Ella sonríe con dulzura. Hoy, de improviso, se me aparecieron los padres de Camilo, él los invitó; me conmovió verlos unidos en el dolor por su hijo. ¿Nunca se sintió ligado a Cecilia a través de Nacho? No, ahora me doy cuenta reconoce Gustavo debe haber sido duro para ella. ¿Tanto que necesitó vengarse yéndose con otro hombre? aventura ella. No estoy diciendo eso; solo que a lo mejor no fui tan buen marido como yo suponía; ni hablar del padre que fui para Nacho; recién lo estoy descubriendo; es un gran pibe. Quiere decir que Cecilia hizo un buen trabajo. Sí, siempre fue excelente madre, no sé qué le está pasando. ¿Intentó hablar con ella? No la quiero escuchar. ¿Ni por sus hijos? Él sumerge la vista en la alfombra. ¿Cuándo vuelve Cecilia? pregunta Ana María. Supuestamente en un mes. ¿Usted, como su hijo, duda de que regrese? Solo quiero que vuelva por ellos. Claro, porque a usted le conviene que Cecilia permanezca indefinidamente en Chile. ¿Qué quiere sugerir? pregunta él, irritado. Que mientras ella esté lejos, usted puede hacer de cuenta que solo se fue por el trabajo; no necesita dar explicaciones ni a sus padres ni a sus hijos; hasta puede engañarse a sí mismo; es el marido abnegado que para que su mujer pueda desarrollarse profesionalmente, se hace cargo de sus hijos. Gustavo experimenta una repentina vergüenza. Teme enrojecer. Se sirve un vaso de agua. Carraspea.  Cuando salga de aquí cenaré con una mujer dice buscando recuperar su autoestima. Ana María hace un gesto de sorpresa.  Él se siente fortalecido. Es una compañera del curso continúa contando Natalia se llama, creo que es mayor que yo. ¿Soltera? No lo sé; solo hablamos de nuestros pacientes, ella también es principiante; cuando me quise acordar estaba inmerso en esta cena. ¿Se arrepiente? Tengo que confesarle que me asusta; quizás ella lo tomó como una cita y yo ni sé si tengo ganas ni sé cómo debo actuar; Cecilia tenía razón, estoy oxidado. ¿Quién promovió el encuentro? Gustavo se queda reflexionando. Ella, en realidad  admite. Despreocúpese, ella, entonces, sabrá conducirlo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

94

Empecé a trabajar desde casa informa Daniela. ¿Cómo te resulta? No fue fácil comenta ella mientras saca una pastilla del paquete creí que iba a poder hacerme cargo del nene mientras trabajaba pero tenía que interrumpir a cada rato; ahora está viniendo mamá; prepara la comida, le cambia los pañales, atiende a la fonoaudióloga; cuando el nene se pone difícil me avisa y en un ratito lo soluciono; no sé qué haría sin ella. ¿Te envían todos los profesionales a tu casa? pregunta Gustavo, sorprendido.  Solo la fonoaudióloga, la sicóloga, no. ¿Lo llevás vos? Daniela se ruboriza ligeramente, baja la vista. No puedo porque es el día que voy a la oficina; lo lleva Ariel; la mujer nos pidió que evitáramos los cambios. ¿Lucas ofrece resistencia a ir con el papá? Para nada,  me contó mi mamá que en cuanto aparece Ariel a buscarlo, se arrima y le tiende la manito; los lleva mi papá en el auto y después los pasa a buscar, y los acerca a casa.  Gustavo la observa, en silencio, sonriente. ¿Por qué me mira así?  pregunta ella, arreglándose  el cabello. ¿Seguís pensando que estás sola para ocuparte de tu hijo?


Ni bien despide a Daniela, Gustavo busca el celular. Creí que te habías arrepentido contesta Natalia. Recién termino de atender y ya salgo para mi terapia; me desocupo a las ocho y media, por Villa Freud; acepto sugerencias.

viernes, 6 de diciembre de 2013

93

Hace un rato me llamó mi hermano comenta Raúl para invitarnos a comer un asado el sábado en su country. ¿Qué le dijiste? Que lo iba a consultar con Lisa, pero ni le pregunté, le voy a decir que no podemos, excusas siempre hay, y además el domingo es el día de la madre, andá a enganchar a los pibes dos días seguidos se excusa Raúl. ¿Festeja algo? No, comentó que hacía mucho que no nos veíamos, que era una lástima que los primos estuvieran tan distanciados; se ve que se golpeó la cabeza. ¿Por qué no querés ir? Raúl se atusa la barba. No tengo nada en común con mi hermano dice. ¿Ni siquiera el padre?  Raúl lo mira, levantando las cejas.  ¿Nunca le preguntaste si no le pesa trabajar con él? inquiere Gustavo. Jamás hablamos sobre nuestro viejo.  Gustavo permanece en silencio.  ¿No me vas decir que  tal vez llegó el momento? Gustavo sonríe. Parece que no hace falta dice. Raúl se echa el pelo hacia atrás, se restriega la cara y comenta me quedé rumiando en lo que charlamos el otro día; me di cuenta de que volver a engancharme en las empresas de mi viejo es tirar por la borda todo lo que venimos trabajando acá; por suerte un amigo me pidió un proyecto para refaccionarle la casa y, además, estuve pensando en lo del emprendimiento; ¿sabés lo que es Autocad? lo mira a Gustavo que niega con la cabeza un programa de dibujo que se utiliza en arquitectura; lo manejo con los ojos cerrados,  tengo mucha experiencia; se me ocurrió dar clases, ¿te parece un disparate? Gustavo sonríe. Parece una buena idea aprueba, satisfecho. Consigo mismo, satisfecho.


Apoyado en la puerta, duda de la decisión tomada.  ¿Tengo una cita?, se pregunta, ¿cuántos miles de años desde la última? Cecilia me robó la vida, decide, no tuve una sola cita de hombre adulto. A los veinte, la última.  Tendría que llamarlo a Santiago, piensa, pero cuando mira la hora descubre que ya no tiene tiempo. Ahora Daniela, luego, a las corridas, Ana María. Después Natalia, se dice en voz alta porque precisa escucharse. Ni siquiera sabe si le gusta.  Vibra el celular. Papi no me llamaste lee. Me olvidé de los chicos, comprueba. Va a cenar la abuela, llego tarde. Besos, muñequita teclea sintiéndose agudamente culpable. Abre el mensaje, cambia la última frase y lo reenvía. Chau, hijo.

jueves, 5 de diciembre de 2013

91

No la recordaba tan bonita. El cabello largo, lacio y rubio. La nariz respingada. Los pómulos nórdicos. La cara del hijo, resuelve Gustavo. Besa la  mejilla de Valeria y estrecha la mano de.Francisco. Adelante los invita mientras les indica con el brazo extendido el camino.  Camilo, las mejillas ligeramente sonrojadas, le hace señas desde el palier. ¿Viste que te los traje? susurra. Gustavo se turba. No previó ni dónde sentarlos.  Busca una silla en el escritorio. Cuando entra al consultorio, encuentra a los tres parados junto a la ventana. Ubíquense,  por favor  indica señalando el diván. Allí se acomodan Valeria y Camilo.  Gustavo coloca la silla a la izquierda de su sillón. Francisco se sienta. Gustavo trata, nervioso, de diseñar una estrategia en mínimos segundos. Les sonríe, mientras tanto. Camilo dijo que querías vernos se decide a hablar Valeria. Gustavo busca los ojos del chico que hurta la mirada. Hace un par de sesiones que veníamos considerando la posibilidad de convocarlos. ¿Por algo en particular? pregunta Francisco. Camilo, ¿querés contarles vos? sugiere Gustavo. El chico niega con la cabeza. Me dejó solo, rumia Gustavo.  Me parece que les está costando comunicarse. ¿Por qué dice eso? interviene Francisco. Hay cosas que Camilo quiere decirles y no puede y otras que quiere que ustedes le cuenten.  ¿Qué querés decirnos? pregunta la madre girando hacia él.  Camilo calla. ¿Te ayudo? propone Gustavo.  El chico se encoge de hombros. Camilo necesita más independencia transmite Gustavo siente que lo tratan como a un nene y que hay muchas cosas que no puede hacer. Me duele que diga eso Valeria se estruja las manos cuando, tanto mi marido como yo postergamos nuestras propias actividades para que él pueda ir a donde se le ocurra ir. No es eso lo que está diciendo Gustavo la interrumpe su marido. A ver, Camilo. ¿qué es lo que no te dejamos hacer? vuelve ella a la carga. ¡Viajar solo! ¡Pero sí te llevamos a todos lados! dice ella elevando la voz la semana pasada quisiste ir a lo de Leo a las cinco de la tarde y salí antes del trabajo para poder acompañarte. Sí, ¡y te quedaste esperando como si yo fuera un idiota!; ¡me hiciste pasar un papelón! ¡No le hables así a tu madre! lo reconviene Francisco. Gustavo está asustado. La situación se le escapa de las manos. Debería haberlo consultado con Ana María. Me parece que lo que está sucediendo confirma las dificultades a las que me referí al iniciar la sesión; Camilo está diciendo que necesita que se den cuenta de que creció; Valeria lo recibe como una ingratitud y Francisco solo intenta conservar la armonía; ¿por qué no tratan de escucharse? Se hace el silencio. Gustavo ofrece agua, todos beben.  Camilo lo convoca Gustavo ¿qué querés decirles a tus papás?  El chico deja el vaso sobre la mesa. Necesito que me dejen mover solo. ¿Te molesta que te llevemos nosotros? pregunta Francisco.  Camilo baja la mirada pero luego lo enfrenta.  dice, rotundo me da vergüenza. ¿Te avergonzás de tus padres? la voz de Valeria es un hilo. Los ojos del chico se llenan de lágrimas. No lo hagas sentir peor le recrimina Francisco.  Gustavo se acuerda de Natalia: ya le contará que no es fácil.  Camilo no se avergüenza de ustedes; le da vergüenza quedar como un nene frente a sus amigos Gustavo hace una pausa intencionalmente larga y sus amigas. Francisco sonríe. Ya entendió, decide él. Hijo, ¿cómo te podemos ayudar? pregunta el padre. Camilo se endereza en el asiento. Ya te dije, quiero viajar solo. ¿Ir en remís en lugar de que te llevemos? En remís pero también en colectivo.  ¡¿En colectivo?! pregunta la madre, los hermosos ojos muy abiertos ¿con las muletas? Gustavo observa a Camilo, los hombros caídos, la vista en el piso. Quizá sea complicado viajar solo, pero si algún compañero lo ayuda, seguramente se podrá arreglar  propone mientras observa el rostro de Francisco. El hombre traga saliva, los ojos húmedos. Gustavo, por primera vez, se imagina a Nacho discapacitado. Se acuerda de Raúl, y hace girar la lengua contra el paladar. Estoy de acuerdo, hijo enuncia el padre mañana mismo comenzaremos a practicar. Las silenciosas lágrimas de Valeria  se van transformando en sollozos. Camilo la abraza.


¿Nos vemos el miércoles próximo? pregunta Francisco en el palier. ¿Qué te parece? consulta Gustavo a Camilo, que ya está abriendo el ascensor. Dale dice el pibe. Valeria, que había entrado a buscar el abrigo, sale. Gracias, de veras, muchas gracias dice mientras él la ayuda a ponérselo. Entra y se deja caer sobre el diván. Instantes después se incorpora y va hasta el teléfono. Hola, mamá, ¿todo bien?; ¿te puedo pedir un favor?, ¿esta noche podrías cenar con los chicos?; muchas gracias, después te confirmo. Busca ahora el celular. ¿Estás dispuesta a develarme tu signo? teclea, sonriente.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

92

A Gustavo lo sorprende el atuendo de María Inés. Jean, camisa rosa a cuadritos, zapatillas. La cara sin maquillar.  Una chiquilina,  muy lejos de sus treinta años. Se mordisquea las uñas. ¿Cómo anduvo tu semana? le pregunta al ver que ella calla. Sin mayores novedades; el viernes fui a visitar a mi abuela, hacía mucho que no la veía; vive sola, bah, con una señora que la cuida; fuimos porque era el cumpleaños. ¿Con quién fuiste? Con mi mamá, ella va casi todos los días. Y vos no enuncia Gustavo.  ¿Me estás retando? Estoy repitiendo lo que me contaste le aclara él.. Mamá siempre se enoja conmigo porque no voy  informa María Inés. ¿Y por qué no vas? Estoy muy ocupada, y me queda a trasmano. Aja comenta Gustavo así te justificás ante tu madre. ¿A qué viene tu interés? Si, como comentaste al despedirte la última sesión, tenés tantos problemas, me imagino que no estarás desperdiciando tu tiempo aquí dedicándolo a idioteces.  La mirada de María Inés se endurece. Me cuesta ir a verla admite ante el silencio de Gustavo agrega es que yo mucho no la quiero. ¿No tuvo relación con vos? ¡Sí!, cuando mamá iba al estudio me dejaba en casa de mis abuelos. ¿A vos sola? Sí, mi hermano es bastante más grande, ya iba a la escuela. ¿Tu abuelo vive? No, hace mil años que murió, yo era chica.  Gustavo tiene una intuición.  ¿A él tampoco lo querías?  ¡Menos todavía! dice mientras vuelve a comerse las uñas.  Me imagino, entonces, que a vos no te gustaba que tu mamá te dejara con ellos trata Gustavo de ordenar las pistas.  No, hacía berrinches pero ella me dejaba igual. ¿Cuántos años tenías? Desde bebita hasta que empecé el jardín de infantes, a los cuatro. Empezaste grande. Sí, no había vacante en la escuela a la que me querían mandar. ¿Por qué no te gustaba quedarte? María Inés recoge las piernas sobre el diván, en silencio.  Era muy chiquita, casi no me acuerdo. Quiere decir que de algo te acordás. Yo quería que mi abuela me llevara cuando iba a hacer las compras, pero ella no quería, decía que volvía muy cargada cuenta María Inés. ¿Con quién te quedabas? Con mi abuelo informa.  ¿Y qué hacian? ¡Nada! ¿Por eso no te querías quedar con tu abuelo? Aventura Gustavo ¿porque te aburrías? Ella no contesta. Cerrá los ojos le indica Gustavo. Ella obedece.  Sos chiquita y estás con tu abuelo. María Inés se abraza con ambas manos.  ¿Qué estás haciendo? ¡Nada!  repite ella, de mal modo. Gustavo le sirve un vaso de agua. Le respeta el larguísimo silencio. Gerardo se fue a Mendoza hace dos días informa luego.  ¿Con Alberto? pregunta él. No, mi papá le pidió que lo acompañara, tiene un caso muy complicado allá explica.  Lo extraño mucho murmura.


Gustavo apunta la sesión. No quiere olvidar ni una palabra. Insistir con el abuelo, escribe. Vibra su celular. Me desocupo a las siete, llamame y combinamos, lee. Levanta el teléfono. Hola, hijo atiende su madre. Mañana sin falta le comprará el regalo. Lo consultará con Martina.

martes, 3 de diciembre de 2013

90

Finalmente el domingo nos reunimos en lo de María  anuncia Laura y señalando sus zapatillas agrega la primogénita avanza sobre mí.  Gustavo recuerda, entonces, el próximo día de la madre. Yo tengo más suerte que mis hijos,  evalúa. ¿No le gusta más considerar que avanzan  juntas? propone. Ella sonríe y comenta  ¿usted siempre tiene algo para decir? Él se encoge de hombros, divertido.  Federico ya confirmó que va informa Laura. ¿Eso la pone contenta? Me da miedo admite. Extraña apreciación. Mientras no lo veo puedo imaginarme que todo sigue igual, pero frente a él, siento que lo perdí. Gustavo va a hacer un comentario cuando ella añade  usted ya debe estar harto de escucharme hablar siempre de lo mismo, ¿no? Él se toma unos segundos antes de preguntar si no estuviera hablando de sus hijos, ¿de qué hablaría? Laura parece desconcertada. Abre  la cartera, busca algo que no encuentra y la cierra. Le conté que falleció mi hermano, ¿no? dice al fin. Nunca me lo comentó responde Gustavo, extrañado. ¿Cuándo? pregunta.  En enero, el 10 de enero. Gustavo hace cuentas: Laura fue su primera paciente. Un mes antes de que iniciáramos estos encuentros deduce él.  Sí, qué raro afirma ella creí que se lo había dicho; mi cuñada llamó por teléfono y de repente ya no tenía hermano;  infarto masivo; fue un gran golpe, era mi único hermano, catorce años menor; yo lo crié.  Usted acaba de decir que perdió a Federico, pero en realidad perdió a ese hijo que su hermano fue para usted acota Gustavo. ¿¡Cómo!? el rostro de Laura se tensa. Comentó que hacía siete meses que no veía a Federico; si no me equivoco las fechas son coincidentes. Sí  dice Laura no lo había pensado; las semanas que siguieron a la muerte de mi hermano son como una nebulosa. Tan borrosas que no encontró la manera de trabajar su duelo acá. Es que hago muchos esfuerzos para olvidarlo. ¿Para olvidar a su hermano? No, para olvidarme de que murió; a veces decreto que está de viaje, él viajaba mucho por su trabajo; me da vergüenza decirlo pero evito hablar con mi cuñada, escucharla me estrella contra la realidad la voz de Laura se quiebra  me alegra que mi madre no esté viva; no lo hubiera podido tolerar las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Usted no lo puede tolerar la corrige Gustavo.  El pecho de Laura se sacude en sollozos. Él la observa llorar, en silencio. Poco a poco ella se va tranquilizando. Desde el entierro que no lloro por él dice. Cuando la está despidiendo Gustavo acota que disfrute del domingo ella lo mira porque a Federico sí que no lo perdió.  


Mientras toma un té, parado en el balcón, Gustavo reflexiona. Laura se presentó a terapia escudándose en los conflictos con la publicación de su libro. Meses después se destapó el alejamiento del hijo. Hablando de eso surgió su desilusión con la maternidad. El fallecimiento de su hermano, ahora. ¿Así hasta cuándo? De Plutón a Mercurio, recuerda. Y luego, el Sol. Sonríe solo. Nunca olvidó la regla nemotécnica. Mevetima jusauneplu. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón. Ya se la enseñó a Martina. ¿Y a Nacho? Ve bajar a Camilo de un auto. Está por entrar, cuando descubre que el pibe no desciende solo. No me avisó, no me preparé, piensa, mientras las palmas de las manos se le humedecen. Se apresura a buscar la ficha de Camilo.